CINCO

Conclusiones de la comisión de investigación

SOBRE EL USS BLAZEK

Tras la reunión celebrada en diciembre de 1971, y sin conocer aún el paradero del USS Blazek, la comisión se centró en el «Y en lugar de en él, ¿qué pudo ocurrir?». Si bien era consciente de la falta de pruebas materiales, puso todos los medios para impedir que cualquier idea preconcebida influyera en la búsqueda de la causa más probable de la tragedia. A ello hay que añadir la complicación que supone el carácter, eminentemente secreto, del submarino, y se ha hecho todo lo posible por proteger la naturaleza clasificada tanto de éste como de su última misión. La comisión, después de investigar todos los hechos y circunstancias conocidos en relación con la pérdida del Blazek, ha acordado lo siguiente:

Hechos

1. USS Blazek es un nombre falso. El submarino del que se ocupa esta investigación es el NR-1 A, puesto en servicio en mayo de 1969. El sumergible es uno de los dos que se construyeron como parte de un programa clasificado cuya finalidad era mejorar la capacidad de inmersión. Ni el NR-1 ni el NR-1A poseen un nombre oficial, si bien, en vista de la tragedia y de la inevitable atención pública que ésta ha atraído, les fue asignado un nombre ficticio. No obstante, oficialmente la embarcación sigue siendo NR-1 A. A efectos de público debate, el USS Blazek será descrito como un sumergible de última generación que está siendo sometido a prueba en el Atlántico Norte para realizar operaciones de salvamento bajo el agua.

2. Según estimaciones, la cota de inmersión del NR-1A es de mil metros. Su historial registra multitud de problemas mecánicos durante sus dos años de servicio activo, de los cuales ninguno se consideró fallo de ingeniería, sino tan sólo desafíos propios de un diseño radical, un diseño que ponía a prueba los límites de la tecnología de los sumergibles. El NR-1 ha experimentado dificultades de funcionamiento similares, lo que vuelve tanto más acuciante esta investigación, ya que el submarino sigue en servicio activo y es preciso identificar y corregir cualquier fallo.

3. El reactor nuclear en miniatura de a bordo se construyó exclusivamente para las dos embarcaciones de la clase NR. Aunque el reactor es revolucionario y problemático, no existen indicios de radiación tras el hundimiento, lo que indicaría que la causa del percance no fue un fallo irreversible del reactor. Naturalmente dicho hallazgo no excluye la posibilidad de un fallo eléctrico. Ambas embarcaciones de la clase NR informaron repetidamente de problemas con las baterías.

4. Había once hombres a bordo del NR-1 A en el momento del hundimiento: oficial al mando, capitán de fragata Forrest Malone; segundo de a bordo, capitán de corbeta Beck Stvan; oficial de derrota, capitán de corbeta Tim Morris; comunicaciones, técnico especialista en electrónica de primera clase Tom Flanders; control del reactor, técnico especialista en electrónica de primera clase Gordon Jackson; operador del reactor, técnico especialista en electrónica de primera clase George Turner; electricista, auxiliar de electricidad de segunda clase Jeff Johnson; comunicaciones interiores, electricista especialista en comunicaciones interiores de segunda clase Michael Fender; sonar y cocina, auxiliar de máquinas de primera clase Mikey Blount; división mecánica, electricista especialista en comunicaciones interiores de segunda clase Bill Jenkins; reactor, auxiliar de máquinas de segunda clase Dough Vaught, y especialista de campo, Dietz Oberhauser.

5. Se detectaron señales acústicas atribuidas al NR-1 A en estaciones de Argentina y Sudáfrica. En las páginas siguientes, bajo el título «Tabla de datos de incidentes acústicos», se ofrece una relación de cada una de las señales acústicas y las estaciones. En opinión de los expertos, el número de incidentes acústicos es el resultado de una emisión de alta energía rica en frecuencias bajas sin estructura armónica apreciable. Ningún experto ha sido capaz de manifestar si el incidente fue una explosión o una implosión.

6. El NR-1 A se hallaba bajo los témpanos antárticos. El mando de la flota desconocía cuáles eran su rumbo y su destino final, ya que su misión era alto secreto. A efectos de la presente investigación, la comisión ha sido informada de que las últimas coordenadas conocidas del NR-1 A fueron 73° S, 15° O, a aproximadamente trescientos kilómetros al norte del cabo Norvegia. Su presencia en aguas tan traicioneras y relativamente poco cartografiadas ha complicado el descubrimiento de cualquier prueba material. Hasta la fecha no se ha localizado rastro alguno del submarino. Por añadidura, el grado de monitorización acústica submarina en la región antártica es mínimo.

7. Una revisión del NR-1, realizada con el objeto de determinar si podían encontrarse defectos de ingeniería obvios en la embarcación gemela, reveló que las placas negativas de las baterías habían sido impregnadas de mercurio para alargarles la vida. El empleo de mercurio en sumergibles está prohibido. Se desconoce la razón por la cual se pasó por alto esa norma en este modelo, pero si las baterías a bordo del NR-1 A se incendiaron, lo cual, según los registros de incidencias, sucedió tanto en el NR-1 como en el NR-1 A, los vapores de mercurio resultantes habrían sido letales. Naturalmente, no hay pruebas de que se produjera ningún incendio ni fallo de las baterías.

8. El USS Holden, a cuyo mando se hallaba el capitán de corbeta Zachary Alexander, fue enviado el 23 de noviembre de 1971 a la última posición conocida del NR-1 A. Un equipo de reconocimiento especializado informó no haber hallado rastro alguno del NR-1 A. Tras realizar amplios barridos de sonar no se encontró nada. No se detectó radiación. No cabe duda de que una operación de búsqueda y salvamento a gran escala tal vez hubiese alcanzado resultados distintos, pero la dotación del NR-1 A firmó una orden antes de zarpar según la cual, en caso de producirse una catástrofe, no se dirigirían operaciones de búsqueda y salvamento. La autorización de dicha medida extraordinaria fue dictada directamente por el jefe de operaciones navales en una orden clasificada, cuya copia ha examinado esta comisión.

Pareceres

El hecho de que no se haya podido localizar el NR-1A no exime de la obligación de identificar y corregir cualquier práctica, condición o deficiencia susceptibles de ser corregidas que pudieran existir, dado que el NR-1 continúa en servicio. Tras sopesar detenidamente las escasas pruebas que se poseen, esta comisión concluye que no existe ninguna prueba de la causa o causas de la pérdida del NR-1 A. Es evidente que lo que quiera que ocurrió fue una catástrofe, pero el aislamiento del submarino y la ausencia de seguimiento, comunicaciones y apoyo en superficie hacen que cualquier conclusión a la que esta comisión pudiera llegar con relación a lo sucedido sea meramente especulativa.

Recomendaciones

Como parte de los esfuerzos realizados para obtener información adicional relativa a la causa de esta tragedia, y con el objeto de impedir otro incidente en el NR-1, se llevará a cabo una nueva revisión mecánica del mismo, como y cuando sea factible, utilizando las últimas técnicas de verificación. El propósito de dicha comprobación es determinar posibles mecanismos dañados, evaluar los efectos secundarios de los mismos, proporcionar datos no disponibles en la actualidad destinados a introducir mejoras de diseño y, si es posible, esclarecer qué le sucedió al NR-1 A.

Malone estaba en su habitación del Posthotel. La vista desde las ventanas de la segunda planta, más allá de Garmisch, incluía las montañas Wetterstein y el imponente Zugspitze, pero contemplar el distante pico no hizo sino recordarle lo que había sucedido dos horas antes.

Había leído el informe. Dos veces.

El reglamento de la Armada exigía la formación de una comisión de investigación inmediatamente después de una tragedia marítima, comisión de la cual formarían parte oficiales de alta graduación y que tendría por objetivo descubrir la verdad.

Sin embargo, dicha comisión había sido un camelo.

Su padre no se encontraba en una misión en el Atlántico Norte y el USS Blazek ni siquiera existía. Su padre se hallaba a bordo de un submarino secreto en la Antártida haciendo Dios sabía qué.

Recordaba lo que siguió a continuación.

Los barcos peinaron el Atlántico Norte pero no encontraron ningún naufragio. Según los informes, el Blazek, supuestamente un submarino nuclear que estaba siendo probado para realizar operaciones de salvamento en aguas profundas, había implosionado. Malone recordaba lo que el hombre uniformado —que no era un vicealmirante de la Fuerza Submarina, que sería quien por regla general le daría la noticia a la esposa de un comandante, como supo más tarde, sino un capitán del Pentágono— le dijo a su madre: «Estaban en el Atlántico Norte, a más de trescientos metros de profundidad».

O éste había mentido o la Marina le había mentido a él. No era de extrañar que el informe siguiera siendo información clasificada.

Los submarinos nucleares americanos rara vez se hundían. Desde 1945 sólo había habido tres hundimientos: el Thresher, debido al reventón de una tubería; el Scorpion, debido a una explosión inexplicada, y el Blazek, por causas desconocidas. O, hablando con propiedad, el NR-1 A, por causas desconocidas.

Cada uno de los artículos que había releído con Gary a lo largo del verano hablaba del Atlántico Norte. La ausencia de restos se atribuía a la profundidad y a las características del fondo, similar a un cañón, algo que a él siempre le había extrañado. La profundidad habría roto el casco e inundado el submarino, de forma que al cabo de un tiempo habrían subido restos a la superficie. Además, la Marina tendía cables oceánicos para registrar sonidos. La comisión de investigación mencionaba que se habían oído señales acústicas, pero los sonidos no explicaban gran cosa y en esa parte del mundo eran demasiado pocas las personas que había a la escucha para que importara.

Mierda.

Había servido en la Marina, había entrado en ella voluntariamente, prestado y respetado un juramento. Ellos no.

Cuando el submarino se hundió en algún lugar de la Antártida, ninguna flotilla de barcos peinó la zona ni exploró las profundidades con un sonar; no abundaban los testimonios, cartas de navegación, dibujos, misivas, fotografías o directrices operativas relativos a las causas. Tan sólo un barco de mierda, tres días de investigación y cuatro páginas de un informe que no tenía ningún valor.

Se oyeron campanas a lo lejos.

Le entraron ganas de propinarle un puñetazo a la pared, pero ¿de qué serviría eso?

Prefirió echar mano del móvil.