CAPÍTULO DIEZ

ZÚRICH (SUIZA)

LUNES-MARTES, 10-11 DE MARZO DE 2008.

Un guardia de seguridad uniformado estaba vigilando la puerta de la suite de Kate y Ethan.

—¿Qué desea? —preguntó en alemán suizo. Malloy respondió que quería ver al señor Pedro Bartolomé—. ¿De parte de quién?

—T.K.

El hombre llamó a la puerta sin quitarle los ojos de encima a Malloy. Ethan abrió con una sonrisa.

—No pasa nada —le dijo al guardaespaldas. Después se dirigió a Malloy—. Entra, empezábamos a preguntarnos qué te había pasado.

Malloy entró en la suite y vio a Kate sentada en la cama. Tenía un juego de tres cuchillos en el regazo. Una plancha astillada de contrachapado con una silueta humana dibujada estaba apoyada en la pared, frente a los pies de la cama.

—¿Quieres probar suerte? —preguntó Kate ofreciéndole un cuchillo con una sonrisa.

—No lo hagas —repuso Ethan—, solo quiere tu dinero.

—Seguro que los vecinos te adoran —comentó Malloy.

—Los vecinos de ambos lados son de Securitas —le explicó Ethan—. Les pagamos para que sufran. ¿Quieres tomar algo?

—Gracias, pero me tomé una cerveza con la comida y pasé desmayado el resto del día.

—Nosotros estamos hasta arriba de medicinas, así que no podemos beber nada —respondió Kate. Lanzó tres cuchillos en rápida sucesión contra el blanco, primero con la derecha, luego con la izquierda y de nuevo con la derecha. Solo el de la izquierda se apartaba de los puntos mortales.

—¿Te apetece un zumo de naranja? —preguntó Ethan.

—Suena bien.

—¿Alguna noticia? —preguntó Kate.

—Bastantes, de hecho —al ver sus expresiones de curiosidad, añadió—: primero las buenas: Josh salió del quirófano sin complicaciones. Mañana lo llevan a casa.

—¿Algo sobre Jim? —preguntó Ethan.

—Jim ya estaba muerto cuando Chernoff nos llamó para hacer el intercambio —respondió Malloy más tenso. Ethan y Kate perdieron la sonrisa—. Por lo que sé, Chernoff o uno de sus agentes lo llevó a un apartamento a poco más de un kilómetro de allí y lo grabó pidiéndome ayuda. Chernoff montó su trampa en la parte de atrás del Das Sternenlicht y llamó a Josh. Ya estaba en el tejado con la grabación cuando hablé con ella.

—¿Crees que Jim le contó dónde nos escondíamos? —preguntó Ethan.

—No creo que Jim lo supiera. Estaba perdido sin su GPS. Creo que Chernoff sacó nuestra ubicación por mi móvil.

—¿Y cómo supo el número? —preguntó Kate.

—Del teléfono de Dale. Solo había dos números en la agenda, y uno era de Estados Unidos. Se metió en el servidor y encontró el teléfono, igual que Dale encontró el teléfono que creía que le pertenecía a ella.

—Espero que lo cambiaras —comentó ella intentando que sonara como una broma.

—No hasta haberlo usado como cebo para que Chernoff me siguiera.

Las palabras tuvieron el efecto deseado: incredulidad, sorpresa y, al final, con las noticias sobre la captura de Chernoff, un profundo alivio. Ante su insistencia, ya que todavía no podían creérselo, Malloy les contó todo lo ocurrido desde la captura y detención de Chernoff en Alemania hasta el descubrimiento de su móvil y su ordenador. Al mencionar los archivos del ordenador, Ethan quiso saber si Malloy creía que servirían para llevarlos hasta Jack Farrell. Al fin y al cabo, por eso habían ido a Hamburgo.

—Creo que podemos suponer sin miedo a equivocarnos que Jack Farrell ya estaba muerto cuando Irina Turner salió de Nueva York.

—¿De qué estás hablando? —quiso saber Kate.

—Hemos estado persiguiendo a un fantasma.

—Creía que había pruebas de que Farrell había estado en el aeropuerto de Barcelona y después en el Royal Meridien. Fotografías, huellas dactilares, ADN… —Miró a Kate en busca de confirmación. Lo habían visto en la tele.

—Irina Turner necesitaba un doble para las fotos de vigilancia y las transacciones bancadas, pero el ADN y las huellas eran fáciles de dejar.

—¿Cómo…? —empezó a decir Ethan, pero se calló.

Con varios tubos de ensayo con fluidos corporales y algunos dedos no resultaba tan difícil dejar pruebas para los equipos de criminalística. Como la historia de Irina Turner respaldaba las pruebas, todos habían supuesto…

—Entonces, ¿por qué hacer que pareciese que Farrell estaba huyendo? —preguntó Kate—. No lo entiendo, ¿qué ganaban?

—El que contrató a Chernoff se enteró de lo que yo estaba haciendo con la investigación de la Comisión y decidió silenciar a Farrell antes de que pudiera causar problemas. Mientras estaba en ello, pidió a Irina que desfalcase aproximadamente cuatrocientos sesenta millones de dólares. Para ocultar sus huellas, hizo que pareciese que Farrell era el culpable y que había huido con el dinero. El asalto policial al Royal Meridien aumentó la presión, y la persona a la que utilicé para iniciar la investigación contra Farrell me envió para que lo hiciese desaparecer.

—¿Estás diciendo que el jefe de Chernoff sabía que tú estabas metido en esto antes de que Farrell desapareciese? —preguntó Ethan.

—Sabían que los tres estábamos metidos en esto. Por lo que sé, éramos los objetivos del asesinato múltiple que mencionó Ohlendorf.

—Pero eso fue… ¡hace un par de meses!

—La fase uno era colocar a Irina Turner. Era la especialista que Chernoff necesitaba. Trasladó el dinero fuera del país y, al parecer, mató a Farrell. Después vino la huida fingida y, finalmente, la publicidad. La fuga en el último minuto del Royal Meridien era el cebo diseñado para atraernos a los tres a Hamburgo.

—¿Y por qué no buscarte a ti en Nueva York y a nosotros en Zúrich?

—Si nos hubiesen matado a los tres en Hamburgo, mi gente habría negado saber lo que estaba haciendo allí, pero se enteraría de que estaba en una misión y eso habría respondido a todas sus preguntas. Si alguien me hubiese matado de un tiro en Nueva York (o si hubiese sufrido un simple infarto), se habrían interesado por mis actividades, y eso los habría conducido hasta Farrell, Robert Kenyon y el Consejo de los Paladines. Así que, en vez de acabar con la investigación, habrían conseguido generar mucho más interés.

—¿Cómo podían saber que tú instigaste la investigación contra Farrell? —preguntó Kate.

—Hice algunas preguntas sobre Robert Kenyon. En algunos casos, contraté a gente para que investigase ciertas direcciones o se hiciese con ciertos informes. Al parecer, el asesino de Robert Kenyon descubrió lo que estaba haciendo y decidió que Farrell era un riesgo que no podía permitirse.

—Giancarlo me dijo que tenía que olvidarme de esto. Me dijo que, si no lo hacía, no podría protegerme ni a mí, ni a Ethan.

—¿Cuándo fue eso?

—Hace unas semanas, en la fiesta.

—Más o menos cuando desapareció Farrell… —Malloy pensó un momento en ello—. Así que te estaba diciendo que no fueras a Hamburgo…

—Él no podía saber lo que iba a pasar.

—Quizá se puso en contacto contigo para averiguar si mi investigación estaba relacionada con el asesinato de Robert Kenyon.

Kate meditó sobre el tema, aunque no dijo nada.

—¿Cómo saben lo de nosotros tres? —preguntó Ethan.

—Helena Chernoff trabajaba para Julián Corbeau cuando los tres acabamos con él. Tenía nuestros nombres y, como mínimo, alguna información básica sobre nosotros. Supuse que los paladines la habían contratado para matarnos, pero quizá le proporcionara a alguien parte de la información sobre mí antes de prepararnos la trampa en Hamburgo. Eso significa que está asociada con parte o con todas las personas que hemos estado investigando…, que no es solo una asesina a sueldo.

—Hay una cosa que no entiendo —repuso Ethan—. Si mataron a Jack Farrell porque sabía demasiado, ¿por qué se molestaron en perseguirnos?

—Porque Farrell no es el único que tenía la información que buscamos. Creo que Ohlendorf podría habernos llevado hasta el asesino de Kenyon, y me parece que Giancarlo y Luca saben la verdad. De hecho, en estos momentos, creo que tenemos que reconocer que Ethan estaba en lo cierto desde el principio: los paladines o alguna facción dentro de ellos están relacionados con la muerte de Kenyon.

—Hay nueve paladines —comentó Ethan.

—Ohlendorf representaba a cuatro: Johannes Diekmann y los otros tres miembros fundadores. Si eliminamos a los miembros eméritos de la ecuación, nos quedan Jack Farrell, el padre de Farrell, Robert Kenyon, Hugo Ohlendorf, y Giancarlo y Luca Bartoli…, todos ellos en activo cuando murió Robert Kenyon. Ahora están todos muertos menos Luca y Giancarlo.

—No sabemos con certeza si Farrell está muerto —repuso Ethan.

—Farrell era un empresario. Por lo que veo, no estaba involucrado en gran cosa, salvo en el blanqueo de dinero y las estafas de las bancarrotas con Giancarlo. Creo que no era capaz de organizar algo como lo que nos pasó en Hamburgo.

—Por eso contrató a Chernoff.

—Vale, es una posibilidad —respondió Malloy encogiéndose de hombros—, al menos hasta que encontremos el cadáver.

—¿Y los otros dos paladines? —preguntó Kate.

—David Carlisle sustituyó a Kenyon. Christine Foulkes se unió al consejo un par de años después, cuando murió el padre de Farrell. Supongo que Carlisle podría estar implicado, ya que parece que ganó mucho con la muerte de lord Kenyon, pero Foulkes no tiene sentido. La pondría con Diekmann y los de la alta sociedad, que, en realidad, no están relacionados con las actividades delictivas.

—Entonces, ¿qué sabemos de Carlisle? —preguntó Kate.

—Ese tipo es un fantasma —respondió Malloy alzando los brazos para expresar su frustración—. Tiene una dirección permanente en París, un apartamento en la ciudad, pero en realidad nunca está allí. Nunca. Distintas personas usan el apartamento de vez en cuando, hay un servicio doméstico fijo y, a veces, alguien se pasa a recoger el correo y abastecer la despensa, pero nadie, ni siquiera el casero, conoce al señor Carlisle.

—Se menciona mucho su nombre en los informes anuales que sacan los paladines —dijo Ethan—. He visto fotografías suyas y resúmenes de sus actividades. Aparte de eso, no encuentro nada sobre él.

—Yo he visto algunos informes de crédito, algún que otro movimiento en su pasaporte británico, pero nada concluyente —añadió Malloy.

—¿Qué sabemos de su historia? —preguntó Kate.

—Solo algunas pinceladas. Nació y creció en Liverpool. De joven anduvo por los muelles hasta acabar alistándose en las fuerzas armadas. No le queda familia directa y sus primos no lo han visto desde que era niño. Los viejos amigos del colegio ni siquiera lo recuerdan, así que, o es un individuo aterrador, o no tiene una gran personalidad. Por lo que veo en los que sí lo recuerdan, podría ser una mezcla de ambas cosas.

—Sirvió en el SAS británico seis años —añadió Ethan.

—La gente con la que estuvo en el servicio aéreo especial le contó a mis investigadores que era un solitario. También comentaron que se le daba bien lo que hacía, pero que, por supuesto, el SAS no acepta a los mediocres. Después dejó el servicio en circunstancias sospechosas, por lo que tengo entendido, y desapareció de la faz de la tierra durante unos tres años: sin trabajos, sin viajes, sin contactos con los viejos amigos. Eso suele deberse a alguna actividad delictiva… o a la vida en la calle. Su pasaporte vuelve a aparecer en algunos viajes por África y Sudamérica, y trabajando para una empresa de seguridad que tiene contratos con algunas de las compañías petrolíferas más importantes.

—¿Un mercenario? —preguntó Ethan.

—Lo llaman seguridad, pero, en algunos de esos lugares, una persona con las credenciales correctas puede ganar entre seiscientos y mil dólares al día. Estuvo en eso un par de años y después empezó a viajar por los Balcanes, en la época en la que era el último lugar al que querría ir una persona sensata. Más o menos por aquel entonces, Robert Kenyon estaba por allí. Como Carlisle había servido bajo el mando de Kenyon durante la guerra de las Malvinas, supongo que trabajaban juntos, aunque no tengo ni idea de en qué.

—Robert estaba comprando cuadros y muebles antiguos —le dijo Kate.

—Lo más probable es que Robert trabajase para la inteligencia británica —repuso Malloy sonriendo—. Sabemos que su abuelo materno fue espía del MI6 después de la guerra y que fue el responsable de la creación de los Caballeros de la Lanza Sagrada, como tapadera para varias actividades detrás del Telón de Acero. Puede que lord Kenyon estuviese comprando y vendiendo antigüedades en los países de los Balcanes, pero te aseguro que algo más estaría haciendo —Kate lo miró sin decir nada—. Durante muchos años, ningún europeo quiso tener nada que ver con los Balcanes. Al menos, no oficialmente, así que la gente iba en secreto. Los paladines enviaban ayuda humanitaria a la región, una tapadera excelente para las actividades encubiertas.

—¿Crees que Carlisle se esconde por algo que pasó en los Balcanes? —preguntó Ethan.

—Podría ser, aunque la gente realmente peligrosa está ya muerta o encerrada. Más bien tiendo a pensar que está aliado de algún modo con Chernoff en sus asesinatos. También podría suministrar mercenarios y armas a distintos lugares. Al menos, es lo que diría por su perfil.

—Quizá Carlisle no trabajase para Kenyon —dijo Ethan—. Quizá trabajase para el otro bando.

—Eso explicaría por qué procura no dejarse ver, pero no su relación con los paladines.

—Me da la impresión de que deberíamos hablar con él —comentó Kate.

—Cuando empecé a investigar este asunto el año pasado tenía tres opciones viables, aparte de Giancarlo y Luca Bartoli: Jack Farrell, Hugo Ohlendorf y David Carlisle. Había muchas razones para ir a por Farrell, pero, obviamente, solo nos queda Carlisle. Así que, si podemos encontrarlo, ¡sin duda hablaremos con él!

—Puede que Giancarlo sepa dónde está —dijo Ethan mirando a Kate—. Podríamos preguntárselo, ¿no?

—Quizá esté dispuesto a decirle a Carlisle cómo encontrarnos…

—Después de lo que pasó en Hamburgo, no estoy seguro de que sea buena idea —respondió Malloy sacudiendo la cabeza.

—Entonces, ¿qué hacemos? —preguntó Ethan.

—Curarnos —dijo Malloy—. Esperar. Examinar la información nueva del ordenador de Chernoff que nos llegará mañana. Si era socia de Carlisle, la información tendría que estar ahí. Si llega lo bastante deprisa, quizá encontremos a ese tipo antes de que se oculte. Pero, por ahora, a no ser que queráis hablar con Giancarlo o Luca sobre su participación en la muerte de Robert, es lo que hay.

—Eso está descartado —repuso Kate.

—Quieres saber lo sucedido y ellos tienen la información… —empezó a responder Malloy.

—Son mi familia, T.K.

—Casi toda la violencia tiene lugar en el seno familiar.

—No es una opción.

Malloy miró a Ethan en busca de apoyo, pero estaba solo.

—Bueno, pues buscaremos a David Carlisle —concluyó.