La invasión alemana

MIENTRAS LOS TÉCNICOS DISCUTEN la posibilidad de una guerra entre Francia y Alemania, los alemanes van invadiendo Francia. A lo largo de los boulevares exteriores casi todos los restaurants son alemanes. En el Faubourg-Montmartre y en la rue de Nótre Dame de Lorette, desde las dos de la mañana en adelante, el que quiera comer tiene que meterse en un restaurant alemán. Los alemanes han impuesto en París su música, su filosofía y su cocina, y todas estas cosas son duras; pero los franceses las van tragando. Yo les veo a las tres, a las cuatro y las cinco de la mañana comer choucroute y salchichas de Fráncfort y beber chop tras chop, esta áspera cerveza germánica.

—Les va a hacer daño el souper —me digo.

Y no me explico cómo Francia, que tiene una cocina tan refinada y unos vinos tan agradables, transige con la cerveza y con las comidas de Alemania.

La conquista de Francia por Alemania se está verificando ya. Los alemanes van invadiendo Francia e imponiéndose a ella. En París hay registrados 103.447 alemanes. Un periódico habla de 145.000 que se disponen a volver. Estos alemanes son grandes, fuertes, groseros. Pronuncian el francés con la garganta en vez de pronunciarlo con la nariz. Pisan a los transeúntes en la calle. Dan codazos terribles. Piden música alemana en los cafés y platos alemanes en los restaurants, y aunque se visten ridículamente, andan por París en son de conquista. La mayoría de los alemanes que están en París no han cumplido aún el servicio militar. Tienen dinero y se ofrecen a trabajar de balde. Se enteran de todo. Cuando los llaman para entrar en filas, se van y dejan aquí sus empleos, sus habitaciones y sus chopes para otros alemanes. Alemania luego manda a estos hombres a los regimientos de caballería que, de acuerdo con los planes del Estado Mayor, serán los primeros en trasponer las fronteras de Francia. Según el lado de Francia donde ha vivido un joven alemán, se le envía de soldado a la frontera del Norte o la del Este. Los que han habitado cerca de la frontera francobelga pasan a formar parte de un cuerpo especial.

Francia comienza a alarmarse. Es muy tarde. Ya tiene en el estómago la salchicha y la choucroute, la filosofía y la cerveza. Ahora, a digerir o a reventar. La Acción hacía días pasados un artículo poniendo el grito en el cielo. Decía que la mayoría de los alemanes que residen en Francia son gente de mal vivir y que, de cada cien malhechores que detenía la Policía, noventa eran alemanes. Esto puede ser tanto un argumento contra los alemanes de París como contra la Policía parisiense. Además, es infantil pretender exterminar con medidas de policía la invasión alemana. Los bárbaros vienen. Ya empezamos todos a comer choucroute y a beber cerveza. Ya los menús, que en todo el mundo se escribían en francés, comienzan a salpicarse en París de barbarismos germánicos.

«Del cíclope al golpe, ¿qué pueden las risas de Grecia? ¿Qué pueden las Gracias si Heracles agita su crin?».