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Benjamin despertó de su letargo. Había sido una suerte que el teléfono sonara justo en ese momento. Salió de la habitación del niño, cerró la puerta tras de sí y se desplazó como un bólido hacia la de Danna.

No le llevó ni siquiera un minuto cumplir con lo que debía hacer allí.

Cuando regresó al desván, temblaba.