¡ESTOY TAN EMOCIONADA!
Hoy ha sido el primer día en el nuevo instituto y creo que va a ser genial. Puedo sentirlo.
Mamá está de buen humor. La mudanza ha ido bien. Le encanta la nueva casa y ahora a Bob le queda más cerca el trabajo y todos podemos cenar juntos como una verdadera familia. Ojalá mamá siga así.
El doctor Levine dice que el cambio de residencia también será bueno para mí. Casa nueva, instituto nuevo, amigos nuevos. Creo que tiene razón. Ya me siento mejor. Y esperanzada.
Estoy empezando de cero. Reinventándome. Nadie sabe lo que yo era antes de venir aquí. Todo va a ser diferente.
Meg contuvo la respiración. Podría haber estado leyendo su propio diario. Recordaba con todo detalle cuando ella era la chica nueva del instituto cuando sus padres decidieron que se irían de Nueva York y se mudarían a una zona residencial de Seattle justo antes de empezar séptimo. Recordaba el entusiasmo y el temor. Igual que la autora de aquel diario. «Estoy empezando de cero. Reinventándome». ¿Cuántas veces había escrito ella casi exactamente lo mismo? Esa era una de las razones por las que había decidido irse a una universidad en otro estado.
He conocido a alguna gente, pero no demasiada. Hay un chico realmente guapo en mi clase de español. ¡Ni siquiera puedo creerme que ya esté pensando en chicos! El doctor Levine dice que primero debería concentrarme en hacer amigos. Solo amigos. Pero no podía evitarlo. Ese chico no paraba de contar chistes en clase, y cuando me reí de uno, me sonrió. No con una de esas sonrisas burlonas, sino una verdadera sonrisa. Se percató de mi presencia, en el buen sentido.
Vaya. ¿Estaban ella y la autora de aquel diario viviendo vidas paralelas? Meg recordó el primer día en el que había tenido una auténtica conversación con T.J., algo más que un simple «¿Qué tal?» en una fiesta o en el pasillo del instituto. Les había tocado hacer juntos un trabajo sobre Las uvas de la ira y quedaron en una cafetería después del entrenamiento de fútbol para trazar un esquema.
En aquel entonces eran prácticamente desconocidos. Esto era lo que Meg sabía de T.J.: a) es jugador de fútbol, b) mi mejor amiga está enamorada de él. Y esto lo que T.J. sabía de Meg: a) saca buenas notas, b) su mejor amiga está enamorada de mí. Fue un encuentro tenso e incómodo.
Pero T.J. soltó una broma estúpida y Meg replicó con una de sus agudas respuestas. T.J. se quedó callado, y la miró. La había mirado de verdad, quizá por primera vez. Después sonrió, con aquella sonrisa tan perfecta, mostrando sus hoyuelos.
Y Meg se había derretido.
No lo quiso admitir ni para sí misma. Día tras día, escribía en su diario que los dos eran «solo amigos», más para autoconvencerse que para otra cosa. Sabía que se estaba enamorando de él y se sentía como si fuera una mala amiga por hacerlo. Minnie llevaba un montón de tiempo enamorada de T.J., y Meg era la única a la que se lo había contado. Incluso si ocurriera algo entre Meg y T.J., ¿cómo iba a decírselo a Minnie? No se le ocurría mayor traición posible.
Y, aun así, Meg había continuado saltándose sus propias normas para verlo. Pasaban más tiempo del que era estrictamente necesario realizando aquel trabajo juntos. Pero Meg no podía evitarlo. T.J. era más que un chico guapo: era inteligente, ingenioso, bromista. Tenía sustancia, algo que le hacía más profundo y real que los otros chicos con los que solía estar. Meg era diferente a las otras chicas con las que él solía estar —ella había sido capaz de ver que él era algo más que un jugador estrella del equipo de fútbol— y deseaba desesperadamente que él se diera cuenta de lo perfectos que eran el uno para el otro.
Hasta que lo hizo.
La práctica en el coro ha sido la mejor parte del día. Todos hicimos la audición, y el director parecía realmente impresionado por mi actuación. Creo que ninguna de las otras sopranos ha cantado tan bien como yo, excepto una, quizá. Pero es una chica muy agradable. Me ayudó a buscar una carpeta y me dijo que me sentase con ella. Ha sido estupendo encontrar una amiga, ¿sabes? Pero me voy a sentir mal cuando sea yo la que obtenga el puesto de solista para el próximo concierto.
Jeje. ¿Te puedes creer lo que acabo de escribir? ¿Lo ves? ¡Ya soy diferente! Tom dijo que sería así. ¡¡¡Me siento como si fuera capaz de cualquier cosa!!!
Meg sonrió. No podía evitar sentir una especie de conexión con aquella chica, quienquiera que fuera. ¡Su voz mostraba tanta esperanza, tanta alegría! Casi podía verla sentada en la cama, con una enorme sonrisa en su cara, escribiendo aquellas palabras.
También sentía algo de culpa. Lo cierto era que no debería estar leyendo aquello. Estaba claro que no se trataba de un diario escrito hacía veinte años, ni cien. Tenía que ser relativamente reciente. Se sentía una hipócrita. Si alguien encontrase su diario, en el que ni siquiera había aquella agresiva advertencia al principio, Meg se moriría de vergüenza con que leyeran una sola página. Pero ahí estaba ella, sin parar de leer. Necesitaba saber qué sucedía con el chico de la clase de español. Le recordaba muchísimo a la manera en que T.J. y ella se habían conocido… Necesitaba saber si en el caso de esta chica había habido un final feliz.
Pasó a la siguiente página.
No puedo creerme que haya pasado una semana desde la última vez que escribí. Bueno, sí puedo, ¡porque ha sido una semana de locos! Me he unido… espera y verás… ¡al equipo de debate!
Lo sé. Te avisé que era algo de locos. Pero el doctor Levine me dijo que podría venirme bien hacer algunas actividades en grupo, algo así como obligarme a conocer gente.
Estoy dispuesta a intentarlo, ¿sabes? Así que me apunté al coro y luego, el viernes, la chica que se sienta a mi lado en historia le estaba contando a todo el mundo que el equipo de debate viaja por toda la región y que ella conoce a gente de todos los institutos del estado y pensé: Eso es exactamente a lo que se refería el doctor Levine.
Así que lo hice. Me apunté al equipo. ¡La primera reunión es mañana, después de clase!
La gente de este instituto es bastante maja, aunque hay un chico rubio en educación física que me pone nerviosa. Ayer estaba bromeando con sus amigos en la pista y creo que me estaba señalando. Pero voy a ignorarlo, como me dijo Tom que hiciera. Estoy segura de que no es nada.
También ayer probamos la canción para la solista en el concierto de primavera. Es TAN bonita… Cuando la canto, casi puedo sentirla dentro de mí. A mi amiga también le encanta, y también va a presentarse a la audición. Hoy hemos estado hablando durante la comida (¿ves? ¡¡¡ya tengo amigas con las que sentarme a comer!!!) y me ha dicho que al director del coro le encanta que sus solistas añadan algo de su propia cosecha. Que jueguen un poco con la música. Cree que eso demuestra la musicalidad de los solistas. Así que voy a practicar y ver adónde me lleva la música, para intentar impresionarle.
Las audiciones son dentro de dos semanas. Sé que puedo conseguir el papel, y luego, cuando El Chico me oiga cantarla, se enamorará completamente de mí.
A Meg se le encogió el corazón. ¿Estaba haciendo todo aquello por un chico? Eso no podía terminar bien.
El Chico se fija en mí algunas veces, pero no tanto como me gustaría. En clase lo observo un montón, esperando que me vea y me sonría. Es TAN guapo cuando sonríe… Ni siquiera sabría por dónde empezar a describirlo. Pero sé que si pudiera ver, verme de verdad…
Así que quiero conseguir el papel de solista del coro.
Tengo que conseguirlo.
Meg sintió miedo. La chica estaba basando todas sus esperanzas en lograr aquel papel de solista y, según la experiencia de Meg, siempre que deseabas algo con tanto afán —por ejemplo, que el chico del que estás enamorada te pida que vayas con él a la fiesta de bienvenida— las cosas se tuercen y el resultado es malísimo. Le daba la impresión de estar viendo cómo un tren descarrilaba a cámara lenta. Quería dejar de leer, pero no podía.
La siguiente página no traía ninguna sorpresa:
¿Cómo ha podido? ¿Cómo ha podido darle el papel solista a ELLA?
La lista de solistas estaba colgada en la puerta del coro después de clase. Le ha dado el papel a mi amiga. Ella cantó exactamente lo que había en la hoja. Palabra por palabra. Resultó rígida y aburrida y no demostró que entendiera la música EN ABSOLUTO. Y yo interpreté de verdad la música. Como si el compositor y yo estuviéramos colaborando para crear algo nuevo y sorprendente.
¡Y ahora todo se ha echado a perder! El Chico nunca se fijará en mí. ¿Qué voy a hacer?
Tom cree que debería ir a hablar con el director en el ensayo de mañana, y preguntarle qué hice mal, para poder mejorar de cara a la próxima audición, pero yo siento que todo ha acabado.
Debería acabar con todo ahora.