«Para que la civilización no se hunda,

perdida su gran batalla,

haz callar al perro, ata la jaca

en un puesto apartado;

nuestro amo, César, está en la tienda

con los mapas desplegados,

la mirada ausente,

la cabeza apoyada en la mano.

Como el tejedor en la superficie de la corriente,

su imaginación se mueve sobre el silencio.

Que ardan las torres desmochadas

y que los hombres recuerden aquel rostro.

Muévete apenas si has de moverte

en este lugar desolado.

Una parte mujer, tres partes niña, cree

que nadie la mira; sus pies

se ejercitan en un zapateo de villano

aprendido en las calles.

Como el tejedor en la superficie de la corriente,

su imaginación se mueve sobre el silencio.

Para que las niñas, en su pubertad, encuentren

el primer Adán de sus intenciones,

cierra la puerta de la capilla del Papa,

que aquellos niños no entren.

En este andamio se apoya

Miguel Ángel.

Sin más ruidos que el de los ratones,

su mano se mueve sin reposo.

Como el tejedor en la superficie de la corriente,

su imaginación se mueve sobre el silencio».

WILLIAM BUTLER YEATS