Según la última indicación, Mike supo que lo separaban diez kilómetros de Concord. Desde allí le esperarían unos sesenta más por la interestatal y luego no menos de treinta hacia el este por carreteras secundarias. Normalmente aquel recorrido no le llevaría más de una hora y media, pero la tormenta era de las peores que había visto en su vida. Los limpiaparabrisas funcionaban a su máxima velocidad y aun así no eran eficientes frente a los embates de la lluvia. En aquella zona, la I-93 era una vía rápida de tres carriles en ambos sentidos; ciento treinta hubiera sido una velocidad en la que se hubiera sentido seguro en condiciones normales, pero no inmerso en el diluvio universal. Apenas veía los coches cuando éstos hacían su mágica aparición a una decena de metros. La mayoría no se desplazaba a más de setenta. Superar esta velocidad hubiera sido un suicidio. Mike se permitió un límite de ochenta.
En semejantes condiciones tardaría al menos dos horas. Dos horas que podían no significar nada en el caso de tratarse de unas vacaciones, en cuyo caso su cabeza estaría haciendo planes para el día siguiente, analizando cuestiones trascendentales como la novela que leería sentado en el porche o la posibilidad de bañarse desnudo en el lago. ¡Pero hoy no tenía dos horas! De hecho, creía tener mucho menos que eso, y no quiso pensar cuánto para no desanimarse.
Su mente se emancipó de su cuerpo durante unas milésimas de segundo.
Si Benjamin había partido de Manchester antes de la tormenta, jamás podría llegar antes que él…
El Saab se precipitó sobre un Mitsubishi color Interestatal en día lluvioso. Mike vio una mancha borrosa en el último momento y logró esquivarla pasándose al carril lento, por el que milagrosamente no circulaba nadie. Aferró el volante con fuerza y echó un vistazo al conductor, quien tenía muchas posibilidades de haber asistido a la escuela primaria con Charles Rippman. Mike se movió inquieto en el asiento y aumentó la concentración en la carretera. Su madre decía que un buen conductor era aquel que se preocupa por sí mismo y por los demás, y tenía razón.
Pero aquel pensamiento aún reverberaba en su cabeza.
Benjamin.
Mike sabía que Benjamin se dirigía a Maggie Mae.
¿Cómo podía un niño muerto hacía más de cuarenta años estar viajando a su casa del lago?
Creer semejante cosa no era precisamente un síntoma de cordura. ¿Se estaría volviendo loco?
¡Claro que sí! ¡Bienvenido a lo sobrenatural! Será trasladado por uno de nuestros unicornios voladores en compañía de Mindy, la mujer de dos bocas. Y no me diga que usted ve sólo una porque eso es lo que dicen todos hasta que pasan una noche con ella. Créame amigo, no hay como el doble beso de Mindy…, siga mi consejo. No hemos recibido ni una queja en años. Relájese y disfrute del crucero de la locura. ¿Le resulta escalofriante? Lo es. Imagínese en la bodega sucia de una embarcación sin rumbo, hacinado y confinado en la más absoluta oscuridad. Un sitio donde la matemática, la física, y para el caso cualquier ciencia, son tan útiles como un millón de dólares en una isla desierta. ¡Ja, ja! Y esto me lo acabo de inventar, pero es así: un jodido millón en una isla desierta. ¿Quiere probar esta opción? Allí no hay nadie que se crea Napoleón, no señor; en la bodega de la que le hablo todos afirman que el desgraciado les debe dinero. ¿Qué dice? Déjeme decirle que está usted en condiciones de acceder al premio; no pretendo ser exagerado, pero su desempeño ha sido colosal. Aquí tengo sus resultados, en mis propias manos; hace tiempo que no veo nada tan esmerado como su trabajo; su última respuesta ha sido sencillamente abrumadora. ¡Bravo! Un niño asesinado hace casi medio siglo dirigiéndose a su casa de verano… Con aquello hubiera sido suficiente, créame, pero veo que ha adornado la idea con detalles, eso no es usual. El niño ha asesinado a algunos miembros de la familia y ahora va a cargarse a los que quedan. Esto es por…, déjeme ver…, ah, sí, por haber sido encerrado en el desván de su casa, debí suponerlo. Claro que de todas maneras nada más va a suceder, porque usted va a impedirlo; Mike Dawson cruzando el estado con su Saabmóvil. Teniendo en cuenta lo especial de su caso, hasta es posible que logre que Mindy haga algunas visitas a la bodega del crucero de la locura, porque veo en sus ojos que es allí donde se dirigirá, ¿verdad?
¿Verdad, señor Dawson?
¡¡¡¿V-E-R-D-A-D?!!!
¿Cuál es su elección?
Con un suspiro dejó atrás un letrero que indicaba la salida a Hooksett. Redujo la velocidad a sesenta kilómetros por hora. Había pensado llegar a Concord para hacer lo que tenía en mente, pero no podía esperar más. Alertaría a Robert por teléfono.
¿Cuál es su elección?
Marcó el número de Robert y durante lo que se le antojó un siglo, su mente evocó el recuerdo de Danna, tendida en la bañera de su hermano, con los ojos vidriosos de una muñeca de porcelana. Vio su cuerpo contorsionado…
Créame, amigo, no hay como el doble beso de Mindy…, siga mi consejo.