(El mismo lugar. Diez minutos después.)
(Al levantarse el telón, el cadáver de mistress Boyle ha sido sacado de la sala y en ella se encuentran todos reunidos. Trotter, sentado ante la mesa grande, lleva la voz cantante. Mollie está de pie junto a la mesa. Todos los demás están sentados: el mayor Metcalf en la butaca grande, Christopher en la silla del escritorio, Giles en la escalera, miss Casewell en el extremo derecho del sofá y Paravicini en el izquierdo.)
TROTTER:
Vamos a ver, mistress Ralston, trate de hacer memoria… piense…
MOLLIE (Al borde de las lágrimas):
No puedo pensar. El cerebro no me funciona.
TROTTER:
Mistress Boyle acababa de ser asesinada cuando usted la encontró. Usted venía de la cocina. ¿Está segura de no haber visto ni oído a nadie al cruzar el vestíbulo?
MOLLIE:
No… no, me parece que no. Sólo se oía la radio, que estaba muy fuerte. No sé quién pudo ponerla a un volumen tan alto. Con tanto ruido no podía haber oído nada más, ¿no cree?
TROTTER:
Está claro que eso mismo pensó el asesino… o (Significativamente.) la asesina.
MOLLIE:
¿Cómo iba yo a oír algo más?
TROTTER:
Algo podía haber oído. Si el asesino hubiese salido por ahí (Señala hacia la izquierda.) podía haberla oído salir de la cocina. Tal vez se habría escabullido por la escalera de atrás o por el comedor…
MOLLIE:
Me parece… no estoy segura… que oí una puerta que se abría y luego se cerraba… justo cuando ya salía de la cocina.
TROTTER:
¿Qué puerta?
MOLLIE:
No lo sé.
TROTTER:
Piense, mistress Ralston… trate de pensar. ¿En el piso de arriba? ¿Abajo? ¿Cerca? ¿A la derecha? ¿A la izquierda?
MOLLIE (Llorosa):
No lo sé, se lo aseguro. Ni siquiera estoy segura de haber oído algo. (Se acerca a una butaca y se sienta.)
GILES (Levantándose y acercándose a la mesa; enojado):
¿Por qué no deja de acosarla? ¿No ve que no puede más?
TROTTER (Secamente):
Estamos investigando un asesinato, míster Ralston. Hasta ahora nadie se ha tomado esto en serio. Mistress Boyle no le dio importancia. Me ocultó información. Todos me ocultaron algo. Pues bien: mistress Boyle ha muerto. A menos que lleguemos al fondo de este asunto… y rápidamente… puede que muera alguien más.
GILES:
¿Alguien más? Tonterías. ¿Por qué?
TROTTER (Gravemente):
Porque los ratones ciegos eran tres.
GILES:
¿Una muerte por cada ratón? Pero tendría que haber alguna relación… quiero decir alguna relación con el caso de Longridge Farm.
TROTTER:
Sí, tendría que haberla.
GILES:
¿Pero por qué tendría que producirse aquí la otra muerte?
TROTTER:
Porque en la libreta que encontramos había solamente dos direcciones. Ahora bien, en el veinticuatro de Culver Street había sólo una posible víctima. Ahora está muerta. Pero aquí en Monkswell Manor hay más posibilidades. (Mira significativamente a los reunidos.)
MISS CASEWELL:
Bobadas. ¿No cree que sería una coincidencia muy poco probable que hubieran venido dos personas aquí por casualidad y que ambas tuvieran que ver con el asunto de Longridge Farm?
TROTTER:
Dadas ciertas circunstancias, la cosa no tendría tanto de coincidencia. Piénselo bien, miss Casewell. (Se levanta.) Ahora quisiera saber exactamente dónde estaba cada uno de ustedes cuando mistress Boyle fue asesinada. Ya tengo la declaración de mistress Ralston. Estaba usted en la cocina preparando las verduras. Salió de la cocina, cruzó el pasillo, entró en el vestíbulo por la puerta giratoria y finalmente entró aquí. (Señala la entrada de la derecha.) La radio estaba a todo volumen, pero la luz estaba apagada y la sala a oscuras. Usted encendió la luz, vio a mistress Boyle y gritó.
MOLLIE:
Sí. Grité y grité. Y finalmente vino gente.
TROTTER (Dando unos pasos hacia Mollie):
Sí. Como usted dice, vino gente… mucha gente procedente de distintas direcciones… y todos llegaron más o menos a la vez. (Hace una pausa, da unos pasos y se vuelve de espaldas al público.) Ahora bien, cuando salté por aquella ventana (La señala.) para seguir el cable del teléfono, usted, míster Ralston, subió a la habitación que ocupa con mistress Ralston para ver si funcionaba la extensión. (Da unos pasos hacia el centro.) ¿Dónde estaba usted cuando mistress Ralston gritó?
GILES:
Todavía estaba en nuestro dormitorio. El teléfono de arriba tampoco funcionaba. Me asomé por la ventana para ver si los cables estaban cortados, pero no pude ver nada. Acababa de cerrar la ventana cuando oí gritar a Mollie y bajé corriendo.
TROTTER (Apoyándose en la mesa):
Para tratarse de cosas tan sencillas, tardó usted mucho tiempo, ¿no le parece, míster Ralston?
GILES:
Pues no me lo parece. (Se dirige a las escaleras.)
TROTTER:
Pues yo diría que se tomó usted su tiempo para hacerlas.
GILES:
Estaba pensando en algo.
TROTTER:
Muy bien. Ahora usted, míster Wren. Quisiera saber dónde estaba usted.
CHRISTOPHER (Levantándose y acercándose a Trotter):
Había ido a la cocina para ver si podía ayudar en algo a mistress Ralston. Adoro guisar. Después subí a mi habitación.
TROTTER:
¿Para qué?
CHRISTOPHER:
Es algo muy natural subir a tu habitación, ¿no cree? Quiero decir que a veces uno desea estar solo.
TROTTER:
¿Se fue usted a su habitación porque deseaba estar solo?
CHRISTOPHER:
Y porque quería cepillarme el pelo y… ejem… arreglarme.
TROTTER (Mirando fijamente el pelo desordenado de Christopher):
¿Quería cepillarse el pelo?
CHRISTOPHER:
¡En todo caso, ya le he dicho dónde estaba!
(Giles se acerca a la puerta.)
TROTTER:
¿Y oyó gritar a mistress Ralson?
CHRISTOPHER:
Sí.
TROTTER:
¿Y bajó entonces?
CHRISTOPHER:
Sí.
TROTTER:
Es curioso que usted y míster Ralston no se encontrasen en la escalera.
(Christopher y Giles se miran.)
CHRISTOPHER:
Bajé por la escalera de atrás. Queda más cerca de mi cuarto.
TROTTER:
¿Fue usted a su cuarto por la escalera de atrás o utilizó la principal?
CHRISTOPHER:
Subí por la de atrás también. (Se acerca a la silla del escritorio y se sienta.)
TROTTER:
Entiendo. (Da unos pasos hacia la mesita de detrás del sofá.) ¿Míster Paravicini?
PARAVICINI:
Ya se lo he dicho. (Se aproxima al sofá.) Estaba tocando el piano en la salita de estar… ahí dentro, inspector. (Señala.)
TROTTER:
No soy inspector… sólo sargento, míster Paravicini. ¿Alguien le oyó tocar el piano?
PARAVICINI (Sonriendo):
Espero que no. Estaba tocando muy, muy bajito… con un solo dedo… así.
MOLLIE:
Estaba usted tocando «Tres ratones ciegos».
TROTTER (Secamente):
¿De veras?
PARAVICINI:
Sí. Es una cancioncilla muy pegadiza. Es… ¿cómo decirlo?… ¿una cancioncilia obsesionante? ¿No están todos de acuerdo?
MOLLIE:
A mí me parece horrible.
PARAVICINI:
Y sin embargo… hay quien la lleva metida en la cabeza. Alguien la estaba silbando también.
TROTTER:
¿Silbándola? ¿dónde?
PARAVICINI:
No estoy seguro. Puede que en el vestíbulo… tal vez en la escalera… quizás incluso en alguno de los dormitorios.
TROTTER:
¿Quién estaba silbando «Tres ratones ciegos»?
(Nadie contesta.)
¿Se lo está inventando usted, míster Paravicini?
PARAVICINI:
No, no, inspector… perdone, sargento. Yo no haría una cosa semejante.
TROTTER:
Bien, siga. Estaba usted tocando el piano.
PARAVICINI (Extendiendo un dedo):
Con un solo dedo… así. Y entonces oí la radio. Estaba muy fuerte y alguien gritaba por ella. Me ofendió el oído. Y después de eso, súbitamente, oí gritar a mistress Ralston. (Se sienta en el sofá.)
TROTTER (Dando unos pasos y moviendo los dedos):
Míster Ralston arriba. Míster Wren arriba también. Míster Paravicini en la salita de estar. ¿Y usted, miss Casewell?
MISS CASEWELL:
Yo estaba escribiendo cartas en la biblioteca.
TROTTER:
¿Oyó lo que estaba sucediendo aquí?
MISS CASEWELL:
No, no oí nada hasta que mistress Ralston gritó.
PARAVICINI:
Y entonces, ¿qué hizo?
MISS CASEWELL:
Vine aquí.
TROTTER:
¿En seguida?
MISS CASEWELL:
Creo… creo que sí.
TROTTER:
¿Dice usted que estaba escribiendo cartas cuando oyó gritar a mistress Ralston?
MISS CASEWELL:
En efecto.
TROTTER:
¿Y dejó de escribir en seguida y vino corriendo para aquí?
MISS CASEWELL:
Sí.
TROTTER:
Pues en el escritorio de la biblioteca, al parecer, no hay ninguna carta a medio escribir.
MISS CASEWELL (Levantándose):
La traje conmigo. (Abre el bolso, saca una carta, se acerca a Trotter y se la entrega.)
TROTTER (Devolviéndosela tras echarle una ojeada):
Queridísimo Jessie… ¡Hum! ¿Algún amigo o pariente suyo?
MISS CASEWELL:
¡A usted no le importa! (Se aleja de Trotter.)
TROTTER:
Puede que no. (Da unos pasos y se coloca detrás de la mesa grande.) ¿Sabe que si estuviera escribiendo una carta y oyera gritar a alguien, no creo que tuviera tiempo de coger la carta a medio escribir, doblarla y meterla en el bolso antes de ir a ver qué sucedía?
MISS CASEWELL:
¿Ah, no? ¡Qué interesante! (Sube unos peldaños y se sienta en la banqueta.)
TROTTER (Aproximándose al mayor Metcalf):
Vamos a ver, ¿y usted qué me dice, mayor Metcalf? Dice que había bajado al sótano. ¿Para qué?
MAYOR METCALF (Plácidamente):
Para echar un vistazo. Sólo para echar un vistazo. Miré en ese hueco que hay debajo de la escalera y que sirve de armario, cerca de la cocina. Vi un montón de trastos viejos. Me fijé en que dentro había otra puerta y la abrí. Vi unos peldaños que bajaban, me entró curiosidad y bajé a ver. Tienen ustedes un buen sótano.
MOLLIE:
Me alegra que le guste.
MAYOR METCALF:
No hay de qué. Diría que se trata de la cripta de un antiguo monasterio. Probablemente por eso este lugar se llama «Monkswell».
TROTTER:
No estamos haciendo investigaciones históricas, mayor Metcalf. Estamos investigando un asesinato. Mistress Ralston nos ha dicho que oyó cómo se cerraba una puerta. (Da unos pasos.) Esa puerta de la que usted habla hace un ruidito al cerrarse. Podría ser, ¿sabe usted?, que después de matar a mistress Boyle, el asesino oyera a mistress Ralston (Da unos pasos más.) salir de la cocina y se metiera en el armario cerrando la puerta tras de si.
MAYOR METCALF:
Podrían ser tantas cosas…
(Mollie se levanta, se acerca a la butaca pequeña y se sienta. Hay una pausa.)
CHRISTOPHER (Levantándose):
Habría huellas dactilares dentro del armario.
MAYOR METCALF:
Seguro que las mías están allí. Pero la mayoría de los criminales tienen la precaución de usar guantes, ¿no es así?
TROTTER:
Es lo normal. Pero todos los criminales se equivocan antes o después.
PARAVICINI:
¿Es eso totalmente cierto, sargento?
GILES (Dando unos pasos hacia Trotter):
Oiga, ¿no cree que estamos perdiendo el tiempo? Hay una persona que…
TROTTER:
Por favor, míster Ralston. Esta investigación la llevo yo.
GILES:
Sí, muy bien, pero…
(Giles abandona la sala.)
TROTTER (Llamándolo con voz autoritaria):
¡Míster Ralston!
(Giles vuelve a entrar de mala gana y se queda junto a la puerta.)
Gracias. (Colocándose detrás de la mesa grande.) Tenemos que establecer la oportunidad además del móvil, ¿saben? Y ahora permítanme que les diga esto: todos ustedes tuvieron oportunidad de hacerlo.
(Se oyen varios murmullos de protesta.)
(Levantando una mano.) Hay dos escaleras: cualquiera pudo subir por una y bajar por la otra. Cualquiera pudo bajar al sótano por la puerta que hay cerca de la cocina y subir por el tramo de escalones que pasa por la puerta y va a parar al pie de la escalera de allí. (Señala hacia la derecha.) El detalle principal es que cada uno de ustedes estaba a solas en el momento de cometerse el asesinato.
GILES:
¡Habla usted como si fuéramos todos sospechosos! ¡Es absurdo!
TROTTER:
En un caso de asesinato todo el mundo es sospechoso.
GILES:
Pero si sabe usted de sobra quién mató a esa mujer de Culver Street… Usted dice que fue el mayor de los tres niños de Longridge Farm: un joven desequilibrado que tendrá ahora veintitrés años. ¡Maldita sea! Aquí hay una sola persona que responde a esta descripción. (Señala a Christopher y da unos pasos hacia él.)
CHRISTOPHER:
¡No es verdad, no es verdad! Están todos contra mí. Todo el mundo está siempre contra mí. Me van a cargar el asesinato encima. Es una persecución (Da unos pasos hacia el mayor Metcalf.), eso es lo que es… una persecución.
(Giles lo sigue pero se detiene en el extremo izquierdo de la mesa grande.)
MAYOR METCALF (Levantándose; amablemente):
¡Calma, muchacho, calma! (Da unas palmaditas en la espalda de Christopher, luego saca la pipa.)
MOLLIE (Levantándose y acercándose a Christopher):
No te apures, Chris. Nadie está en contra tuya. (Dirigiéndose a Trotter.) Dígale que no tema nada.
TROTTER (Mirando a Giles, imperturbable):
No le echaremos la culpa si es inocente. Nunca lo hacemos.
MOLLIE (Dirigiéndose a Trotter):
Dígale que no va a detenerlo.
TROTTER (Acercándose a Mollie; imperturbable):
No voy a detener a nadie. Para hacerlo necesito pruebas. No tengo pruebas… todavía.
(Christopher se acerca a la chimenea.)
GILES:
Me temo que estás loca, Mollie. (Acercándose a Trotter.) ¡Y usted también! Hay sólo una persona que responde a la descripción y, aunque fuera solamente como medida de seguridad, debería detenerla. Es lo menos que podemos pedir los demás.
MOLLIE:
Espera, Giles, espera. Sargento Trotter… ¿puedo… puedo hablar con usted un minuto?
TROTTER:
No faltaría más, mistress Ralston. ¿Quieren los demás pasar al comedor, por favor?
(Los demás se levantan y se dirigen a la puerta de la derecha: primero miss Casewell, luego míster Paravicini, protestando, seguido por Christopher y el mayor Metcalf, que se detiene para encender la pipa. El mayor Metcalf se da cuenta de que todos lo miran fijamente. Salen todos.)
GILES:
Yo me quedo.
MOLLIE:
No, Giles, tú también, por favor.
GILES (Furioso):
¡Yo me quedo! No sé qué diablos te pasa, Mollie.
MOLLIE:
¡Por favor!
(Giles sale por donde han salido los demás deja la puerta abierta. Mollie la cierra. Trotter se acerca a la salida de la derecha.)
TROTTER:
Y bien, mistress Ralston (Da unos pasos hacia la butaca grande.), ¿qué es lo que quiere decirme?
MOLLIE (Acercándose a Trotter):
Sargento Trotter, usted piensa que este (Da unos pasos en torno al sofá.)… que este asesino loco debe de ser el mayor de los niños de Longridge Farm… pero no lo sabe con certeza, ¿no es así?
TROTTER:
En realidad no sabemos nada. Lo único que hemos averiguado hasta el momento es que la mujer que junto con su marido maltrató e hizo pasar hambre a aquellos pequeños ha sido asesinada y que la mujer magistrado que puso a dichos niños bajo la tutela de aquella pareja ha sido asesinada también. (Da unos pasos hacia la derecha del sofá.) El cable del teléfono que me comunicaría con comisaría ha sido cortado…
MOLLIE:
Ni eso sabe con certeza. Puede que haya sido la nieve.
TROTTER:
No, mistress Ralston, el cable lo han cortado a propósito. Lo cortaron a poca distancia de la puerta principal. Lo he visto con mis propios ojos.
MOLLIE (Estremeciéndose):
Entiendo.
TROTTER:
Siéntese, mistress Ralston.
MOLLIE (Sentándose en el sofá):
Pero así y todo, usted no sabe…
TROTTER (Dando unos pasos alrededor del sofá):
Me guío por las probabilidades. Todo señala hacia lo mismo: inestabilidad mental, infantilismo, deserción del ejército y el informe del psiquiatra.
MOLLIE:
Sí, ya sé, y, por tanto, todo parece señalar a Christopher. Tiene que haber otras posibilidades.
TROTTER (Volviéndose hacia ella):
¿Por ejemplo?
MOLLIE (Titubeando):
Pues… ¿es que los pequeños no tenían ningún pariente?
TROTTER:
La madre era una borracha. Murió poco después de que le quitasen los pequeños.
MOLLIE:
¿Y qué hay del padre?
TROTTER:
Era un sargento del ejército y estaba destinado en el extranjero. Probablemente ya lo habrán licenciado, si es que vive todavía.
MOLLIE:
¿No sabe dónde está ahora?
TROTTER:
No tenemos información. Localizarlo nos llevará tiempo; pero puedo asegurarle, mistress Ralston, que la policía tiene en cuenta todas las posibilidades.
MOLLIE:
Pero no sabe usted dónde está en este mismo instante y si el hijo es un desequilibrado mental, puede que el padre también lo fuera.
TROTTER:
No deja de ser una posibilidad.
MOLLIE:
Si regresó a casa después de haber sido prisionero de los japoneses y sufrir terriblemente, por ejemplo… si regresó a casa y se encontró con que su mujer había muerto y sus hijos habían pasado por un trance terrible, que había costado la vida a uno de ellos, pudo perder la razón y buscar… ¡venganza!
TROTTER:
Eso no es más que una conjetura.
MOLLIE:
¿Pero es posible?
TROTTER:
Oh, sí, mistress Ralston: es muy posible.
MOLLIE:
De modo que el asesino puede ser un hombre de mediana edad, o incluso un anciano. (Hace una pausa.) Cuando dije que la policía había llamado, el mayor Metcalf se puso muy nervioso. Le vi la cara.
TROTTER (Reflexionando):
¿El mayor Metcalf? (Se aproxima a la butaca grande y se sienta.)
MOLLIE:
Mediana edad, soldado… Parece muy simpático y perfectamente normal… pero podría ser que no se le notase, ¿verdad?
TROTTER:
A menudo no se nota en absoluto.
MOLLIE (Levantándose y acercándose a Trotter):
Así que Christopher no es el único sospechoso. El mayor Metcalf también lo es.
TROTTER:
¿Alguna sugerencia más?
MOLLIE:
Pues, a míster Paravicini se le cayó el atizador cuando dije que la policía había llamado.
TROTTER:
¿Míster Paravicini? (Parece reflexionar.)
MOLLIE:
Ya sé que parece muy viejo y es extranjero y lo que usted quiera, pero quizás no sea tan viejo como parece. Se mueve como si fuera un hombre mucho más joven y no cabe ninguna duda de que lleva el rostro maquillado. Miss Casewell también se dio cuenta. Tal vez vaya… ya sé que parece muy melodramático… pero tal vez vaya disfrazado.
TROTTER:
Está usted muy ansiosa por que no sea el joven míster Wren, ¿no es verdad?
MOLLIE (Acercándose al fuego):
¡Parece tan… tan desamparado! (Volviéndose a Trotter.) Y tan feliz.
TROTTER:
Permítame que le diga una cosa, mistress Ralston. He tenido presentes todas, absolutamente todas las posibilidades desde el principio. El muchacho que se llamaba Georgie, el padre… y alguien más. Había una hermana también. No lo olvide.
MOLLIE:
Oh… ¿la hermana?
TROTTER (Levantándose y acercándose a Mollie):
A Maureen Lyon pudo matarla una mujer. Una mujer. (Dando unos pasos.) Llevaba la cara tapada con la bufanda, el sombrero echado sobre los ojos y hablaba en susurros. La voz es lo que delata al sexo. (Se acerca a la mesita de detrás del sofá.) Sí, pudo haber sido una mujer.
MOLLIE:
¿Miss Casewell?
TROTTER (Dirigiéndose a la escalera):
Parece demasiado mayor para eso. (Sube los peldaños, abre la puerta de la biblioteca, se asoma. Luego cierra la puerta.) Sí, mistress Ralston, como usted dice, hay muchas posibilidades. (Baja la escalera.) Está usted misma, por ejemplo.
MOLLIE:
¿Yo?
TROTTER:
Tiene más o menos la edad precisa.
(Mollie está a punto de protestar.)
(Conteniéndola.) No, no. Cualquier cosa que me diga sobre usted misma no puedo comprobarla en estos momentos, recuérdelo. Y también está su marido.
MOLLIE:
¿Giles? ¡Qué ridiculez!
TROTTER (Caminando lentamente hacia Mollie):
Él y Christopher Wren vienen a tener la misma edad. Mire, su marido parece mayor de lo que es, y Christopher Wren parece más joven. Es muy difícil adivinar su verdadera edad. ¿Qué sabe usted de su marido, mistress Ralston?
MOLLIE:
¿Qué sé de Giles? Oh, no diga sandeces.
TROTTER:
¿Cuánto tiempo llevan casados?
MOLLIE:
Un año justo.
TROTTER:
¿Y dónde lo conoció?
MOLLIE:
Fue en un baile, en Londres, yendo en grupo.
TROTTER:
¿Le presentó a su familia?
MOLLIE:
No la tiene. Todos sus familiares han muerto ya.
TROTTER (Significativamente):
¿Todos han muerto?
MOLLIE:
Sí, pero… Oh, lo dice como si fuese un delito. Su padre era abogado y su madre murió cuando él era muy pequeño.
TROTTER:
Lo que me está diciendo no es más que lo que él le contó.
MOLLIE:
Sí, pero… (Le vuelve la espalda.)
TROTTER:
No lo sabe usted de propia fuente.
MOLLIE (Volviéndose rápidamente):
No hay derecho que…
TROTTER:
Se sorprendería usted, mistress Ralston, si supiera con cuántos casos como el suyo nos encontramos. Especialmente desde el final de la guerra. Hogares deshechos, familias muertas… Se presenta un tipo y dice que ha servido en las fuerzas aéreas o que acaba de terminar la instrucción militar. Sus padres murieron durante la guerra y no tiene parientes. La familia no cuenta hoy en día. La gente joven resuelve sus propios asuntos… se conocen y se casan. Eran los padres y los parientes los que hacían las indagaciones antes de dar su consentimiento para la boda. Todo esto ya se ha acabado. Las chicas se casan con el hombre al que quieren y sanseacabó. A veces tardan uno o dos años en averiguar que él es un empleado de banca al que busca la policía, o un desertor del ejército o cualquier otra cosa igualmente indeseable. ¿Cuánto hacía que conocía a Giles Ralston cuando se casó con él?
MOLLIE:
Tres semanas justas. Pero…
TROTTER:
¿Y no sabe nada sobre él?
MOLLIE:
Eso no es verdad. Lo sé todo sobre él. Sé perfectamente qué clase de persona es. ¡Es Giles! (Se vuelve hacia el fuego.) Y es absolutamente absurdo insinuar que es algún horrible maníaco homicida. ¡Pero si ni siquiera estaba en Londres ayer cuando se cometió el asesinato!
TROTTER:
¿Dónde estaba? ¿Aquí?
MOLLIE:
Fue a una subasta en busca de tela metálica para el gallinero.
TROTTER:
¿La trajo a casa? (Se acerca al escritorio.)
MOLLIE:
No, no tenían de la clase que él quería.
TROTTER:
Esto está sólo a treinta millas de Londres, ¿no es verdad? Ah, veo que tienen la guía de ferrocarriles. (Coge la guía y la lee.) Sólo una hora en tren… un poco más en coche.
MOLLIE (Dando una patada de indignación en el suelo):
¡Le digo que Giles no estuvo en Londres!
TROTTER:
Aguarde un instante, mistress Ralston. (Sale al vestíbulo y regresa con un abrigo oscuro. Se aproxima a Mollie.) ¿Es este abrigo el de su marido?
(Mollie mira el abrigo.)
MOLLIE (Con suspicacia):
Sí. Trotter saca del bolsillo un periódico de la tarde doblado.
TROTTER:
El Evening News de ayer. Lo vendían en la calle alrededor de las tres y media de ayer tarde.
MOLLIE:
¡No lo creo!
TROTTER:
¿No? (Se dirige a la salida con el abrigo.) ¿No lo cree?
(Trotter sale por la salida de la derecha llevándose el abrigo. Mollie se sienta en un sillón y se queda mirando fijamente el periódico. Se abre lentamente la puerta de la derecha. Christopher se asoma por la abertura, ve que Mollie está sola y entra.)
CHRISTOPHER:
¡Mollie!
(Mollie se levanta sobresaltada y esconde el periódico debajo de uno de los cojines de la butaca grande.)
MOLLIE:
¡Me has asustado! (Da unos pasos alejándose de la butaca.)
CHRISTOPHER:
¿Dónde está él? (Acercándose a Mollie.) ¿Adónde ha ido?
MOLLIE:
¿Quién?
CHRISTOPHER:
El sargento.
MOLLIE:
Oh, ha salido por allí.
CHRISTOPHER:
Ojalá pudiera marcharme de aquí. De alguna manera… da igual. ¿No hay ninguna parte donde pueda esconderme aquí en la casa?
MOLLIE:
¿Esconderte?
CHRISTOPHER:
Sí… de él.
MOLLIE:
¿Por qué?
CHRISTOPHER:
Pero, querida, ¿no ves que se han puesto todos en contra mía? Dirán que he cometido estos asesinatos… Especialmente tu marido. (Se acerca al sofá.)
MOLLIE:
No te preocupes por él. (Da un paso hacia Christopher.) Escucha, Christopher, no puedes seguir así… huyendo toda tu vida.
CHRISTOPHER:
¿Por qué dices eso?
MOLLIE:
Pues porque es verdad, ¿no?
CHRISTOPHER (Con desánimo):
Sí, es muy cierto. (Se sienta en el sofá.)
MOLLIE (Sentándose en el otro extremo del sofá y hablando afectuosamente):
Alguna vez tendrás que hacerte hombre, Chris.
CHRISTOPHER:
Ojalá fuese aún un niño.
MOLLIE:
Christopher Wren no es tu verdadero nombre, ¿verdad?
CHRISTOPHER:
En efecto.
MOLLIE:
Y tampoco es cierto que estás estudiando para arquitecto…
CHRISTOPHER:
Tampoco.
MOLLIE:
¿Por qué…?
CHRISTOPHER:
¿Por qué me hago llamar Christopher Wren? Sólo porque me hizo gracia. Y además en la escuela se reían de mí y me llamaban el pequeño Christopher Robin. Robin… Wren… asociación de ideas[1]. La escuela fue un infierno.
MOLLIE:
¿Cómo te llamas en realidad?
CHRISTOPHER:
No hace falta hablar de eso. Deserté cuando hacia el servicio militar. Lo pasaba tan mal que no pude aguantar más.
(De repente Mollie es presa de inquietud. Christopher lo advierte. Mollie se levanta y da unos pasos hacia la derecha.)
(Levantándose y dando unos pasos hacia la izquierda.) Sí, soy como el asesino desconocido.
(Mollie se acerca a la mesa grande y se vuelve de espaldas a él.)
Ya te dije que la descripción correspondía con mis señas. Verás: mi madre… mi madre… (Da unos pasos.)
MOLLIE:
Sí, tu madre, ¿qué?
CHRISTOPHER:
Todo iría bien si ella no hubiese muerto. Ella habría cuidado de mí…
MOLLIE:
No puedes pasarte toda la vida con alguien que te cuide como a un niño. Tienes que aprender a soportar las cosas que te ocurren… tienes que seguir adelante como si nada.
CHRISTOPHER:
No se puede.
MOLLIE:
Sí se puede.
CHRISTOPHER:
¿Quieres decir que tú has podido? (Se acerca a Mollie.)
MOLLIE (Mirándolo cara a cara):
Sí.
CHRISTOPHER:
¿Qué te pasó? ¿Algo muy malo?
MOLLIE:
Algo que nunca he olvidado.
CHRISTOPHER:
¿Tenía que ver con Giles?
MOLLIE:
No, fue mucho antes de conocer a Giles.
CHRISTOPHER:
Debías de ser muy joven. Casi una niña.
MOLLIE:
Quizás fue por eso que resultó tan… espantoso. Fue horrible… horrible… Trato de borrarlo de mi mente, de no pensar más en ello.
CHRISTOPHER:
Así que… tú también huyes. ¿Huyes de las cosas… en vez de plantarles cara?
MOLLIE:
Sí… en cierto modo, también huyo.
(Hay un silencio.)
Teniendo en cuenta que nunca te había visto hasta ayer, parece que nos conocemos bastante bien.
CHRISTOPHER:
Sí. Es extraño, ¿no crees?
MOLLIE:
No lo sé. Supongo que hay una especie de… simpatía entre nosotros.
CHRISTOPHER:
En todo caso, crees que debería afrontar las cosas, ¿no es así?
MOLLIE:
Pues, francamente, ¿qué otra cosa puedes hacer?
CHRISTOPHER:
Podría birlarle los esquíes al sargento. Sé esquiar bastante bien.
MOLLIE:
Sería una tremenda estupidez. Sería casi como admitir que eres culpable.
CHRISTOPHER:
El sargento Trotter cree que lo soy.
MOLLIE:
No, no es verdad. Al menos… yo no sé qué cree él. (Se acerca a la butaca, saca el periódico vespertino de debajo del cojín y lo mira fijamente. De pronto, con pasión.) ¡Lo odio, lo odio, lo odio!
CHRISTOPHER (Sobresaltado):
¿A quién?
MOLLIE:
Al sargento Trotter. Te mete ideas raras en la cabeza. Ideas que no son ciertas, que no pueden serlo de ninguna manera.
CHRISTOPHER:
¿A qué viene todo esto?
MOLLIE:
¡No lo creo… no quiero creerlo!
CHRISTOPHER:
¿Qué es lo que no quieres creer? (Se acerca lentamente a Mollie, apoya las manos sobre sus hombros y la obliga a volverse de cara a él.) ¡Vamos! ¡Dilo ya!
MOLLIE (Mostrándole el periódico):
¿Ves eso?
CHRISTOPHER:
Sí. ¿Qué es?
MOLLIE:
El periódico vespertino de ayer… un periódico de Londres. Y estaba en el bolsillo de Giles. Pero Giles no fue a Londres ayer.
CHRISTOPHER:
Bueno, si estuvo todo el día aquí…
MOLLIE:
Es que no estuvo. Se marchó en coche en busca de tela metálica para el gallinero, pero no pudo encontrarla.
CHRISTOPHER:
Bueno, eso no importa. (Dando unos pasos.) Probablemente subiría hasta Londres.
MOLLIE:
Entonces ¿por qué no me lo dijo? ¿Por qué dijo que había estado todo el día recorriendo la región en coche?
CHRISTOPHER:
Tal vez la noticia del asesinato…
MOLLIE:
Él no sabía nada del asesinato. ¿O sí sabía? ¿Lo sabía? (Se acerca al fuego.)
CHRISTOPHER:
¡Santo Cielo, Mollie! No irás a pensar que… El sargento no pensará que…
(Durante el siguiente parlamento Mollie cruza lentamente el escenario hacia la izquierda del sofá. Christopher, sin decir nada, deja caer el periódico sobre el sofá.)
MOLLIE:
No sé qué piensa el sargento. Y es capaz de hacerte pensar cosas sobre la gente. Empiezas a hacerte preguntas y a dudar. Te imaginas que alguien al que amas y conoces bien puede ser… un desconocido. (Susurrando.) Eso es lo que sucede en una pesadilla. Estás en alguna parte en medio de tus amigos y de pronto les miras las caras y ya no son tus amigos… son otras personas que fingen serlo. Quizás no se pueda confiar en nadie… quizás todo el mundo sea un desconocido. (Se cubre el rostro con las manos.)
(Christopher se acerca al extremo izquierdo del sofá, se arrodilla encima y coge las manos de Mollie apartándoselas del rostro. Giles sale del comedor, pero se detiene al verlos. Mollie retrocede y Christopher se sienta en el sofá.)
GILES (Desde la puerta):
Me parece que he interrumpido algo.
MOLLIE:
No, estábamos… hablando, solamente hablando. He de ir a la cocina… a vigilar el pastel, las patatas y preparar las espinacas. (Da unos pasos.)
CHRISTOPHER (Levantándose):
Te echaré una mano.
GILES (Acercándose a la chimenea):
Nada de eso.
MOLLIE:
Giles…
GILES:
Los tête-à-tête no son muy saludables en estos momentos. No se acerque a la cocina y deje en paz a mi mujer.
CHRISTOPHER:
¡Pero si yo sólo…!
GILES (Furioso):
¡Deje en paz a mi mujer, Wren! No será ella la próxima víctima.
CHRISTOPHER:
¿De modo que eso es lo que piensa de mí?
GILES:
Ya lo ha oído, ¿no es así? Hay un asesino suelto en esta casa… y me parece que es usted.
CHRISTOPHER:
No soy el único que lo parezco.
GILES:
No sé quién más será.
CHRISTOPHER:
¡Qué ciego está usted! ¿O sólo lo finge?
GILES:
Lo que me preocupa es la seguridad de mi mujer.
CHRISTOPHER:
A mí también. No voy a dejarle solo aquí con ella. (Se acerca a Mollie.)
GILES (Acercándose también a Mollie):
¿Qué diablos…?
MOLLIE:
Por favor vete, Chris.
CHRISTOPHER:
No me voy.
MOLLIE:
Por favor vete, Christopher. Por favor, hablo en serio…
CHRISTOPHER (Dando unos pasos):
No estaré lejos.
(Christopher abandona la sala a regañadientes. Mollie se acerca a la silla del escritorio y Giles la sigue.)
GILES:
¿Se puede saber qué pasa? Debes de haberte vuelto loca, Mollie. Te hubieses encerrado en la cocina con un maníaco homicida.
MOLLIE:
No lo es.
GILES:
Basta mirarlo para ver que está chiflado.
MOLLIE:
No lo está. Sólo se siente desgraciado. No es peligroso, Giles. Lo sabría si lo fuese. Y, de todos modos, sé cuidar de mí misma.
GILES:
¡Eso mismo dijo mistress Boyle!
MOLLIE:
¡Oh, Giles, no…! (Da unos pasos.)
GILES (Acercándose a ella):
Escúchame, ¿qué hay entre tú y ese desgraciado?
MOLLIE:
¿Qué quieres decir con eso de «entre nosotros»? Me da lástima… eso es todo.
GILES:
Puede que le hayas conocido antes. Quizás le dijiste que viniese y los dos fingiríais veros por primera vez. Lo habéis tramado entre los dos, ¿no es así?
MOLLIE:
¿Has perdido el juicio, Giles? ¿Cómo te atreves a insinuar algo así?
GILES (Acercándose a la mesa grande):
¿No te parece extraño que haya venido a hospedarse en un lugar tan apartado como éste?
MOLLIE:
No lo es más que el que lo hayan hecho miss Casewell, el mayor Metcalf y mistress Boyle.
GILES:
Una vez leí en el periódico que estos locos homicidas atraían a las mujeres. Al parecer es verdad. (Da unos pasos.) ¿Dónde lo viste por primera vez? ¿Cuánto hace que dura el asunto?
MOLLIE:
Te estás comportando como un chiquillo. (Da unos pasos.) Nunca había visto a Christopher Wren hasta que llegó aquí ayer.
GILES:
Eso es lo que tú dices. Puede que hayas estado viéndote a escondidas con él en Londres.
MOLLIE:
Sabes de sobra que hace semanas que no he ido a Londres.
GILES (Con un tono peculiar):
Llevas semanas sin ir a Londres, ¿no es así?
MOLLIE:
¿Qué diablos quieres decir? Es la verdad.
GILES:
¿De veras? Entonces, ¿qué es esto? (Se saca el guante de Mollie del bolsillo y extrae el billete de autobús.)
(Mollie se sobresalta.)
Éste es uno de los guantes que llevabas ayer. Se te cayó al suelo. Lo recogí hoy después de comer, mientras hablaba con el sargento Trotter. Ya ves lo que hay dentro: ¡un billete de autobús de Londres!
MOLLIE (Con expresión culpable):
¡Oh, eso…!
GILES (Volviéndose):
Así que, al parecer, ayer no fuiste solamente al pueblo, sino que también estuviste en Londres.
MOLLIE:
Está bien, fui a…
GILES:
Aprovechando que yo iba en coche de un lado para otro.
MOLLIE (Con énfasis):
¡Mientras tú ibas de un lado para otro en coche…!
GILES:
¡Venga! ¡Reconócelo! Estuviste en Londres.
MOLLIE:
Está bien. (Da unos pasos.) Estuve en Londres. ¡Y tú también!
GILES:
¿Qué?
MOLLIE:
Tú también estuviste. Volviste con un periódico de la tarde. (Coge el periódico que hay sobre el sofá.)
GILES:
¿De dónde lo has sacado?
MOLLIE:
Estaba en el bolsillo de tu abrigo.
GILES:
Cualquiera pudo ponerlo allí.
MOLLIE:
¿Ah, sí? No: tú estuviste en Londres.
GILES:
Está bien. Sí, estuve en Londres. Pero no fui a reunirme con una mujer.
MOLLIE (Horrorizada, hablando en susurros):
¿No? ¿Estás seguro de que no?
GILES:
¿Eh? ¿Qué quieres decir? (Se acerca a ella.)
(Mollie retrocede.)
MOLLIE:
Vete. No te me acerques.
GILES (Siguiéndola):
¿Qué sucede?
MOLLIE:
No me toques.
GILES:
¿Fuiste ayer a Londres para verte con Christopher Wren?
MOLLIE:
No seas estúpido. Claro que no.
GILES:
Entonces, ¿a qué fuiste?
(Mollie cambia de actitud. Sonríe con expresión soñadora.)
MOLLIE:
No… no te lo diré. Quizás… ahora… se me ha olvidado por qué fui… (Se dirige a la salida de la derecha.)
GILES (Acercándose a Mollie):
¿Qué te ocurre, Mollie? De pronto has cambiado. Tengo la sensación de que ya no te conozco.
MOLLIE:
Quizás nunca me conociste. ¿Cuánto tiempo llevamos casados? ¿Un año? Pero en realidad no sabes nada de mí. No sabes qué hacia, pensaba o sentía antes de conocerme.
GILES:
Mollie, estás loca…
MOLLIE:
¡Muy bien, estoy loca! ¿Por qué no iba a estarlo? ¡A lo mejor resulta divertido estar loca!
GILES (Enojado):
¿Qué diablos estás…?
(Míster Paravicini entra en la sala y se interpone entre los dos.)
PARAVICINI:
Vamos, vamos. Espero que ninguno de los dos esté diciendo más de lo que en realidad quiere decir. Sucede tan a menudo en las riñas entre enamorados…
GILES:
¡Riñas entre enamorados! Eso está bien. (Se acerca a la mesa grande.)
PARAVICINI (Aproximándose al sillón de la derecha):
Sí, sí. Sé cómo se sienten. Yo pasé lo mismo cuando era joven. Jeunesse… jeunesse… como dice el poeta. Me imagino que no llevan mucho tiempo casados, ¿verdad?
GILES (Acercándose a la chimenea):
No es asunto suyo, míster Paravicini…
PARAVICINI (Dando unos pasos):
No, no lo es en absoluto. Sólo vengo a decirle que el sargento no encuentra sus esquíes y me temo que está muy enfadado.
MOLLIE (Dando unos pasos):
¡Christopher!
GILES:
¿Qué dices?
PARAVICINI (Colocándose ante Giles):
Quiere saber si por casualidad los ha guardado usted en otro sitio, míster Ralston.
GILES:
No, claro que no.
(El sargento Trotter entra en la sala con la cara enrojecida y expresión de enojo.)
TROTTER:
Míster Ralston… mistress Ralston, ¿han sacado mis esquíes del armario donde los guardamos?
GILES:
Desde luego que no.
TROTTER:
Alguien los ha cogido.
PARAVICINI (Acercándose a Trotter):
¿Cómo se le ocurrió buscarlos?
TROTTER:
La nieve aún no se ha fundido. Necesito ayuda, refuerzos. Pensaba ir esquiando hasta la comisaría de Market Hampton para dar cuenta de la situación.
PARAVICINI:
Y ahora no puede hacerlo. ¡Vaya por Dios! Alguien se ha cuidado de impedírselo. Aunque tal vez haya otra explicación, ¿no le parece?
TROTTER:
Sí, ¿cuál?
PARAVICINI:
Puede que alguien quiera marcharse.
GILES (Acercándose a Mollie y dirigiéndose a ella):
¿Por qué dijiste «Christopher» hace unos instantes?
MOLLIE:
Por nada.
PARAVICINI (Riendo entre dientes):
Así que nuestro joven arquitecto ha volado, ¿verdad? Muy interesante, mucho.
TROTTER:
¿Es eso cierto, mistress Ralston? (Se acerca a la mesa grande.)
(Christopher entra en la sala y se acerca al sofá.)
MOLLIE (Dando un par de pasos):
¡Ah, gracias a Dios! Después de todo, no te has ido.
TROTTER (Cruzando la sala hasta Christopher):
¿Ha cogido usted mis esquíes, míster Wren?
CHRISTOPHER (Sorprendido):
¿Sus esquíes, sargento? Pues no, ¿para qué iba a cogerlos?
TROTTER:
Me pareció que mistress Ralston pensaba que… (Mira a Mollie.)
MOLLIE:
Míster Wren es muy aficionado a esquiar. Se me ocurrió que tal vez los habría cogido sólo para… hacer un poco de ejercicio.
GILES:
¿Ejercicio? (Se acerca a la mesa grande.)
TROTTER:
Bueno, ahora escúchenme todos. Este asunto es serio. Alguien me ha quitado el único medio de comunicación con el mundo exterior. Quiero que se reúnan todos aquí… ahora mismo.
PARAVICINI:
Creo que miss Casewell está en el piso de arriba.
MOLLIE:
Iré a buscarla.
(Mollie sube la escalera. Trotter se acerca a la salida de la izquierda.)
PARAVICINI (Dando unos pasos):
Dejé al mayor Metcalf en el comedor. (Abre la puerta y se asoma.) ¡Mayor Metcalf! Ya no está aquí.
GILES:
Miraré si doy con él.
(Giles sale de la estancia. Mollie y miss Casewell entran en la sala. Mollie se coloca a la derecha de la mesa grande y miss Casewell a la izquierda. El mayor Metcalf sale de la biblioteca.)
MAYOR METCALF:
¿Me buscaban?
TROTTER:
Se trata de mis esquíes.
MAYOR METCALF:
¿Esquíes? (Se acerca al sofá.)
PARAVICINI (Acercándose a la puerta de la derecha y llamando):
¡Míster Ralston!
(Aparece Giles y se queda en el umbral. Paravicini va a sentarse en el pequeño sillón de la derecha.)
TROTTER:
¿Alguno de ustedes dos ha cogido unos esquíes que estaban en el armario que hay cerca de la puerta de la cocina?
MISS CASEWELL:
¡Santo cielo, no! ¿Por qué iba a cogerlos?
MAYOR METCALF:
Yo ni los toqué.
TROTTER:
Pues, a pesar de todo, ya no están allí. (Dirigiéndose a miss Casewell.) ¿Por dónde subió a su cuarto?
MISS CASEWELL:
Por la escalera de atrás.
TROTTER:
Entonces pasó por delante del armario.
MISS CASEWELL:
Si usted lo dice… No tengo idea de dónde están sus esquíes.
TROTTER (Dirigiéndose al mayor Metcalf):
Pues usted ha entrado en ese armario hoy.
MAYOR METCALF:
En efecto.
TROTTER:
A la hora en que mistress Boyle fue asesinada.
MAYOR METCALF:
Cuando mistress Boyle fue asesinada yo estaba en el sótano.
TROTTER:
¿Estaban los esquíes en el armario cuando usted pasó por ahí?
MAYOR METCALF:
No tengo la menor idea.
TROTTER:
¿No los vio allí?
MAYOR METCALF:
No lo recuerdo.
TROTTER:
¡Pero usted tiene que acordarse de si estaban allí!
MAYOR METCALF:
De nada le servirá gritarme, jovencito. No pensaba en los condenados esquíes. Lo que me interesaba era el sótano. (Se acerca al sofá y se sienta.) La arquitectura de este lugar es muy interesante. Abrí la otra puerta y bajé. Así que no puedo decirle si los esquíes estaban allí o no.
TROTTER (Dando unos pasos hacia el sofá):
Se dará cuenta de que tuvo usted una magnífica oportunidad de cogerlos, ¿no es así?
MAYOR METCALF:
Sí, sí, es cierto. De haber querido cogerlos, claro.
TROTTER:
Mi pregunta es la siguiente: ¿dónde están ahora?
MAYOR METCALF:
No creo que nos cueste encontrarlos si los buscamos entre todos. No será como buscar una aguja en un pajar. Unos esquíes abultan mucho. ¿Y si nos ponemos a buscarlos? (Se levanta y se acerca a la puerta.)
TROTTER:
No tan de prisa, mayor Metcalf. Puede que sea precisamente eso lo que se pretende que hagamos.
MAYOR METCALF:
¿Cómo? No lo entiendo.
TROTTER:
Me encuentro en una situación que me obliga a ponerme en el lugar de un maníaco astuto. Tengo que preguntarme qué es lo que él quiere que hagamos y qué es lo que él tiene intención de hacer a continuación. Debo tratar de adelantarme a él. Porque, si no lo hago, va a haber otra muerte.
MISS CASEWELL:
¿Sigue creyéndolo así?
TROTTER:
Sí, miss Casewell. Así lo creo. Tres ratones ciegos: dos ya han sido eliminados. Queda aún el tercero. (Da unos pasos de espaldas al público.) Ahora hay aquí seis personas escuchándome. ¡Uno de ustedes es el asesino!
(Hay una pausa. Todos se muestran afectados y se miran unos a otros.)
Uno de ustedes es un asesino. (Se acerca a la chimenea.) Todavía no sé cuál, pero lo sabré. Y otro de ustedes es la próxima víctima del asesino. A esa persona me dirijo ahora. (Se acerca a Mollie.) Mistress Boyle me ocultó algo… ahora mistress Boyle está muerta. (Da unos pasos.) Usted… quienquiera que sea… me está ocultando algo. Pues… no lo haga. Porque corre usted peligro. Nadie que ya haya matado dos veces vacilará en hacerlo una tercera vez. (Da unos pasos hacia el mayor Metcalf.) Y tal como están las cosas, no sé quién de ustedes necesita protección.
(Hay una pausa.)
(Dirigiéndose al Centro del escenario y dando la espalda al publico.) Venga ya, cualquiera de los presentes que tenga algo que reprocharse, por insignificante que sea, en relación con aquel viejo asunto: será mejor que me lo diga.
(Hay una pausa.)
Muy bien… no quiere decírmelo. Atraparé al asesino. De eso no me cabe duda. Pero puede que sea ya demasiado tarde para uno de ustedes. (Se acerca a la mesa grande.) Y les diré algo más: el asesino está disfrutando con esto. Sí, se está divirtiendo de lo lindo…
(Hay una pausa.)
(Va a colocarse detrás de la mesa grande. Aparta la cortina de la derecha, mira al exterior y luego se sienta.) Muy bien: ya pueden irse.
(El mayor Metcalf entra en el comedor. Christopher sube al piso de arriba. Miss Casewell se acerca a la chimenea y se apoya en la repisa. Giles da unos pasos hacia el centro y Mollie le sigue. Giles se para y se vuelve hacia la derecha. Mollie le vuelve la espalda y se coloca detrás de la butaca grande. Paravicini se levanta y se aproxima a Mollie.)
PARAVICINI:
Por cierto, mi querida señora, ¿ha probado alguna vez hígado de pollo servido sobre una tostada bien untada de foie gras, con un trocito de tocino al que se le ha puesto un poquitín de mostaza fresca? Iré con usted a la cocina y veremos qué podemos hacer entre los dos. Será una ocupación encantadora.
(Paravicini coge a Mollie por el brazo derecho y empieza a andar hacia la salida de la derecha.)
GILES (Cogiendo a Mollie por el brazo izquierdo):
Ya ayudaré yo a mi mujer, Paravicini.
(Mollie rechaza el brazo de Giles.)
PARAVICINI:
Su marido teme por usted. Muy natural en estas circunstancias. No le hace gracia que esté usted a solas conmigo.
(Mollie rechaza el brazo de Paravicini.)
Lo que teme son mis tendencias sádicas… no las poco honorables. (La mira con expresión lujuriosa.) ¡Ay, siempre el obstáculo del marido! (Besa los dedos de Mollie.) A rivederla…
MOLLIE:
Estoy segura de que Giles no cree que…
PARAVICINI:
Es muy prudente. No quiere correr riesgos. (Se acerca a la butaca grande.) ¿Puedo demostrarle a él o a usted o a nuestro tenaz sargento que no soy un maníaco homicida? Es tan difícil probar un negativo… ¿Y si en vez de ello en realidad soy… (Tararea unos compases de «Tres ratones ciegos».)
MOLLIE:
Calle. (Se coloca detrás de la butaca grande.)
PARAVICINI:
¿No le parece una cancioncilla alegre? Les cortó la cola con el trinchante… tris, tris, tris… delicioso. Justo lo que encantaría a un niño. Los niños son crueles. (Se inclina hacia delante.) Algunos nunca dejan de ser niños.
(Mollie suelta una exclamación de temor.)
GILES (Acercándose a la mesa grande):
¡Deje ya de asustar a mi esposa!
MOLLIE:
Soy una tonta. Pero, verá usted… yo encontré a mistress Boyle. Tenía la cara amoratada. No puedo olvidarlo.
PARAVICINI:
Lo sé. Es difícil olvidar, ¿verdad? No es usted de las que olvidan.
MOLLIE (Incoherentemente):
Tengo que irme… la comida… la cena… a preparar las espinacas… y las patatas se están estropeando… por favor, Giles.
(Giles y Mollie abandonan la sala. Paravicini se apoya en el dintel y los sigue con la mirada, sonriendo. Miss Casewell se queda junto a la chimenea, ensimismada.)
TROTTER (Levantándose y aproximándose a Paravicini):
¿Qué le ha dicho a la señora que tanto la ha turbado, señor?
PARAVICINI:
¿Yo, sargento? Oh, sólo ha sido una bromita inocente. Siempre me han gustado las bromitas.
TROTTER:
Hay bromas divertidas y otras que no lo son.
PARAVICINI (Dando unos pasos):
¿Qué quiere usted decir, sargento?
TROTTER:
Me he estado preguntando acerca de usted, señor.
PARAVICINI:
¿De veras?
TROTTER:
Me extraña que su coche se haya atascado en la nieve (Hace una pausa y corre la cortina.) tan oportunamente.
PARAVICINI:
Querrá decir inoportunamente, ¿no es así, sargento?
TROTTER (Acercándose a Paravicini):
Eso depende de cómo se mire. Por cierto, ¿adónde iba usted cuando sufrió este… accidente?
PARAVICINI:
Oh… iba a visitar a una amiga.
TROTTER:
¿En estos contornos?
PARAVICINI:
No muy lejos de aquí.
TROTTER:
¿El nombre y la dirección de esta amiga?
PARAVICINI:
Caramba, sargento Trotter, ¿eso importa ahora? Quiero decir que no tiene nada que ver con lo que ha pasado aquí, ¿verdad? (Se sienta en el sofá.)
TROTTER:
Nos gusta reunir toda la información posible. ¿Cómo ha dicho que se llama su amiga?
PARAVICINI:
No lo he dicho. (Saca un cigarro de la cigarrera que lleva en el bolsillo.)
TROTTER:
No, no lo ha dicho. Y, al parecer, no piensa decirlo. (Se sienta en el brazo derecho del sofá.) Eso es interesante.
PARAVICINI:
Podría ser por tantos… motivos. Por discreción, por ejemplo. ¡Los maridos son tan celosos…! (Perfora el cigarro.)
TROTTER:
Es usted algo mayor para tener aventuras amorosas, ¿no le parece?
PARAVICINI:
Mi querido sargento, puede que no sea tan viejo como parezco.
TROTTER:
Eso justamente es lo que he estado pensando, señor.
PARAVICINI:
¿Qué? (Enciende el cigarro.)
TROTTER:
Que puede que no sea usted tan viejo como… trata de parecer. Mucha gente intenta quitarse años de encima. Cuando alguien trata de parecer más viejo de lo que es en realidad… bueno, uno se pregunta por qué.
PARAVICINI:
Así que, además de hacer preguntas a tanta gente, se las hace usted a si mismo también, ¿eh? ¿No le parece que eso es exagerar?
TROTTER:
Tal vez obtenga una respuesta de mí mismo, ya que de usted no obtengo muchas.
PARAVICINI:
Bien, bien, pruebe otra vez. Es decir, si tiene más preguntas que hacerme.
TROTTER:
Una o dos. ¿De dónde venía usted anoche?
PARAVICINI:
Ésta es sencilla: de Londres.
TROTTER:
¿Cuál es su dirección en Londres?
PARAVICINI:
Siempre me hospedo en el Hotel Ritz.
TROTTER:
Debe de ser un lugar muy agradable, seguro. ¿Cuál es su dirección permanente?
PARAVICINI:
No me gusta lo permanente.
TROTTER:
¿Cuál es su oficio o profesión?
PARAVICINI:
Juego a la Bolsa.
TROTTER:
¿Es usted corredor de Bolsa?
PARAVICINI:
No, no, no me ha entendido bien.
TROTTER:
Se está usted divirtiendo, ¿verdad? Se siente muy seguro de sí mismo. Pues no debería estarlo tanto. Piense que se halla envuelto en un caso de asesinato. No lo olvide. Un asesinato no es ningún juego divertido.
PARAVICINI:
¿Ni siquiera este asesinato? (Suelta una risita y mira a Trotter.) ¡Vaya por Dios! Es usted muy serio, sargento Trotter. Siempre he pensado que los policías no tienen sentido del humor. (Se levanta y da unos pasos.) ¿La inquisición ha terminado… de momento?
TROTTER:
De momento, sí.
PARAVICINI:
Muchas gracias. Iré a ver si sus esquíes están en la salita. Podría ser que alguien los hubiera escondido en el piano de cola.
(Paravicini abandona la sala. Frunciendo el entrecejo, Trotter lo sigue con la mirada, se acerca a la puerta y la abre. Miss Casewell cruza silenciosamente hacia la escalera de la izquierda. Trotter cierra la puerta.)
TROTTER (Sin volver la cabeza):
Un momento, por favor.
MISS CASEWELL (Deteniéndose al pie de la escalera):
¿Es a mí?
TROTTER:
Sí. (Se acerca a la butaca grande.) ¿Quiere hacerme el favor de sentarse aquí un momento? (Prepara la butaca para ella.)
(Miss Casewell lo mira cautamente y se acerca al sofá.)
MISS CASEWELL:
Bien, ¿qué es lo que quiere?
TROTTER:
Quizás habrá oído algunas de las preguntas que le he hecho a míster Paravicini, ¿no?
MISS CASEWELL:
Sí, las he oído.
TROTTER (Acercándose al sofá):
Quisiera que me diese usted cierta información.
MISS CASEWELL (Aproximándose a la butaca y sentándose):
¿Qué desea saber?
TROTTER:
Su nombre completo, por favor.
MISS CASEWELL:
Leslie Margaret (Hace una pausa.) Katherine Casewell.
TROTTER (Con un tono levemente distinto):
Katherine…
MISS CASEWELL:
Se escribe con «K».
TROTTER:
¡Ajá! ¿Dirección?
MISS CASEWELL:
Villa Mariposa, Pine d’Or, Mallorca.
TROTTER:
Eso está en Italia, ¿verdad?
MISS CASEWELL:
Es una isla… en España.
TROTTER:
Ya. ¿Y su dirección en Inglaterra?
MISS CASEWELL:
A la atención de Morgan’s Bank, Leadenhall Street.
TROTTER:
¿No tiene ninguna otra dirección?
MISS CASEWELL:
No.
TROTTER:
¿Cuánto lleva en Inglaterra?
MISS CASEWELL:
Una semana.
TROTTER:
¿Dónde se ha hospedado desde su llegada?
MISS CASEWELL:
En el Ledbury Hotel, Knightsbridge.
TROTTER (Sentándose en el sofá):
¿Qué la ha traído a Monkswell Manor, miss Casewell?
MISS CASEWELL:
Buscaba un lugar tranquilo… en el campo.
TROTTER:
¿Cuánto tiempo pensaba… o piensa… quedarse aquí? (Empieza a alisarse el pelo con la mano derecha.)
MISS CASEWELL:
Hasta que haya terminado lo que he venido a hacer. (Se fija en que el sargento se está alisando el pelo.)
(Trotter levanta la cabeza, sobresaltado por la fuerza de la contestación. Miss Casewell lo mira fijamente.)
TROTTER:
¿Y qué es lo que ha venido a hacer?
(Hay una pausa.)
¿Qué es lo que ha venido a hacer? (Deja de alisarse el pelo.)
MISS CASEWELL (Con expresión de sorpresa):
¿Eh?
TROTTER:
¿Qué ha venido a hacer aquí?
MISS CASEWELL:
Perdone. Estaba pensando en otra cosa.
TROTTER (Levantándose y acercándose a miss Casewell):
No ha contestado mi pregunta.
MISS CASEWELL:
No veo por qué tengo que hacerlo. Es algo que me concierne a mí sola. Un asunto estrictamente particular.
TROTTER:
Aunque así sea, miss Casewell…
MISS CASEWELL (Levantándose y acercándose al fuego):
No, no creo que vayamos a hablar de ello.
TROTTER (Siguiéndola):
¿Le importaría decirme su edad?
MISS CASEWELL:
En absoluto. Consta en mi pasaporte. Tengo veinticuatro años.
TROTTER:
¿Veinticuatro?
MISS CASEWELL:
Piensa que parezco mayor, ¿no es así? En efecto, lo parezco.
TROTTER:
¿Alguien de este país puede avalarla?
MISS CASEWELL:
Mi banco puede darle cuenta de mi posición económica. También podría darle la dirección de un abogado… un hombre muy discreto. Pero no puedo darle referencias sociales. He pasado la mayor parte de mi vida en el extranjero.
TROTTER:
¿En Mallorca?
MISS CASEWELL:
En Mallorca y en otros lugares.
TROTTER:
¿Nació usted en el extranjero?
MISS CASEWELL:
No. Salí de Inglaterra cuando tenía trece años.
(Hay una pausa en la que se nota cierta tensión.)
TROTTER:
¿Sabe usted, miss Casewell? No acabo de entenderla. (Retrocede ligeramente.)
MISS CASEWELL:
¿Y eso tiene importancia?
TROTTER:
No lo sé. (Se sienta en la butaca.) ¿Qué está haciendo aquí?
MISS CASEWELL:
Parece que eso le preocupa.
TROTTER:
Efectivamente, me preocupa… (La mira fijamente.) ¿Dice que se marchó al extranjero a los trece años?
MISS CASEWELL:
A los doce… a los trece… más o menos.
TROTTER:
¿A la sazón se llamaba Casewell?
MISS CASEWELL:
Así me llamo ahora.
TROTTER:
¿Cómo se llamaba entonces? Vamos… conteste.
MISS CASEWELL:
¿Qué trata de demostrar? (Pierde la calma.)
TROTTER:
Quiero saber cómo se llamaba usted cuando se marchó de Inglaterra.
MISS CASEWELL:
Ha pasado mucho tiempo. Lo he olvidado.
TROTTER:
Hay cosas que no se olvidan.
MISS CASEWELL:
Posiblemente.
TROTTER:
La infelicidad… el desespero…
MISS CASEWELL:
Me figuro que…
TROTTER:
¿Cómo se llama en realidad?
MISS CASEWELL:
Ya se lo he dicho: Leslie Margaret (Se sienta en el sillón pequeño de la derecha.) Katherine Casewell.
TROTTER (Levantándose):
¿Katherine…? (Se detiene delante de ella.) ¿Qué diablos hace aquí?
MISS CASEWELL:
Pues yo… ¡Oh, Dios!… (Se levanta, da unos pasos y se desploma sobre el sofá. Rompe a llorar y a mover el cuerpo hacia delante y atrás.) ¡Ojalá nunca hubiese venido!
(Trotter, sobresaltado, se acerca al sofá. Christopher entra por la izquierda.)
CHRISTOPHER (Acercándose al sofá):
Me figuraba que a la Policía no le estaba permitido someter a la gente al tercer grado.
TROTTER:
Lo único que he hecho ha sido interrogar a miss Casewell.
CHRISTOPHER:
Parece que la ha disgustado. (Dirigiéndose a miss Casewell.) ¿Qué le ha hecho?
MISS CASEWELL:
No es nada. Sólo que… todo esto… el asesinato… ¡Es horrible! (Se levanta y se coloca ante Trotter, cara a cara.) Me ha cogido de repente. Subiré a mi habitación.
(Miss Casewell sale de la estancia.)
TROTTER (Acercándose a la escalera y siguiéndola con la mirada):
Es imposible… no puedo creerlo…
CHRISTOPHER (Dando unos pasos y apoyándose en la silla del escritorio):
¿Qué es lo que no puede creer? ¿Seis cosas imposibles antes del desayuno, como la Reina Roja?
TROTTER:
Sí, eso viene a ser.
CHRISTOPHER:
¡Caramba!… Parece que haya visto usted un fantasma.
TROTTER (Empleando su tono habitual):
He visto algo que debería haber visto antes. (Da unos pasos.) ¡Qué ciego he sido! Pero me parece que ahora podremos llegar a alguna parte.
CHRISTOPHER (Impertinentemente):
La policía tiene una pista.
TROTTER (Dando unos pasos; con tono levemente amenazador):
Sí, míster Wren, por fin la policía tiene una pista. Quiero que todos vuelvan a reunirse. ¿Sabe dónde están los demás?
CHRISTOPHER (Acercándose a Trotter):
Giles y Mollie están en la cocina. He estado ayudando al mayor Metcalf a buscar sus esquíes. Hemos mirado en todas partes, pero no ha servido de nada. No sé dónde está Paravicini.
TROTTER:
Yo iré a buscarlo. (Se dirige a la puerta.) Usted avise a los otros.
(Christopher sale de la estancia.)
(Abriendo la puerta.) Míster Paravicini. (Dando unos pasos.) Míster Paravicini. (Volviendo a la puerta y gritando.) ¡Paravicini! (Se acerca a la mesa grande.)
(Paravicini entra alegremente.)
PARAVICINI:
¿Sí, sargento? (Se acerca a la silla del escritorio.) ¿Qué puedo hacer por usted? El pequeño policía ha perdido sus esquíes y no sabe dónde están. Deje de buscarlos y ya verá cómo vienen solos, arrastrando un asesino tras ellos. (Da unos pasos.)
(El mayor Metcalf entra en la sala. Le siguen Giles y Mollie, acompañados por Christopher.)
MAYOR METCALF:
¿Qué sucede? (Se acerca a la chimenea.)
TROTTER:
Siéntese, mayor. Mistress Ralston…
(Nadie se sienta. Mollie se acerca a la butaca grande, Giles a la mesa grande y Christopher se coloca entre los dos.)
MOLLIE:
¿Es necesario que esté presente? En este momento me va muy mal.
TROTTER:
Hay cosas más importantes que la comida, mistress Ralston. Mistress Boyle, por ejemplo, no necesitará volver a comer.
MAYOR METCALF:
Demuestra tener usted muy poco tacto al decirlo así, sargento.
TROTTER:
Lo siento, pero necesito cooperación y tengo la intención de conseguirla. Míster Ralston, ¿quiere ir a decirle a miss Casewell que vuelva a bajar? Ha subido a su cuarto. Dígale que serán sólo unos minutos.
(Giles se dirige a la escalera.)
MOLLIE (Dando unos pasos):
¿Ha encontrado sus esquíes, sargento?
TROTTER:
No, mistress Ralston, pero puedo decir que tengo fuertes sospechas sobre quién los cogió y por qué lo hizo. De momento no diré nada más.
PARAVICINI:
Así me gusta. (Se acerca a la silla del escritorio.) Opino que las explicaciones deben dejarse siempre para el último momento. Para el capítulo final, que es siempre el más interesante.
TROTTER (Con tono de reproche):
Esto no es un juego, señor.
CHRISTOPHER:
¿De veras? Me parece que está usted equivocado. Creo que sí es un juego… para alguien.
PARAVICINI:
Cree usted que el asesino se está divirtiendo. Puede ser… puede ser. (Se sienta en la silla del escritorio.)
(Entran Giles y miss Casewell, ésta última completamente repuesta ya.)
MISS CASEWELL:
¿Qué ocurre?
TROTTER:
Siéntese, miss Casewell. Mistress Ralston…
(Miss Casewell se sienta en el brazo derecho del sofá. Mollie da unos pasos y se sienta en la butaca grande. Giles se queda de pie en el primer peldaño.)
(Con tono oficial.) ¿Quieren prestarme atención, por favor? (Se sienta sobre la mesa grande.) Probablemente recordarán que después del asesinato de mistress Boyle les tomé la declaración a todos. Dichas declaraciones se referían al lugar en que estaban ustedes en el momento de cometerse el asesinato. Y sus afirmaciones fueron las siguientes (Consulta sus notas.): Mistress Ralston en la cocina, míster Paravicini tocando el piano en la salita de estar, míster Ralston en su dormitorio. Lo mismo mister Wren. Miss Casewell en la biblioteca. El mayor Metcalf (Hace una pausa y mira al mayor Metcalf.) en el sótano.
MAYOR METCALF:
Correcto.
TROTTER:
Eso es lo que declararon ustedes. No tenía forma de comprobar que fuera cierto lo que dijeron. Puede que lo sea y puede que no. Por decirlo claramente: cinco de las declaraciones son ciertas, la otra es falsa. ¿Cuál? (Hace una pausa y va mirándolos de uno en uno.) Cinco de ustedes dijeron la verdad, uno de ustedes mintió. Tengo un plan que puede ayudarme a descubrir al que miente. Y si descubro que uno de ustedes me mintió, entonces sabré quién es el asesino.
MISS CASEWELL:
No necesariamente. Alguien puede haber mentido por algún otro motivo.
TROTTER:
Lo dudo.
GILES:
¿Pero qué pretende? Acaba de decir que no había forma de comprobar la veracidad de las declaraciones.
TROTTER:
No, pero suponiendo que cada uno de ustedes lo repitiera por segunda vez…
PARAVICINI (Suspirando):
Vaya, el viejo truco de la reconstrucción del crimen.
GILES:
Eso es una idea extranjera.
TROTTER:
No se trata de la reconstrucción del crimen en sí, mister Paravicini. De lo que se trata es de reconstruir los movimientos de unas personas que en apariencia son inocentes.
MAYOR METCALF:
¿Y qué espera averiguar con ello?
TROTTER:
Ya me disculpará si no se lo digo de momento.
GILES:
¿Quiere que repitamos lo que hicimos?
TROTTER:
Sí, míster Ralston, eso quiero.
MOLLIE:
Es una trampa.
TROTTER:
¿Qué quiere decir con eso de que es una trampa?
MOLLIE:
Pues que es una trampa. Sé que lo es.
TROTTER:
Lo único que quiero es que hagan exactamente lo mismo que antes.
CHRISTOPHER (También con suspicacia):
Pues no veo… sencillamente no veo qué espera averiguar sólo con hacernos repetir lo de antes. Me parece una tontería.
TROTTER:
¿De veras, míster Wren?
MOLLIE:
Pues conmigo no cuente. Tengo demasiado trabajo en la cocina. (Se levanta y se dirige a la puerta.)
TROTTER:
No puedo hacer excepciones. (Se levanta y mira a los reunidos.) Por la cara que ponen casi diría que todos son culpables. ¿Por qué se muestran tan reacios?
GILES:
Claro que haremos lo que usted dice, sargento. Todos cooperaremos, ¿eh, Mollie?
MOLLIE (De mala gana):
Muy bien.
GILES:
¿Wren?
(Christopher asiente con la cabeza.)
¿Miss Casewell?
MISS CASEWELL:
Sí.
GILES:
¿Paravicini?
PARAVICINI (Alzando las manos):
Oh, sí, consiento.
GILES:
¿Metcalf?
MAYOR METCALF (Lentamente):
Sí.
GILES:
¿Todos tenemos que hacer lo mismo que antes?
TROTTER:
Sí, harán lo mismo.
PARAVICINI (Levantándose):
Entonces volveré a sentarme ante el piano en la salita de estar. De nuevo con un solo dedo tocare la sintonía del asesino. (Empieza a cantar moviendo los dedos.) Tum, dum, dum… dum, dum, dum… (Se dispone a salir.)
TROTTER (Dando unos pasos):
No tan de prisa, míster Paravicini. (Dirigiéndose a Mollie.) ¿Toca usted el piano, mistress Ralston?
MOLLIE:
Sí.
TROTTER:
¿Y conoce la tonada de «Tres ratones ciegos»?
MOLLIE:
¿Acaso no la conocemos todos?
TROTTER:
Entonces ¿puede interpretarla al piano con un solo dedo igual que hizo míster Paravicini?
(Mollie asiente con la cabeza.)
Bien. Por favor, entre en la salita, siéntese al piano y prepárese a tocar cuando yo le dé la señal.
(Mollie se dispone a abandonar la sala.)
PARAVICINI:
Pero, sargento, creía que cada uno iba a hacer lo mismo que antes.
TROTTER:
Se harán las mismas cosas, pero no las harán necesariamente las mismas personas. Gracias, mistress Ralston.
(Paravicini abre la puerta. Mollie sale.)
GILES:
No veo la utilidad.
TROTTER (Acercándose a la mesa grande):
Pues la hay. Es un medio para comprobar las declaraciones originales y puede que una de ellas en especial. Vamos a ver, presten todos atención, por favor. A cada uno le haré ocupar un sitio distinto. Mister Wren, ¿tiene la bondad de ir a la cocina? Vigile la comida que mistress Ralston está preparando. Creo que es usted muy aficionado a la cocina.
(Christopher se marcha a la cocina.)
Míster Paravicini, ¿quiere subir a la habitación de mister Wren? Lo mejor será que utilice la escalera de atrás. Mayor Metcalf, ¿quiere hacer el favor de subir a la habitación de míster Ralston y examinar el teléfono que hay allí? Miss Casewell, ¿le importaría bajar al sótano? Mister Wren le indicará el camino. Desgraciadamente necesito que alguien reproduzca lo que hice yo. Siento pedírselo a usted, mister Ralston, pero le ruego que salga por esa ventana y siga el cable del teléfono hasta la puerta principal. Pasará un poco de frío, pero probablemente es usted el más fuerte de todos los presentes.
MAYOR METCALF:
¿Y usted qué va a hacer?
TROTTER (Acercándose a la radio, encendiéndola y apagándola otra vez):
Yo haré el papel de mistress Boyle.
MAYOR METCALF:
Eso es algo arriesgado, ¿no?
TROTTER (Apoyándose en el escritorio):
Se colocarán todos en su sitio y no se moverán hasta que yo los llame.
(Miss Casewell se levanta y abandona la sala. Giles pasa por detrás de la mesa grande y descorre la cortina. El mayor Metcalf sale también. Trotter mueve la cabeza indicando a Paravicini que abandone la sala.)
PARAVICINI (Encogiéndose de hombros):
¡Juegos de salón!
(Paravicini abandona la sala.)
GILES:
¿Le importa que me ponga el abrigo?
TROTTER:
Le aconsejo que lo haga, señor.
(Giles recoge su abrigo del vestíbulo, se lo pone y vuelve junto a la ventana. Trotter se acerca a la mesa grande y escribe algo en su libreta de notas.)
Llévese mi linterna, señor. Está detrás de la cortina.
(Giles sale por la ventana. Trotter se acerca a la puerta de la biblioteca y desaparece por ella. A los pocos instantes vuelve a entrar, apaga la luz de la biblioteca, se acerca a la ventana, la cierra y corre la cortina. Se aproxima a la chimenea y se instala en la butaca grande. Después de una pausa, se levanta y se acerca a la puerta de la izquierda.)
(Llamando.) Mistress Ralston, cuente hasta veinte y empiece a tocar.
(Trotter cierra la puerta, se acerca a la escalera y se asoma. Se oye «Tres ratones ciegos» interpretada al piano. Tras una pausa, cruza la sala y apaga los apliques de la pared de la derecha, luego da unos pasos y hace lo propio con los de la izquierda. Camina rápidamente hasta la lámpara de mesa y la enciende, luego cruza la sala hacia la puerta de la izquierda.)
(Llamando.) ¡Mistress Ralston! ¡Mistress Ralston!
(Mollie entra en la sala.)
MOLLIE:
¿Qué ocurre?
(Trotter cierra la puerta por donde acaba de entrar Mollie y se apoya en ella.)
Parece usted muy satisfecho de si mismo. ¿Ha conseguido lo que quería?
TROTTER:
Exactamente lo que quería.
MOLLIE:
¿Sabe quién es el asesino?
TROTTER:
Sí, lo sé.
MOLLIE:
¿Quién?
TROTTER:
Usted debería saberlo, mistress Ralston.
MOLLIE:
¿Yo?
TROTTER:
Sí. Ha cometido usted una tremenda tontería, ¿sabe? Ha estado a punto de que la asesinaran por haberme ocultado algo. A causa de ello, más de una vez ha corrido un serio peligro.
MOLLIE:
No sé qué quiere decir.
TROTTER (Dando unos pasos lentamente, sin dejar de mostrarse natural y amistoso):
Vamos, mistress Ralston. Nosotros los policías no somos tan tontos como usted piensa. Desde el principio supe que conocía el caso de Longridge Farm por propia experiencia. Usted sabía que mistress Boyle era la magistrado que mandó los niños allí. De hecho, conocía todo el asunto. ¿Por qué no lo dijo?
MOLLIE (Muy afectada):
No lo entiendo. Quería olvidar… olvidar. (Se sienta en el sofá.)
TROTTER:
¿De soltera se llamaba usted Waring?
MOLLIE:
Sí.
TROTTER:
Miss Waring. Era usted maestra de escuela… la escuela a la que asistían aquellos niños.
MOLLIE:
Sí.
TROTTER:
¿No es verdad que Jimmy, el pequeño que murió, consiguió mandarle una carta? (Se sienta en el sofá.) En la carta suplicaba auxilio… auxilio de su bondadosa y joven maestra. Usted nunca contestó a esa carta.
MOLLIE:
No pude hacerlo porque nunca la recibí.
TROTTER:
No… no hizo el menor caso.
MOLLIE:
No es verdad. Estaba enferma. Caí enferma de pulmonía aquel mismo día. La carta quedó entre varias más. No la encontré hasta varias semanas después. Y para entonces el pobre pequeño ya había muerto… (Cierra los ojos.) Muerto… muerto… Esperando que yo hiciera algo… perdiendo la esperanza poco a poco… El recuerdo me ha perseguido desde entonces… Si no hubiese estado enferma… si lo hubiese sabido… ¡Es monstruoso que pasen cosas así!
TROTTER (Con voz súbitamente ronca):
Sí, es monstruoso. (Saca un revólver del bolsillo.)
MOLLIE:
Creía que los policías no llevaban revólver… (De pronto ve la cara de Trotter y suelta un respingo de horror.)
TROTTER:
No lo llevan… Es que yo no soy policía, mistress Ralston. Usted pensó que sí lo era porque llamé desde una cabina y dije que hablaba desde la comisaría y que el sargento Trotter venía para aquí. Corté el cable del teléfono antes de llamar a la puerta. ¿Sabe usted quién soy yo, mistress Raiston? Soy Georgie… soy el hermano de Jimmy, Georgie.
MOLLIE:
¡Oh! (Mira a su alrededor desesperadamente.)
TROTTER (Levantándose):
Será mejor que no intente gritar, mistress Ralston… porque si lo hace, dispararé este revólver… Me gustaría hablar un poco con usted. (Se vuelve.) Digo que me gustaría hablar un poco con usted. Jimmy murió. (Su forma de actuar se vuelve muy sencilla e infantil) Aquella mujer cruel lo mató. La metieron en la cárcel. La cárcel no era bastante mala para ella. Dije que algún día la mataría… Y lo hice. En medio de la niebla. Fue muy divertido. Espero que Jimmy lo sepa. «Los mataré a todos cuando sea mayor». Eso es lo que me dije a mí mismo. Porque los mayores pueden hacer cuanto les apetece. (Alegremente.) Voy a matarla dentro de un minuto.
MOLLIE:
Será mejor que no lo haga. (Se esfuerza por persuadirlo.) No conseguirá escapar de aquí, ¿sabe?
TROTTER (Asperamente):
¡Alguien me ha escondido los esquíes! No los encuentro. Pero no importa. En realidad me da lo mismo escapar que no. Estoy cansado. Ha sido todo tan divertido. Observarles a todos… y fingiéndome policía.
MOLLIE:
El revólver hará mucho ruido.
TROTTER:
Es verdad. Será mejor hacer como con los demás: estrangularla. (Lentamente se acerca a ella, silbando «Tres ratones ciegos».) El último ratoncillo de la ratonera. (Deja caer el revólver sobre el sofá y se inclina sobre Mollie, tapándole la boca con la mano izquierda y sujetándole la garganta con la derecha.)
(Miss Casewell y el mayor Metcalf entran en sala.)
MISS CASEWELL:
Georgie, Georgie, me conoces, ¿no es verdad? ¿No te acuerdas de la granja, Georgie? Los animales, aquel cerdo viejo y gordo, aquel día que el toro nos persiguió por el prado. Y los perros. (Se acerca a la mesita de detrás del sofá.)
TROTTER:
¿Los perros?
MISS CASEWELL:
Sí, «Spot» y «Plain».
TROTTER:
¿Kathy?
MISS CASEWELL:
Sí, Kathy… ahora me recuerdas, ¿no?
TROTTER:
Eres tú, Kathy. ¿Qué estás haciendo aquí? (Se levanta y se acerca a la mesita.)
MISS CASEWELL:
He venido a Inglaterra para buscarte. No te reconocí hasta que te pusiste a alisarte el pelo como solías hacer antes.
(Trotter se pasa la mano por el pelo.)
Sí, siempre lo hacías. Ven conmigo, Georgie. (Con firmeza.) Vas a venir conmigo.
TROTTER:
¿Adónde vamos?
MISS CASEWELL (Dulcemente, como si hablase con un niño):
No te preocupes, Georgie. Te llevaré a un sitio donde te cuidarán y velarán para que no hagas más daño.
(Miss Casewell se marcha escalera arriba llevando a Trotter de la mano. El mayor Metcalf enciende la luz, se acerca a la escalera y mira hacia arriba.)
MAYOR METCALF (Llamando):
¡Ralston! ¡Ralston!
(El mayor Metcalf sube la escalera. Giles entra en la sala. Se acerca corriendo a Mollie, que está sentada en el sofá, se sienta y la toma entre sus brazos, colocando el revólver sobre la mesita.)
GILES:
Mollie, Mollie, ¿estás bien? ¡Querida! ¡Querida!
MOLLIE:
¡Oh, Giles!
GILES:
¿Quién podía suponer que era Trotter?
MOLLIE:
Está loco, completamente loco.
GILES:
Sí, pero tu…
MOLLIE:
Estuve mezclada en el caso. Era la maestra de la escuela… No tuve la culpa, pero él piensa que podría haber salvado al pequeño.
GILES:
Debiste decírmelo.
MOLLIE:
Quería olvidar.
(El mayor Metcalf entra en la sala y se coloca en el centro.)
MAYOR METCALF:
Todo está resuelto. Le han dado un sedante y pronto quedará inconsciente. Su hermana le está cuidando. El pobre está loco de atar, claro. He sospechado de él desde el principio.
MOLLIE:
¿De veras? ¿No se creyó lo de que era policía?
MAYOR METCALF:
Sabía que no era policía. Verá, mistress Ralston, el policía soy yo.
MOLLIE:
¿Usted?
MAYOR METCALF:
En cuanto encontramos la libreta de notas en la que estaban escritas las palabras «Monkswell Manor», comprendimos que era de vital importancia tener a alguien aquí. Cuando se lo dijimos al mayor Metcalf, se avino a que yo me hiciera pasar por él. Cuando Trotter se presentó, no acabé de comprender a qué venía. (Observa el revólver que hay en la mesita y lo coge.)
MOLLIE:
¿Y miss Casewell es hermana suya?
MAYOR METCALF:
Sí, al parecer le reconoció justo antes de que intentase el último crimen. Se quedó sin saber qué hacer, pero por suerte acudió a mí, justo a tiempo. Bueno, ya ha empezado a fundirse la nieve y pronto recibiremos ayuda. (Dando unos pasos.) Ah, por cierto, mistress Ralston, iré a quitar los esquíes. Los escondí encima de la cama de columnas.
(El mayor Metcalf se marcha.)
MOLLIE:
¡Y yo que pensaba que era Paravicini…!
GILES:
Creo que examinarán minuciosamente su coche. No me sorprendería que encontrasen mil relojes suizos escondidos en la rueda de recambio. Sí, a eso se dedica ese bribonazo. Mollie, creo que pensaste que yo…
MOLLIE:
¿Qué hiciste en Londres ayer, Giles?
GILES:
Querida, fui a comprarte un regalo de aniversario. Hoy hace un año justo que nos casamos.
MOLLIE:
Oh, para eso fui yo también a Londres. No quería que lo supieras.
GILES:
¡Ah!
(Mollie se levanta, se acerca al escritorio y saca un paquete. Giles se levanta y va hasta la mesita de detrás del sofá.)
MOLLIE (Entregándole el paquete):
Son cigarros. Espero que estén bien.
GILES (Desenvolviendo el paquete):
¡Qué amable eres, querida! Son espléndidos.
MOLLIE:
¿Te los fumarás?
GILES (Heroicamente):
Me los fumaré.
MOLLIE:
¿Y mi regalo?
GILES:
Ah, sí. Se me olvidaba tu regalo. (Corre hasta el arca del vestíbulo, saca una sombrerera y vuelve a entrar. Orgullosamente.) Es un sombrero.
MOLLIE (Sorprendida):
¿Un sombrero? ¡Pero si casi nunca llevo!
GILES:
Tanto mejor.
MOLLIE (Levantando el sombrero):
¡Qué bonito es, querido!
GILES:
Póntelo.
MOLLIE:
Más tarde, cuando esté bien peinada.
GILES:
No está mal, ¿verdad? La dependienta me dijo que era el último grito en sombreros.
(Mollie se pone el sombrero. Giles da unos pasos. El mayor Metcalf entra corriendo.)
MAYOR METCALF:
¡Mistress Ralston! ¡Mistress Ralston! De la cocina sale un terrible olor a quemado.
(Mollie sale corriendo hacia la cocina.)
MOLLIE (Quejándose):
¡Oh, mi pastel!
TELÓN RÁPIDO