La campaña de Cataluña
Tras la victoria en la batalla del Ebro, Franco podía, prácticamente, dar por segura la victoria. Le interesaba además desencadenar con la mayor brevedad una ofensiva que impidiera a sus adversarios la más mínima reagrupación. El objetivo lógico era —ahora sí— una Cataluña que no podría contar ya con el Ejército del Ebro. La ofensiva debía ser llevada a cabo por el Ejército del Norte (Dávila) que estaba formado por el Cuerpo de Ejército de Urgel (Muñoz Grandes),[2] el Cuerpo de Ejército del Maestrazgo (García Valiño),[3] el Cuerpo de Ejército de Aragón (Moscardó),[4] el CTV italiano (Gambara)[5] y el Cuerpo de Ejército marroquí (Yagüe).[6] Además en la zona de Lérida se habían situado la División 40 y la División de Caballería (Monasterio).
El plan de maniobra tenía la pretensión de dividir el frente enemigo en tres secciones (Alto Segre, Medio Segre y Bajo Segre). Al lograrse esto, las tropas del Ejército popular quedarían desconectadas entre sí y podrían ser aplastadas con mayor facilidad. El Cuerpo de Ejército de Urgel y el del Maestrazgo debían romper el frente entre La Baronía y Tremp, mientras que el CTV italiano y el Cuerpo de Ejército de Navarra debían realizar la misma misión en el sector de Serós. Estas rupturas permitirían envolver el área situada entre el Segre Medio y el canal de Urgel. El Cuerpo de Ejército de Aragón (Moscardó) debía fijar con anterioridad al enemigo en el sector Balaguer-Lérida-Aytona, y después atacaría en dirección a Cubells y Bellcaire. Al mismo tiempo, el Cuerpo de Ejército marroquí (Yagüe), por el Sur, tenía que cruzar el Ebro por Flix y Mora con la intención de desorientar a las fuerzas del Ejército popular del sector de Amposta. Con posterioridad, avanzaría por Falset y Tivisa hacia Cambrils y Hospitalet.
El Mando del Ejército popular obviamente esperaba una ofensiva sobre Cataluña[7] e intentó evitarla echando mano de un recurso empleado varias veces en los años anteriores: la maniobra de diversión en un frente que obligara a los atacantes a desviar sus tropas. Con tal finalidad, se proyectó un ataque principal en el sector de Peñarroya-Valsequillo. El mismo debía ser antecedido por dos ataques demostrativos sobre Brunete y Motril. Se repetía así el patrón que ya hemos visto repetidas veces. La acción del Ejército nacional provocaba una reacción del Ejército popular que sería contenida y originaría una fatal contraofensiva enemiga.
La maniobra del Ejército popular se había previsto para los primeros días de diciembre de 1938 a fin de adelantarse a la ofensiva nacional sobre Cataluña. Finalmente, ambas ofensivas sufrieron un retraso debido en el caso de las tropas de Franco a causas climatológicas y en el de las del Ejército popular a problemas de organización.
El Mando del Ejército popular esperaba un ataque por la cabeza de puente de Balaguer en dirección a Tárrega donde debía tomarse la carretera Lérida-Barcelona. Esas previsiones habían llevado a pensar en un contraataque sobre los dos flancos enemigos. Sin embargo, el hecho de que la ofensiva, finalmente, se produjera no en un lugar sino en dos —al norte y al sur de la carretera citada— dificultó la resistencia.
El 23 de diciembre de 1938, después de ser rechazada la propuesta del gobierno del Frente popular de celebrar una tregua de Navidad, Franco inició su ofensiva contra Cataluña. La superioridad material que había logrado concentrar era extraordinaria. Sus 350 000 hombres contaban con medios de transporte suficientes para relevar las tropas cada cuarenta y ocho horas y un dominio absoluto del aire. Frente a ellos sólo había 90 000 soldados del Ejército popular prácticamente sin equipo tras la retirada del Ebro. No resulta extraño que la campaña de Cataluña se convirtiera en la primera ofensiva de Franco en que, prácticamente, todo discurrió con una exacta precisión. No fue, sin embargo, como se ha repetido erróneamente un paseo militar.[8]
En la primera jornada de la ofensiva, el Cuerpo de Ejército de Urgel (Muñoz Grandes) y el Cuerpo de Ejército del Maestrazgo (García Valiño) perforaron el frente en La Baronía y Tremp convergiendo sobre Artesa de Segre que era un nudo de comunicaciones importante. Sin embargo, las fuerzas del Ejército popular consiguieron detener a sus adversarios en la zona comprendida entre el Noguera Pallaresa y el Alto Segre. Al mismo tiempo, el CTV italiano y el Cuerpo de Ejército de Navarra (Solchaga) penetraron por la cabeza de puente de Serós, avanzando después hacia Borjas Blancas y Pobla de la Granadella y logrando una profundidad de 16 kilómetros.
La distinta evolución de los dos ejes de ataque llevó a las fuerzas del Ejército popular a intentar mantenerse en el Norte en una posición defensiva, mientras en el Sur se lanzaba un contraataque sobre el flanco izquierdo de los italianos que se dirigían a Borjas Blancas. La acción sólo tuvo un leve efecto ralentizador sobre las unidades atacantes. Mientras tanto el Cuerpo de Ejército de Navarra (Solchaga) alcanzó con su ala izquierda la Pobla de Granadella y con la derecha Flix, donde enlazó con el Cuerpo de Ejército marroquí (Yagüe). En las siguientes jornadas, el Cuerpo de Ejército de Urgel (Muñoz Grandes) avanzó por el valle de Meyá en dirección a Artesa de Segre y el Cuerpo de Ejército del Maestrazgo (García Valiño) se dirigía al mismo objetivo, pero remontando el Segre y tomando en su avance Alós de Balaguer.
El 28 de diciembre, el Cuerpo de Ejército de Aragón (Moscardó) perforaba las líneas del Ejército popular por la cabeza de puente de Balaguer y enlazaba en Cubells con el Cuerpo de Ejército del Maestrazgo (García Valiño). Esta conjunción permitió comenzar el envolvimiento por el Sur de Artesa de Segre. Cuando el Cuerpo de Ejército de Urgel (Muñoz Grandes) inició el ataque sobre esta misma localidad desde el Norte, la suerte de las fuerzas del Ejército popular que la defendían quedó echada. El 4 de enero de 1939, Artesa de Segre cayó en manos de las tropas nacionales. La línea de atrincheramientos que el Ejército popular tenía en el canal de Urgel se vio rebasada y el Alto Segre se encontró expuesto a la continuación de la ofensiva.
El inicio de la ofensiva del Ejército popular en Peñarroya-Valsequillo el 5 de enero de 1939 no consiguió impedir un avance enemigo que se estaba demostrando imparable. Mediante un ensanchamiento de la ruptura del frente conseguida en el sector de Serós, el 6 de enero, las fuerzas nacionales alcanzaron, por el flanco izquierdo, la carretera de Lérida a Tarragona, desde Artesa de Lérida a Vinaixa y, por el flanco derecho, el camino que, pasando por Vilosell y Margalef, lleva a Vinebre. Los Llanos de Urgel se veían así desbordados por el Norte y por el Sur, lo que obligó a las tropas republicanas a replegarse para evitar verse copadas. A esas alturas de la ofensiva, el Ejército popular había perdido una cuarta parte de sus efectivos y no contaba con reservas para intentar sustituirlos en una proporción mínima.
El 9 de enero[9] se dictaron las instrucciones encaminadas a atravesar la cadena montañosa litoral que va de Calaf a Montblanch. El Cuerpo de Ejército de Urgel (Muñoz Grandes) debía lanzar su ataque en el sector Pons-Oliola, avanzando por el norte del Segre hacia el valle del Rialp; el Cuerpo de Ejército de Aragón (Moscardó) debía ocupar posiciones en la carretera que iba de Pons a Calaf; el Cuerpo de Ejército del Maestrazgo (García Valiño) se situaría en la línea Calaf-Montmaneu para dirigirse a Manresa; el CTV italiano se dirigiría a Sarreal y Santa Coloma de Queralt; el Cuerpo de Ejército de Navarra (Solchaga) avanzaría hacia la línea Pla de Cabra-Valls y, finalmente, el Cuerpo de Ejército marroquí (Yagüe), tras cruzar el Ebro, debía avanzar en dirección Reus-Morell-Nulles y Hospitalet-Tarragona-Tamarit. Tarragona obviamente se presentaba como un objetivo especialmente importante y por ello estaba previsto que en el caso de que Yagüe se viera retrasado en su avance por la resistencia enemiga, el Cuerpo de Ejército de Navarra se adelantara para tomar la citada ciudad.
El 11 de enero, el Cuerpo de Ejército de Navarra (Solchaga) tomó Montblanch y a partir de ahí se fue abriendo paso hacia la costa a través del valle del Francolí. En paralelo, Yagüe conseguía cruzar el Ebro y entraba en Tortosa, alcanzando el Mediterráneo en Cala Ametlla. Se producía así un pugilato entre las fuerzas de Solchaga y las de Yagüe por entrar en Tarragona. El 14, Solchaga conquistaba Valls, a una jornada de Tarragona y obligaba a retirarse a los restos de los XV y XXIV Cuerpos del Ejército popular para no verse copados. El 15 de enero, las tropas de Solchaga y de Yagüe entraban en Tarragona.
De manera simultánea, el Cuerpo de Ejército de Aragón ocupó Tárrega y Cervera, sobre la carretera Lérida-Barcelona. Mientras tanto el Cuerpo de Ejército del Maestrazgo (García Valiño) y el CTV italiano habían enlazado en Montmaneu. El 18, al caer Pons en manos de las fuerzas al mando de Muñoz Grandes quedó copado prácticamente el X Cuerpo de Ejército republicano que combatía en el Alto Segre.
Un día antes de la toma de Pons, el Mando nacional había señalado los nuevos objetivos a las fuerzas situadas bajo sus órdenes. Con la intención de alcanzar el Cardoner y el Llobregat, Yagüe debía avanzar hacia San Baudilio de Llobregat y Molins de Rey; Solchaga hacia Martorell y Abrera; el CTV italiano hacia Igualada y Esparraguera; García Valiño hacia Calaf y Manresa; Moscardó sobre Solsona y Muñoz Grandes hacia Basella. Una vez alcanzado este último objetivo, Muñoz Grandes debía colaborar con Moscardó en la toma de Solsona.
El 21, el Cuerpo de Ejército de Urgel había llegado a Basella donde se dividió en dos agrupaciones que se dirigieron respectivamente hacia Seo de Urgel y hacia Solsona. Moscardó, al mismo tiempo, avanzaba hacia Cardona; García Valiño hacia Calaf y Manresa; el CTV hacia Barcelona por la carretera de Lérida; Solchaga ocupaba Villafranca del Panadés y Yagüe hacía lo mismo con Sitges.
No resulta difícil imaginar el estado de postración en que se encontraba en esos momentos la capacidad de resistencia del Ejército popular. Muy posiblemente, había perdido ya más de la mitad de sus efectivos y, de manera continua, se veía enfrentado con un enemigo numérica y materialmente muy superior que desbordaba sus fuerzas una y otra vez, obligándolas a retirarse para impedir el cerco. Por si fuera poco, casi podía afirmarse que el frente no existía en las direcciones de Solsona, Barcelona y Manresa y además los accesos a Barcelona estaban abiertos a cualquier avance enemigo. En una situación como aquélla los rumores se dispararon entre los combatientes republicanos e incluso se llegó a hablar de una posible invasión francesa que permitiera mantener Cataluña en manos del Frente popular. El Mando del Ejército popular estaba dispuesto a continuar resistiendo en la medida de lo posible para evitar la caída de Barcelona, una ciudad no sólo emblemática sino de enorme importancia militar a causa de sus comunicaciones —el puerto, las carreteras y las vías férreas— y de las armas acumuladas en sus fábricas, parques, depósitos y cuarteles. Contando con la posibilidad de que los atacantes se detuvieran en el Llobregat para recuperarse del avance, se intentó constituir dos agrupaciones de tropas que descargaran sus golpes sobre el CTV italiano, unidad a la que se consideraba más fácil de vencer. Mientras una de las agrupaciones del Ejército popular atacaba de flanco al CTV en la zona Monistrol-Vacarisas, la otra debía hacer lo mismo en el sector de Manresa, lo que debería permitir caer sobre la retaguardia de los italianos. Al final, tal proyecto no pudo hacerse efectivo lo que se debió, fundamentalmente, a la práctica imposibilidad de reagrupar a las fuerzas del Ejército popular y, de manera bien significativa, a la rapidez de avance de las tropas de Franco.
El 24, las fuerzas de García Valiño entraban en Manresa; los italianos alcanzaban el Llobregat por Abrera; Solchaga lo cruzaba por Martorell y Yagüe ocupaba el campo de aviación del Prat, en las inmediaciones de la Ciudad Condal. Ese mismo día, el Mando nacional dictaba sus órdenes para la toma de esta población.
El plan de avance sobre Barcelona preveía que el Cuerpo de Ejército de Navarra (Solchaga) progresaría sobre Rubí y San Cugat del Vallés, de tal manera que, desde allí, pudiera atacar Can Ríus, Vallvidrera y Tibidabo, ya muy cerca de la capital. Por su parte, el Cuerpo de Ejército marroquí (Yagüe) avanzaría sobre Barcelona por el Este y el Sur, desde Esplugas y Hospitalet. En paralelo, el CTV italiano progresaría en dirección Tarrasa-Sabadell-Masnou con la finalidad de cubrir por el Norte a las fuerzas atacantes.
Aunque en la zona de España controlada por el Frente popular se habían voceado consignas que llamaban a que Barcelona resistiera como Madrid lo había hecho en 1936, la realidad resultó muy distinta. A la repetición continua de fracasos y retrocesos —que tenían su paralelo en el avance de Franco sobre la capital de España— había que sumar ahora todas las derrotas militares sufridas durante los últimos años. Así, en lugar de producirse una resistencia como la encontrada en Madrid, el pánico cundió entre la población y medio millón de personas huyó hacia la frontera con Francia. Como señalaría posteriormente Rojo, «Barcelona se perdió, lisa y llanamente, porque no hubo voluntad de resistencia, ni en la población civil ni en algunas tropas contaminadas por el ambiente».[10] El juicio era una verdad a medias. A esas circunstancias, ciertamente reales, se sumaba la convicción de que no había posibilidad de enfrentarse con éxito al Ejército nacional y la esperanza de que la llegada de Franco acabara con el terror desatado desde julio de 1936 por las fuerzas del Frente popular. Para muchos de los que se quedaron, el desfile de las tropas de Franco por las Ramblas iba a significar, como mínimo, el final de dos años y medio de sinsabores y pánico. Durante ese tiempo, las víctimas mortales causadas por el Frente popular habían ascendido a la cifra escalofriante de 5682, era la segunda más elevada aunque a bastante distancia de Madrid.[11] También como en el caso de Madrid la represión desencadenada por los vencedores fue, numéricamente, inferior. Incluyendo los fusilamientos de la posguerra, el número de víctimas mortales en toda la provincia llegaría a 2536.[12]
A primeras horas del 26 de enero, una vez ocupadas las alturas que rodean la ciudad y el puerto, las tropas de Yagüe entraron en Barcelona prácticamente sin efectuar un solo disparo. Hasta el último momento se habían estado produciendo las evacuaciones de soldados del Ejército popular.[13] De manera bien significativa, la ciudad volvió a ser administrada con la colaboración de buena parte de los empleados municipales que habían servido a las órdenes de la Generalidad catalana.
Al mismo tiempo, y siguiendo la misma línea de acción ya llevada a cabo en otros frentes, la aviación de Franco bombardeaba las carreteras por las que huían unos 300 000 soldados del Ejército popular mezclados con unos 200 000 refugiados. Las gestiones de la Liga de los Derechos del Hombre y de la Cruz Roja para evitar semejantes acciones resultaron infructuosas en la medida en que Franco no estaba dispuesto a dejar escapar a las tropas que acababa de derrotar y que podían regresar a la España que aún controlaba el Frente popular para seguir combatiendo.
El 29 de enero, las tropas de Franco habían llegado a una línea que iba, de manera discontinua, de Orgañá, en el Alto Segre, hasta Mataró. Ese mismo día se cursaron las órdenes pertinentes para consumar la persecución de las unidades enemigas que se encontraban en estado de franca desbandada. El Cuerpo de Ejército de Urgel lo haría en dirección a Seo de Urgel y Puigcerdá; el de Aragón, hacia Berga y Ripoll; el del Maestrazgo, hacia Vich, Olot y Besalú; el de Navarra, hacia Bañolas y Cerviá de Ter, y el CTV hacia Flassá y Torroella de Montgrí. Las fuerzas de Yagüe quedarían mientras tanto concentradas en la región Villafranca del Panadés-Villanueva y la Geltrú.
Salvo en el sector de Granollers-La Garriga,[14] la resistencia frente a aquel alud militar fue ya muy escasa. Resulta de interés el hecho de que en este sector mencionado fuera donde combatieron por última vez algunos miembros de las Brigadas Internacionales que no habían sido repatriados durante la batalla del Ebro, según se desprende de documentos firmados del 24 al 26 de enero de 1939 por Luigi Gallo y otros dirigentes de las mismas. El 2 de febrero, las fuerzas del Cuerpo de Ejército de Urgel entraron en Berga. El 4, las tropas de García Valiño tomaban Gerona. El 6, el presidente de la República, Azaña, el presidente del gobierno del Frente popular, Negrín; el presidente de la Generalidad catalana, Companys y el presidente del gobierno vasco, Aguirre, cruzaron la frontera a pie. Huían así de Figueras, donde se había refugiado el gobierno del Frente popular. Las fuerzas del XI Cuerpo de Ejército republicano, al mando de Márquez, habían procedido antes a volar un depósito de material y munición sito en el castillo de Figueras. El 8 de febrero, también caía esta ciudad. Dos días después, las tropas nacionales izaban la bandera bicolor en Port Bou y cerraban la frontera con Francia. La campaña de Cataluña, sin embargo, iba a durar todavía tres jornadas más.
En paralelo a los últimos estertores del Ejército popular en Cataluña se produjo la rendición de la isla balear de Menorca. Del 3 al 6 de febrero de 1939, 33 aviones italianos estuvieron lanzando sobre la isla octavillas en las que se instaba a las fuerzas localizadas en la misma a la rendición. Sin embargo, el éxito en esa empresa no lo cosecharían las fuerzas de Mussolini sino la diplomacia británica. El 7 de febrero, a primeras horas de la mañana, el Devonshire, un navío británico de guerra, se aproximó a Menorca llevando a bordo a un emisario del general Franco, el conde de San Luis. Con el pretexto de devolver la visita al capitán británico, el jefe de la base naval, González Ubieta, subió al navío y allí celebró una entrevista con el enviado enemigo. De manera nada sorprendente, éste indicó a González Ubieta que la única alternativa a la rendición de la isla era que la misma fuera sometida a un bombardeo continuo hasta lograr su capitulación por la fuerza. Por supuesto, de darse esta última alternativa ningún simpatizante del Frente popular podría abandonar el lugar. Se trataba de un auténtico ultimátum cuyo plazo finalizaba el 8 de febrero a las 10 de la mañana. González Ubieta, el maquinista naval San Martín, el delegado del gobierno Mercadal y el comisario político Valbuena no esperaron a que concluyera y declararon su intención de acogerse a la protección que pudiera brindarles el pabellón británico. La negociación pudo empero romperse como consecuencia de la acción brutal de la aviación italiana que, con la única finalidad de obligar a Gran Bretaña a reconocer su papel especialmente relevante en la posible capitulación de Menorca, procedió a bombardear el Devonshire cuando se hallaba anclado en el Clot de la Mola. El Devonshire inmediatamente abandonó las aguas jurisdiccionales —aunque eso significó en la premura de la huida arrancar las cadenas de las anclas— y se puso a salvo. Con todo, Italia no obtuvo lo que ambicionaba. Las autoridades británicas protestaron por el acto de la aviación italiana, pero no permitieron que semejante acción terminara con las negociaciones.
La llegada del Devonshire coincidió, por otra parte, con una sublevación dirigida contra las autoridades del Frente popular. La misma fue encabezada por Juan Thomas Riutort, jefe de la 2.ª Brigada mixta, y obtuvo un rápido éxito en Ciudadela y Ferrerías. Algunas fuerzas de la 1 Brigada, bajo el mando de Juan Palou, intentaron abortar el levantamiento y se enfrentaron con los alzados en Mercadal. Fue un vano intento. El 9 de febrero, la 105 División (López Bravo) desembarcó en Menorca procedente de Tarragona con la intención de incorporar la isla al territorio ya controlado por el Ejército nacional. Como era de suponer, no encontraron resistencia a su paso y pudieron entrar en Mahón y en la fortaleza de la Mola[15] sin ningún género de inconvenientes. El episodio de Menorca resultó especialmente revelador de la configuración que estaba adoptando la política internacional de Franco. Si la capitulación pasó por manos británicas se debió fundamentalmente al hecho de que, de esta manera, Gran Bretaña —que negó que el Devonshire hubiera actuado siguiendo órdenes— podía desempeñar una baza extraordinaria al lograr que su Marina transfiriera Menorca de las manos del Frente popular a las del gobierno nacional. De esta forma no sólo Franco volvía a acercarse a una Gran Bretaña a la que no deseaba distante y de la que sabía que era anticomunista, sino que además Mussolini era alejado de las Baleares. Desde un punto de vista humanitario, lo más positivo de la labor británica fue que la mayoría de los jefes y oficiales del Ejército popular pudieron embarcar en el Devonshire y en el velero Carmen Picó con lo que unas 700 personas fueron evacuadas salvándose de la ejecución o la cárcel. Sin embargo, lo que resultaba más obvio que nunca era que Gran Bretaña reconocía que Franco era el vencedor en aquella cruenta guerra civil y que también deseaba mantener buenas relaciones con él para evitar una deriva hacia los regímenes fascistas que le habían ayudado a obtener la victoria. Como había sucedido desde antes del estallido de la guerra, Gran Bretaña veía en el bando nacional no a un régimen similar a los de Italia o Alemania, sino una reacción frente a una revolución similar a la que había sufrido Rusia dos décadas antes. Esa visión contribuye a explicar de manera satisfactoria no sólo su actitud durante la guerra civil española sino también tras la conclusión de la Segunda guerra mundial.