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Cuando los Rippman se marcharon, Andrea regresó al porche y ocupó una vez más la silla de madera. Buscó el número de Matt en la memoria de su teléfono y presionó la tecla de marcado. Echó un vistazo al lago para asegurarse de que Robert no estaba de regreso. Cuando una voz femenina se hizo audible desde el otro extremo de la línea, sintió el impulso de interrumpir la comunicación.

—¿Señora Gerritsen?

—Sí.

—Soy Andrea. ¿He marcado el número de su casa? —Andrea sabía que no era así.

—No. Éste es el móvil de Matt.

—¿Puedo hablar con él?

Silencio.

—¿Señora Gerritsen?

—No tienes nada que hablar con mi hijo —dijo la mujer—, bastantes problemas le habéis ocasionado tú y tu familia.

Andrea se sintió paralizada. ¿A qué se refería?

—Mantente alejada de mi hijo. Adiós.

La comunicación se interrumpió.

—Adiós —dijo Andrea sabiendo que nadie la escuchaba. Se sentía aturdida. Apoyó los pies en la base de la silla y la barbilla sobre las rodillas. Apenas conocía a Diana Gerritsen, y sabía que no era precisamente una mujer accesible, pero nunca había tenido ningún problema con ella en el pasado.

¿Qué estaba ocurriendo?

¿Por qué Diana Gerritsen había respondido al teléfono de Matt?

Muchas preguntas y ninguna respuesta.

Tenía que hablar con Linda, se dijo. Marcó el número con presteza. Ella misma respondió a la llamada.

—¿Linda?

—¡Andrea! ¿Dónde estás?

—En Depth Lake, con mi padre.

—¿Dónde queda eso?

—No lo sé. Escucha, mis padres han discutido…, no sé exactamente qué ha ocurrido.

Linda guardó silencio.

—Mi madre está en casa de su hermano, en Manchester. Yo he venido aquí con mi padre.

—¿Has hablado con él de esa discusión?

—No. Ha salido a caminar y no ha regresado. Supongo que hablaremos cuando vuelva. No tiene buen aspecto. He pensado que quizás mi madre tenga un amante.

Otra vez silencio.

—Me preguntaba si sabes algo, Linda. Quizás tu padre…

—No, no me ha dicho nada —se apresuró a responder Linda.

—Es todo muy extraño. —Andrea repasaba con la vista las copas de los árboles—. Acabo de hablar con la señora Gerritsen; me trató como si fuera una mala influencia para su hijo. Algo está ocurriendo…, ¿sigues ahí?

—Sí.

—Te noto extraña.

—¿Por qué no hablamos después?

—¿Estabas ocupada?

—No, no es eso. Quizás sea mejor que hables primero con tu padre.

—Linda…, dime lo que sabes.

—Creo que no deberíamos hablar ahora.

—¡Es la segunda vez que me dicen eso en menos de cinco minutos!

—No te enfades.

—Dime lo que sabes.

Linda suspiró.

—Está bien. Oí a mi madre hablando por teléfono con mi padre. No estaba segura de haber entendido de qué hablaban, así que se lo pregunté más tarde… No te lo diría si no estuviera segura de cómo han sido las cosas.

—Dispara…

—Tienes razón con respecto a tu madre. Se ha visto con alguien ayer, y tu padre la ha descubierto.

Andrea dejó caer los pies y se recostó contra el respaldo de la silla. La noticia la golpeó con fuerza. Una cosa era imaginarlo y otra diferente tener la certeza de lo que había ocurrido.

—Lamento darte semejante noticia —se disculpó Linda.

Andrea formuló la siguiente pregunta con voz temblorosa, temiendo escuchar la respuesta.

—¿Con quién se ha visto?

Un cuervo graznó mientras surcaba el cielo gris.

—Linda, ¿estás ahí? ¿Con quién estaba liada mi madre? Ya he recibido suficientes malas noticias como para que algo más me afecte.

Linda sabía que no tenía más remedio que hablar.

—Es Matt —dijo apenas en un susurro.

—¿Qué Matt?

—Matt Gerritsen.

—Eso no es verdad. —Andrea rió—. ¿Es una broma?

—Me temo que no. Lo siento.

—No lo sientas, porque no es verdad. Estás equivocada.

—Desearía estarlo, pero no lo estoy. Danna se encontró con Matt ayer por la noche…

Andrea temblaba. Nunca en su vida había experimentado una sensación semejante a la que la embargó en ese momento. Se sintió desprotegida. Sus ojos se humedecieron.

—Tiene que haber un error.

—Sé que es doloroso…

—¿Cómo lo saben? ¡¡¡¿Cómo coño pueden saberlo con certeza?!!!

La tarde agonizante fue testigo del modo en que los gritos furiosos de Andrea resonaron en la quietud de Maggie Mae. El cuervo permaneció en reverencial silencio.

—Andrea, tranquilízate. Lo saben porque la policía los sorprendió cuando estaban juntos. Tu padre estaba con ellos y el mío también. Créeme que las cosas son como te las he contado.

Andrea sollozaba, incapaz de concebir lo que Linda acababa de decirle. No podía ser cierto.

Danna, maquillada más de la cuenta, moviéndose con lentitud, siguiendo un ritmo hipnótico. Matt delante, embelesado con el movimiento circular de la cadera, siguiendo el baile erótico de Danna con fascinación. Él se acerca cada vez más a ella, con ojos soñadores y la boca abierta. Y entonces Danna se mueve enérgicamente, estira su brazo, aferra el cabello de Matt con fuerza y lo atrae hacia sí. Lo hace con la suficiente fuerza para que el rostro de él se estampe en uno de sus pechos, que se achata como si fuera un balón en el que un niño se sienta encima. Danna muestra los dientes y gime de placer. Sigue presionando con todas sus fuerzas y Matt frota sus labios con fruición

—¿Andrea?

—Aquí estoy… Supongo que será mejor que hablemos más tarde.

—Está bien. De veras lo siento.

—Lo sé. —Andrea aquietó sus sollozos.

—Llámame si necesitas hablar con alguien. Cuídate.

—Lo haré. Adiós.

Andrea depositó el teléfono en el suelo con delicadeza (aunque de buena gana lo hubiese arrojado al lago). Aún se sentía atormentada por la visión lujuriosa que su mente había elaborado para ella. Lloró durante lo que se le antojó una eternidad. Cuando logró componerse, había oscurecido y las primeras gotas de lluvia caían en Depth Lake. Un rescoldo de cordura le hizo preguntarse por qué su padre no había regresado aún…

Pero Robert Green no regresaría a Maggie Mae. De hecho no regresaría a ninguna parte, salvo a la camilla metálica de una sala refrigerada, donde un médico forense de apellido Farham se vería forzado a mirar hacia otro lado después de apartar la manta que lo cubría y ver lo que le esperaba debajo.