Siguiendo las órdenes de Evanna (que amenazó con dejarnos ciegos y sordos si no obedecíamos), enterramos a los vampanezes muertos y al vampcota en el bosquecillo, cavando unas profundas tumbas y colocándolos de espaldas en ellas, mirando al cielo y al Paraíso, antes de cubrirlos.
Vancha estaba inconsolable. A nuestro regreso al Cirque du Freak, pidió una botella de brandy, se encerró en un pequeño remolque y se negó a responder a nuestras llamadas. Se culpaba por la huida del Lord Vampanez. Si se hubiera enfrentado a su hermano, habríamos tenido al Lord Vampanez a nuestra merced. Esta había sido la primera de las cuatro oportunidades de matarle que nos habían prometido, y sería difícil que se nos volviera a presentar una más simple.
Mr. Tall ya sabía lo que había ocurrido. Había estado esperando la confrontación y nos dijo que los vampanezes habían estado siguiendo al Cirque du Freak durante más de un mes.
—¿Sabían que íbamos a venir? —pregunté.
—No —respondió—. Nos seguían por otras razones.
—Pero usted sí sabía que vendríamos… ¿verdad? —le retó Harkat.
Mr. Tall asintió tristemente.
—Os habría advertido, pero hacerlo habría tenido graves consecuencias. A aquellos que pueden ver el futuro les está prohibido influir en él. Sólo Desmond Tiny puede intervenir directamente en los asuntos del tiempo.
—¿Sabes a dónde han ido —le preguntó Mr. Crepsley—, o cuándo volveremos a enfrentarnos con ellos?
—No —dijo Mr. Tall—. Podría averiguarlo, pero procuro leer en el futuro lo menos posible. Lo que puedo deciros es que Gannen Harst es el principal protector del Señor de los Vampanezes. Los seis que matasteis eran guardianes que pueden ser reemplazados. Harst es el guardián que importa. A donde vaya el Lord, irá él. De haberlo matado, las posibilidades de un futuro favorable se habrían inclinado en gran medida a vuestro favor.
—Si hubiera ido yo tras Harst en lugar de Vancha… —suspiró Mr. Crepsley.
Evanna, que no había dicho nada desde nuestro regreso, sacudió la cabeza.
—No perdáis el tiempo lamentándoos por una oportunidad perdida —dijo—. Estabais destinados a enfrentaros a Gannen Harst en esta etapa de la búsqueda. Vancha lo estaba. Es el destino.
—Seamos positivos —dije yo—. Sabemos con quién viaja el Lord Vampanez. Podemos hacer circular la descripción de Gannen Harst y decirles a los nuestros que estén pendientes de él. Y ese disfraz de sirviente ya no les servirá de nada. La próxima vez estaremos preparados, porque ya sabemos a quién buscar.
—Eso es verdad —convino Mr. Crepsley—. Además, no hemos sufrido bajas. Seguimos siendo tan fuertes como al principio de nuestra búsqueda, somos más sabios y aún nos quedan tres oportunidades para matarle.
—Entonces, ¿por qué nos sentimos… tan mal? —inquirió Harkat sombríamente.
—El fracaso siempre es una píldora amarga de tragar —dijo Mr. Crepsley.
Después de eso nos ocupamos de nuestras heridas. El brazo de Harkat presentaba un feo corte, pero ningún hueso roto. Le pusimos un cabestrillo y Mr. Crepsley le dijo que estaría bien en un par de noches. Mi pulgar derecho estaba adquiriendo un feo color, pero Mr. Tall dijo que no estaba infectado, y que evolucionaría bien si no lo movía.
Nos disponíamos a acostarnos cuando escuchamos unos furiosos rugidos. Atravesamos el campamento a la carrera (Mr. Crepsley con una pesada capa sobre su cabeza para protegerse del Sol matutino) y encontramos a Vancha en los alrededores, arrancándose la ropa, con una botella de brandy vacía en el suelo junto a él, gritándole al Sol.
—¡Ásame! —lo retaba—. ¡No me importa! ¡Haz lo que quieras! ¡Veremos si acabo dándote una…!
—¡Vancha! —dijo Mr. Crepsley bruscamente—. ¿Qué estás haciendo?
Vancha se giró, agarró la botella y apuntó con ella a Mr. Crepsley como si fuera un cuchillo.
—¡Atrás! —siseó—. ¡Si intentas detenerme, te mataré!
Mr. Crepsley se detuvo. Sabía cómo lidiar mejor con un vampiro borracho, especialmente con uno con el poder de Vancha.
—Esto es absurdo, Alteza —dijo—. Entremos. Conseguiremos otra botella de brandy y brindaré contigo por…
—… ¡la salud del Lord Vampanez! —concluyó Vancha, con un chillido demente.
—Alteza, esto es una locura —dijo Mr. Crepsley.
—Sí —admitió Vancha con un tono más triste y sobrio—. Pero este mundo está loco, Larten. Por haberle perdonado la vida a mi hermano… que una vez salvó la mía… ha escapado nuestro mayor enemigo y nuestro pueblo se enfrenta a la derrota. ¿Qué clase de mundo es este, donde la maldad surge de un acto de bondad?
Mr. Crepsley no tenía una respuesta para eso.
—Morir no servirá de nada, Vancha —dijo Harkat—. Yo lo sé bien.
—No sirve —admitió Vancha—, pero sería un castigo, y yo merezco ser castigado. ¿Cómo podría mirar a la cara a los otros Príncipes y a los Generales después de esto? Dejé pasar mi oportunidad de matar al Lord Vampanez. Es mejor desaparecer con ella que continuar aquí, avergonzándoos a todos.
—¿Así que piensas quedarse aquí y dejar que te mate el Sol? —pregunté.
—Sí. —Soltó una risita.
—Eres un cobarde —le dije con desprecio.
Su expresión se endureció.
—Ten cuidado, Darren Shan… ¡Mira que estoy de humor para romper unos cuantos cráneos antes de morir!
—Y un idiota —insistí, sin hacer caso. Pasé como una furia junto a Mr. Crepsley y señalé acusatoriamente a Vancha con mi sana mano izquierda—. ¿Quién te ha dado permiso para renunciar? ¿Qué te hace pensar que puedes abandonar la búsqueda y condenarnos a todos?
—¿De qué estás hablando? —titubeó, confundido—. Yo ya no formo parte de la búsqueda. Ahora depende de ti y de Larten.
—¿Ah, sí? —Me di la vuelta, buscando a Evanna y a Mr. Tall. Los descubrí juntos, detrás de la multitud de artistas y ayudantes del circo atraídos por los aullidos del Príncipe—. Lady Evanna, Mr. Tall. Respondan si pueden… ¿aún le queda a Vancha algún papel que jugar en la búsqueda del Lord Vampanez?
Mr. Tall intercambió una incómoda mirada con Evanna. Ella vaciló, y luego respondió de mala gana:
—Él tiene poder para influir en la búsqueda.
—Pero fracasé —dijo Vancha, desconcertado.
—Una vez —admití—. ¿Pero quién dice que no se te presentará otra oportunidad? Nadie ha dicho que sólo tendríamos una oportunidad para cada uno. ¡Según eso, las cuatro oportunidades podrían estar destinadas a ti!
Vancha parpadeó y abrió la boca lentamente.
—Y aunque haya oportunidades para todos —añadió Mr. Crepsley—, aún quedas tres, y Darren y yo sólo somos dos. Por lo tanto, uno de nosotros debe estar destinado a enfrentarse dos veces al Lord Vampanez cuando tenga lugar el encuentro final.
Vancha se meció sobre sus pies, considerando nuestras palabras, y luego dejó caer la botella y avanzó hacia mí a trompicones. Lo sujeté y lo puse derecho.
—Me he portado como un idiota, ¿verdad? —gimoteó.
—Sí —convine, sonriendo, y le conduje de regreso a la sombra, donde durmió con nosotros hasta que la noche trajo la oscuridad.
***
Nos levantamos al ponerse el Sol y nos reunimos en la caravana de Mr. Tall. Mientras se extendía el crepúsculo y Vancha bebía una taza tras otra de humeante café caliente para quitarse la resaca, discutimos sobre nuestro siguiente paso y decidimos que lo mejor sería abandonar el Cirque du Freak. Me habría gustado quedarme más tiempo, al igual que a Mr. Crepsley, pero nuestro destino se hallaba en otro lugar. Además, Gannen Harst podría volver con un ejército de vampanezes, y no queríamos acabar acorralados ni atraer la cólera de nuestros enemigos sobre la gente del circo.
Evanna no viajaría con nosotros. La bruja nos dijo que regresaría a su cueva, con sus ranas, a prepararse para la tragedia que se avecinaba.
—Y habrá tragedia —dijo, con un destello en sus ojos verde y marrón—. Para los vampiros o los vampanezes, aún no lo sé. Pero acabará en lágrimas para uno de los bandos, eso seguro.
No puedo decir que echara de menos a la pequeña, peluda y fea bruja cuando se marchó: sus oscuras predicciones no habían traído más que sombra a nuestras vidas, y en mi opinión, sería mejor seguir sin ella.
Vancha también se marcharía solo. Habíamos acordado que él debía regresar a la Montaña de los Vampiros y les contara a los demás nuestro encuentro con el Señor de los Vampanezes. Tenían que saber lo de Gannen Harst. Vancha se reuniría con nosotros más tarde, rastreando las ondas mentales de Mr. Crepsley.
Nos despedimos brevemente de nuestros amigos del Cirque du Freak. Evra lamentaba que tuviera que irme tan pronto, pero sabía lo complicada que era mi vida. Shancus lo lamentaba aún más: pronto sería su cumpleaños y había estado esperando un regalo maravilloso. Le dije al niño-serpiente que encontraría algo apasionante en el camino y se lo enviaría (aunque no podía garantizarle que le llegara a tiempo para su cumpleaños) y eso lo consoló.
Truska me preguntó si quería llevarme mi disfraz de pirata, nuevamente arreglado. Le dije que se quedara con él: si me lo llevase, acabaría manchándolo y rompiéndolo durante el viaje. Le prometí que volvería para probármelo. Ella dijo que más me valía hacerlo, y luego me obsequió con un largo beso de despedida que hizo hervir de celos a Vancha.
Mr. Tall se encontró con nosotros en los límites del campamento cuando nos disponíamos a partir.
—Siento no haber podido venir antes —dijo—. Tenía asuntos que atender. El espectáculo debe continuar.
—Cuídate, Hibernius —dijo Mr. Crepsley, estrechándole la mano al hombre alto. Por una vez, Mr. Tall no rehuyó el contacto.
—Tú también, Larten —respondió, con una grave expresión en el rostro. Nos miró a todos y dijo—: Se avecinan tiempos oscuros, sea cual sea el resultado de vuestra búsqueda. Quiero que sepáis que aquí, en el Cirque du Freak, siempre tendréis vuestro hogar (todos vosotros). No puedo tomar una parte tan activa como desearía para decidir el futuro, pero sí puedo ofreceros refugio.
Le agradecimos su ofrecimiento, y nos quedamos mirándolo mientras se alejaba y se lo tragaban las sombras de su querido campamento circense.
Nos miramos unos a otros, vacilantes, reacios a partir.
—¡Bueno! —retumbó finalmente Vancha—. Ya es hora de que me vaya. Me espera un largo trecho hasta la Montaña de los Vampiros, aunque vaya correteando. —Se suponía que los vampiros no pueden corretear durante el camino hacia la fortaleza montañosa, pero las normas se habían vuelto más flexibles durante aquel periodo de guerra para permitir una comunicación más rápida entre los Generales y los Príncipes.
Cada uno de nosotros le estrechó la mano a Vancha. Sentí tristeza ante la idea de separarnos del Príncipe de piel rojiza que desafiaba al Sol.
—¡Anímate! —dijo, riendo ante mi lúgubre expresión—. Volveré a tiempo para encabezar el segundo ataque contra el Lord Vampanez. Tenéis mi palabra, y Vancha March nunca falta a su… —Se detuvo—. ¿March o Harst? —reflexionó en voz alta, y entonces escupió entre sus sucios pies—. ¡Por las entrañas de Charna! He llegado hasta aquí siendo Vancha March… y así seguiré.
Saludó, se dio la vuelta bruscamente y se alejó trotando. Pronto estuvo corriendo. Luego, como un flash, alcanzó la velocidad del correteo y se perdió de vista.
—Y aquí estamos los tres —murmuró Mr. Crepsley, mirándonos fijamente a Harkat y a mí.
—De regreso al lugar donde empezamos hace seis años —dije yo.
—Pero entonces teníamos un destino —observó Harkat—. ¿A dónde iremos… esta vez?
Miré a Mr. Crepsley en busca de una respuesta.
Se encogió de hombros.
—Podemos decidirlo más tarde. Por ahora, limitémonos a caminar.
Cargándonos las mochilas a la espalda, le dedicamos un último y detenido vistazo al Cirque du Freak, y luego nos enfrentamos a la fría y hostil oscuridad y nos pusimos en marcha, entregándonos a las fuerzas del destino y a los futuros terrores de la noche.