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Domingo, 5 de agosto, 2001

Primera parte

Mike detuvo el Saab delante de la casa y permaneció unos segundos en silencio. En el asiento del acompañante, Allison mantenía la cabeza inclinada hacia un lado. Cuando él salió del coche y lo rodeó, ella lo siguió con la mirada.

—Vamos —dijo Mike luego de abrir la portezuela.

Avanzaron juntos hasta que Allison señaló con un dedo tembloroso el montículo de piedrecillas. Mike lo examinó con atención y alzó la vista en dirección a la ventana de la habitación de Tom, en el segundo piso. Aferraba a Allison con fuerza. La meció suavemente mientras miraba en todas direcciones sin esperar ver nada en particular.

—No he puesto en duda ni una de tus palabras —dijo.

Ella apartó el rostro y asintió, limpiándose las lágrimas.

—Fue horrible —balbuceó—. Durante toda la mañana no he podido pensar en otra cosa.

Se alejaron del montículo de piedrecillas y entraron en la casa en silencio. Mike realizó una inspección rápida en cada una de las habitaciones, aunque Allison había insistido en que tal cosa no era necesaria. La inspección no reveló nada fuera de lugar.

Allison preparó café y Mike llevó dos tazas hasta la sala. Se dejaron caer en el sofá, frente al reproductor portátil que habían utilizado la noche anterior. Las grabaciones de la sesión de hipnosis seguían allí, sobre la mesa. Allison introdujo las dos cintas en su bolso, pensando en devolverlas al archivo cuando le fuera posible. En vista de los acontecimientos no se preocuparía por eso ahora.

Mike se recostó contra el respaldo del sofá agradeciendo la superficie mullida que masajeaba su espalda. Había dormido apenas unas horas y el ajetreo del día anterior había sido particularmente agotador. Sus ojos, que solían delatar el cansancio antes que el resto de su cuerpo, comenzaban a enrojecerse. Decidió que debía ser él quien iniciara la conversación y que la mejor manera de hacerlo sería empezar por los acontecimientos de la mañana. Allison lo observaba expectante.

Mike explicó que le sugirió a Robert que pasara la noche en su casa, y que al despertar su aspecto había mejorado en relación a la noche anterior. A pesar de haberse mostrado poco comunicativo, y que el vacío en sus ojos no había desaparecido por completo, pareció sobreponerse mientras desayunaba. Mike descubrió que también él necesitaba echar algo a su estómago, de modo que entre los dos dieron buena cuenta de unas cuantas tostadas, huevos revueltos y cereales. Robert no se refirió específicamente al incidente entre Danna y Matt; simplemente se limitó a decir que el episodio con Danna lo había dejado sumamente perturbado, pero evitó dar precisiones al respecto.

Allison interrumpió el relato en este punto y preguntó si era la primera vez que los Green se separaban temporalmente, a lo que Mike respondió asintiendo.

—Danna nunca había llevado las cosas al extremo de pasar la noche en casa de una amiga, aunque me consta que más de una vez amenazó con irse. Jamás lo concretó.

—Hasta ahora.

—Así parece.

Mike pensaba que si bien no conocía los pormenores de lo sucedido la noche anterior, sí creía que la decisión de Danna de alejarse de Carnival Falls podía ser acertada. Esa misma mañana le había dicho a Robert que él podría hacer lo propio y le ofreció su casa del lago en Depth Lake. Robert lo había observado con ojos perdidos: la mirada de alguien cuyos pensamientos se han convertido en ganado disperso que pasta con indiferencia. Mike fue consciente de que su amigo no le daría una respuesta inmediata, pero sabía que ésta no tardaría en llegar. Depth Lake era un sitio tranquilo y, lo más importante, alejado. Una casa acogedora, un pequeño embarcadero desde el que se podía pescar y bosques por los que caminar. Resultaba el sitio ideal para ordenar ideas. Mike prácticamente no iba a Maggie Mae, tal como su padre había bautizado a la casa de madera en Depth Lake, y la verdad es que no sabía por qué conservaba la propiedad. Probablemente por evitar el trastorno de deshacerse de ella.

Mike le había mencionado con delicadeza que sería necesario hablar con Andrea, puesto que no podría permanecer con los Harrison eternamente. Maggie Mae les permitiría a ambos reflexionar y establecer la distancia necesaria para poder ver las cosas con perspectiva. Luego podrían decidir qué hacer.

Cuando su amigo aceptó, Mike respiró aliviado. Por el momento no le mencionaría nada referente a la inscripción en el desván, pero sabía que debería hacerlo tarde o temprano. Mientras ellos estaban a salvo en Maggie Mae, Mike se encargaría de intentar dilucidar los acontecimientos recientes.

—¿Crees que está en condiciones de conducir hasta Depth Lake? —preguntó Allison

—No lo permitiría de no estar seguro —dijo Mike con seriedad—. Fuimos juntos a recoger a Andrea y luego a su casa en busca de algo de ropa. Noté que lentamente iba recobrando el control de sí mismo.

—¿Qué sabe Andrea de lo que pasó?

—Está al tanto de la muerte de Rosalía —dijo Mike—. Los Harrison se encargaron de decírselo esta mañana. Mientras Robert estaba en su habitación me las arreglé para intercambiar unas palabras con ella a solas y le dije que su madre había tomado la determinación de marcharse a casa de su hermano. Me miró con incredulidad, pero supo que no le daría más detalles. Le expliqué que en Maggie Mae Robert seguramente hablaría con ella y eso fue todo.

—Será difícil para él hablarle de una cosa así.

—Ya lo creo, pero de cualquier forma es algo que deberán resolver a su debido tiempo.

Allison asintió. Se alegraba de que Robert hubiera accedido a mantenerse alejado de Carnival Falls. Algo sumamente horrible estaba ocurriendo y no había hecho más que pensar en eso durante toda la mañana. Quería convencerse de que Félix Hernández era quien había arrebatado la vida de Rosalía, pero la visión desde la ventana de la habitación de Tom se había grabado a fuego en su cabeza. Su instinto le decía que Hernández no había tenido nada que ver con el asesinato de su exmujer.

¿Por qué no hablaban con Harrison de lo que habían visto?

De la inscripción en el desván. De la sesión de hipnosis. De Benjamin. De todo.

Allison creía que debían dar aviso a la policía cuanto antes. Por más inverosímil e incomprensible que resultara la historia, una mujer había muerto y más personas podían estar en peligro. Sin embargo, Mike le había pedido que le permitiera asegurarse de que Robert iba camino a Depth Lake. Más tarde podrían reunirse y evaluar la mejor manera de actuar.

—¿Qué vamos a hacer? —dijo ella, y su voz tembló.

—No lo sé. Aunque hablemos con la policía de lo que sabemos, y no estoy diciendo que no lo hagamos, creo que no lograremos apartarlos de la pista de Hernández. Seamos realistas, tienen suficiente para estar buscándolo. Harrison me ha dicho que el forense ha tipificado al asesino como a un hombre con una fuerza considerable.

—Pero la herida a la altura del estómago —dijo Allison con resignación—, no necesito decirte lo que eso me sugiere…

—No, no es necesario.

—Mike, Dios sabe lo mucho que quiero a Ben; realmente ha sido un niño adorable y me cuesta pensar que algo malo le sucedió para que actúe así… ¡pero lo he visto con un cuchillo!

Allison se puso en pie y caminó de un lado para otro. Otra vez parecía a punto de llorar, pero aun así Mike no supo si acercarse y abrazarla o permitir que se desahogara.

—Vimos la sangre allí arriba, por el amor de Dios —dijo ella procurando controlarse—. Luego se aparece en esta casa nada menos que con un cuchillo, manchado de rojo. Al menos que hayan adelantado Halloween dos meses, yo creo que hay razones para dar aviso a la policía de inmediato, y que se reactive la búsqueda de Ben.

—Yo también lo creo. Siéntate, por favor.

—Estoy bien así.

Mike se sintió dolido al escuchar aquello, pero no insistió. Procuró pensar con claridad. Lo que Allison acababa de decirle era cierto, e independientemente de las circunstancias oscuras que rodeaban al asunto, tenían razones más que suficientes para reiniciar una búsqueda.

Mike se puso en pie. Tomó a Allison por los hombros y con voz firme le dijo:

—Si estás de acuerdo, eso es lo que haremos…