Notas capítulo 3

[1] Testimonios orales referentes a esta fase de la guerra en C. Vidal, Recuerdo 1936… Una historia oral de La guerra civil española, Madrid, 1996, Sobre el tema, véase: R. de la Cierva, Historia actualizada…, pp. 237 y ss. M. Aznar, Historia militar de la guerra de España, Madrid, 1940, pp. 93 y ss; J. M. Martínez Bande, La marcha sobre Madrid, Madrid, 1982, pp. 53 y ss; F. de Raymundo, Cómo se inició el Glorioso Movimiento Nacional en Valladolid y la gesta heroica del Alto del León, Valladolid, 1936. <<

[2] La formaban dos batallones del Regimiento de América, otro del de Sicilia, una bandera de Falange y un par de tercios del Requeté. Al pasar por Logroño se le unieron dos baterías de artillería. <<

[3] Una misión muy interesante —y distinta— en J. Fernández Coppel, Memorias del general Gavilán, Madrid, 2005, p. 49 y ss. <<

[4] Estaba compuesta por dos batallones de Bailén y San Marcial, un grupo de voluntarios burgaleses y otro de artillería. El comandante de esta última unidad fue fusilado en Somosierra bajo la sospecha de traición. <<

[5] La componían un batallón del regimiento de Infantería de San Quintín, cerca de doscientos falangistas, un escuadrón montado del Regimiento de Caballería de Farnesio, una sección de ametralladoras y dos baterías del Regimiento de artillería 14 ligero. <<

[6] Testimonios orales referentes a esta fase de la guerra en C. Vidal, Recuerdo 1936… Una historia oral de la guerra civil española, Madrid, 1996. Sobre el tema, véase: R. de la Cierva, Historia actualizada…, pp. 263 y ss. M. Amilibia, Los batallones de Euzkadi, San Sebastián, 1978; M. Aznar, Historia militar de la guerra de España, Madrid, 1940, pp. 93 y ss; S. de Beurko, Gudaris, recuerdos de guerra, Bilbao, 1977; A. Lizarra, Los vascos y la república española, Buenos Aires, 1944; J. M. Martinez Bande, La marcha sobre Madrid, Madrid, 1982, pp. 53 y ss; ídem, La guerra en el Norte, Madrid, 1969; F. Solano Palacio, La tragedia del Norte, Barcelona, 1938. <<

[7] La primera se formó en Mondragón a las órdenes del capitán Urtizberea y tenía la finalidad de avanzar por el puerto de Arlabán y la Cruceta hacia Vitoria. La segunda, a las órdenes de Pérez Garmendía, debía cubrir los accesos a San Sebastián por Alsasua, Beasaín y Tolosa a través de los puertos de Echegárate y Azpiroz. La tercera, a las órdenes del teniente de Carabineros Ortega, debía defender las rutas fronterizas del valle del Bidasoa. Finalmente, la cuarta se ocupaba de sitiar los cuarteles. <<

[8] Testimonios orales sobre este episodio en C. Vidal, Recuerdo 1936… Una historia oral de la guerra civil española, Madrid, 1936. Véase asimismo R. de la Cierva, Historia actualizada…, pp. 263 y ss. B. F. Aldana, Cómo fue la guerra de Aragón, Barcelona, 1937; A. Algarra Rafegas, El asedio de Huesca, Zaragoza, 1941; S. Cirac Estopañán, Héroes y mártires de Caspe, Zaragoza, 1939; J. Gabriel, La vida y la muerte en Aragón, Buenos Aires, 1938; P. Vicente Gracia, S.J., Aragón, baluarte de España, Zaragoza, 1938; J. M. Martínez Bande, La invasión de Aragón y el desembarco en Mallorca, Madrid, 1970; A. Prats y Beltrán, Vanguardia y retaguardia en Aragón, Buenos Aires, 1938. <<

[9] Lojendio, pp. 85-86. <<

[10] El episodio fue relatado por Juan García Oliver en «El comité central de las milicias antifascistas de Cataluña», en Solidaridad Obrera, 18 de julio de 1937. <<

[11] A. D. Martín Rubio, Los mitos…, p. 82. <<

[12] Aquella actitud debía tener, entre otras consecuencias, una interrupción de la terrible represión llevada a cabo por los anarquistas durante los primeros doce días de la guerra. El 30 de julio de 1936, Solidaridad Obrera señalaba que los paseos iban a concluir y que cualquiera que siguiera actuando así sería fusilado («FM: Saliendo al paso de algo que hay que terminar», en Solidaridad Obrera, 30 de julio de 1936). Los paseos, sin embargo, no concluyeron hasta finales de año. De sus dimensiones puede darnos idea el hecho de que la misma dirigente anarquista Federica Montseny reconociera el 30 de julio que los asesinados por sus correligionarios ya sumaban de cuatro a cinco mil en Cataluña. Al respecto, véase C. Vidal, Durruti, Madrid, 1996. <<

[13] La comarca del Bajo Llobregat —que había vivido una de las insurrecciones anarquistas del período republicano— se opuso a semejante acuerdo pero su empeño resultó totalmente infructuoso. <<

[14] Entrevista de Durruti publicada en el Toronto Star, 18 de agosto de 1936. <<

[15] En un sentido similar, véase J. M. Martínez Bande, La invasión de Aragón y el desembarco en Mallorca, Madrid, 1970, p. 58, y C. Vidal, Durruti, Madrid, 1996. <<

[16] Numerosos datos acerca de la organización de la columna de Durruti en Umbral de 19 de noviembre de 1938, impreso con ocasión de la conmemoración del aniversario de la muerte de Durruti. <<

[17] F. Borkenau, El reñidero español, París, 1971, p. 75. <<

[18] Paz, p. 406; J. Mira, Los guerrilleros confederados: un hombre, Durruti, Barcelona, 1937, pp. 110-111. <<

[19] Testimonio reproducido en E. Pons Prades, «Verano de 1936: ¿Por qué no se tomó Zaragoza?», en Nueva Historia, n. 26, marzo de 1979, pp. 59-65. <<

[20] Informe militar capturado y publicado en La Libertad, 24 de julio de 1936. <<

[21] Solidaridad Obrera, 9 de agosto de 1936. <<

[22] Ese tema excede del objeto del presente estudio. Sobre el mismo, puede consultarse C. Vidal, Durruti, Madrid, 1996. <<

[23] Acerca del tema, puede verse: R. de la Cierva, Historia actualizada…, pp. 295 y ss. J. L. Alcofar Nassaes, CTV. Los legionarios italianos en La guerra de España. 1936-1939, Barcelona, 1972, pp. 21 ss; A. Bayo, Mi desembarco en Mallorca, Guadalajara-México, 1944; G. Bernanos, Los grandes cementerios bajo la luna, Madrid, 1986; J. M. Martínez Bande, La invasión de Aragón y el desembarco en Mallorca, Madrid, 1970; J. Massot y Muntaner, La guerra civil a Mallorca, Montserrat, 1976. <<

[24] La misma estaba compuesta por los destructores Almirante Antequera y Almirante Miranda, los guardacostas Xauen y Tetuán, el torpedero N. 17, los submarinos B-2, B-3 y B-4, los remolcadores armados R-13 y Ra 14, el algibe A-3, las lanchas I2 e I6 y cuatro o cinco barcazas K. Los transportes utilizados fueron Ciudad de Cádiz, Mar Cantábrico, Mar Negro, Marqués de Comillas, Ciudad de Barcelona, Ciudad de Mahón, Ciudad de Tarragona, Isla de Tenerife, Cabo Silleiro, Ciudadela, Jaime II, Cíclope, Rota, Montenegro, Giralda, Isabel Matute, Pons Pascual y Trinidad. <<

[25] Documento 5 en J. M. Martínez Bande, La invasión. <<

[26] Las razones de la retirada de Mallorca son todavía hoy objeto de discusión. El relato del propio Bayo (Mi desembarco, pp. 232 y ss) donde se exculpa de toda responsabilidad y describe un reembarco extraordinariamente bien realizado, es absolutamente fantasioso. Todo hace pensar que, finalmente, la retirada fue fruto de la improvisación —como la ofensiva— en unos momentos en que, contra lo señalado por Bayo, el enemigo no sólo no estaba quebrantado sino reaccionando y además recibiendo apoyo militar italiano. <<

[27] M. Azaña, Memorias políticas y de guerra, II, Barcelona, 1981, p. 269. <<

[28] Entre ellas destacaron la legionaria del comandante Castejón, la del comandante Buiza, la de Falange del teniente de navío Mora, la de voluntarios sevillanos del comandante Carranza, la del comandante Morales, la carlista del comandante Redondo, etc. <<

[29] El mismo Lojendio, historiador oficialista nacional que sólo percibe los horrores del adversario y las luces del amigo señala (p. 98) que «la reacción vigorosa de las columnas nacionales se impuso también con castigo ejemplar». <<

[30] Estas comunicaciones se ampliaron posteriormente en operaciones complementarias. El 30 de agosto, las fuerzas avanzaban sobre Alcalá la Real. El 20 de septiembre tomaron Montefrío y el 21, Algarinejo. Quedaba así establecida la comunicación con el área de Priego de Córdoba. <<

[31] Acerca de las mismas, véase especialmente R. de la Cierva, Historia actualizada…, pp. 305 y ss.; J. Cuesta Monereo, La guerra en los frentes del Sur, Zaragoza, 1961; Lojendio, pp. 109 y ss.; J. M. Martínez Bande, La campaña de Andalucía, Madrid, 1969. <<

[32] Tampoco lograron auxiliar al Santuario de Nuestra Señora de la Cabeza donde el 18 de agosto de 1936 se había refugiado un contingente de la Guardia Civil a las órdenes del capitán Cortés. El mismo resistiría hasta el 1 de mayo de 1937 en que, finalmente, las fuerzas republicanas lograron conquistarlo. Sobre este episodio, véase: J. Luque Arenas, M. Luengo, E. Munilla, La epopeya de la Guardia Civil en el Santuario de la Virgen de la Cabeza, Madrid, 1962; A. Reparaz, Desde el Cuartel General de Miaja al Santuario de la Virgen de la Cabeza, Valladolid, 1937; J. Rodríguez de Cueto, Epopeya del Santuario de Santa María de la Cabeza, San Sebastián, 1939; J. M. Martínez Bande, Los asedios. El Santuario de la Virgen de la Cabeza, Madrid, 1983; J. Urrutia, El cerro de los héroes, Madrid, 1965. <<

[33] Inicialmente cada columna estaba formada por una Bandera del Tercio y un Tabor de Regulares, ingenieros, sanidad y una o dos baterías de artillería. <<

[34] En Cala se les unió un grupo de guardias civiles sitiados hasta entonces, y en Santa Olalla hizo lo mismo un conjunto de ciento diez guardias civiles de la Comandancia de Badajoz. <<

[35] Testimonio reproducido en R. de la Cierva, Nueva…, p. 205. <<

[36] M. Neves, La matanza de Badajoz, Mérida, 1986. <<

[37] Los casos son variados y entre ellos se puede citar a A. Reig Tapia, Memoria de la guerra civil, Madrid, 1999, p. 107y ss. (de 9000 fusilados habla este personaje curioso que ha reconocido públicamente que su familia se pasó rezando en Cataluña toda la guerra para que llegara Franco y la salvara de la persecución religiosa del Frente popular), P. Preston, Franco, p. 209 (el libro de Preston, muy tendencioso, se caracteriza por un desconocimiento verdaderamente pasmoso de las fuentes primarias y una repetición de tópicos no contrastados procedentes de la propaganda del Frente popular); Sebastián Balfour, Abrazo mortal, p. 9 (una obra inspirada, según confesión del autor, en Preston, y carente de valor científico), o F. Espinosa Maestre, La columna de la muerte, Barcelona, 2003 (donde el prologuista Josep Fontana llega a equiparar las supuestas matanzas de Badajoz nada menos que con Auchswitz en un lamentable acto de trivialización, que suponemos no querida, del Holocausto), o Julián Casanova en Víctimas de la guerra, pp. 76 y 106 (de nuevo sin examinar críticamente las fuentes primarias y, como suele ser bastante habitual en este autor, repitiendo sin contrastar tópicos propagandísticos). Una evaluación verdaderamente magnífica —y demoledora— de todas estas obras en A. D. Martín Rubio, Los mitos…, pp. 117 y ss. <<

[38] El estudio definitivo sobre este tema se halla en A. D. Martín Rubio, Los mitos…, pp. 117 y ss. <<

[39] En el mismo sentido, R de la Cierva, Historia actualizada, pp. 314 y ss. <<

[40] El 22 de agosto, Alemania envió a Mola los fusiles y munición que había solicitado, pero a través del traficante de armas Veltjens. No se trataba de ayuda oficial del partido nacional-socialista ni de Hitler. <<

[41] Lojendio, p. 154. <<

[42] Acerca del Alcázar, véase: A. Bullón de Mendoza y L. E. Togores, El Alcázar de Toledo, fin de una polémica, Madrid, 2001 (la obra definitiva); H. Matthews, The Yoke and the Arrows, 1957 (repleto de errores, pero muy aprovechado por autores cercanos al Frente popular), M. Aznar, El Alcázar no se rinde, Madrid, 1957 (magnífica obra de refutación de Matthews que llevó a éste a pedir disculpas por carta a la viuda de Moscardó); R. Casas de la Vega, El Alcázar, Madrid, 1976; J. Enríquez de Salamanca, La vida en el Alcázar de Toledo, Valladolid, 1937; J. M. Martínez Bande, Los asedios. El Alcázar, Madrid, 1983; D. Muro Zegri, La epopeya del Alcázar, Valladolid, 1937; A. Palomino, Defensa del Alcázar. Una epopeya de nuestro tiempo, Barcelona, 1995; L. Quintanilla, Los rehenes del Alcázar de Toledo, París, 1967 (sin valor histórico alguno, pero con una serie de mitos propagandísticos seguidos después por autores como Paul Preston o Hilari Reig Tapia); L. Morata, ¿Fui yo un rehén?, Madrid, 1997 (una refutación demoledora del panfleto de Quintanilla); A. Risco, La epopeya del Alcázar de Toledo, San Sebastián, 1941; J. Ruiz de Santayana, La pequeña historia del Alcázar, Madrid, 1973; H. R. Southworth, El mito de la Cruzada de Franco, Esplugues, 1986, pp. 192 ss; A. Vilanova Fuentes, Los defensores del Alcázar de Toledo, México, 1963. <<

[43] Contra lo que se afirma a veces, la línea telefónica con el Alcázar no estaba cortada, aunque sí intervenida. <<

[44] R. Salas Larrazábal, Historia…, I, pp. 268-269. <<

[45] La fuente de las leyendas sobre el Alcázar —no hubo conversación entre Moscardó y su hijo, el hijo de Moscardó no fue fusilado, había rehenes en el Alcázar…— fue el pintor Quintanilla, aunque encontró su mayor repercusión en Herbert Matthews. En su día Matthews fue objeto de una durísima réplica por parte de Manuel Aznar que le llevó a pedir disculpas por escrito a la viuda de Moscardó. Sin embargo, de manera sorprendente, los errores históricos gravísimos —fruto del deseo de propaganda en su origen— han sido repetidos de manera acrítica y no contrastada con las fuentes originales por autores como Paul Preston, Reig Tapia, Blanco Escolá y otros. Al respecto, todas las cuestiones han quedado zanjadas de manera sólida en la monografía, ya citada, de Alfonso Bullón y Luis E. Togores. <<

[46] Una exposición resumida pero muy correcta del tema en P. Moa, Los mitos…, p. 254 ss. <<

[47] Citado por B. Bolloten, La guerra…, p. 423. <<

[48] La acción de la Junta de Defensa nacional carecía de fundamento jurídico sobre el que asentarse (con excepción, quizá, del Bando de 28 de julio en que se declaraba el estado de guerra) pero ello no fue obstáculo para la promulgación de un conjunto considerable de normas cuya finalidad no fue otra que devolver todos los resortes económicos, políticos y sociales a las clases que habían contemplado la República como una amenaza para sus intereses. Así, los decretos de 28 de agosto (74), 24 de septiembre (128) y 25 de septiembre (133) no sólo liquidaron la reforma agraria sino que además significaron la expulsión de todos los asentados, jornaleros y braceros, fuera cual fuese el sistema de asentamiento. El 8 de septiembre, se produjo la abolición de la ley de jurados y la depuración de jueces. Asimismo se ampliaron las atribuciones de la jurisdicción militar y se suspendieron los plazos judiciales. Asimismo, el Decreto de 13 de septiembre (108) declaró fuera de la ley todos los partidos y agrupaciones políticas o sociales que habían integrado el Frente popular, el de 25 del mismo mes (113) prohibió «todas las actuaciones políticas y las sindicales obreras y patronales de carácter político». En paralelo, se había iniciado la depuración funcionarial, comenzando la de la enseñanza el 28 de agosto, y eliminado «el parlamentarismo» de municipios y ayuntamientos. <<

[49] El episodio fue narrado ya en 1945 por el general Kindelán en Mis cuadernos de guerra, Madrid. Aquí utilizamos la reedición con los pasajes suprimidos por la censura entonces editada en Barcelona en 1982, pp. 101 y ss. Kindelán comete algunos errores de confusión entre ambos encuentros y la primera edición fue objeto de algunos cortes efectuados por la censura nacional. Con todo, su relato es esencial para el estudio de este hecho cargado de suma relevancia. <<

[50] De interés para el ascenso de Franco en los medios nacionales, son P. Noury, Francisco Franco: la conquista del poder, Gijón, 1976; A. Kindelán, Mis cuadernos de guerra (debe tenerse en cuenta que la edición publicada en España durante la posguerra está censurada) e ídem, La verdad de mis relaciones con Franco, Barcelona, 1981; P. Sainz Rodríguez, Testimonio y Recuerdos, Barcelona, 1978. <<