Ricciardi existe porque así lo ha querido Francesco Pinto, de manera que el primer agradecimiento va para él, como siempre; y recorre las calles dibujadas por Antonio Formicola y Michele Antonielli, como siempre. El ambiente que lo rodea, las personas que conoce y el aire que respira se construyeron con la ayuda afectuosa y fundamental de las doctoras Annamaria Torroncelli y Stefania Negro.
En cuanto a los datos sobre el mágico mundo del pesebre napolitano, Ricciardi debe agradecer la extraordinaria competencia de Michele Nevola, que los ha expuesto a través del padre Pierino. La descripción de cocina de Cilento de Rosa sigue las rigurosas indicaciones de la espléndida Sabrina Prisco, de la Osteria Canali, de Salerno.
Gracias a los inmensos hermanos De Filippo, deberán perdonar que, por exigencias narrativas, adelantara un par de días la primera representación de Natale in casa Cupiello.
El autor debe agradecer una vez más al maravilloso grupo de Corpi Freddi, que convierte actividades solitarias como la escritura y la lectura en una fantástica experiencia colectiva. El corazón de Ricciardi late por estos jóvenes y, a través de ellos, regresa amplificado y más profundo.
Mi último agradecimiento va para una niña que, a finales de los años treinta, inventaba historias y se las contaba a un muñeco de trapo imaginando que era su hijo.
Mamá, esas son las historias que yo cuento.