5

Poco después de que Matt descubriera el mensaje dentro del altavoz, en el lado opuesto de la ciudad, Mike abría la puerta del acompañante de su Saab para que Allison entrara en él. Después de agradecérselo, ella se estiró hasta el asiento trasero para tomar los dos envases de cartón que contenían la comida china que él había traído consigo.

—Aún se conserva caliente —dijo.

—Espero que no te moleste.

—En absoluto, Mike. Ha sido una excelente idea comer aquí en el coche.

—Por teléfono me has dicho que era un día complicado; pensé que de este modo podríamos ganar algo de tiempo.

Allison sonrió y Mike respiró aliviado. Invitarla a compartir comida china en su coche no había sido precisamente una idea brillante; lo supo mientras la esperaba en silencio tras el volante del Saab. Afortunadamente, las cosas habían resultado bien.

Mike utilizó los primeros minutos para organizar lo que tenía que decir. La proximidad de Allison hizo que se desplomara el estante en que albergaba su arsenal de frases prefabricadas.

—No sé bien cómo empezar —admitió.

El rostro de Allison se turbó. Mike pensó que sería mejor hablar rápido si no quería confundirla más. Ella le había dicho que podía ausentarse de su trabajo durante media hora, y él tenía unas cuantas cosas que decir.

—He pensado acerca de nuestra conversación de ayer —dijo por fin.

—Ni me lo digas. —El rostro de Allison se recompuso—. No he hecho más que pensar en lo que te dijo Michael Brunell en el bosque. Estoy preocupada.

Mike acababa de introducir los palillos de plástico en la caja de cartón, capturando con presteza un trozo de pollo. A Allison la operación le resultó un poco más compleja y hubo de valerse de dos intentos antes de llevarse su primer bocado a la boca.

—Cuando Robert era pequeño —empezó diciendo Mike—, quizás de la misma edad de Ben, también él decidió marcharse de su casa. Me enteré del hecho unos días más tarde, cuando regresé de la casa del lago, donde pasé una temporada con mi madre. No estuvo perdido más que unas horas. No sé exactamente cuántas.

Mike se detuvo. Las voces de un grupo de niños se superpusieron con la suya hasta hacerla apenas audible. Tanto él como Allison se volvieron hacia la derecha y, en efecto, vieron a un grupo de niños recién salidos de la escuela. Algunos se empujaban, otros simplemente vociferaban. Un grupo reducido se detuvo junto a la ventanilla de Allison y lanzó carcajadas aniñadas mientras señalaba hacia el interior del coche. Mike habría faltado a la verdad si no hubiese aceptado que se sintió asustado en el instante en que escuchó las risas de aquellos niños, burlándose y señalando como lo harían con un vagabundo que habla consigo mismo en voz alta. Cuando los niños advirtieron la expresión severa con que Mike los observaba, simplemente se marcharon.

—Continúa, por favor —pidió Allison.

—De pequeños, Robert y yo nos lo contábamos todo. O casi todo. No ha sido la suya una infancia fácil, en especial por la relación con su padre: un hombre violento, por mencionar sólo uno de sus defectos. Robert no hablaba de su padre con nadie, salvo conmigo. Creo que poder desahogarse fue una de las razones por las que pudo sobrellevar la relación; vivir una vida normal, tener una familia. Puede que en el fondo esas cosas no se superen nunca, pero al menos Robert ha podido convivir con eso.

—No lo sabía. Qué terrible.

—Robert regresó a su casa el mismo día en que desapareció. El incidente le costó una buena paliza por parte de Ralph Green. Lo sé porque mi propio padre estaba allí en el momento en que lo encontraron y me lo contó más tarde. Creí en ese entonces que sería mejor no hablar con Robert del tema y no se lo mencioné nunca, quizás a la espera de que él en algún momento lo hiciera… Pero nunca lo hizo. Resulta extraño teniendo en cuenta que, como te he dicho, entre nosotros no había secretos.

La expresión de Allison cambió ligeramente. Era posible que algún sector de su cerebro iniciara una posible conexión entre el relato de Mike y los acontecimientos recientes.

—Cuando Ben huyó de casa —siguió diciendo Mike—, me reuní con Robert en el porche de su casa. Es una costumbre que procuramos mantener a lo largo de los años. Tomamos unas cervezas y charlamos. Esa noche, se me ocurrió mencionarle el incidente de su propia desaparición tantos años atrás. Lo hice sin ningún motivo en particular, sin intención de establecer un paralelismo con Ben ni mucho menos. Supongo que no buscaba más que saldar la vieja deuda que existía entre nosotros, o quizás no se me ocurrió nada mejor que decir.

—¿Qué respondió?

—Es lo extraño. Dijo que no recordaba el incidente. Tuve que narrarle el episodio completo; como si no lo hubiera vivido.

—Es raro que no recuerde algo así.

—Sí. La experiencia debió de ser lo suficientemente traumática para el pequeño Robert como para enterrarla en algún sitio profundo en su memoria.

Mike guardó silencio.

—Mike… ¿Crees que puede existir alguna conexión entre la desaparición de Robert y la de Ben?

—Mentiría si dijera que no, aunque no se me ocurre cuál podría ser. No tiene lógica. Aunque tampoco tiene lógica lo que Michael Brunell me dijo en el bosque.

—En eso pensaba precisamente.

Mike permaneció en silencio por un par de segundos y Allison supo que se debatía internamente por encontrar el modo de decirle algo más. Ella estiró una mano y la colocó sobre la de él, acariciándola apenas con la yema del pulgar.

—Cuéntame el resto…

—Antes tengo que pedirte un favor.

—Adelante.

—¿Crees que podrías tomar prestadas las cintas de las que me hablaste? Las de la sesión de hipnosis de Robert.

Allison pareció desconcertada.

—¿Qué tienen las cintas?

—¿Recuerdas que mencionaste que Robert habló de un incidente de la infancia?

—Sí.

—He tenido la descabellada corazonada de que si algo surgió accidentalmente durante la sesión de hipnosis puede referirse a aquel día.

Allison lo pensó un momento.

—Es probable —reconoció.

—De todos modos, Allison, no quiero traerte problemas en tu trabajo. Nada más lejos de eso, de verdad.

—No creo que haya inconveniente en que tome esas cintas prestadas. Nadie entra en el archivo y, si alguien lo hace, no será para buscar cintas viejas que llevan años sin despertar interés.

—Si te parece, puedes oírlas allí y descartarlas si no tienen relación con lo que suponemos.

—Podría ser. No me gustaría hacer algo así a espaldas de Harrison.

—No tienes que hacerlo —la interrumpió Mike—. No es más que un pensamiento descabellado; un capricho personal que no debe entorpecer en tu…

Allison ejerció cierta presión en la mano de Mike y éste se detuvo. En su rostro se dibujó una sonrisa franca.

—Si esto tiene alguna relación con Ben, también quiero saberlo —dijo ella—. Si esas cintas aportan alguna lógica a las palabras de Michael Brunell, tomarlas prestadas por un día será insignificante.

Mike disfrutó mientras la mano de Allison aferraba la suya.

—Te diré lo que haremos —siguió diciendo Allison—. Mañana mismo cogeré las cintas. Puedes pasar a recogerme, te prepararé algo de cenar y luego podremos escucharlas tranquilos. ¿Qué te parece?

—Me parece fantástico.