LA CIUDAD DE LA LLAMA QUE CANTA

Prólogo

Habíamos sido amigos durante más de una década, y conocía a Giles Angarth tanto como nadie podría pretender conocerle. Y, sin embargo, el asunto fue para mí igual de misterioso entonces que para los demás; y continúa siendo un misterio. A veces, pienso que él y Ebbonly lo planearon entre los dos como una enorme burla sin solución; que aún están vivos en alguna parte, y que se están riendo de un mundo que se ha visto gravemente confundido por su desaparición. Y, a veces, elaboro planes, de prueba, para volver a visitar la Colina del Cráter y encontrar, si puedo, los dos pedrejones mencionados en la narración de Angarth como poseedores de un leve parecido con columnas rotas.

Mientras tanto, nadie ha encontrado pista alguna respecto a los hombres desaparecidos ni ha escuchado el rumor más vago concerniente a ellos; y todo el asunto parece que está destinado a permanecer como una incógnita de lo más peculiar y exasperante.

Angarth, cuya fama como escritor de ficción fantástica era ya considerable, había estado pasando el verano en las sierras, y viviendo solo hasta que el artista Félix Ebbonly fue a visitarle. Ebbonly, quien nunca me fue presentado, era famoso por sus pinturas imaginativas, y había ilustrado más de una de las novelas de Angarth. Cuando las personas que estaban pasando el verano cerca se alarmaron ante la ausencia prolongada de ambos hombres y la cabaña fue registrada en busca de una posible pista, un paquete dirigido a mí fue encontrado sobre la mesa; y, a su debido tiempo, lo recibí, después de leer muchas especulaciones en los periódicos concernientes a la doble desaparición. El paquete contenía un pequeño diario encuadernado en cuero, y Angarth había escrito en la primera página:

Querido Hastane:

Si lo deseas, puedes publicar este diario en algún momento. La gente pensará que se trata de la ultima, más descabellada, de mis ficciones…, a no ser que la tomen por una de las tuyas. En cualquiera de los dos casos, dará lo mismo. Adiós.

Atentamente,

GILES ANGARTH

Publico ahora el diario, que, sin duda, recibirá la acogida que él le pronosticó. Pero yo mismo no estoy tan seguro respecto a si la historia es verdadera o inventada. La única manera de asegurarse es encontrar los dos pedrejones; y cualquiera que haya visto la Colina del Cráter, o que haya vagabundeado sobre sus millas de desierto sembrado de rocas, se dará cuenta de las dificultades de semejante tarea.