Capítulo 5

Hacíamos alusión hace un momento a los «Caballeros de la Tabla Redonda»; no estará fuera de propósito indicar aquí lo que significa la «gesta del Grial», que, en las leyendas de origen céltico se presenta como su función principal. En todas las tradiciones, se hace alusión a algo que, a partir de una cierta época, se habría perdido o estaría oculto: es, por ejemplo, Soma de los Hindúes o al Haoma de los Persas, el «brebaje de la inmortalidad», que, precisamente, tiene una relación muy directa con el «Grial», puesto que este es, se dice, el vaso sagrado que contuvo la sangre de Cristo, la cual es también el «brebaje de la inmortalidad». Por lo demás, el simbolismo es diferente: así, entre los Judíos, lo que se ha perdido, es la pronunciación del gran Nombre divino[60]; pero la idea fundamental es siempre la misma, y veremos más adelante a qué corresponde exactamente.

El Santo Grial es, se dice, la copa que sirvió en la Cena, y donde José De Arimatea recogió después la sangre y el agua que se escapaban dela herida abierta en el costado de Cristo por la lanza del centurión Longino[61]. Según la leyenda, esta copa habría sido transportada a Gran Bretaña por José de Arimatea mismo y Nicodemo[62]; y es menester ver en eso la indicación de un lazo establecido entre la tradición céltica y el Cristianismo. La copa, en efecto, desempeña un papel muy importante en la mayoría de las tradiciones antiguas, y sin duda ello era así concretamente en los Celtas; hay que destacar incluso que frecuentemente está asociada a la lanza, y que estos dos símbolos son entonces en cierto modo complementarios el uno del otro; pero esto nos alejaría de nuestro tema[63].

Lo que muestra quizás más claramente la significación esencial del «Grial», es lo que se dice de su origen: esta copa habría sido tallada por los Ángeles en una esmeralda caída de la frente de Lucifer en el momento de su caída[64]. Esta esmeralda recuerda de una manera muy llamativa a la ūrṇā, la perla frontal que, en el simbolismo hindú (de donde ha pasado al Budismo), ocupa frecuentemente el lugar del tercer ojo de Shiva, que representa lo que se puede llamar el «sentido de la eternidad», así como ya lo hemos explicado en otra parte[65]. Por lo demás, se dice después que el «Grial» fue confiado a Adam en el paraíso terrestre, pero que, en su caída, Adam le perdió a su vez, ya que no pudo llevarle con él cuando fue arrojado del Edén; y, con la significación que acabamos de indicar, eso deviene suficientemente claro. En efecto, el hombre, apartado de su centro original, se encontraba desde entonces encerrado en la esfera temporal; ya no podía encontrar el punto único desde donde todas las cosas se contemplan bajo el aspecto de la eternidad. En otros términos, la posesión del «sentido de la eternidad» está ligada a lo que todas las tradiciones llaman, como lo hemos recordado más atrás, el «estado primordial», cuya restauración constituye la primera etapa de la verdadera iniciación, puesto que es la condición previa de la conquista efectiva de los estados «suprahumanos»[66]. Por lo demás, el Paraíso terrestre representa propiamente el «Centro del Mundo»; y lo que diremos a continuación, sobre el sentido original dela palabra Paraíso, podrá hacerlo comprender mejor todavía.

Lo que sigue puede parecer más enigmático: Seth logró entrar en el Paraíso terrestre y así pudo recuperar el precioso vaso; ahora bien, el nombre de Seth expresa las ideas de fundamento y de estabilidad y, por consiguiente, indica en cierto modo la restauración del orden primordial destruido por la caída del hombre[67]. Así pues, se debe comprender que Seth y aquellos que después de él poseyeron el Grial pudieron por eso mismo establecer un centro espiritual destinado a reemplazar el Paraíso perdido, y que era como una imagen de este; y entonces, esta posesión del Grial representa la conservación integral de la tradición primordial en un tal centro espiritual. Por lo demás, la leyenda no dice dónde ni por quién fue conservado el Grial hasta la época de Cristo; pero el origen céltico que se le reconoce debe dar a entender sin duda que los Druidas tuvieron una parte en ello y que deben ser contados entre los conservadores regulares de la tradición primordial.

La pérdida del Grial, o de alguno de sus equivalentes simbólicos, es en suma la pérdida de la tradición con todo lo que esta conlleva; por lo demás, a decir verdad, esta tradición es más bien ocultada que perdida, o al menos no puede estar perdida más que para algunos centros secundarios, cuando estos cesan de estar en relación directa con el centro supremo. En cuanto a este último, guarda siempre intacto el depósito de la tradición, y no es afectado por los cambios que sobrevienen en el mundo exterior; tanto es así que, según diversos Padres de la Iglesia, y concretamente San Agustín, el diluvio no ha podido alcanzar el Paraíso terrestre, que es «La habitación de Henoch y la Tierra de los Santos»[68] y cuya cima «toca la esfera lunar», es decir, se encuentra más allá del dominio del cambio (identificado al «mundo sublunar»), en el punto de comunicación de la Tierra y de los Cielos[69]. Pero, del mismo modo que el Paraíso terrestre ha devenido inaccesible, el centro supremo, que es en el fondo la misma cosa, puede, en el curso de un cierto periodo, no estar manifestado exteriormente, y entonces se puede decir que la tradición está perdida para el conjunto de la humanidad, ya que no es conservada más que en algunos centros rigurosamente cerrados, y la masa de los hombres no participa ya en ella de una manera consciente y efectiva, contrariamente a lo que había tenido lugar en el estado original[70]. tal es precisamente la condición de la época actual, cuyo comienzo, por lo demás, se remonta mucho más allá de lo que es accesible a la historia ordinaria y «profana». Así pues, la pérdida de la tradición, según los casos, puede ser entendida en este sentido general, o bien puede referirse al oscurecimiento del centro espiritual que regía más o menos invisiblemente los destinos de un pueblo particular o de una civilización determinada; es menester pues, cada vez que se encuentra un simbolismo que se refiere a su pérdida, examinar si debe ser interpretado en uno u otro sentido.

Según lo que acabamos de decir, el Grial representa al mismo tiempo dos cosas que son estrechamente solidarias la una de la otra: aquel que posee integralmente la «tradición primordial», que ha llegado al grado de conocimiento efectivo que implica esencialmente esta posesión, está en efecto, por eso mismo, reintegrado en la plenitud del «estado primordial». A estas dos cosas, «estado primordial» y «tradición primordial», se refiere el doble sentido que es inherente a la palabra Grial, misma, ya que, por una de esas asimilaciones verbales que desempeñan frecuentemente en el simbolismo un papel no desdeñable, y que tienen por lo demás razones mucho más profundas que las que se imaginarían a primera vista, el Grial es a la vez un vaso (grasale) y un libro (gradale o graduale); y este último aspecto designa manifiestamente a la tradición, mientras que el otro concierne más directamente al estado mismo[71].

No tenemos la intención de entrar aquí en los detalles secundarios de la leyenda del Santo Grial, aunque todos tengan también un valor simbólico, ni de seguir la historia de los Caballeros de la «Tabla Redonda» y de sus hazañas; mencionaremos solo que la «Tabla Redonda», construida por el rey Arturo[72] en base a los planos de Merlín, estaba destinada a recibir el Grial cuando alguno de sus caballeros hubiera llegado a conquistarle y le hubiera llevado de Gran Bretaña a Armorica. Esta tabla es también un símbolo verdaderamente muy antiguo, uno de aquellos que fueron siempre asociados a la idea de los centros espirituales, conservadores de la tradición; por lo demás, la forma circular de la tabla está ligada formalmente al ciclo zodiacal por la presencia alrededor de ella de doce personajes principales[73], particularidad que, como lo decíamos precedentemente, se encuentra en la constitución de todos los centros de que se trata.

Hay también un símbolo que se vincula a otro aspecto de la leyenda del Grial, y que merece una atención especial: es el de Montsalvat (literalmente «Monte de la Salvación»), el pico situado «en los bordes lejanos al que ningún mortal se acerca», representado como erigiéndose en el medio del mar, en una región inaccesible, y detrás del cual se eleva el Sol. Es a la vez la «isla sagrada» y la «montaña polar», dos símbolos equivalentes de los que tendremos que hablar todavía en la continuación de este estudio; es la «Tierra de la inmortalidad», que se identifica naturalmente al Paraíso terrestre[74].

Para volver al Grial mismo, es fácil darse cuenta de que su significación primera es en el fondo la misma que la que tiene generalmente el vaso sagrado por todas partes donde se encuentra, y que tiene concretamente, en Oriente, la copa sacrificial que contiene originariamente, como ya lo hemos indicado más atrás, el Soma védico o el Haoma mazdeísta, es decir, el «brebaje de la inmortalidad» que confiere o restituye, a aquellos que lo reciben con las disposiciones requeridas, el «sentido de la eternidad». No podríamos, sin salirnos de nuestro tema, extendernos más sobre el simbolismo de la copa y de lo que contiene; para desarrollarlo convenientemente, sería menester consagrarle todo un estudio especial; pero la observación que acabamos de hacer nos va a conducir a otras consideraciones que son de la mayor importancia para lo que nos proponemos al presente.