—Que cese la lucha —dijo el Señor de los Vampanezes con voz grave y en absoluto melodramática—. Ya no hay necesidad de esto.
Era la primera vez que le veía la cara al Lord Vampanez y me sorprendió lo corriente que parecía. Me había hecho una imagen mental de un tirano feroz, violento y de ojos salvajes, cuya mirada podía hacer que el agua se convirtiera en vapor. Pero este era tan sólo un hombre de entre veinte y treinta años, de complexión normal, cabellos castaño claro y ojos algo tristes. La herida que había recibido en el hombro no era grave (la sangre ya se había secado), y la ignoraba mientras hablaba.
—Sabía que esto iba a pasar —dijo suavemente el Señor de los Vampanezes, volviendo la cabeza para mirar a Mr. Crepsley—. Des Tiny lo predijo. Dijo que tendría que luchar con uno de los cazadores aquí, encima de las llamas, y que lo más probable es que fuera Larten Crepsley. Intentamos darle la vuelta a la profecía y atraer al muchacho en su lugar. Por un momento, pensé que tendríamos éxito. Pero en mi corazón, sabía que eras tú a quien tendría que enfrentarme.
Mr. Crepsley alzó una ceja con aire escéptico.
—¿Mr. Tiny dijo cuál de nosotros triunfaría? —preguntó.
Una delgada sonrisa cruzó los labios del Lord Vampanez.
—No. Dijo que la balanza podía inclinarse hacia cualquier lado.
—Eso es alentador —dijo Mr. Crepsley con sequedad.
Mr. Crepsley alzó uno de sus cuchillos para atrapar la luz de la lámpara que había sobre su cabeza, y estudió la hoja. En el instante en que hizo eso, Gannen Harst se situó protectoramente frente a su Señor.
—Ya no hay trato —dijo bruscamente—. Queda anulado lo de dos contra uno. Si hubierais enviado a Darren Shan como acordamos, habríamos mantenido nuestra parte del pacto. Ya que has venido tú en su lugar, no esperes que os ofrezcamos una oportunidad igual de generosa.
—No espero nada de locos y traidores —dijo mordazmente Mr. Crepsley, provocando lúgubres murmullos entre los vampanezes y los vampcotas de la caverna.
—Ten cuidado —gruñó Gannen Harst—, o te…
—Haya paz, Gannen —dijo el Señor de los Vampanezes—. Ya pasó el momento de las amenazas. Enfrentémonos con las armas y el ingenio, sin guardarnos más rencor.
El Lord Vampanez salió de detrás de Gannen Harst y sacó una espada corta con filo de sierra. Gannen desenvainó una más larga y recta, mientras Steve, silbando alegremente, extrajo una daga dorada y una larga cadena de púas.
—¿Estás listo, Larten Crepsley? —preguntó el Lord Vampanez—. ¿Ya has hecho las paces con los dioses?
—Las hice hace tiempo —respondió Mr. Crepsley, con ambos cuchillos en las manos y la mirada alerta—. Pero, antes de que empecemos, me gustaría saber qué ocurrirá después. Si gano, ¿pondréis en libertad a mis aliados, o…?
—¡Nada de pactos! —espetó el Señor de los Vampanezes—. No estamos aquí para hacer tratos. Estamos aquí para luchar. El destino de los otros (de mi gente y de la tuya) podrá decidirse cuando hayamos cruzado las espadas. Ahora sólo importamos nosotros. Todo lo demás es trivial.
—Muy bien —gruñó Mr. Crepsley, y se alejó de la barandilla, inclinándose y acercándose lentamente a sus adversarios.
En el suelo no se movía nadie. Vancha, Harkat, Debbie, Burgess y yo habíamos bajado nuestras armas, olvidándonos de todos los que nos rodeaban. Para los vampanezes habría sido tarea fácil capturarnos, pero estaban tan fascinados por lo que estaba ocurriendo en la plataforma como nosotros.
Mientras Mr. Crepsley avanzaba, los tres vampanezes adoptaron una formación en V y se acercaron unos metros arrastrando los pies. El Lord Vampanez iba en el medio, con Gannen Harst a la izquierda, un metro por delante de él, y Steve Leopard a igual distancia a su derecha. Era una estrategia precavidamente efectiva. Mr. Crepsley tendría que atacar por el centro, pues tenía que matar al Lord Vampanez. Los otros no importaban. Cuando atacara, Harst y Steve podrían golpear desde ambos lados a la vez.
Mr. Crepsley se detuvo a escasa distancia del trío, con los brazos extendidos para protegerse contra los ataques que le lanzaran desde cada lado. Sus ojos estaban fijos en el Lord Vampanez y no le vi pestañear ni una vez mientras le observaba.
Transcurrieron varios segundos de tensión. Entonces, Steve azotó con su cadena a Mr. Crepsley. Vi centellear las púas cuando serpenteó hacia su cabeza; provocarían un serio daño si le alcanzaban. Pero el vampiro era más rápido que el semi-vampanez. Giró la cabeza ligeramente a la izquierda, esquivando la cadena y las púas por un centímetro, y lanzó una brusca estocada al estómago de Steve con el cuchillo que sostenía en la mano izquierda.
Mientras Mr. Crepsley atacaba a Steve, Gannen Harst se giró hacia el vampiro con su espada. Abrí la boca para gritarle una advertencia, pero entonces vi que no tenía que molestarme: el vampiro había estado esperando el contraataque y eludió la espada con un suave giro, deslizándose dentro del radio de alcance de su barrido, hasta quedar a una distancia idónea para golpear al Lord Vampanez.
Mr. Crepsley utilizó el cuchillo de la mano derecha para lanzarle una estocada, buscando abrirle el estómago al Lord Vampanez. Pero el líder de los vampanezes era rápido y bloqueó el golpe con su espada de filo aserrado. La punta del cuchillo de Mr. Crepsley mordió la muñeca del Lord, pero sólo hizo brotar un delgado chorrito de sangre.
Antes de que el vampiro pudiera volver a atacar, Steve le atacó a él con la daga. Le propinó una salvaje cuchillada a Mr. Crepsley (demasiado salvaje para ser precisa) y lo obligó a retroceder. Entonces intervino Gannen Harst haciendo volar su espada, y Mr. Crepsley tuvo que arrojarse al suelo y rodar hacia atrás para escapar.
Se lanzaron sobre él antes de que llegara a incorporarse, los aceros relampagueando, la cadena de Steve restallando. Mr. Crepsley tuvo que recurrir a toda su velocidad, fuerza y habilidad para apartar las espadas, eludir la cadena y retroceder de rodillas antes de que lo aplastaran.
Mientras los vampanezes se precipitaban tras el vampiro, temí que lograran imponerse sobre él: las espadas y la cadena serpenteaban a través de la desesperada defensa de Mr. Crepsley, arañándole y cortándole aquí y allá. Las heridas no eran mortales, pero sólo era cuestión de tiempo que una hoja le hiciera un profundo corte en el estómago o el pecho, o que las púas de la cadena le arrancaran la nariz o los ojos.
Mr. Crepsley debió darse cuenta del peligro en que se hallaba, porque inició una acción evasiva, sin presentar más batalla al enemigo, limitándose a retroceder y a protegerse lo mejor que podía, cediendo terreno constantemente, dejando que le empujaran hacia la barandilla, al final de la plataforma, donde acabarían arrinconándolo.
—No puede seguir así —le murmuré a Vancha, que estaba parado junto a mí, con los ojos clavados en la plataforma—. Está corriendo un gran riesgo, y tarde o temprano lo atraparán.
—¿Crees que no es consciente de ello? —replicó Vancha secamente.
—Entonces, ¿por qué no…?
—Calla, muchacho —dijo suavemente el desaliñado Príncipe—. Larten sabe lo que hace.
Yo no estaba tan seguro. Mr. Crepsley era un luchador experto, pero tenía la sensación de que esta vez la situación lo superaba. De uno en uno, podía manejar a cualquier vampanez. Incluso siendo dos contra uno, yo imaginaba que saldría victorioso. Pero tres contra uno…
Busqué algún modo de llegar a la plataforma; si pudiera unirme a él, podría darle la vuelta al combate. Pero justo entonces, la lucha dio un giro definitivo.
Mr. Crepsley había retrocedido casi hasta la barandilla, a no más de medio metro de una caída mortal. Los vampanezes sabían lo difícil que era su posición, y le presionaron con ansias renovadas, presintiendo el final. Steve volvió a lanzar la cadena a la cara de Mr. Crepsley por enésima vez, pero, en esta ocasión, el vampiro no esquivó las mortíferas púas ni se apartó de su camino. En vez de eso, su mano izquierda dejó caer el cuchillo, se elevó y agarró la cadena en el aire. Sus dedos se cerraron sobre las púas, apretó la boca en un gesto de dolor, pero no la soltó. Tiró bruscamente de la cadena, atrayendo a Steve hacia él. En el último momento bajó el mentón, de modo que la cara de Steve chocó contra la frente del vampiro con un crujido de huesos.
La nariz de Steve reventó y la sangre manó a borbotones. Lanzó un fuerte chillido y cayó al suelo. Entretanto, Mr. Crepsley le arrojó a Gannen Harst el cuchillo de la derecha, quedando desarmado. Mientras Harst se apartaba instintivamente de la trayectoria del cuchillo, el Lord Vampanez fue hacia Mr. Crepsley con su espada.
Mr. Crepsley se arrojó bruscamente hacia atrás para eludir la punta de la espada que venía a su encuentro. Chocó contra la verja y se giró dando la espalda a sus oponentes, se agarró de la barandilla con las manos, balanceó las piernas y el cuerpo hacia arriba con feroz rapidez y terminó haciendo el pino sobre ella.
Mientras los del suelo nos quedábamos boquiabiertos de asombro ante la inesperada maniobra, Mr. Crepsley bajó a pulso hasta que su barbilla quedó al nivel de la barandilla, y entonces se apartó de ella impulsándose con todas sus fuerzas. El vampiro surcó el aire completamente estirado, elevándose sobre el Lord Vampanez, Gannen Harst (que se había situado ante su Señor para protegerlo, como había hecho tantas veces durante el combate) y Steve Leopard, que aún yacía sobre la plataforma.
Mr. Crepsley aterrizó de pie como un gato, tras la espalda desprotegida del Lord Vampanez. Antes de que el semi-vampanez o Gannen Harst pudieran reaccionar, Mr. Crepsley cogió al Lord por el cuello de la camisa con la mano izquierda, lo agarró por la cinturilla de los pantalones con la derecha, lo levantó del suelo, se volvió hacia el borde de la plataforma… ¡y lo arrojó de cabeza por la barandilla, al foso lleno de estacas que había abajo!
Ahora fue al Señor de los Vampanezes a quien le tocó gritar (sólo una vez) cuando cayó sobre las estacas con un ruido sordo que me hizo respingar. Las estacas lo atravesaron por una docena de sitios, incluyendo el corazón y la cabeza. Su cuerpo se removió un par de veces y luego se quedó quieto, mientras las llamas se apoderaban de su cabello y su ropa.
Había ocurrido tan rápido que al principio no pude asimilarlo del todo. Pero mientras transcurrían los segundos y veía a los vampanezes, aturdidos y afligidos, mirando fijamente hacia el interior del foso, hacia el llameante cadáver de su líder, la realidad se abrió paso. Mr. Crepsley había matado al Señor de los Vampanezes… Sin su líder, estaban destinados a perder… La Guerra de las Cicatrices había acabado… El futuro era nuestro… ¡Habíamos GANADO!