Está decidido, este año agrego otra colina.
La pongo aquí, al costado, como Posillipo con el Vomero. De ese modo puedo hacer el campo, el rebaño de ovejas, algunas casitas iluminadas. A los niños les gustan las ovejitas y los pastores.
Quizá no me quede poblada como la que ya tenemos, pero no importa. En el fondo es como la ciudad, con zonas donde hay más gente y zonas donde hay menos.
Ni siquiera tendré que rehacer la estructura de listones de madera, bastará con una pieza de corcho algo más gruesa, musgo para simular la hierba, algún arbolito con alambre. El corcho lo tengo aquí. Debo cortar un rectángulo y fijarlo con clavos.
El cuchillo en la mano. Y pienso en la carne.
La carne no es como el corcho, se corta fácil, muy fácil, basta un golpe limpio. El problema de la carne es que debes decidir cortarla.
Ahora ya sé cómo funciona. Se apoya, se presiona.
La carne acompaña a la punta, es elástica; se hunde un poco.
Y después se agujerea.
En ese momento ya no hay vuelta atrás.