EPÍLOGO

En diciembre de 1946, Horace recibió un sobre con matasellos de Hamburgo, Alemania. Las manos le temblaban cuando introdujo el filo de un cuchillo de cocina por debajo de la solapa y la abrió. Pero antes de fijarse en la caligrafía desconocida, algo en su corazón le dijo que no era de Rose. Era breve e iba al grano. No había remite.

Estimado señor Greasley.

Lamento informarle que mi querida amiga Rosa Rauchbach pasó a mejor vida en diciembre de 1945. En el momento de escribir esta carta hace casi un año exacto. Rosa murió dos horas después de dar a luz, y su hijo, un niño al que llamó Jakub, falleció poco después. Hace dos meses recibí una caja con los efectos personales de Rosa en la que encontré unas cartas suyas.

No pude por menos de leerlas. Perdone la intrusión en su intimidad pero está claro que usted la quería mucho. Imagino que las noticias de su muerte y la muerte de su hijo deben de suponerle un tremendo golpe. Lamento ser yo quien le comunica las trágicas noticias.

MARGIT ROSCH

Hacía un año desde la última vez que Horace recibiera carta de Rose. Creyó que el tiempo transcurrido aliviaría un poco al menos su dolor.

No fue así.

Había infinidad de preguntas sin respuesta. Pensó en la última vez que hicieron el amor, la última vez que la miró a los ojos y la última vez que la tuvo entre sus brazos. Pensó en Nueva Zelanda y sus planes, y en lo irónico de haber sobrevivido a cinco años de infierno, de peligros a los que habían hecho frente un día sí y otro también, para luego encontrarse con eso…

Leyó la carta una y otra vez hasta que al final cayó una lágrima sobre el papel que corrió levemente la tinta. Se enjugó los ojos con el puño de la camisa, se levantó y echó un último vistazo a la carta antes de tirarla al fuego. Había terminado. Punto final. Rose había desaparecido para siempre. Y cuando abrió la puerta y salió al aire libre, intentó dominar todas las emociones que asaltaban su cuerpo. Se mantendría sereno, digno. Reconstruiría su vida con la misma determinación que había demostrado todos los días durante seis años. Incluso ahora, incluso después de eso. Y fue un pensamiento extraño el que le vino a la cabeza cuando dio media vuelta y se fue hacia las tierras de labranza en dirección a los campos comunales. Jakub… ¿de dónde demonios habría sacado Rose ese nombre?

Nombres de pila silesianos: Jakub (Jacob, James… Jim).