Iona aceptó el whisky con gratitud y se arrellanó en el rincón del sillón del salón. El fuego crepitaba, pero producía consuelo en vez de miedo y dolor.
—Lo siento. No he sido lo bastante fuerte. No he sido lo bastante buena. Se me echó encima.
—Chorradas. —Connor vertió más whisky en su vaso—. Lo que dices es una chorrada como la copa de un pino.
—Bien dicho —convino Branna—. Soy yo quien lo lamenta. Cada paso, cada detalle, estaba planeado a la perfección. Excepto uno. No se me ocurrió pensar que se movía a través del tiempo de esa forma, a voluntad. No sabía que podía hacerlo tan rápido y con nosotros tan cerca.
—No. —Pin meneó la cabeza cuando ella lo miró—. No lo vi venir. Ha sido muy listo al cambiar el terreno por uno en el que su poder era más fuerte de lo que imaginábamos.
—Y donde no podíamos llegar hasta Iona. Donde ella estaba sola, después de todo. —Boyle tomó la mano de Iona con firmeza.
—Pero habéis venido todos.
—No tan rápido como yo habría querido. No basta con saber dónde, sino también cuándo. Podríamos no haberte encontrado, pero nos has llamado con fuerza. Has creído, tal y como decías, y nos has llamado. Has completado el círculo, a pesar de todo has completado el círculo, has liberado el poder y hemos podido encontrarte. Y casi hemos acabado con él. —Branna cerró los ojos durante un instante—. Casi…; juro que ha estado muy cerca.
—No es culpa tuya —le dijo Connor a Iona— ni de nadie. Es cierto que no hemos acabado con él, pero le hemos dado una paliza y lo hemos herido. No olvidará el dolor que le hemos infligido esta noche.
—Y la próxima vez estará mejor preparado. —Meara levantó las manos—. Es la verdad, y hay que decirla para que no volvamos a caer en ese tipo de trampa otra vez.
—De acuerdo, pero… Te has quemado —repuso Connor.
Meara se miró las muñecas, el dorso de las manos y las quemaduras dispersas.
—De rebote, en su mayoría. ¿Y tú? —le preguntó a Connor.
—Fin y yo cuidamos el uno del otro. ¿Por qué no has dicho nada? Puñetera cabezota. —Connor se levantó y le agarró las manos.
—Me he hecho peores quemaduras preparando el desayuno.
—No es necesario pasar dolor. ¿Tú también te has quemado? —le preguntó a su hermana.
—Ni una puta marca. Tenemos su sangre y las cenizas en que se convirtió su carne desgarrada. Utilizaremos ambas cosas contra él. Averiguaremos cómo hacerlo y las usaremos contra él cuando lo ataquemos de nuevo. Y la próxima vez no será en su terreno. Nos aseguraremos de ello.
Iona no preguntó cómo. Ahí sentada, con aquellos a quienes amaba, con su mano en la de Boyle, sintió que su fe retornaba.
—No ha podido quitármelo —dijo despacio, y se tocó el amuelo con la mano libre—. No ha podido quitármelo ni cuando estaba indefensa, o tan indefensa como jamás lo he estado, ni siquiera cuando me hirió. Necesitaba que yo se lo entregara. Podía matarme, pero no quitarme lo que llevo dentro. Eso lo cabreó.
—Bien.
Iona esbozó una sonrisa.
—Estupendo. Lo apuñalé con mi daga.
—¿De veras? —Fin se levantó, se acercó a ella y, después de inclinarse, le plantó un beso en los labios—. Esta es nuestra chica. Un arma de luz contra la oscuridad. Puede que haya sido por eso por lo que ha quedado tanta sangre para nosotros.
—También utilizaremos eso. Voy a preparar algo de comer. No sé qué será, pero comeremos bien esta noche. Y todavía queda una botella de aquel champán francés. No hemos terminado, pero yo diría que la primera batalla es nuestra, y vamos a celebrarlo. Podéis echarme una mano. Vosotros dos no —les dijo Branna a Iona y a Boyle—. Vosotros os habéis llevado la peor parte, así que vais a quedaros aquí sentados y a beberos vuestro whisky junto al fuego.
—Yo aún no he terminado con esta puñetera cabezota —replicó Connor.
Meara le dio un puñetazo en el hombro.
—Cuida de tu propio culo.
—¿Por qué voy a hacerlo si el tuyo es tan bonito?
—He dicho que a la cocina. —Y esa vez Branna miró a Connor poniendo los ojos en blanco para darle una pista.
—Vale, vale, de todas formas estoy casi muerto de hambre. —Desfiló del salón, arrastrando a Meara con él.
—Iré a echarle un vistazo a los caballos. Así podrás estar tranquila a ese respecto —se ofreció Fin.
Iona le brindó una sonrisa.
—Gracias. Están bien, pero nunca está de más. —Luego echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos—. Yo era fuego —dijo en voz queda—. No solo lo creaba, sino que lo era. Era aterrador y maravilloso.
—Lo era, mirarte a ti con Connor y Branna, ardiendo como una antorcha, blanca y abrasadora. Era aterrador y maravilloso.
—Y aun así no ha sido suficiente. Quería que esto acabara. Esta noche.
—Algunas cosas no suceden tan rápido como uno desea. —Boyle le volvió la mano en la suya, luego sucumbió y se la llevó a la mejilla—. Eso no significa que no sucedan.
—Eso es cierto. Y Branna tiene razón. Si lo sopesamos todo, hemos inclinado la balanza esta vez. La forma en que atravesaste la niebla… Alastar y tú sois mis héroes.
—Puesto que sé cuánto te importa el caballo, me lo tomo como un cumplido.
—Cuando cierro los ojos y veo tus manos. Las veo envueltas en llamas.
—Míralas ahora. ¿Lo ves? Están como siempre. —Grandes, llenas de cicatrices. Preciosas—. Creía que no llegaríamos hasta ti —repuso despacio y con suma cautela—. Creí que no llegaríamos a tiempo y que tal vez no volviera a verte. No tenía tu fe. Quiero que sepas que ahora la tengo. Así que se puede decir que tú también eres mi heroína —declaró Boyle. Ella apoyó la cabeza en su hombro durante un momento—. Y creo que, en definitiva…
Iona tomó un sorbo de whisky.
—¿En definitiva?
—Lo que digo es que creo que, en definitiva, y considerando el hecho de que hemos terminado por el momento y que aún no sabemos qué pasará ahora… Teniendo en cuenta todo eso, y todo lo demás, creo que lo mejor sería que te casaras conmigo.
Iona bajó el vaso para mirarlo.
—Perdona, ¿qué?
—Ya sé lo que dijiste después de que me portara como un…, bueno, como un estúpido chiflado, y he hecho lo que querías, o lo he intentado con todas mis fuerzas. Pero creo que ya es hora de que lo superemos y de que, en definitiva, nos casemos y dejemos todo eso atrás.
—Casarnos. —¿Acaso la batalla, las magulladuras y el fuego le habían dañado el cerebro?—. ¿Quieres decir casarnos?
—Es lo más sensato. Somos buenos el uno para el otro, como tú misma has dicho. Y… tenemos los caballos en común.
—No podemos olvidarnos de los caballos.
—Eso es importante —farfulló Boyle—. Tú me quieres. Me dijiste que me querías, y eres una mujer sincera con respecto a tus sentimientos.
—Eso es cierto.
—Así que somos buenos el uno para el otro y tenemos los caballos en común. Tú me quieres y yo también, así que casémonos.
Iona decidió que su cerebro funcionaba perfectamente.
—Tú también, ¿qué?
—Joder. —Tuvo que levantarse un momento, pasearse por la habitación. Entretenerse echando más turba al fuego—. Nunca se lo he dicho a una mujer que no sea mi madre o esté emparentada conmigo de algún modo. No voy por ahí diciendo esas cosas como si no tuvieran ninguna importancia.
Su pelo, entre castaño y rojizo, estaba muy despeinado. Se percató de que no se había fijado antes en eso. Ni tampoco en la sangre de su camisa o en la forma en que apretaba los dientes, con semejante obstinación.
Pero podía ver con suma claridad la intensidad de sus ojos.
—Te creo.
—Algunas palabras importan más que otras, y esa es una de ellas.
—¿Cuál exactamente?
—Amor. Sé lo que es el amor, joder, porque tú lo has despertado en mí y porque me lo has dado. Y nunca volveré a ser como era. Nunca sentiré esto por nadie más.
—Esto.
—Te quiero, ¿vale? —Soltó las palabras como quien suelta puñetazos, y eso la venció—. Lo estoy diciendo muy clarito. —Frunció el ceño un poco mientras levantaba las manos—. Te quiero. Y… también quiero quererte. Quiero todo lo que siento por ti porque sin ello solo estaría medio vivo. Y quiero casarme contigo y vivir contigo y tener una familia contigo en algún momento. Pero por ahora quiero que ya no sigas haciendo que continúe dándole vueltas a todo y que me digas que estás de acuerdo.
Iona se lo quedó mirando durante un momento, pues lo quería todo, hasta el más mínimo detalle, grabado para siempre en su memoria.
—Esta es la cosa más romántica que me ha sucedido nunca.
—Ah, a tomar por el culo. ¿Quieres palabras bonitas? A lo mejor puedo decir algo de Yeats o algo así.
—No, no, no. —Riendo, se levantó y se sintió más fuerte y más segura de lo que jamás se había sentido—. Lo decía en serio. Viniendo de ti, esto es romanticismo para mí. Si pudieras decirlo solo una vez más. Esas dos palabras, las palabras que importan más que las demás.
—Te quiero. Iona Sheehan, te quiero. Dame una puñetera respuesta.
—Ha sido un sí en cuanto has abierto la boca. Solo quería oírlo todo. Ha sido un sí en cuanto me lo has pedido.
Boyle la miró, parpadeando despacio, luego entrecerró los ojos.
—¿Era un sí? ¿Es un sí?
—Te quiero. No hay nada que más desee que casarme contigo.
—¿Sí?
—Sí.
—Estupendo. Genial. ¡Dios mío! —Corrió hacia ella e Iona lo recibió a medio camino—. ¡Dios mío, gracias a Dios! No sé cuánto tiempo más podría haber vivido sin ti.
—Ya no tendrás que averiguarlo. —Se entregó al beso y a todas las promesas impresas en él—. No tendrás que vivir sin mí. —Se aferró con fuerza a él—. Esta noche hemos ganado en muchos aspectos. En aspectos que él jamás comprenderá. Tenemos amor. Él no sabe lo que es eso. Tenemos amor.
—Voy a casarme con una bruja. —Alzándola en vilo, giró con ella—. Soy un hombre con suerte.
—Oh, ya lo creo que lo eres. ¿Cuándo?
—¿Cuándo?
—¿Cuándo nos casamos?
—Por mí, mañana mismo.
Encantada, Iona rompió a reír.
—No tan pronto. Hablando de ir paso a paso. Necesito un vestido fabuloso y necesito a Nana aquí. Y no conozco a tu familia.
—Gran parte de ella está en esta misma casa.
—Eso es cierto. No esperaremos demasiado, pero sí lo suficiente para hacerlo bien.
—Tengo que comprarte un anillo. Los chicos tenían razón después de todo. Tenía que regalarte algo brillante.
—Por supuesto.
—Y tú también tienes razón; hay que esperar un poco. Al menos hasta que consigamos que nos den un día en la abadía de Ballintubber.
—La… —La inundó la felicidad—. ¿Te casarás conmigo ahí?
—Es lo que tú quieres, ¿verdad? Y te juro por Dios que es también lo que yo quiero. Allí, en ese antiguo y sagrado lugar. Así ha de ser para nosotros.
La tomó de las manos, acercándoselas a los labios, luego la miró riendo.
—Tú serás mía y yo seré tuyo. Eso es lo que quiero.
Iona apoyó la mejilla contra su corazón. Amor, pensó, entregado de forma libre, aceptado de forma voluntaria.
No había magia más potente.
—Es lo que quiero —murmuró Iona, sonriendo cuando oyó bufar a Alastar—. Sabe que soy feliz. —Inclinó la cabeza hacia atrás—. Vamos a contárselo a los demás y a descorchar ese champán.
Con vino, música y luz, pensó. Habían resurgido del fuego, vencido a la oscuridad otro día.
Y ahora, en el día más largo del año, cuando la luz se negaba a claudicar, era amada. Por fin.
En lo profundo del bosque, en otro tiempo, el lobo gimió. El hombre dentro de él maldijo. Y con artes tan negras como la noche, comenzó a sanar lentamente.
Con sumo cuidado, comenzó a trazar un plan.