Tengo una deuda de gratitud con muchísimas personas por la ayuda que me prestaron en la documentación y redacción de este libro, y lo que sigue es, por necesidad, un exiguo reconocimiento a su colaboración y apoyo.
Muchas gracias a mi agente, Laura Susijn, por estar siempre a mi lado en los tiempos difíciles, y a Simon Taylor, de Transworld, cuya capacidad como editor sólo es igualada por sus hercúleos niveles de paciencia para esperar que un manuscrito esté listo para ser editado.
Rudi Eliott-Lockhart, Emma Woolerton y Tessa Webber me proporcionaron una ayuda inestimable con la traducción de los textos medievales latinos, y James Freeman hizo lo mismo con el latín y el griego clásicos.
Agradezco enormemente a Ghassan Kharian y Henrietta McMicking sus consejos sobre los matices del árabe palestino; gracias también a mi estimado amigo Mohsen Kamel por corregir mi (espantoso) árabe egipcio. En cuanto a las transcripciones del hebreo, mi agradecimiento al rabino Warren Elf, un maestro en las tradiciones del judaísmo.
Sin seguir un orden particular pero con igual gratitud hacia todos, mi agradecimiento a: profesor Dieter Lidenlaub, Rolf Herget, doctor Nick Reeves, Brombley Roberts, Nigel Topping, Xan Brooks, Andrew Rogerson, John Bannon, Charlie Smith, Marie-Louise Weighall y Sue y Stanley Sussman.
Finalmente, tres menciones especiales. Primero, gracias al personal y a los agentes de la comisaría de policía David de Jerusalén, que se mostraron infatigablemente amables, solícitos y cargados de información durante el tiempo que pasé investigando en Israel.
En segundo lugar, gracias a los muchos palestinos que se tomaron tiempo para encontrarse conmigo y me proporcionaron una interesante perspectiva de su mundo. Debido a la situación política, era comprensible su nerviosismo ante la perspectiva de que sus nombres aparecieran publicados. Ellos saben quiénes son y siempre les estaré agradecido.
Por último, y más importante, a mi bella esposa, sin cuyo amor, apoyo y fortaleza este libro nunca habría visto la luz.