NO. NO HAY CUIDADO de que el regionalismo gallego llegue a poner nunca en peligro la integridad de la patria. El regionalismo gallego no tiene razón de ser más que como una protesta contra esos andaluces que les llaman gallegos a aquellos que no les convidan. Pase el regionalismo catalán, porque los catalanes necesitan disculpar con el regionalismo su mala pronunciación castellana. ¡Pero los gallegos!
Es indudable que los hombres de las rías bajas tienen un sentido del castellano tan claro, por lo menos, como los de Valladolid. ¡Como que aquí está la entraña del idioma! ¿Qué necesidad de un idioma aparte? ¿Para qué vamos a empeñarnos en cultivar el gallego si nos resulta tan sencillo expresarnos en castellano?
—Pero usted —suelen decirme por aquí— no es un verdadero amigo de Galicia.
—No. No soy amigo de ninguna región ni de ninguna provincia. Yo creo que se puede ser amigo de una muchacha, de un compañero —que ya es mucho decir— y hasta de un senador vitalicio. Pero las amistades con las provincias me parecen demasiado presuntuosas. Jamás he comido con ninguna. Y a este respecto es al que he contado la historia de mis relaciones con los Estados balcánicos.
Galicia no necesita de regionalismo. Lo que necesita son hoteles y ferrocarriles. Si los regionalistas gallegos se dedicaran a hacerlos en vez de decir en versos malos que Galicia es lo más hermoso del mundo, cumplirían con su verdadero deber.