El comandante Anthony Deane-Drummond, segundo en el mando de la 1.a División Aerotransportada de la unidad de Transmisiones británica, no podía comprender qué era lo que marchaba mal. Al principio, sus aparatos de radio recibían perfectamente las señales de la brigada del general de brigada Lathbury mientras marchaba hacia sus objetivos, entre los que figuraba el puente de Arnhem. Pero ahora, a medida que los batallones de Lathbury se iban acercando a Arnhem, las señales de radio se iban debilitando por momentos. Los soldados de transmisiones de Deane-Drummond le traían un continuo torrente de informes que le inquietaban y le desconcertaban. Se veían absolutamente incapaces de establecer contacto con algunos aparatos transportados en jeeps, y las señales que recibían de otros eran tan débiles que apenas resultaban audibles. Sin embargo, los diversos batallones de la brigada de Lathbury, y las unidades de reconocimiento del comandante Freddie Gough no podían encontrarse a más de unos cuatro o cinco kilómetros de distancia.
A Deane-Drummond le preocupaba especialmente los mensajes de Lathbury. Eran vitales para el general Urquhart en su dirección de la batalla. Deane-Drummond decidió enviar un jeep con radio y un operador para captar las señales de Lathbury y retransmitirlas a la división. Ordenó al grupo que se situara en un punto equidistante de la división y de los sistemas de comunicación móviles de Lathbury. Poco tiempo después, Deane-Drummond oyó señales del equipo transmisor. El radio de acción de su transmisor parecía drásticamente reducido —los «22» hubieran debido funcionar eficazmente hasta una distancia de ocho kilómetros como mínimo—, y la señal era débil. O el transmisor no funcionaba debidamente, razonó, o el operador había elegido una mala situación para transmitir. Mientras escuchaba, la señal se desvaneció por completo. Deane-Drummond no podía establecer contacto con nadie. Y tampoco podía hacerlo un equipo especial de operadores americanos de comunicaciones que disponía de dos jeeps con radio. Apresuradamente reunidos y llevados a toda prisa al Cuartel General de la División Aerotransportada británica sólo unas horas antes de que comenzara el despegue, el día 17, los americanos debían servirse de emisores tierra-aire de «muy alta frecuencia» para pedir apoyo directo a los cazas. Estos jeeps con radio podrían haber sido vitales en las primeras horas de la batalla. En lugar de ello, se revelaron inútiles. Ninguno de los aparatos montados en los jeeps había sido ajustado a la frecuencia necesaria para comunicar con los aviones. En aquel momento, cuando la batalla no había hecho más que empezar, las comunicaciones británicas por radio habían quedado totalmente cortadas[47].