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Harrison saludó con una inclinación de cabeza a Sam Farrell, el médico forense; le indicó con un ademán la dirección que lo llevaría al cadáver de Rosalía e hizo un nuevo intento de comunicarse con Dean Timbert. Sin darse cuenta, caminó hasta el jardín trasero.

—¿Harrison? —dijo la voz electrónica del oficial Timbert.

—Dean, descríbeme la situación allí.

—McAllen permitió que la mujer se fuera, luego interrogó apenas unos minutos a Gerritsen. Estuve presente y créeme, el muchacho se hundió hasta el fondo. Hace una media hora llamó a su padre, que llegó hace un rato. Esto ha sido un caos; el hombre ha dicho que demandará hasta a mi perro Spock. Acaban de irse.

—¿McAllen está ahí?

—Sí, con una sonrisa de oreja a oreja.

—El forense acaba de llegar. Iré en cuanto pueda. Quiero hablar con McAllen cara a cara antes de que se vaya ¿Has tenido noticias de Ian?

—Pensé que estaba contigo.

—No. Ha ido a hablar con la hermana de la mujer muerta. Dean, mantenme al tanto.

—Claro.

De regreso en la casa se encontró con Mike, y un tercer hombre se acercó a ellos desde la calle. Cuando se volvieron en esa dirección, advirtieron que se trataba de Ian Sommer. El policía los saludó agitando apenas con dos dedos la visera de su gorra. Harrison se disculpó con Mike y éste regresó al interior de la casa, procurando mantenerse lo suficientemente cerca de la puerta de la calle como para escuchar la conversación entre el comisario y el policía.

—Ian, dime que no traes problemas…

—Diría que todo lo contrario —se jactó Sommer.

—Dispara.

—Hablé con su hermana, María Díaz. Tras permitirme entrar en su casa, la mujer me preguntó si se trataba de su hermana, si le había ocurrido algo malo a Rosalía. No fue necesario que le respondiera, de algún modo lo supo, y se echó a llorar. Preparó café y conversamos un rato en la cocina de la casa. Supongo que a pesar de todo lo tomó con tranquilidad.

—Creí ver la foto de un niño en la habitación. ¿Tiene un hijo?

—Sí, de nueve años. Miguel. Dormía en ese momento.

—¿Por qué la hermana supo que algo le había ocurrido?

—Rosalía ha estado durante años huyendo del padre de su hijo, un tal Félix Hernández, un hombre violento con problemas de alcoholismo, a quien abandonó poco después de concebir a su hijo.

De alguna manera, el sujeto la encontró en dos ocasiones, pero ella volvió a escaparse.

—Concuerda con el mensaje en la cama —reflexionó Harrison.

—La mujer dice haber recibido una llamada extraña hace unos días; alguien que dijo ser un vendedor no recuerda de qué, pero que hacía demasiadas preguntas…, como si quisiera sacar información. La mujer pensó de inmediato en Hernández, pero no le comentó nada a su hermana para no preocuparla. Decidió estar alerta.

—¿Tienes la descripción de Hernández?

—Tengo una fotografía.

—Perfecto. Ve a la comisaría y entrégasela a Dean. Yo hablaré con él.

Harrison observó al policía mientras regresaba a su coche patrulla. Se masajeó la frente con tres dedos de su mano izquierda y pensó que poco a poco las piezas iban encajando en su sitio.