CLARK ASHTON SMITH nació el 13 de enero de 1893 en Long Valley, California, en una cabaña rodeada de bosques cercana al pueblecito de Auburn. Allí pasó gran parte de su vida, dedicando su tiempo a diversos trabajos, affaires amorosos y, fundamentalmente, a «autoeducarse». Fue consultor atento y asiduo de la Enciclopedia Británica y el Diccionario Completo de Oxford. También aprendió idiomas, consiguiendo un considerable dominio del español y del francés, que le permitió incluso escribir poemas en estos idiomas.
Permaneció en Auburn hasta 1954, donde se casó con Carol Jones Dorman, y, siete años antes de su muerte, se fue a vivir a Pacific Grove, California, donde moriría el 14 de agosto de 1961.
Muchos obstáculos se opusieron a su proyectada carrera de poeta. El negocio de sus padres —la cría de pollos— no era muy rentable, y tuvo que aceptar multitud de trabajos, desde leñador hasta editor nocturno de un periódico local, pasando por recolector de fruta, minero y mecanógrafo.
En 1912 publica The Startreader y consigue la protección del poeta George Sterling ingresando en el círculo literario de San Francisco, que incluía figuras como Jack London y Ambrose Bierce. Con Ebony and Crystal (1922) alcanza su auge como poeta, pero poco después abandonará la poesía para escribir relatos con los que poder ganarse la vida. Si al principio sus narraciones son rechazadas por Farnsworth Wright, editor de la entonces famosa Weird Tales, al final se convertirá en uno de sus colaboradores más importantes. Sin embargo, a partir de 1936 decae espectacularmente su producción. La desaparición de algunos de sus colegas, entre ellos Lovecraft, pudo influir en esta ausencia de creatividad.
Clark Ashton Smith es conocido en nuestro país de la mano de H. P. Lovecraft por su inclusión en el círculo del autor de Providence y su participación en Los Mitos de Cthulhu. Sin embargo, la correspondencia de H. P. nos revela una posible relación inversa de maestro-alumno. Fue el propio Lovecraft quien quedó fascinado por la poesía de Smith y se dirigió primeramente a él (carta del 12 de agosto de 1922), e incluso le pidió que ilustrara uno de sus relatos, «El horror oculto», para Weird Tales. Con el tiempo, Smith va a ir perdiendo esta posición predominante, pero nunca del todo, manteniéndose siempre como uno de los más originales e independientes autores cercanos a Lovecraft. El estilo de sus relatos confirma esta teoría si los comparamos con aquellos de August Derleth, Donald Wandrei, Belknap Long o Robert Bloch en su primera época.
Al abordar la obra de un escritor de relatos como Smith, se hace difícil lograr una acertada edición y selección de sus narraciones por lo variopinto de sus temas. Lo ideal hubiera sido iniciar una publicación cronológica, considerando la fecha de sus manuscritos, tarea prácticamente imposible por la multitud de cuentos recogidos en volúmenes, algunos poco menos que incunables para los lectores del género.
Otra alternativa hubiera sido la presentación de las antologías originales, editadas por Arkham House, desde las más antiguas a las más actuales, las primeras en vida del autor. Sin embargo, los problemas de los derechos de estos libros han hecho imposible esta elección. En definitiva, se ha preparado un volumen con lo mejor del autor —paternidad de la propia Arkham House—, dividido en ciclos temáticos: Averoigne, Atlantis-Poseidonis y Los Mundos Perdidos, para seguir en la línea de nuestro título anteriormente publicado en la colección Ícaro, Zothique.
El ciclo de Averoigne, del cual presentamos cuatro de sus cuentos, nos remite a la pasión del escritor por la cultura francesa y, sobre todo, por la literatura simbolista del siglo XIX —no por nada, posee el barroquismo y la exuberancia de aquella época—. Entre sus obras favoritas destacaban Las tentaciones de San Antonio y Salambó, de Gustave Flaubert, además de haber llegado a traducir Las Flores del Mal, de Baudelaire. Averoigne evoca las reminiscencias de un reino pagano situado en la Galia Romana del siglo V, donde florece el culto prohibido de los druidas, cuyas connotaciones sacrílegas se acercan a los Mitos de Cthulhu de Lovecraft al inventarse el propio Smith el livre d’Eibon, alter ego del Necronomicon y cúmulo del saber blasfemo de aquella época.
En Atlantis-Poseidonis asistimos al lanzamiento y caída de los imperios perdidos, que, al igual que la serie sobre Hyperborea, nos muestra la grandeza de una edad supuestamente preglacial, donde sobreviven los cultos prehumanos. A destacar la personalidad del mago Malygris, protagonista de dos de los relatos recogidos, cuyas palabras anteceden la decadencia del esplendor perdido.
Con el epígrafe de Los Mundos Perdidos, que da título a este volumen, hemos incluido una gama de excelentes relatos, uno de ellos perteneciente a su serie sobre Xiccarph —El laberinto de Maal Dweb—, otro del mundo de La ciudad de la llama que canta, y algunos sobre el planeta Marte, más propios de la ciencia-ficción de los pulps de la época —destaca Las criptas de Yoh-Vombis, un antecedente del terror espacial impreso en la película Alien—. El resto de las narraciones se refieren a «paraísos artificiales» inducidos por supuestas drogas o por la imaginación del protagonista, que parte de un lugar común, su querida California, para comenzar a soñar con esos «Mundos Perdidos». (Una aclaración: no debe confundirse esta ultima sección del libro con la antología del mismo nombre, presentada por Arkham House, aunque siete de los cuentos de dicha recopilación aparecen en el presente libro).
En cada uno de los relatos que nos ocupan hemos señalado, además del titulo original de la obra, la fecha de su composición o el final de su elaboración, el lugar donde se publicó por primera vez y la antología original a la cual pertenece. Hay diferentes relatos que poseen más de un nombre conocido, dependiendo de las revistas donde fueron publicados o del capricho del propio autor. Esto también se ha tenido en cuenta, así como alguna otra nota aclaratoria.
A pesar de la importancia de Smith en Estados Unidos como uno de los precursores de la ciencia-ficción, el terror y la fantasía moderna, en España no deja de ser un autor para iniciados, poco conocido y apreciado. El fin de esta antología es subrayar su importancia y su nombre como uno de los grandes de la literatura fantástica. La consecución editorial de sus obras completas depende en cierta medida de la acogida que le dispense el lector.
Para terminar, me gustaría dedicar el trabajo en esta recopilación a Arturo Gonzalo por haber utilizado algunas de sus ideas sobre Clark Ashton Smith. También dar las gracias a Alejo Cuervo por la bibliografía consultada.
ALBERTO SANTOS CASTILLO
Septiembre 1991