—Ahora acabo de recordarlo —dijo ella histérica—. ¿Por qué no lo

pensé antes? ¿Por qué no lo pensaste tú?

—¿Pensar? ¿En qué? —preguntó él.

—En los otros dos deseos —repuso ella con rapidez—. Sólo hemos

gastado uno.

—¿Y aún no tienes bastante? —preguntó él, furioso.

—No —exclamó ella en tono triunfal—; pediremos otro más. Anda, date

prisa, baja y tráela, y pide que nuestro hijo vuelva a la vida.

W. W. JACOBS, The Monkey’s Paw