Doy las gracias a Federica Campana, que ha acompañado sus investigaciones con una mirada de analista y una ardiente pasión cívica. Gracias a Helena Janeczek, que ha querido darme sus consejos sobre el andamiaje literario. Gracias a Carlo Buga, que me ha ayudado a extraer luz de centenares de páginas y se ha metido de cabeza en esta intrincada masa de historias. Gracias a Gianluca Foglia, editor de acero y mayeuta.
Doy las gracias a todas las personas de Editorial Anagrama que han querido y seguido la publicación de CeroCeroCero. En otras ediciones extranjeras he citado los nombres de los editores y traductores que han trabajado junto a mí en este proyecto, pero aquí se me ha pedido expresamente no hacerlo para no exponer a las personas involucradas. En este caso mi agradecimiento es aún más sentido.
También doy las gracias a los amigos españoles, y son muchos, que durante años han estado a mi lado y han protegido mis palabras. Gracias a los medios de comunicación españoles, siempre atentos a las dinámicas criminales y siempre dispuestos a profundizar. La península Ibérica está asediada por las organizaciones criminales, constreñida entre las sudamericanas, que se sienten como en casa, y las italianas, para las que la Costa del Sol es la «Costa Nostra»: aquí en España el trabajo de los editores, escritores y periodistas que se ocupan de estos temas resulta tanto más importante cuanto que se trata de un trabajo de trinchera.
Gracias al Arma dei Carabinieri, la Policía, la Guardia di Finanza, el ROS, el GICO, el SCO, la DIA y la DDA[23] de Roma, Nápoles, Milán, Reggio Calabria, Catanzaro y todos los lugares que aquí he olvidado, por haberme permitido estudiar, leer y en algunos casos vivir sus investigaciones y operaciones: Alga, Box, Caucedo, Crimine-Infinito, Decollo, Decollo Bis, Decollo Ter, Decollo Money, Dinero, Dionisio, Due Torri Connection, Flowers 2, Tiburón Galloway, Golden Jail, Green Park, Igres, Magna Charta, Maleta 2006, Meta 2010, Notte Bianca, Overloading, Pollicino, Pret à Porter, Puma 2007, Revolution, Solare, Tamanaco, Tiro Grosso, White 2007 y White City.
Gracias a la DEA, el FBI, la Interpol, la Guardia Civil, los Mossos d’Esquadra, Scotland Yard, la Gendarmerie nationale francesa, la Policía Civil brasileña, algunos miembros de la Policía Federal mexicana, algunos miembros de la Policía Nacional de Colombia y algunos miembros de la Policía rusa, que me han permitido acompañarles en sus investigaciones y operaciones: Cabana, Cornerstone, Dark Waters, Delfín Blanco, Leyenda, Limpieza, Millennium, Omni Presence, Padrino, Pier Pressure, Proceso 8000, Project Colisée, Project Coronado, Russiagate, Reckoning, Relentless, SharQC 2009, Sword y Xcellerator.
Gracias a todos los fiscales, antimafia o no, con los que he estudiado y discutido en estos años. Sin ellos no habría podido descubrir muchas cosas: Ilda Boccassini, Alessandra Dolci, Antonello Ardituro, Federico Cafiero De Raho, Raffaele Cantone, Baltasar Garzón, Nicola Gratteri, Luis Moreno Ocampo, Giuseppe Pignatone, Michele Prestipino, Franco Roberti y Paolo Storari.
Gracias a las amigas Lydia Cacho y Anabel Hernández, que en estos años me han hecho «mexicano». Gracias a Glenda Martínez, Malcolm Beith, Christophe Champin y Yoani Sánchez por el debate y su compromiso. Gracias por la mirada de Robert Friedman, la inteligencia de Misha Glenny y el talento analítico de Ricardo Ravelo. Gracias a Peppe D’Avanzo, con quien había empezado a comentar estas páginas aunque el maldito destino no permitirá seguir haciéndolo.
Gracias al agente neoyorquino AdN. Él sabe por qué. Gracias a Mark Bray, Valeria Castelli y los chicos de Occupy Wall Street, que me han enseñado muchísimo.
Gracias a Bono Vox, por haber escuchado estas historias cuando todavía estaba enredado en ellas y por una perenne invitación abierta a los conciertos de U2.
Gracias a Salman Rushdie, que me ha enseñado a ser libre aun blindado entre siete hombres armados.
Gracias a Nouriel Rubini, que tuvo que aguantar historias sudamericanas durante una velada interminable y con quien hemos discutido demasiado tiempo de finanzas y de crímenes.
Gracias a quienes me siguen en Facebook y en Twitter, miles de presencias cotidianas que han ahuyentado la sensación de soledad y me han hecho sentir en la calle aun sin estarlo.
Gracias a Sasha Polakow Suransky y al New York Times, que me han permitido explicar cómo el narcotráfico influía en la crisis cuando en todas partes parecía un tema superfluo.
Gracias a David Dannon, que durante seis meses me hizo ser otra persona libre y casi feliz.
Gracias, en el Arma dei Carabinieri, a quienes gestionan mi vida.
Gracias a Manuela De Caro, siempre conmigo, en todo momento y a cualquier precio.
Gracias a mi familia, que paga un alto precio por mi culpa, algo que tampoco se puede perdonar con estas líneas de agradecimiento. Lo sé.
Gracias a vosotros, lectores españoles, que habéis adoptado mis historias y las habéis acogido en vuestra hospitalaria tierra. Os doy las gracias porque, al leerlas, haréis peligrosas estas palabras.
Las mafias no temen a los escritores; temen a los lectores.