El Sturmbanführer (comandante) de las SS, Sepp Krafft, no tenía intención de moverse de nuevo, si podía evitarlo. Durante las últimas semanas, su diezmado Batallón de Instrucción y Reserva de Panzergrenadiere de las SS había estado recibiendo órdenes de desplazarse de un lado a otro por toda Holanda. Ahora, después de sólo cinco días, se ordenaba a la unidad que saliera del pueblo de Oosterbeek, y no lo hacía un superior de Krafft, sino un comandante de la Wehrmacht.
Krafft protestó vehementemente. El grueso de sus tres compañías de hombres estaba acantonado en el pueblo, el resto permanecía en Arnhem, y estaba esperando la llegada de otros mil reclutas de las SS para recibir instrucción. El comandante de la Wehrmacht se mostró inflexible. «Eso no me importa —le dijo secamente a Krafft—, tiene usted que marcharse». Krafft se resistió. El ambicioso oficial de treinta y siete años solamente recibía órdenes de sus superiores de las SS. «Me niego», dijo. No consiguió intimidar al oficial de la Wehrmacht. «Déjeme que se lo aclare —dijo—. Usted se tiene que marchar de Oosterbeek porque va a instalarse aquí el Cuartel General de Model».
Krafft se calmó inmediatamente. No tenía el menor deseo de enfrentarse al mariscal de campo Walter Model. No obstante, la orden le irritaba. Krafft se marcharía, pero no muy lejos. Decidió que sus tropas acampasen en los bosques y granjas situados al noroeste de Oosterbeek, no lejos del pueblo de Wolfheze. Eligió un lugar junto a la carretera de Wolfheze, casi entre las zonas señaladas en los mapas ingleses para el aterrizaje de los hombres de la Primera División Aerotransportada británica y bloqueando la carretera de acceso a Arnhem.