Los foros

LA PRENSA DE MADRID apenas si ha hablado de esta cuestión de los foros, que tanto interesa a los campesinos gallegos. ¿Qué son los foros? ¿Qué objetivo persiguen los organizadores de la campaña contra los foros?

Los foros son todavía un poder feudal sobre esta tierra liberal. Esta tierra, que el siglo XX cultiva con sus máquinas y con sus abonos, sigue aún pagando impuestos al señorío de la Edad Media. ¡El laudemio! ¡La enfiteusis!… No todo son Geórgicas sobre la hermosura de estos campos, y esas bárbaras palabras que he puesto entre admiraciones se les aplican a ellos.

La tierra gallega no es completamente hermosa, porque es una tierra esclava. El que venga aquí y se prende de ella, si quiere comprar un trozo para habitarlo o para cultivarlo, no importa que lo pague en dinero del siglo XX; dueño de la tierra, se hará esclavo del foro, y al cabo de los años, el importe de la renta sumará más que el importe de la compra.

El régimen de los foros proviene de una época en que la propiedad territorial estaba en manos de unos cuantos que no se bastaban a cultivarla. Bajo aquel dominio la tierra permanecía estéril, y entonces sus dueños la distribuyeron mediante el contrato foral. ¿Debe subsistir hoy ese contrato? Decir que sí equivaldría a decir que debe subsistir siempre.

Los organizadores de la campaña contra los foros proponen una solución armónica, bajo la tutela del Estado. «La propiedad territorial —dicen— se ha modificado en Francia, en Alemania, en Inglaterra, en todas partes. La misma tierra de Rusia —que es tierra de esclavitud— no está en una relación tan directa con el feudalismo como esta hermosa tierra de Galicia». «El señorío —añaden— se ha desquitado con creces del valor de las tierras que repartió; los colonos las han enriquecido, y cumplido el objeto circunstancial de los foros, nada más justo que poner estos bellos y fecundos campos en las manos justicieras del Derecho moderno».

Recientemente, a los enemigos del foro se les ha ofrecido para su argumentación un ejemplo interesantísimo: el de la isla de Cortegada, en donde nada menos que el rey ha llegado a encontrarse esclavo del señorío. Los antecesores del Sr. Quiroga Ballesteros habían adquirido del Estado un foro por 2.000 pesetas. Llegó el momento de comprar la isla y, según consta en escritura notarial, el Sr. Quiroga cobró por laudemio 29.000 pesetas. Computado y capitalizado el foro al 5 por 100 —dicen los partidarios de la redención de foros—, no vale ni la cuarta parte.

Pero los foros no son únicamente una ruina. En muchos casos constituyen también una humillación. Casi todos se pagan en dinero; pero hay muchos que se pagan en especies: un ferrado de maíz, un cabrito, tres conejos… Aquí, en Pontevedra, hay una casa sobre la que pesa un foro verdaderamente vergonzoso. En el día de la Peregrina, el actual propietario del foro tiene derecho a ver la fiesta desde un balcón de esa casa y a que el dueño de ella le sirva un vaso de agua. Otro derecho semejante tiene, sobre una casa de Monforte, el actual conde de Lemos.

La Asociación Protectora del Obrero, de Pontevedra, que preside el distinguido periodista y notable jurisconsulto don Prudencio Landín, ha sido la que, en un certamen celebrado por agosto del año anterior, llamó la atención de los pequeños propietarios gallegos sobre el asunto de los foros. Recogió luego la iniciativa la Sociedad de Agricultores de Teis, y hasta la fecha se han celebrado ya seis importantísimos mítines antiforales, por este orden: en Vigo, en Pontevedra, en Orense, en La Coruña y en Lugo. Los diputados gallegos, cuyo concurso ha sido repetidamente solicitado para este asunto, apenas si se han ocupado de él.

—¿Por qué? —pregunté yo.

—Porque los foros —me han contestado— son también un arma electoral. ¡Ay de aquel que no vote al señor de su tierra! A poco que se descuide en el pago del foro, caerá sobre él una red de leyes entre cuyas mallas se quedará completamente preso.

La cuestión de los foros es el verdadero conflicto agrario de Galicia. Aquí, donde la propiedad está dividida y subdividida de un modo inverosímil, no existe la lucha de propietarios contra propietarios, sino la de los agricultores contra los foros. ¡Libertad! ¡Derecho! ¡Democracia! ¿Para qué quiere ser libre el campesino gallego si su tierra es esclava? Y, sin embargo, ninguna tierra como esta merecía el don divino de la libertad, porque esta tierra es bella y es buena, como una muchacha muy bonita y muy hacendosa que fuese a la vez, para sus padres, un orgullo y un sostén.