A mi editora, Kristin Daly Rens, mi inspiración en este libro. Más que editora, es una musa.
A mi agente, Ginger Clark. Sin ella me abría acurrucado en posición fetal debajo de la mesa de mi despacho durante mucho tiempo. Es una amiga y una luchadora, soy muy afortunada por tenerla a mi lado.
A mi fabuloso equipo en Blazer + Bray: Alessandra Balzer, Donna Bray y Sara Sargent, que han sido animadoras y estrellas del rock durante este tiempo. Y a toda la familia de la editorial HarperCollins, en concreto a la editora Amy Vinchesi, a Kathryn Silsand del departamento de producción, y a Emile Polster y Stefanie Hoffman, del departamento de marketing, Caroline Sun y Olivia de León, en publicidad, y al fantástico diseñador de cubierta Ray Shappell.
A Holly Frederick y Dave Barbor de Curtis Brown Ltd., que una vez más han trabajado incansablemente en beneficio de este libro.
Para el mejor grupo de lectores del mundo: Carrie Harris, Jennifer Bosworth, Jennifer Donahue, Amy Bai, Lisa y Laura Roecker, Christine Fonseca, Roy Firestone, Mark Uhlemann, Rachel Hunter, Abby McDonald, LynDee Walker, Nikki Katz y, especialmente, para Laurel Honor Jones.
A mi club de fans que me mantuvieron mentalmente sana con llamadas de teléfono, mensajes, chats, horas felices y días dedicados a la salud mental: Jessica Childress, Shannon Spencer, Amy Mckenzie, Amy Dachtler, Tara Campomenosi, Rachanee Srisavasdi, Amy Romero, Eileen Tsasi, Ellen Files, Bryn Greenwood, Leah Clifford, Jen Hailey, Jill Myles, Jessica Morgan, Juliette Domínguez, David Eilenberg, Kirsten Roeters, Suzanne Keilly y Jake Gilchrist. Además de los habitantes del Purgatorio, los escalofriantes del Apocalipsis y los jóvenes rebeldes.
A Scott Tracey que, cuando escuchó el tono de la novela, insistió en que la escribiera.
A Alpheus Fletcher Underhill IV, por ser un experto y fuente de multitud de historias que siempre apreciaré.
A Yadira Taylor, una de mis mejores amigas, que siempre estará unida a este libro. Está dedicado a su madre, a la que echo tanto de menos.
A Roy Firestone, que me hizo llorar unas cuantas veces mientras lo escribía el libro. Gracias a ello soy mejor persona y amiga.
A mi madre, que hizo tanto por hacerme más sencilla la fecha de entrega, no puedo enumerarlo todo por temor a parecer una niña de doce años totalmente dependiente. Es la mejor madre del mundo.
Con todo mi cariño.