Ésta es una historia que no debería haberse escrito. Muchos escritores dejaron la suya propia en el tintero. Pero muy pocos fueron capaces de reescribir su propio destino y el de otros, de burlarlo, corregirlo, de dibujar puertas en habitaciones sin paredes.
La historia que voy a contaros ocurrió en un brazo de tierra de apenas tres kilómetros que desde el aire parece la sombra hundida de un viejo barco pirata. Una isla que todavía hoy flota en medio del East River frente a una Nueva York que entonces aún soñaba con su estatua y sus rascacielos. Limitaba al norte con el infierno, al este con la Historia, al sur con la esclavitud y al oeste con la libertad. Podríamos darle a este lugar muchos nombres sin miedo a equivocarnos: la isla de los fantasmas, de las brújulas perdidas, de los sueños rotos, de los olvidados, la isla sin voz… Incluso un célebre escritor inglés, al llegar a sus costas un mes de enero envuelto en niebla, la describió en sus notas de viaje como la isla de los tigres desteñidos.
Esta historia ocurrió, pues, en esa isla a la que muchos llamaron sólo La Isla, como si no hubiera otra, y comienza en medio de la primera crisis de un Wall Street que nació en crisis, cuando se gestaba la guerra que prohibiría la esclavitud, en el mismo momento en que la Scala de Milán estallaba en aplausos revolucionarios tras los coros de Nabucco, el segundo antes de que expirara el gran Stendhal en una lúgubre habitación de París, mientras en el puerto de Nueva York descendían de un barco cientos de irlandeses… En ese mismo instante una gaviota despegaba de Manhattan y se atrevía a cruzar el East River haciendo blanco, como un rebelde dardo de plumas, en la niebla de un mundo de cambios y revoluciones.
Es posible que al leer algunos episodios, por extraordinarios y desconocidos, os preguntéis cuánto hay de real y cuánto de fábula en este relato. Me temo que eso sólo podréis respondéroslo desempolvando interminables biografías, contrastando las fechas de los viajes de algunos personajes, pero seguro que después de muchas comprobaciones llegaréis a un territorio de oscuridad: la memoria de aquellos que fueron testigos directos de esta historia y que yacen bajo tierra. Incluso puede que sintáis de pronto un hambre insaciable de imaginación y lleguéis al convencimiento de que lo importante no es si todo lo que aquí narro ocurrió. Sino que podría haber ocurrido.