CUADRO PRIMERO

La sala principal de Monkswell Manor. La tarde está ya muy avanzada. Más que de una mansión antigua, el salón parece de una casa en la que desde hace varias generaciones vive la misma familia venida a menos. Hay un gran ventanal en el centro, una salida a la derecha que conduce al vestíbulo, la puerta de la calle y la cocina. A la izquierda hay otra salida que lleva al piso de arriba, donde están los dormitorios. A poca distancia de donde terminan los peldaños de la izquierda se halla la puerta de la biblioteca. En el extremo izquierdo del escenario está la puerta de la salita de estar y en el de la derecha la puerta (que se abre hacia el escenario) del comedor. A la derecha hay una chimenea abierta y debajo del ventanal del centro hay un asiento y un radiador.

El mobiliario de la estancia es el propio de un salón. Hay varios muebles de roble, todos ellos de calidad, entre los que se halla una mesa grande cerca del ventanal, un arca de roble en el vestíbulo y una banqueta en las escaleras de la izquierda. Las cortinas y los muebles tapizados (un sofá a la izquierda del centro, una butaca en el centro, un gran sillón de cuero a la derecha y una butaca pequeña de estilo victoriano más cerca del público) son anticuados y están gastados. A la izquierda hay un mueble que es escritorio y librería a la vez; sobre él hay un aparato de radio y un teléfono y a su lado una silla. Se colocará otra silla a derecha, cerca del ventanal, un revistero con periódicos y revistas cerca de la chimenea y una mesita de juego, pequeña y semicircular, detrás del sofá. Dos apliques de pared, sobre la chimenea, se encienden y apagan juntos. Hay otro en la pared de la izquierda, otro a la izquierda de la de la biblioteca y, finalmente, uno en el vestíbulo. También éstos se encienden y apagan a la vez. Al lado de la salida de la derecha y de la puerta de la izquierda hay sendos interruptores dobles, así como uno sencillo cerca de la puerta de la derecha. Sobre la mesa que hay detrás del sofá descansa una lámpara.

Antes de alzarse el telón las luces bajan hasta apagarse del todo y se escucha la música de «Tres ratones ciegos».

(Al levantarse el telón, el escenario se halla sumido en total oscuridad. La música va desvaneciéndose y en su lugar se escucha la misma melodía silbada estridentemente. Se oye un grito de mujer y luego voces masculinas y femeninas que exclaman a un tiempo «¡Dios mío! ¿Qué ha sido eso? ¡Fue por allí! ¡Oh, Dios mío!». Seguidamente se oye un silbato de policía, luego varios silbatos, hasta que por fin se hace el silencio.)

VOZ DE LA RADIO:

… y según Scotland Yard, el crimen se cometió en el número veinticuatro de Culver Street, Paddington.

(La luz se enciende poco a poco y deja ver la sala de Monkswell Manor. La tarde está avanzada y casi no hay luz. A través del ventanal se ve nevar copiosamente. La chimenea está encendida. Apoyado en los peldaños de la izquierda hay un rótulo recién pintado cuyas grandes letras rezan: «CASA DE HUESPEDES DE MONKWELL MANOR».)

La víctima del asesinato era una tal mistress Maureen Lyon. En relación con el asesinato, la policía está muy interesada en interrogar a un hombre que fue visto por los alrededores y que llevaba abrigo oscuro, bufanda de color claro y un sombrero de fieltro.

(Mollie Ralston entra por la derecha del escenario. Es una joven alta y bonita, de expresión ingenua. Deja el bolso y los guantes sobre la butaca del centro, se acerca al aparato de radio y lo desconecta mientras la voz da la siguiente noticia. Deja un paquetito en el armario del escritorio.)

VOZ DE LA RADIO:

Advertimos a los automovilistas que el hielo cubre el firme de las carreteras. Se prevé que seguirá nevando copiosamente y habrá heladas por todo el país, especialmente en puntos de la costa norte y nordeste de Escocia.

MOLLIE (Llamando):

¡Mistress Barlow! ¡Mistress Barlow! (Al no recibir contestación, se aproxima a la butaca, recoge el bolso y un guante y luego cruza el umbral de la derecha. Se quita el abrigo y vuelve a entrar.) ¡Brr! ¡Qué frío! (Se acerca al interruptor de la derecha y enciende los apliques que hay sobre la chimenea. Se dirige al radiador, lo toca con la mano y corre la cortina. Luego se aproxima a la mesita del sofá y enciende la lámpara. Echa un vistazo a su alrededor y ve el rótulo apoyado en los peldaños. Lo coge y lo deja apoyado en la pared a la izquierda del ventanal. Retrocede unos pasos, asintiendo con la cabeza.) Ha quedado muy bien… ¡Oh! (Se ha fijado en que falta la «S» de Monkswell.) ¡Ese tonto de Giles! (Consulta su reloj de pulsera y luego mira el reloj de pared.) ¡Caramba!

(Mollie sale apresuradamente por la izquierda. Entra Giles por la puerta de la derecha. Es un joven de unos treinta años, arrogante, pero atractivo. Pisa fuerte para quitarse la nieve de los pies, abre el arca de roble y deposita en su interior un voluminoso paquete que traía en la mano. Se quita el abrigo, el sombrero y la bufanda, da unos pasos y los arroja sobre un sillón. Luego se acerca a la chimenea y se calienta las manos.)

GILES (Llamando):

¡Mollie! ¡Mollie! ¡Mollie! ¿Dónde estás?

(Mollie entra en la sala.)

MOLLIE (Alegremente):

¡Haciéndolo todo yo, so bruto! (Se aproxima a Giles.)

GILES:

¡Ah, estás aquí!… Déjame a mí. ¿Hay que echar carbón a la caldera?

MOLLIE:

Ya está.

GILES (Besándola):

Hola, querida. ¿Sabes que tienes la nariz fría?

MOLLIE:

Acabo de llegar. (Se acerca a la chimenea.)

GILES:

¿Ah, sí? ¿Adónde has ido? No irás a decirme que has salido con ese tiempecito que hace.

MOLLIE:

Tuve que bajar al pueblo por algo que se me había olvidado. ¿Encontraste la red para el gallinero?

GILES:

No había del tipo que buscaba. (Se sienta en el brazo izquierdo de la butaca.) Fui a ver en otro lugar, pero tampoco hubo suerte. He perdido prácticamente todo el día. ¡Dios mío, estoy casi helado! El coche patinaba que daba gusto. ¡Hay que ver cómo nieva! ¿Qué te apuestas a que mañana estamos aislados por la nieve?

MOLLIE:

¡Ay! ¡Espero que no!

(Se acerca al radiador y lo toca con la mano.)

¡Si al menos no se hielan las cañerías…!

GILES (Levantándose y acercándose a Mollie):

Tendremos que vigilar que la calefacción central no se apague. (Toca el radiador con la mano.) ¡Hum! No me gusta demasiado. Ojalá vengan pronto los del carbón. No andamos sobrados.

MOLLIE (Yendo hasta el sofá y sentándose):

¡Oh! ¡Me gustaría tanto que todo comenzase bien! Las primeras impresiones son tan importantes…

GILES (Acercándose al sofá por la derecha):

¿Está todo preparado? Supongo que aún no habrá llegado nadie, ¿verdad?

MOLLIE:

No, gracias a Dios. Me parece que todo está en orden. Mistress Barlow se largó temprano. Supongo que tendría miedo del frío.

GILES:

Estas asistentas son una lata. Ahora tú tendrás que apechugar con todo el trabajo.

MOLLIE:

Y tú también. Recuerda que somos socios.

GILES (Acercándose a la chimenea):

Mientras no me hagas guisar…

MOLLIE (Levantándose):

No, no, la cocina es cosa mía. De todos modos, tenemos muchas conservas por si nos quedamos aislados por la nieve. (Acercándose a Giles.) ¡Oh, Giles! ¿Crees que todo va a salir bien?

GILES:

¿Tienes miedo? ¿Te sabe mal no haber vendido la casa cuando tu tía te la dejó, en vez de embarcarnos en esta locura de convertirla en casa de huéspedes?

MOLLIE:

No, no tengo miedo, y me encanta lo que hemos hecho. Y hablando de casas de huéspedes, ¡mira eso! (Señala el rótulo con gesto acusador.)

GILES (Complacido):

Ha quedado bien, ¿eh? (Se acerca al rótulo.)

MOLLIE:

¡Es un desastre! ¿No lo ves? Te has dejado la «S». Has escrito «Monkwell» en lugar de «Monkswell».

GILES:

¡Cielos, es verdad! No sé cómo pudo sucederme. Aunque la verdad es que no tiene importancia, ¿no es así? «Monkwell» me parece bien.

MOLLIE:

Mereces un castigo. (Se acerca al escritorio.) Vete a cargar la caldera.

GILES:

¿Quieres que salga el patio con semejante frío? ¡Ay! ¿La dejo cargada para toda la noche?

MOLLIE:

No, eso lo harás a las diez o las once de la noche.

GILES:

¡Qué horror!

MOLLIE:

Date prisa. Puede que llegue alguien de un momento a otro.

GILES:

¿Ya has distribuido las habitaciones?

MOLLIE:

Sí. (Se sienta delante del escritorio y coge un periódico que hay encima.) Mistress Boyle tiene la de la cama de columnas, en la parte de delante. El mayor Metcalf ocupará el cuarto azul. Miss Casewell, la habitación del este. Míster Wren, el cuarto de roble.

GILES (Acercándose a la mesita que hay detrás del sofá):

Me pregunto cómo será toda esta gente. ¿No te parece que deberíamos haberles cobrado el alquiler por adelantado?

MOLLIE:

Oh, no, no lo creo.

GILES:

Este oficio es nuevo para nosotros.

MOLLIE:

Traerán equipaje. Si no nos pagan, nos quedaremos con el equipaje. Es muy sencillo.

GILES:

Pienso que deberíamos haber hecho un curso de hostelería por correspondencia. Estoy seguro de que algo nos va a salir mal. Puede que el equipaje contenga solamente ladrillos envueltos en papel de periódico. ¿Qué haríamos entonces?

MOLLIE:

Todas las cartas llegaron de buenos sitios.

GILES:

Eso es precisamente lo que hacen los criados que falsifican sus cartas de referencia. Puede que alguno de los huéspedes sea un delincuente que quiera ocultarse de la policía. (Se acerca al rótulo y lo coge.)

MOLLIE:

Me importa un bledo lo que sean mientras nos paguen siete guineas a la semana.

GILES:

Eres una maravillosa mujer de negocios, Mollie.

(Giles sale por la derecha llevándose el rótulo. Mollie pone la radio.)

VOZ EN LA RADIO:

Y según Scotland Yard, el crimen se cometió en el número veinticuatro de Culver Street, Paddington. La victima del asesinato era una tal mistress Maureen Lyon. En relación con el asesinato, la policía…

(Mollie se levanta y se acerca al sillón del centro.)

… está muy interesada en interrogar a un hombre que fue visto por los alrededores y que llevaba abrigo oscuro…

(Mollie coge el abrigo de Giles.)

… bufanda de color claro…

(Mollie coge la bufanda de Giles.)

… y un sombrero de fieltro.

(Mollie coge el sombrero de Giles y sale de la estancia.)

Advertimos a los automovilistas que el hielo cubre el firme de las carreteras…

(Suena el timbre de la puerta.)

Se prevé que seguirá nevando copiosamente y habrá heladas por todo el país…

(Mollie entra en la sala, se acerca al escritorio, apaga la radio y sale apresuradamente por la derecha.)

MOLLIE (En off):

Encantada de conocerle.

CHRISTOPHER (En off):

Muchas gracias.

(Christopher Wren entra por la derecha. Lleva una maleta que deposita junto a la mesa grande. Se trata de un joven de aspecto un tanto neurótico y alocado. Lleva el pelo largo y descuidado y una corbata de punto que parece propia de un artista. Sus modales son confiados, casi infantiles.)

Espantoso, este tiempo es sencillamente espantoso. El taxi me dejó ante la puerta del jardín. (Da unos pasos y deja el sombrero en la mesita detrás del sofá.) No quiso aventurarse a recorrer la calzada hasta la puerta de la casa. ¡Qué falta de espíritu deportivo! (Se acerca a Mollie.) ¿Usted es mistress Ralston? ¡Estupendo! Me llamo Wren.

MOLLIE:

Encantada de conocerle, míster Wren.

CHRISTOPHER:

¿Sabe que no se parece usted nada a como me la había figurado? Me la imaginaba como la viuda de un general retirado, del ejército de la India. Me decía que sería usted una señora muy seria, toda una memsahib, y que la casa estaría llena de objetos de latón de Benarés. Y en vez de ello, me encuentro con un paraíso (Pasa por delante del sofá y se aproxima a la mesita de detrás.)… todo un paraíso. Muy bien proporcionado. (Señala el escritorio.) ¡Ésa es de imitación! (Señala la mesita del sofá.) ¡Ah, pero esta otra mesa es auténtica! Me voy a sentir a gusto aquí, sencillamente a gusto. (Se acerca a la butaca del centro.) ¿Tiene usted flores artificiales o aves del paraíso?

MOLLIE:

Me temo que no.

CHRISTOPHER:

¡Qué lástima! Bueno, ¿y qué me dice de un aparador? ¿Un hermoso aparador de caoba con grandes tallas en forma de frutas?

MOLLIE:

Sí, eso si lo tenemos… en el comedor. (Vuelve los ojos hacia la puerta de la derecha.)

CHRISTOPHER (Siguiendo la mirada):

¿Ahí dentro? (Se acerca a la puerta y la abre.) Necesito verlo.

(Chrístopher entra en el comedor y Mollie lo sigue. Entra Giles por la derecha. Mira a su alrededor y examina la maleta. Se oyen voces en el comedor. Giles sale por la derecha.)

MOLLIE (En off):

Venga, venga y caliéntese.

(Mollie entra en la sala procedente del comedor. Christopher entra tras ella. Mollie se acerca al centro.)

CHRISTOPHER (Al entrar):

Perfecto, absolutamente perfecto. Respetabilidad verdadera, sólida como una roca. Pero ¿por qué han quitado la mesa de caoba que debería haber en el centro? (Mira hacia la derecha.) Las mesitas estropean el efecto.

(Entra Giles por la derecha y se queda de pie al lado de la butaca grande.)

MOLLIE:

Nos dijimos que los huéspedes preferirían las mesitas… Le presento a mi marido.

CHRISTOPHER (Acercándose a Giles y estrechándole la mano):

Mucho gusto. Menudo tiempecito, ¿verdad? Te hace retroceder a los tiempos de Dickens, de Scrooge y del pesado de Tim el Menudo. ¡Resulta tan falso! (Se vuelve hacia la chimenea.) Claro, claro, mistress Ralston, tiene usted absolutamente toda la razón en lo de las mesitas. Me estaba dejando llevar por mi afición a los muebles clásicos. Si en el comedor hubiese una mesa de caoba, haría falta una familia que se sentase a su alrededor. (Se vuelve hacia Giles.) Un padre barbudo y de aspecto severo; una madre prolífica, algo envejecida; once criaturas de diversas edades, un ama de llaves avinagrada y alguien que se llamase «la pobre Harriet», la pariente pobre que carga con la culpa de todo y se siente muy, pero que muy agradecida por tener un hogar.

GILES (Sintiendo antipatía):

Subiré la maleta a su habitación. (Coge la maleta y se vuelve hacia Mollie.) Dijiste el cuarto de roble, ¿verdad?

MOLLIE:

Sí.

CHRISTOPHER:

Espero que la cama sea de columnas y tenga un cobertor con rosas estampadas.

GILES:

Pues no es así.

(Giles sale con la maleta en dirección a la escalera.)

CHRISTOPHER:

Me parece que no voy a caerle simpático a su marido. (Da unos pasos hacia Mollie.) ¿Cuánto tiempo llevan casados? ¿Están muy enamorados?

MOLLIE (Fríamente):

Llevamos casados un año justo. (Se dirige a la escalera.) ¿No quiere usted subir a ver su habitación?

CHRISTOPHER:

¡Touché! (Pasa por delante de la mesita del sofá.) Pero es que me gusta tanto saberlo todo acerca de la gente. Quiero decir que la gente me parece tan interesante, tan enloquecedoramente interesante. ¿A usted no?

MOLLIE:

Pues, supongo que algunas personas lo son y (Se vuelve hacia Christopher.) otras no lo son.

CHRISTOPHER:

No, no estoy de acuerdo. Todas son interesantes, absolutamente todas… Porque nunca se llega a saber realmente cómo son o qué es lo que piensan en realidad. Por ejemplo, usted no sabe qué estoy pensando en este momento, ¿verdad? (Sonríe como por efecto de algún chiste secreto.)

MOLLIE:

No tengo la menor idea. (Se acerca a la mesita del sofá y coge un cigarrillo de la tabaquera.) ¿Un cigarrillo?

CHRISTOPHER:

No, gracias. (Se acerca a Mollie.) ¿Lo ve? Las únicas personas que saben realmente cómo son los demás son los artistas… ¡y no saben por qué lo saben! Pero si se trata de retratistas (Da unos pasos.), la cosa sale… (Se sienta en el brazo derecho del sofá.) en el lienzo.

MOLLIE:

¿Es usted pintor? (Enciende el cigarrillo.)

CHRISTOPHER:

No. Soy arquitecto. Verá: mis padres me pusieron Christopher con la esperanza de que llegase a arquitecto. ¡Christopher Wren! (Se ríe.) Es como estar a medio camino. En realidad, claro, todo el mundo se ríe de ello y hace chistes sobre la catedral de San Pablo. De todos modos… ¿quién sabe?… Aún puede que sea yo el último en reírse.

(Entra Giles procedente del piso de arriba.)

¡Puede que los Nidos Prefabricados Chris Wren aún pasen a la historia! (Se vuelve hacia Giles.) Me voy a encontrar a gusto aquí. Su esposa es de lo más simpática.

GILES (Fríamente):

Claro.

CHRISTOPHER (Volviéndose para mirar a Mollie):

Y muy hermosa, verdaderamente hermosa.

MOLLIE:

¡Oh, no diga tonterías!

CHRISTOPHER:

¡Ea! ¿Hay algo más propio de una inglesa? Los cumplidos siempre las azoran. Las europeas se toman los cumplidos como algo natural, pero las inglesas se quedan sin espíritu femenino por culpa de sus maridos. (Se vuelve y mira a Giles.) Los maridos ingleses tienen un no sé qué que resulta muy grosero.

MOLLIE (Apresuradamente):

Suba a ver su habitación. (Se dirige a la salida de la izquierda.)

CHRISTOPHER:

¿Subo?

MOLLIE (Dirigiéndose a Giles):

¿Podrías cargar la caldera del agua caliente?

(Mollie y Christopher se dirigen a la escalera. Giles pone cara de malhumor y se acerca al centro de la estancia. Suena el timbre. Hay una pausa, luego el timbre vuelve a sonar varias veces con impaciencia. Giles se encamina hacia la puerta de la calle con pasos rápidos. Durante unos instantes se oye el ruido del viento y de la nieve.)

MRS. BOYLE (En off):

Esto será Monkswell Manor, digo yo. ¿No?

GILES (En off):

Sí…

(Mistress Boyle penetra en la sala. En una mano lleva una maleta y en la otra varias revistas y los guantes. Es una mujer corpulenta, imperiosa y con cara de estar de muy mal humor.)

MRS. BOYLE:

Soy mistress Boyle. (Deja la maleta en el suelo.)

GILES:

Me llamo Giles Ralston. Acérquese al fuego, mistress Boyle, y entrará en calor.

(Mistress Boyle se aproxima a la chimenea.)

Hace un tiempo espantoso, ¿verdad? ¿Es éste todo su equipaje?

MRS. BOYLE:

Un tal mayor… Metcalf, se llama así, ¿no?… se ocupa del resto.

GILES:

Dejaré la puerta abierta para cuando llegue.

(Giles sale a abrir la puerta.)

MRS. BOYLE:

El taxista no quiso arriesgarse a venir hasta la puerta.

(Giles vuelve a entrar en la sala y se acerca a mistress Boyle.)

Se detuvo ante la puerta del jardín. Tuvimos que compartir uno de los taxis que esperaban en la estación e incluso así nos dio trabajo encontrar uno libre. (Acusadoramente.) Me parece que nuestra llegada fue inesperada.

GILES:

Lo siento muchísimo. Ignorábamos en qué tren llegaría, ¿sabe? De lo contrario, habríamos hecho que alguien… esto… la esperase.

MRS. BOYLE:

Deberían haber mandado a alguien a esperar todos los trenes.

GILES:

Permítame su abrigo.

(Mistress Boyle le da a Giles los guantes y las revistas. Luego se queda de pie ante la chimenea, calentándose las manos.)

Mi esposa estará con usted dentro de un instante. Mientras, iré a echarle una mano a Metcalf con el equipaje.

(Giles sale de la estancia.)

MRS. BOYLE (Acercándose a la puerta por donde acaba de salir Giles):

Al menos habrían podido quitar la nieve de la calzada. (Cuando Giles ya ha salido al jardín.) Todo me parece muy improvisado. (Se acerca de nuevo a la chimenea y mira a su alrededor con expresión de desaprobación.)

(Mollie llega apresuradamente del piso de arriba, un poco jadeante.)

MOLLIE:

Siento mucho que…

MRS. BOYLE:

¿Mistress Ralston?

MOLLIE:

Sí. Yo… (Se acerca a mistress Boyle, hace como si fuera a ofrecerle la mano, luego la retira, no muy segura de cómo se comportan los propietarios de las casas de huéspedes.)

(Con cara de desagrado, mistress Boyle inspecciona a Mollie.)

MRS. BOYLE:

Es usted muy joven.

MOLLIE:

¿Joven?

MRS. BOYLE:

Para llevar un establecimiento de esta clase. Sin duda no tiene mucha experiencia.

MOLLIE (Retrocediendo):

En todo hay siempre una primera vez, ¿no cree?

MRS. BOYLE:

Entiendo. Completamente inexperta. (Mira a su alrededor.) La casa es vieja. Espero que no haya carcoma. (Husmea el aire con cara de suspicacia.)

MOLLIE (Indignada):

¡Por supuesto que no!

MRS. BOYLE:

Mucha gente no sabe que tiene carcoma en casa hasta que ya es demasiado tarde para hacer algo.

MOLLIE:

La casa está en perfecto estado.

MRS. BOYLE:

¡Hum! No le vendría mal una mano de pintura. Mire, este roble de aquí sí está carcomido.

GILES (En off):

Por aquí, mayor.

(Giles y el mayor Metcalf entran en la sala. El mayor Metcalf es un hombre de mediana edad, hombros cuadrados y porte militar. Giles se adelanta hacia el centro de la estancia. El mayor Metcalf deja en el suelo la maleta que lleva en la mano y se acerca a la butaca. Mollie sale a su encuentro.)

Le presento a mi esposa.

MAYOR METCALF (Estrechando la mano de Mollie):

Encantado. ¡Menuda ventisca tenemos! Creí que no llegaríamos. (Se da cuenta de que mistress Boyle está presente.) ¡Oh, le ruego que me perdone! (Se quita el sombrero.)

(Mistress Boyle sale de la estancia.)

Si sigue así, me parece que mañana habrá casi dos metros de nieve. (Se aproxima al fuego.) No he visto nada parecido desde aquella vez que estaba de permiso en mil novecientos cuarenta.

GILES:

Subiré esto arriba. (Recoge las maletas. Se dirige a Mollie.) ¿Qué habitaciones dijiste? ¿El cuarto azul y el rosa?

MOLLIE:

No. En el cuarto rosa he puesto a míster Wren. Le gustó tanto la cama de columnas… Así que mistress Boyle ocupará el cuarto de roble y el mayor Metcalf la habitación azul.

GILES (Con voz autoritaria):

¡Mayor! (Da unos pasos hacia la salida.)

MAYOR METCALF (Reaccionando con su instinto militar):

¡Señor!

(El mayor Metcalf sigue a Giles y los dos abandonan la sala para subir al piso de arriba. Mistress Boyle vuelve a entrar y se acerca a la chimenea.)

MRS. BOYLE:

¿Tienen muchas dificultades con el servicio por aquí?

MOLLIE:

Viene una asistenta del pueblo que es muy eficiente.

MRS. BOYLE:

¿Y cómo andan de personal permanente?

MOLLIE:

No tenemos personal permanente. Estamos los dos solos. (Se acerca a la butaca del centro.)

MRS. BOYLE:

¿De veras? Tenía entendido que esto era una casa de huéspedes en toda la regla.

MOLLIE:

Es que acabamos de empezar.

MRS. BOYLE:

Hubiera dicho que antes de abrir un establecimiento de esta clase era esencial contar con un servicio completo. Pienso que su anuncio es de lo más engañoso. ¿Puede decirme si soy yo el único huésped… es decir, aparte del mayor Metcalf?

MOLLIE:

Oh, no, hay varios más.

MRS. BOYLE:

Y encima este tiempo. Nada menos que una ventisca. (Se vuelve hacia el fuego.) ¡Qué mala suerte!

MOLLIE:

¡En verdad que lo del tiempo no es culpa nuestra!

(Christopher Wren entra silenciosamente en la sala y se acerca a Mollie por detrás.)

CHRISTOPHER (Cantando):

«El viento del norte sopla
y nieve nos traerá
¿y qué hará entonces el petirrojo,
pobrecillo?»

Adoro las canciones infantiles. ¿Usted no? Siempre tan trágicas y macabras, sobre todo macabras. Por eso gustan a los niños.

MOLLIE:

Les presentaré. Míster Wren, mistress Boyle.

(Christopher se inclina.)

MRS. BOYLE (Fríamente):

Mucho gusto.

CHRISTOPHER:

Esta casa es muy bonita. ¿No le parece a usted?

MRS. BOYLE:

He llegado a una edad en la vida en la que las comodidades de un establecimiento son más importantes que su aspecto.

(Christopher retrocede unos pasos. Giles aparece por la izquierda y se queda debajo del dintel.)

Jamás hubiera venido aquí de haber sabido que esto no funciona como es debido. Tenía entendido que esta casa estaba dotada de todas las comodidades.

GILES:

No tiene ninguna obligación de quedarse si no está satisfecha, mistress Boyle.

MRS. BOYLE (Dando unos pasos):

En verdad que no. ¡Pues no faltaría más!

GILES:

Si ha habido algún malentendido, tal vez sería mejor que se alojase usted en otra parte. Si quiere llamo para que venga a buscarla un taxi. Las carreteras todavía no están bloqueadas.

(Christopher da unos pasos y se sienta en la butaca del centro.)

Tenemos tantas solicitudes de hospedaje que no nos será difícil llenar la vacante que usted deje. Tanto es así que el mes que viene vamos a subir las tarifas.

MRS. BOYLE:

No tengo la menor intención de irme sin haber comprobado qué tal es este lugar. No piense que me puede poner en la calle así como así.

(Giles da unos pasos.)

¿Tendrá la bondad de acompañarme a mi habitación, mistress Ralston? (Se dirige majestuosamente hacía la escalera.)

MOLLIE:

No fallaría más, mistress Boyle. (Sigue a mistress Boyle y, al pasar junto a Giles, le dice en voz baja.) Cariño, has estado maravilloso…

(Místress Boyle y Mollie salen de la estancia.)

CHRISTOPHER (Levantándose; con expresión infantil):

Opino que esa mujer es perfectamente horrible. No me gusta ni pizca. Me gustaría que la pusiera de patitas en la calle, bajo la nieve. Le estaría bien empleado.

GILES:

Ése es un placer del que debo abstenerme, me temo.

(Suena el timbre de la puerta.)

¡Señor, ya ha llegado otro!

(Giles sale a abrir la puerta.)

(En off) Pase, pase.

(Christopher se acerca al sofá y se sienta. Entra miss Casewell. Es una joven de aspecto hombruno. Trae una maleta. Va ataviada con un abrigo largo y oscuro, bufanda clara y no lleva sombrero. Entra Giles tras ella.)

MISS CASEWELL (Con voz grave, varonil):

Me temo que se me ha estropeado el coche a una media milla de aquí… se me atascó en la nieve.

GILES:

Deme esto. (Se hace cargo de la maleta y la deja al lado de la mesa grande.) ¿Tiene más equipaje en el coche?

MISS CASEWELL (Aproximándose al fuego)

No, procuro viajar con poco peso.

(Giles da unos pasos hacia la butaca.)

¡Ah, me gusta que tengan encendido un buen fuego! (Se sienta a horcajadas en una silla delante de la chimenea.)

GILES:

¡Ejem!… Míster Wren… le presento a miss…

MISS CASEWELL:

Casewell. (Saluda a Christopher con la cabeza.)

GILES:

Mi esposa bajará en seguida.

MISS CASEWELL:

No hay prisa. (Se quita el abrigo.) Tengo que quitarme el frío de encima. Diríase que van a quedarse aislados por la nieve. (Saca un periódico vespertino del bolsillo del abrigo.) Según el hombre del tiempo, nevará copiosamente. Avisos a los automovilistas, etcétera. Espero que tengan provisiones abundantes en casa.

GILES:

Oh, sí. Mi esposa lleva la casa muy bien. En todo caso, siempre podemos comernos las gallinas.

MISS CASEWELL:

Antes de empezar a comernos los unos a los otros, ¿eh?

(Se ríe con estridencia y arroja el abrigo a Giles, que lo coge al vuelo. Luego la joven se sienta en la butaca.)

CHRISTOPHER (Levantándose y acercándose al fuego):

¿Alguna noticia interesante en el periódico, aparte del tiempo?

MISS CASEWELL:

La crisis política de siempre. ¡Ah, si, y un asesinato bastante jugoso!

CHRISTOPHER:

¿Un asesinato? (Volviéndose hacia miss Casewell.) ¡Oh, me pirro por los asesinatos!

MISS CASEWELL (Pasándole el periódico):

Al parecer, creen que se trata de un maníaco homicida. Estranguló a una mujer cerca de Paddington. Supongo que será algún maníaco sexual. (Mira a Giles.)

(Giles da unos pasos hacia la izquierda de la mesita del sofá.)

CHRISTOPHER:

El periódico no dice mucho, ¿verdad? (Se sienta en el sillón pequeño y sigue leyendo.) «La policía está muy interesada en interrogar a un hombre que fue visto por los alrededores de Culver Street. Estatura mediana, abrigo oscuro, bufanda más bien clara y sombrero de fieltro. La radio ha estado emitiendo mensajes de la policía en este sentido durante todo el día».

MISS CASEWELL:

¡Menuda descripción! Podría referirse a cualquiera, ¿no es así?

CHRISTOPHER:

Cuando dicen que la policía desea interrogar a alguien, ¿no es una forma cortés de insinuar que se trata del asesino?

MISS CASEWELL:

Podría ser.

GILES:

¿Quién era la mujer asesinada?

CHRISTOPHER:

Mistress Lyon. Mistress Maureen Lyon.

GILES:

¿Joven o vieja?

CHRISTOPHER:

Aquí no lo dice. No parece que se tratara de un atraco…

MISS CASEWELL (Dirigiéndose a Giles):

Ya se lo dije: un maníaco sexual.

(Mollie baja del piso de arriba y se acerca a miss Casewell.)

GILES:

Te presento a miss Casewell, Mollie. Mi esposa.

MISS CASEWELL (Levantándose):

Encantada. (Estrecha vigorosamente la mano de Mollie.)

(Giles coge su maleta.)

MOLLIE:

Hace una noche de perros. ¿Quiere subir a su habitación? Si desea tomar un baño, el agua está caliente.

MISS CASEWELL:

Buena idea.

(Mollie y miss Casewell abandonan la sala. Giles las sigue con la maleta. Christopher, que se ha quedado solo, se levanta y efectúa una exploración. Abre la puerta de la izquierda, se asoma y sale por ella. Instantes después reaparece por la escalera. Cruza la sala hacia la salida de la derecha y se asoma por ella. Se pone a cantar «El pequeño Jack Horner» y se ríe en voz baja. Da la impresión de estar levemente desequilibrado. Se acerca a la mesa grande. Giles y Mollie entran hablando en la sala. Christopher se esconde detrás de la cortina. Mollie se acerca a la butaca grande y Giles se coloca cerca de la mesa.)

MOLLIE:

Tengo que darme prisa e ir a la cocina a prepararlo todo. El mayor Metcalf es muy simpático. No nos causará molestias. Es mistress Boyle la que me da miedo. La cena tiene que salir bien por fuerza. Estaba pensando en abrir dos latas de picadillo de buey y cereal y otra de guisantes, y hacer puré de patatas también. Y tenemos compota de higos y natillas. ¿Crees que bastará con todo esto?

GILES:

Me parece que sí. Tal vez no… no sea muy original.

CHRISTOPHER (Saliendo de detrás de la cortina y colocándose entre Giles y Mollie):

Les ruego que me dejen ayudarles. Adoro cocinar. ¿Por qué no hacer también una tortilla? Tendrán huevos, ¿no es verdad?

MOLLIE:

Oh, sí, los hay en abundancia. Tenemos muchas gallinas. No ponen tanto como debieran, pero hemos guardado muchos huevos.

(Giles se aparta hacia la izquierda.)

Y si tienen una botella de vino barato, de la clase que sea, podrían echarla en «el picadillo de buey y cereal»… ¿Es eso lo que dijo? Le daría sabor continental. Muéstreme dónde está la cocina y lo que tenga en ella y es casi seguro que tendré una inspiración.

MOLLIE:

Venga conmigo.

(Mollie y Christopher salen por la derecha en dirección a la cocina. Giles frunce el ceño, profiere una exclamación poco lisonjera para Christopher y se aproxima a la butaca pequeña que hay a la derecha. Coge el periódico y se queda de pie leyéndolo muy atentamente. Da un salto cuando Mollie entra en la sala y dice algo.)

¿Verdad que es simpático? (Mollie se acerca a la mesita del sofá.) Se ha puesto el delantal y lo está preparando todo. Dice que lo deje en sus manos y que no vuelva por allí hasta dentro de media hora. Si nuestros huéspedes desean prepararse ellos mismos la comida, nos ahorraremos mucho trabajo.

GILES:

¿Por qué diablos le diste la mejor habitación?

MOLLIE:

Ya te dije que le gustó la cama de columnas.

GILES:

Le gustó la cama de columnas. ¡El muy cretino!

MOLLIE:

¡Giles!

GILES:

No me gustan los tipos como él. (Significativamente.) Tú no llevaste su maleta, pero yo sí.

MOLLIE:

¿Estaba llena de ladrillos? (Se sienta en la butaca grande.)

GILES:

No pesaba nada. Seguro que estaba vacía. Probablemente es uno de esos jóvenes que van por ahí estafando a los hoteleros.

MOLLIE:

No lo creo. Me cae simpático. (Hace una pausa.) Esa miss Casewell parece algo rara, ¿no crees?

GILES:

Es una mujer terrible, es decir, si es que es mujer.

MOLLIE:

¡También es mala pata que todos nuestros huéspedes sean antipáticos o raros! De todos modos, el mayor Metcalf parece una persona normal, ¿no crees?

GILES:

¡Probablemente bebe demasiado!

MOLLIE:

¡Oh! ¿Tú crees?

GILES:

No. Hablaba en broma. Es sólo que me siento algo deprimido. Bueno, de todas formas, ahora ya conocemos lo peor. Ya han llegado todos.

(Suena el timbre.)

MOLLIE:

¿Quién podrá ser?

GILES:

Probablemente el asesino de Culver Street.

MOLLIE (Levantándose):

¡No digas esas cosas!

(Giles va a abrir la puerta. Mollie se acerca al fuego.)

GILES (En off):

¡Oh!

(Míster Paravicini entra en la sala con paso vacilante. Lleva una bolsa pequeña. Se trata de un extranjero moreno y de edad avanzada. Luce un bigote bastante llamativo. Es una versión algo más alta de Hercules Poirot, tal que pueda causar una falsa impresión en el público. Lleva un grueso abrigo con forro de piel. Se apoya en el dintel de la entrada y deja la bolsa en el suelo. Entra Giles.)

PARAVICINI:

¡Mil perdones! Estoy… ¿dónde estoy?

GILES:

Ésta es la casa de huéspedes de Monkswell Manor.

PARAVICINI:

¡Qué estupenda buena suerte la mía! ¡Señora! (Se acerca a Mollie, le coge una mano y se la besa.)

(Giles pasa por detrás de la butaca del centro.)

Mi plegaria ha sido escuchada. Una casa de huéspedes… y una anfitriona encantadora. Mi Rolls Royce, ¡ay!, se ha atascado en la nieve. Nieva tanto que apenas se ve a dos pasos. No sé dónde me encuentro. Tal vez, me digo, moriré congelado. Y entonces cojo una bolsa pequeña y echo a andar entre la nieve y veo ante mí la gran verja de hierro. ¡Una casa! ¡Estoy salvado! Dos veces caigo al suelo mientras camino por la calzada para coches, finalmente llego a la puerta y en el acto (Mira a su alrededor.) la desesperación se convierte en gozo. (Cambiando de tono.) Podrán alquilarme una habitación… ¿sí?

GILES:

Oh, sí…

MOLLIE:

Me temo que es algo pequeña.

PARAVICINI:

Es natural, es natural… tendrán ustedes otros huéspedes

MOLLIE:

Acabamos de inaugurar esta casa de huéspedes hoy mismo, así que somos… somos algo novatos en el negocio.

PARAVICINI (Mirándola con expresión de sátiro):

Encantadora… Encantadora…

GILES:

¿Y su equipaje?

PARAVICINI:

No tiene importancia. He dejado el coche cerrado con llave.

GILES:

¿No sería mejor traerlo aquí?

PARAVICINI:

No, no. (Se acerca a Giles.) Le puedo asegurar que en una nochecita como ésta los ladrones no salen de casa. Y en lo que a mí se refiere, mis necesidades son muy sencillas. Tengo todo lo que necesito aquí, en esta bolsita. Sí, todo lo que necesito.

MOLLIE:

Será mejor que se caliente ante el fuego.

(Paravicini se aproxima a la chimenea.)

Iré a prepararle la habitación. (Da unos pasos hacia la butaca grande.) Me temo que la habitación es más bien fría, ya que está orientada al norte, pero es que todas las demás ya están ocupadas.

PARAVICINI:

¿Conque tienen varios huéspedes más?

MOLLIE:

Sí: mistress Boyle, el mayor Metcalf, miss Casewell y un joven que se llama Christopher Wren… y ahora… usted.

PARAVICINI:

Sí… el huésped inesperado. El huésped al que ustedes no han invitado. El huésped que acaba de llegar… de la nada… saliendo de la tormenta. Parece muy dramático, ¿no creen? ¿Quién soy yo? Ustedes no lo saben. ¿De dónde vengo? Ustedes lo ignoran. Yo, yo soy el hombre del misterio. (Se ríe.)

(Mollie se ríe y mira a Giles, que sonríe débilmente. Paravicini mira a Mollie y mueve la cabeza de muy buen humor.)

Pero ahora les diré algo. Completaré el cuadro. De ahora en adelante no habrá más llegadas. Ni más salidas. Mañana estaremos aislados de la civilización. Tal vez ya lo estemos. Aislados del carnicero, del panadero, del lechero, del cartero, del repartidor de periódicos. No habrá nadie ni nada más que nosotros. Eso es admirable… admirable… admirable. Nada podría convenirme más. Por cierto, me llamo Paravicini. (Se aproxima a la butaca pequeña.)

MOLLIE:

Oh, sí. Nosotros nos llamamos Ralston.

(Giles se acerca a Mollie.)

PARAVICINI:

¿Míster y mistress Ralston? (Mueve la cabeza al ver que ellos asienten. Mira a su alrededor y se acerca a Mollie.) ¿Y dice que esto es… es la casa de huéspedes de Monkswell Manor? Bien. La casa de huéspedes de Monkswell Manor. (Se ríe) Perfecto. (Se ríe.) Perfecto. (Se ríe y se acerca a la chimenea.)

(Mollie mira a Giles y ambos miran con expresión de inquietud a Paravicini mientras baja el TELÓN).