Desde Berlín hasta el frente occidental, el Alto Mando alemán estaba aturdido por el súbito ataque aliado. Solamente en Arnhem, donde la 1.a División Aerotransportada británica se había lanzado prácticamente encima de las dos divisiones Panzer del general Bittrich, los alemanes reaccionaron violenta y rápidamente. En los demás puntos, los desconcertados y confusos comandantes trataban de determinar si los sorprendentes acontecimientos del 17 de septiembre constituían, en efecto, la fase inicial de una invasión del Reich. Se había previsto un ataque terrestre británico desde Bélgica. Todas las reservas disponibles, incluyendo el Decimoquinto Ejército del general Von Zangen, tan desgastado que los hombres apenas si tenían algo más que los fusiles que llevaban, habían sido situadas en posiciones defensivas para hacer frente a esa amenaza. Se habían cavado trincheras y construido posiciones estratégicas en un gran esfuerzo para obligar a los británicos a luchar por cada palmo de terreno.
Nadie había previsto que se utilizaran fuerzas aerotransportadas al mismo tiempo que el avance terrestre británico. ¿Constituían estos ataques aerotransportados el preludio de una invasión por mar de Holanda, como temía Berlín? Durante la noche, mientras los oficiales de Estado Mayor trataban de analizar la situación, noticias de nuevos ataques aerotransportados complicaban más el panorama. Paracaidistas estadounidenses, en número desconocido y de unidades todavía sin identificar, se hallaban en la zona Eindhoven-Nimega, y la 1.a División Aerotransportada británica había aterrizado en las proximidades de Arnhem. Además, en ese momento, nuevos mensajes hablaban de paracaidistas en las cercanías de Utrecht, y un informe por completo desconcertante aseguraba que las fuerzas aerotransportadas habían aterrizado en Varsovia, Polonia[60].
En el Cuartel General del mariscal de campo Gerd von Rundstedt, en Coblenza, la reacción general fue de estupefacción[61]. El bronco y aristocrático Von Rundstedt no se sentía tan sorprendido por la naturaleza del ataque como por el hombre que, razonaba, debía de estarlo dirigiendo, Montgomery. Inicialmente, Von Rundstedt dudó que estas súbitas y aparentemente combinadas operaciones terrestres y aéreas constituyeran el comienzo de la ofensiva de Eisenhower para invadir el Reich. El mariscal de campo tenía desde hacía tiempo la seguridad de que el verdadero peligro lo constituían Patton y el Tercer Ejército estadounidense que avanzaba hacia el Sarre. Para combatir esa amenaza, Von Rundstedt había dedicado sus mejores tropas a rechazar los blindados de Patton. Ahora, el soldado más famoso de Alemania se veía temporalmente en una situación delicada. Nunca hubiera supuesto que la principal ofensiva de Eisenhower fuera dirigida por Montgomery, a quien siempre había considerado «excesivamente cauteloso, rutinario y sistemático».
Estaba asombrado por la audacia de la acción de Montgomery. Los mensajes que llegaban del Cuartel General de Model contenían una nota de histerismo que atestiguaba la sorpresa y la gravedad del ataque: «Debemos contar con más desembarcos aerotransportados durante la noche…, evidentemente, el enemigo considera de fundamental importancia su ataque, y los británicos han logrado un considerable éxito inicial contra Student y avanzado hasta Valkenswaard…, la posición aquí es particularmente crítica…, la carencia de reservas rápidas y fuertes hace aumentar nuestras dificultades…, la situación general del Grupo de Ejércitos B, que ha dado de sí ya hasta el límite, es crítica…, necesitamos, lo más rápidamente posible, panzer, artillería, armas pesadas, antitanques móviles, unidades antiaéreas, y es absolutamente esencial que tengamos cazas en el cielo día y noche…».
Model terminaba con estas palabras: «… la principal concentración de los Aliados se halla en el ala septentrional de nuestro frente». Fue una de las pocas veces en que Von Rundstedt respetó la opinión del oficial de quien, cáusticamente, había dicho que tenía las maneras de un buen sargento mayor. En ese fragmento de su mensaje, Model había desvanecido las últimas dudas de Von Rundstedt sobre quién era el responsable de los sorprendentes acontecimientos. El «ala septentrional» del Grupo de Ejércitos B era Montgomery.
Durante las horas nocturnas era imposible estimar el poderío de las fuerzas aerotransportadas Aliadas en Holanda, pero Von Rundstedt estaba convencido de que podían esperarse nuevos aterrizajes. Se hacía necesario no sólo cerrar brechas a todo lo largo del frente alemán sino, al mismo tiempo, encontrar reservas para el Grupo de Ejércitos B de Model. Una vez más, Von Rundstedt se vio obligado a realizar una arriesgada jugada. Salieron de su Cuartel General mensajes transfiriendo unidades desde las posiciones que ocupaban frente a los estadounidenses en Aquisgrán. Los movimientos eran arriesgadas, pero esenciales. Estas unidades tendrían que dirigirse inmediatamente al norte, y su llegada a las posiciones podría tardar 48 horas como mínimo. Von Rundstedt ordenó además defender las zonas existentes a lo largo de la frontera noroccidental de Alemania, para lo que todas las unidades blindadas y antiaéreas disponibles debían dirigirse a las zonas tranquilas de Holanda, donde —el mariscal de campo estaba ahora convencido de ello— se cernía un inminente peligro para el Tercer Reich. Mientras trabajaba intensamente durante toda la noche para apuntalar sus defensas, el Caballero de la Cruz de Hierro de Alemania reflexionaba sobre lo extraño de la situación. Le seguía sorprendiendo que el oficial situado al mando de aquella gran ofensiva Aliada fuese Montgomery.
Estaba ya bien entrada la noche cuando llegó a las oscuras calles de Arnhem el automóvil que transportaba al general Wilhelm Bittrich desde su Cuartel General de Doetinchem. Bittrich estaba decidido a ver por sí mismo lo que estaba sucediendo. Mientras inspeccionaba la ciudad continuaban ardiendo los incendios y las calles se hallaban cubiertas de escombros como resultado del bombardeo efectuado por la mañana. Soldados muertos y humeantes vehículos en muchas zonas daban testimonio, como diría más tarde Bittrich, de «los turbulentos combates que habían tenido lugar». Pero no tenía aún una idea clara de lo que estaba sucediendo. Al regresar a su Cuartel General, Bittrich supo, por los informes recibidos de dos telefonistas de la guarnición de Arnhem —a las que condecoraría más tarde con la Cruz de Hierro—, que el gran puente de carretera había sido tomado por las fuerzas aerotransportadas británicas. Bittrich montó en cólera. No se había dado cumplimiento a su expresa orden de mantener el puente dirigida a Harzer. Resultaba ahora vital el afianzamiento del puente de Nimega sobre el río Waal antes de que pudieran apoderarse de él los estadounidenses que avanzaban por el sur. La única probabilidad de éxito para Bittrich era aplastar el avance aliado a lo largo del corredor e inmovilizar a los británicos en la zona de Arnhem. Era preciso destruir por completo a las tropas que se encontraban en el extremo norte del puente de Arnhem y a los desperdigados batallones que se esforzaban por llegar hasta ellas.
El ultrasecreto plan Market-Garden que había caído en poder del coronel general Kurt Student llegó finalmente a manos del mariscal de campo Model en su nuevo Cuartel General. Había abandonado la casita del jardinero del castillo de Doetinchem para trasladarse a unos siete kilómetros al sudeste, cerca del pueblecito de Terborg. Student había tardado casi diez horas en localizar al mariscal de campo y transmitirle por radio el documento. Market-Garden había sido revelado, tras llegar en tres partes y ser descifrado.
Model y su Estado Mayor lo estudiaron atentamente. Tenían ante sí todo el plan de Montgomery: los nombres de las divisiones aerotransportadas empleadas, los sucesivos vuelos de transporte y reaprovisionamiento a lo largo de un período de tres días, el emplazamiento exacto de las zonas de aterrizaje y lanzamiento, los cruciales objetivos de los puentes…, incluso las rutas de vuelo de los aviones participantes. Model, como sabría más tarde Harzer de labios del propio mariscal, calificó al plan de «fantástico». Era tan fantástico que en aquellas críticas horas, Model rehusaba darle crédito.
Los planes eran demasiado precisos, demasiado detallados para gozar de credibilidad. Model sugirió a su Estado Mayor que la misma precisión del documento constituía un argumento contra su autenticidad. Manifestó de nuevo su firme convicción de que los aterrizajes realizados al oeste de Arnhem constituían la vanguardia de un ataque aerotransportado a gran escala hacia el Ruhr, vía Bocholt y Münster, a unos sesenta kilómetros al este. Eran de esperar nuevos desembarcos de tropas aerotransportadas, advirtió, las cuales, una vez reunidas, torcerían indudablemente hacia el norte y luego, hacia el este. No carecía de fundamento el razonamiento de Model. Como dijo a su Estado Mayor: «Si hemos de dar crédito a estos planes y suponer que el puente de Arnhem es el verdadero objetivo, ¿por qué no fueron lanzadas las tropas directamente sobre el puente? Por el contrario, llegan a vastas zonas abiertas, adecuadas para efectuar la concentración, y, además, a 12 kilómetros al oeste».
Model no informó al general Bittrich de la existencia del documento. «Hasta después de la guerra —dijo Bittrich—, no supe que habían caído en nuestras manos los planes de Market-Garden. No tengo ni idea de porqué no me lo dijo Model. De todas maneras, los planes habrían confirmado, simplemente, mi propia opinión de que lo importante era impedir el enlace entre las tropas aerotransportadas y el Segundo Ejército británico, para el que necesitaban, ciertamente, los puentes[62]». Sólo un oficial a las órdenes de Bittrich tuvo conocimiento de la existencia del documento. El teniente coronel Harzer parece haber sido el único oficial ajeno al Estado Mayor del mariscal de campo con el que Model habló del plan. Harzer recuerda que «Model estaba siempre preparado para lo peor, así que no lo descartó por completo. Como me dijo él mismo, no tenía intención de dejarse coger en una situación comprometida». Sólo el tiempo diría a los alemanes si el documento era, en efecto, auténtico. Aunque el temperamental y voluble mariscal de campo no se hallaba plenamente dispuesto a aceptar la evidencia que tenía ante sí, la mayoría de los componentes de su Estado Mayor se sintieron impresionados. Con el plan Market-Garden en sus manos, el Cuartel General de Model dio la alerta a todas las unidades antiaéreas ya en movimiento sobre los lanzamientos que, según el plan, tendrían lugar pocas horas más tarde.
Por lo menos, se abandonó una suposición. El teniente Gustav Sedelhauser, oficial de administración del Cuartel General, recuerda que, sobre la base de los documentos capturados, Model era de la opinión de que, después de todo, él y su Cuartel General de Oosterbeek no habían constituido el objetivo del asalto aerotransportado.