POCOS días después, empezó el curso, y el señor Thornton y su esposa llevaron a Emily a su nuevo colegio, en Blackheath. Mientras ellos tomaban el té con la directora, Emily fue presentada a sus nuevas compañeras de juego.
—Pobre criaturita —dijo la directora—. Espero que olvide pronto las cosas tan terribles por las que ha pasado. Estoy segura de que nuestras muchachitas le reservarán un lugar preferente en sus corazones.
En otra sala, Emily y las demás chicas recién llegadas al colegio, entablaban amistad con las alumnas más antiguas. Mirando a aquella serie de caritas limpias e inocentes, aquellos miembros gráciles, escuchando el incesante e ingenuo parloteo que se elevaba de entre ellas, Dios hubiera podido decir cuál de ellas era Emily. Pero yo, no.