La guerra se decide en Aragón (I):
la ofensiva de Teruel
El final del año 1937 no podía presentarse para el gobierno del Frente popular bajo peores auspicios. Durante el verano y el otoño no sólo habían caído en manos del Ejército nacional Vizcaya, Santander y Asturias sino que además habían fracasado las ofensivas de Brunete y Belchite en las que habían quedado de manifiesto las propias insuficiencias para desencadenar una ofensiva de manera competente. Pese a las reformas militares que vendrían vinculadas al nombre de Prieto,[2] en buena lógica todo hacía presagiar que su futuro, aparte de adverso, iba a ser muy breve.
Tras acabar con éxito la campaña del Norte, el Mando nacional consideró —y la pretensión no constituía ningún absurdo— la posibilidad de concluir de manera rápida la guerra. Con tal finalidad, en noviembre y diciembre de 1937, se produjo un desplazamiento masivo de tropas y material destinado a desencadenar una ofensiva final. Así, en la zona inmediata a Medinaceli-Alcolea del Pinar se concentraron catorce divisiones de Infantería, una de Caballería e importantes formaciones de Artillería, Ingenieros y Servicios. Estas fuerzas debían ser empleadas en una ofensiva en dirección a Guadalajara-Madrid. Si, como parecía posible, Franco lograba cercar y tomar Madrid de esta manera la guerra podría darse por concluida de manera victoriosa.
Semejantes preparativos se producían en una grave situación para el Frente popular. Por un lado, su mejor armamento se había perdido en la fallida ofensiva de Brunete. Por otro, la Unión Soviética —preocupada por las actividades japonesas en Extremo Oriente— comunicó al gobierno del Frente popular que sólo podría contar con nuevas entregas de material si proporcionaba barcos para transportarlo. Por lo que se refiere a las tropas, el Estado Mayor Central del Ministerio de Defensa republicano había ordenado un nuevo llamamiento a filas y organizó nuevas unidades. Sobre el papel, se podía hablar de cinco Cuerpos de Ejército, nueve Divisiones y catorce Brigadas pero, en realidad, algunas de las unidades no estaban completas y en no pocos casos sus componentes eran bisoños. Fue así como volvió a desempolvarse un plan acariciado en su día por Largo Caballero. El mismo consistía en un ataque por Extremadura que cortara en dos el territorio enemigo en coordinación con un desembarco en Motril. La operación —que recibió el nombre de plan «P»— debía ser llevada a cabo por una parte del denominado Ejército de Maniobra, consistente en cinco Cuerpos de Ejército.
Lo apurado de la situación en el plano estratégico obligaba, sin embargo, al Ejército popular a lanzar una ofensiva que desviara —y evitara— la planeada por el enemigo quedando para un momento posterior la puesta en marcha del plan P. Tras diversos estudios, el jefe del Estado Mayor Central republicano propuso a Prieto, el ministro de Defensa, el lanzamiento de una ofensiva limitada sobre Teruel, una ciudad aragonesa mal defendida, que además formaba un saliente enemigo en el interior del territorio controlado por el Frente popular.
Este plan —al que se dio la denominación de «contragolpe estratégico»— estaba supeditado al cumplimiento de varias condiciones. La primera era que había que atacar al enemigo en un punto débil, con celeridad y sin excesiva fuerza. Con esto se pretendía que Franco desplazara parte de las tropas con que pensaba atacar Madrid, pero que, a la vez, el desplazamiento no fuera tan masivo como para poner en peligro el éxito de la ofensiva del Ejército popular. En segundo lugar, resultaba indispensable que se mantuviera una reserva ante la eventualidad de que el Ejército nacional respondiera lanzando una contraofensiva de envergadura bien hacia Guadalajara, bien hacia Aragón. Finalmente, parte de las tropas destinadas a acometer el plan P debían permanecer en su sitio para poder realizarlo con la mayor rapidez.
El Ejército popular de la República puso en movimiento para desencadenar la ofensiva catorce Divisiones, aunque sólo nueve estaban preparadas para una acción de este tipo. Al contragolpe estratégico se destinaron en concreto las Divisiones 11, 25, 34, 70 y 68. Las Divisiones 45, 46 y 47 se situaron en el centro para enfrentarse con una posible ofensiva en esa zona y la 27 y 28 en Aragón para atender a una eventualidad semejante en dicha región. Finalmente, las Divisiones 35 y 70, así como las 66, 67 y 73 (en avanzado estado de formación) se situaron en reserva para la realización del plan P.
Se reunían así para la ofensiva de Teruel unos cuarenta mil hombres en su aplastante mayoría españoles,[3] artillería adquirida recientemente por el gobierno del Frente popular y los blindados UNL-35 a los que, erróneamente, se suele calificar en algunas obras como camiones.[4] El ocho de diciembre, el Consejo Superior de la Guerra aprobaba el plan de operaciones.[5] De acuerdo con el mismo, el XXII Cuerpo (Ibarrola), con las Divisiones 11 (Líster) y 25 (Vivancos) debían atacar por la parte oriental; el XVIII Cuerpo (Heredia), con las Divisiones 34 (Vega) y 70 (Toral) atacarían por el sur y el XX Cuerpo (Menéndez), sólo con la División 68[6] (Trigueros), atacaría Teruel por el sureste. Además en el ataque debían colaborar la División 64 (Cartón) del XIX Cuerpo, en línea al suroeste de Teruel, y la División 39 (Balibrea) del XII Cuerpo, en línea en el frente oriental. Frente a las tropas del Ejército popular de la República, se encontraban, defendiendo Teruel y las fortificaciones exteriores, un conjunto de unidades que pertenecían a la División 52. La 1 Brigada de la División, mandada por el coronel Barba, estaba formada por cinco batallones del Regimiento de Infantería 18 y ocupaba el perímetro exterior de la plaza. La 4 Brigada (en formación) se hallaba en Teruel casi en su totalidad y estaba formada por la 13 Bandera de Falange de Aragón, dos batallones de segunda línea, algunas fuerzas de Orden Público (unos cien hombres) y de Acción Ciudadana (unos doscientos cincuenta). Los defensores contaban además con dos baterías de cañones de 75, un grupo de obuses de 105, dos compañías de ametralladoras antiaéreas y unidades de Ingenieros y Servicios. En total, se trataba de unos siete mil hombres, es decir, que el Ejército popular iba a contar con una superioridad numérica inicial verdaderamente abrumadora. Por añadidura, la I Brigada ocupaba posiciones de una gran fortaleza natural, pero que también eran susceptibles de una infiltración al existir espacios vacíos. Si se producía ese supuesto, la defensa podía quedar en una situación muy difícil ya que además no era presumible que las tropas de la 4 Brigada, situadas en la capital, pudieran socorrerla con la fuerza necesaria. El éxito de la ofensiva resultaba, por lo tanto, absolutamente posible.
Dado que era sabido que Franco iba a atacar Madrid el 18 de diciembre, se decidió que la ofensiva de Teruel comenzara una semana antes. De hecho, adelantarse a la ofensiva del Ejército nacional era condición esencial para poder desbaratarla. El desorden existente en la retaguardia catalana tuvo un efecto fatal sobre el Ejército popular. En esta ocasión, una huelga de maquinistas de tren en Barcelona retrasó cuatro días el inicio de la ofensiva. Finalmente, ésta se inició el 15 de diciembre sin preparación artillera. En las horas de la madrugada, la División 11 (Líster) se infiltró profundamente entre Concud y Cerro Gordo, ocupando San Blas. Al caer Concud, las comunicaciones de Teruel con Zaragoza se vieron cortadas.
Las Divisiones 34 (Vega) y 64 (Cartón) atacaron, respectivamente, en dirección a La Guea y Campillo sin lograr tomarlas —un desertor había advertido del ataque sobre esta última localidad—[7] pero consiguiendo aislar Campillo por el oeste. Finalmente, la División 68 (Trigueros) se infiltró entre vértice Galiana y Castralvo con la finalidad de avanzar hacia Teruel en dirección Norte-Sur.
Al establecerse el día 16 contacto entre los XXII Cuerpos (División 11 al Norte) y XVIII (34 División al Sur), Teruel quedó aislado y el esfuerzo del Ejército popular pudo dirigirse contra la ciudad sobre una línea de 60 kilómetros. Se trataba ya de liquidar la bolsa. Durante los días siguientes el avance resultó imparable. El 17 se estranguló el saliente de Villastar y se acercó el ataque a Teruel desde el oeste. El 18 se ocupó la Muela de Teruel y se estableció contacto con las lindes de la ciudad. El 19 cayó el saliente del puerto de Escandón y fuerzas de la 25 División (116 Brigada mixta) llegaron hasta los barrios extremos de la ciudad. El 21 quedaron anulados los núcleos exteriores de resistencia y a partir del 22, fueron entrando en la ciudad fuerzas de las Divisiones 68, 40 y 25. Todos los contraataques, que se habían iniciado el mismo día 17, habían resultado infructuosos y la resistencia frente a la ofensiva del Ejército popular se vio articulada entonces en torno a algunos focos que tenían enormes dificultades para comunicarse entre sí.
El 25, las fuerzas republicanas llevaron a cabo un ataque que consiguió reducir y aislar la resistencia de los soldados nacionales a sólo dos núcleos centrados respectivamente en el Gobierno Civil y en el seminario y bajo el mando respectivo del coronel Rey D’Harcourt[8] y del también coronel Barba. La posibilidad de defensa de ambos militares era prácticamente nula ya que tenían que atender a buen número de civiles y su escasez de medios, especialmente de alimentos, resultaba desesperada.
Los éxitos tácticos obtenidos por las fuerzas del Ejército popular se unían además a un importante logro estratégico. Franco no estaba dispuesto a permitir que el Frente popular recuperara ninguna de las capitales que había perdido desde el inicio de la guerra. Así, aceptó el desafío lanzado por el Mando enemigo —lo que significó el final de la posibilidad de acabar rápidamente la guerra mediante una ofensiva dirigida contra Madrid— y reaccionó con un envío masivo de refuerzos a la zona para lograr la recuperación de Teruel.
Ya el 15, dos Banderas de Falange de Aragón habían avanzado sobre las líneas enemigas y, al día siguiente, se habían unido a estas fuerzas tres batallones de la 53 División (3 y 5 del Regimiento 17 y 15 Bandera de la Legión) y media brigada de la División 84. El 17, acudió íntegra la División 84 que se estrelló contra la 11 División republicana (Líster). A continuación irían llegando la División 81, los carros de combate de Yagüe, la 62 (castellana), la 82 (tercera de las gallegas). El día 20, las navarras 1 y 61 y la aragonesa 54 estaban también a las órdenes del general Varela. El día 22 —mientras las fuerzas del Ejército popular iban entrando en Teruel— Franco firmó su «Directiva sobre operaciones para liberar Teruel». En ella se establecía la constitución de dos Cuerpos de Ejército, uno al norte del Turia bajo el mando del general Aranda y otro al sur bajo el del general Varela.
En paralelo a la planificación de esta respuesta del Ejército nacional, el Mando del Ejército popular consideraba, por el contrario, concluida la batalla y decidía relevar a las fuerzas del Ejército de Maniobra que habían intervenido en la misma y sustituirlas por las del Ejército de Levante (XIII y XIX Cuerpos de Ejército). En el centro, con la misión de liquidar la resistencia en Teruel, debía quedar la 40 División. Las Divisiones 11 y 25 (XXII Cuerpo de Ejército), 34 y 70 (XVIII Cuerpo de Ejército) y 68 (XX Cuerpo de Ejército) iban a ser relevadas por la 42 y 39 (XIII Cuerpo de Ejército) y 64 y 41 (XIX Cuerpo de Ejército). En la práctica, esto implicaba un estiramiento de las unidades y un frente cubierto por tropas de menor calidad y fuerza numérica. La decisión, teniendo en cuenta las medidas que estaba planeando el enemigo, no podía ser más errónea. Así quedó trágicamente de manifiesto cuando el día 28 de diciembre se desencadenó la contraofensiva de Franco.
Al sur del Turia, Varela lanzó la 82, la 1, la 61 y la 81 y, al norte, Aranda hizo lo mismo con la 62 y la 150 marroquí. El resultado fue desastroso para el Ejército popular de la República. La División 82 rompió el frente en Campillo y aniquiló totalmente a la Brigada Mixta 81 de la División 64 lo que dejó un vacío en el frente que hacía peligrar toda la defensa republicana al sur del Turia. Los ataques de la I de Navarra y de la 61 desbordaron, a su vez, las posiciones de las Pedrizas y Los Morrones. En la tarde del último día del año, los navarros ocuparon la Muela y a inicios de la noche cinco batallones nacionales —tres de la 61 y dos de la I— habían cruzado el Turia y se hallaban concentrados en las cercanías de Teruel.
Al norte del Turia, el contraataque nacional también había sido recompensado por el éxito. Mientras la División 150 avanzaba por las alturas de Cerro Gordo donde chocó con una encarnizada resistencia, la 62 tenía que progresar por un campo atrincherado en el llano. El mismo fue aprovechado magistralmente por la 11 División de Líster. De hecho, sus contraataques desde el flanco derecho no sólo detuvieron a la 62 sino que le causaron además considerables bajas. El empuje del Ejército nacional hubiera podido quedar detenido de no ser porque un avance de la División 150 permitió atacar por el flanco a la División 11 republicana. El hecho de que además ésta estuviera siendo relevada por la División 68 durante la noche del 30 al 31 resultó fatal para las fuerzas del Frente popular que se vieron desbordadas y que cayeron prisioneras por unidades completas. Así, la 62 División nacional pudo ocupar Concud en medio de la nevada.
El éxito obtenido a ambos lados del Turia parecía preludiar que la ciudad de Teruel volvería a caer en manos del Ejército nacional en las próximas horas. Los cercados en la plaza asistieron a la misa del gallo, celebrada por el obispo, con la sensación de que su liberación era inminente. Esperanzados, incluso quebrantaron el racionamiento que hasta entonces se les había impuesto. Su impresión era compartida por el Mando. De hecho, el general Dávila, jefe del Ejército del Norte, cursó un telegrama a las nueve de la noche del día 31 en el que se afirmaba: «… se puede considerar que somos dueños de Teruel y todo se reducirá a hacer mañana una limpieza».
Posiblemente, la ciudad hubiera podido caer en manos de las tropas nacionales si hubieran atacado en esos momentos ya que, de hecho, los soldados del Ejército popular habían evacuado la plaza en las primeras horas de la noche del 31.[9] Sin embargo, aquella posibilidad se vio abortada por una reacción a la desesperada de algunas fuerzas. En medio de la nevada y de un frío especialmente crudo, los anarquistas de la 25 División se dirigieron hacia Teruel desde el Alfambra y volvieron a ocuparlo cuatro horas más tarde. Desde el puerto de Escandón, hicieron lo mismo los carabineros de la División 40. Al amanecer del 1 de enero de 1938, los soldados del Ejército popular comenzaron de nuevo el ataque. Así, las fuerzas nacionales que habían cruzado el Turia se vieron imposibilitadas de proseguir su avance. Por su parte, en el interior de la ciudad, las fuerzas republicanas se emplearon en acabar con las últimas resistencias. Como en el sitio de Madrid, en Brunete o Belchite, se trató de una lucha casa por casa, palmo a palmo y, no pocas veces, cuerpo a cuerpo.
El 5 de enero, la guarnición mandada por D’Harcourt estaba aislada en un sótano con cientos de refugiados civiles como el obispo de Teruel y el jefe de la Cruz Roja local. Éste solicitó autorización para trasladar a los heridos del hospital de la Asunción. Indalecio Prieto permitió la evacuación y garantizó que no se tomarían represalias con la población civil. Al mismo tiempo, la guarnición cercada solicitó a D’Harcourt que rindiera la posición a lo que éste accedió. Semejante gesto, motivado fundamentalmente por la humanidad y el absurdo que hubiera significado prolongar una resistencia inútil, llevó a D’Harcourt a ser denigrado por la prensa nacional que le achacó una cobardía desmentida por su bravura en los días anteriores. Durante los días 7 y 8 de enero, tuvo lugar la evacuación sin que en el traslado hacia Valencia se produjeran violencias contra los prisioneros.[10]
La rendición de D’Harcourt —y con ello la conquista total de la plaza— provocó una reacción de encendido entusiasmo en la zona de España controlada por el Frente popular. Por primera vez, el Ejército popular de la República había resultado victoriosa en una ofensiva, había debelado la contraofensiva enemiga y además había reconquistado una capital de provincia. Teniendo en cuenta que a esto se unía la paralización de la ofensiva nacional sobre Madrid, resultaba más que lógico el júbilo. Como recompensa, Rojo recibió la Placa Laureada de Madrid, la condecoración más alta, y militares como Hernández Sarabia y Líster fueron ascendidos.
Para conseguir mantener la ciudad, se ordenó empero una rectificación de las posiciones, lo que implicaba la recuperación de algunas posiciones perdidas. Tal misión fue encomendada al V Cuerpo de Ejército (Modesto). Así la División 47 fue lanzada sobre la Muela de Teruel y la 35 y la Brigada 217 de la División 67 sobre Concud. La operación se zanjó favorablemente y así el peligroso entrante sobre Teruel que tenía la División 61 nacional y la ocupación del borde oriental de la Muela quedaron neutralizados.
Gracias a este nuevo éxito, las fuerzas del Ejército popular habían conjurado la posibilidad de que se produjera un ataque frontal sobre Teruel y la línea del frente quedó fijada con cierto grado de seguridad. El Estado Mayor Central consideró que la batalla había concluido esta vez de manera definitiva y en virtud de las «Directivas generales para la organización defensiva» de 12 de enero se sacaron del frente los XX y XXII Cuerpos de Ejército, quedando aquél cubierto sólo por los XIII, XVIII y XIX Cuerpos de Ejército, con el V Cuerpo de Ejército en las inmediaciones de Teruel. La acción, en buena medida, parecía lógica. El objetivo estratégico había sido cumplido y, en apariencia, todo llevaba a pensar que Franco no arriesgaría sus tropas en un intento de recuperar una ciudad de tan escaso valor estratégico como Teruel.
El razonamiento del Estado Mayor Central del Ejército popular podía estar preñado de lógica, pero no había tomado en cuenta la psicología peculiar de Franco y, precisamente por ello, se reveló como un error fatal. Para el Generalísimo, la pérdida de una capital de provincia no podía ser considerada sólo en términos estrictamente militares sino que estaba indisolublemente vinculada a consideraciones de tipo moral y político. Precisamente por ello, resultaba irrenunciable la idea de reconquistar Teruel y lograr así que el triunfo del Ejército popular —indudable, por otro lado— resultara de corta duración.
En la Instrucción General número 8, de 9 de enero de 1938, se dispuso que el Cuerpo de Ejército del norte del Turia atacara las alturas de Celadas y el Muletón. Al mismo tiempo, el Cuerpo de Ejército del sur del Turia debía absorber las reacciones del adversario, mientras un ala izquierda extraordinariamente fuerte descargaba un embate de una virulencia hasta ahora desconocida. La finalidad era conseguir una ruptura del frente para envolver Teruel por el norte.
La concentración militar de la que se iba a valer Franco no tenía paralelo con ninguna utilizada con anterioridad en la guerra. La masa de infantería iba a estar compuesta por cuatro Divisiones, la 13, 150, 5 y 84. La artillería contaba con más de sesenta baterías. En cuanto a la aviación, estaría compuesta por la Brigada Aérea Hispana, la Aviación legionaria italiana y la Legión Cóndor.
El ataque se produjo el 17 de enero y se extendió a lo largo de tres días. La utilización sistemática de la aviación y las descargas artilleras continuas tuvieron un efecto devastador sobre las fuerzas del Ejército popular que, no obstante, se batieron encarnizadamente. En las Celadas, un enclave de considerable importancia táctica, fue dispersada la División 39 y tuvieron considerables bajas las Brigadas 11, 15 (Internacionales de la División 35) y CCXVI (de la División 67).
La pérdida de las alturas desde las que se podía dominar el curso inferior del Alfambra provocó una reorganización de las fuerzas del Ejército popular que preveían la posibilidad de que Teruel fuera objeto de un envolvimiento que concluyera con la caída de la plaza. Resultaba indispensable recuperar las posiciones ocupadas por los nacionales y, con esa finalidad, se pensó en articular un doble ataque que amenazara o cortara las comunicaciones enemigas con Zaragoza y recuperara las Celadas y el Muletón. De acuerdo con la Directiva del Ejército de Levante de 22 de enero de 1938, el XIII Cuerpo de Ejército recibiría la División 27 para atacar Singra y así cortar la carretera y el ferrocarril que conectaba con Zaragoza. El XX Cuerpo de Ejército debía, a su vez, entrar en línea entre el XIII y el V, con las Divisiones 46 y 66. La 46, bajo el mando de Valentín González, el Campesino, atacaría las Celadas de Norte a Sur, mientras que la 66 realizaría una acción demostrativa sobre el mismo lugar de este a oeste. Si las operaciones llevadas a cabo por las Divisiones 46 y 66 tenían éxito, las unidades de los V y XVIII Cuerpos de Ejército desencadenarían a su vez un ataque.
Los resultados de aquella reacción del Ejército popular fueron insatisfactorios. La División 27 ocupó Singra y cortó la carretera, pero un contraataque de las fuerzas nacionales la obligó a regresar a sus bases de partida. La División 46 (el Campesino) realizó un ataque frontal contra la cota 1205 en el que resultó evidente un auténtico derroche de coraje. Sin embargo, la preparación dejó mucho que desear, la dirección fue pobre y el esfuerzo se tradujo fundamentalmente en un número considerable de bajas. La División 66, por su parte, no llegó a intentar el asalto.
De esta manera, el esfuerzo del Ejército popular acabó de manera infructuosa y con elevadas bajas. Sin embargo, un intento nacional para envolver Teruel por el Norte fracasó de la misma manera. Era obvio que se había llegado a una situación en la batalla en la que sólo cabía optar por la estrategia de desgaste.
Los días 5, 6 y 7 de febrero iba a producirse la última fase de la batalla de Teruel. El frente defendido por el Ejército popular había experimentado, de acuerdo con la Orden de 2 de febrero de 1938, un nuevo reajuste cuya finalidad era recuperar fuerzas de Teruel a fin de crear una reserva que permitiera disponer de una cierta libertad de acción. En virtud de la mencionada orden, se sacaron de línea los V y XVIII Cuerpos y permanecieron el XIII, el XX y el XIX. Sobre el papel, la potencia militar del Ejército popular quedaba reducida, aproximadamente, a la mitad. En la práctica, la capacidad de defensa resultaba bastante más mermada. En especial el XIII Cuerpo de Ejército, que cubría el ala derecha, adolecía de una enorme debilidad. Este Cuerpo contaba con dos divisiones en primera línea —la 42, a la derecha, y la 39, a la izquierda— y una en reserva, la 27. El golpe de las fuerzas nacionales iba a descargarse precisamente sobre la División 42. Ésta —compuesta por las Brigadas 61, 82, 151 y 59— se encontraba desplegada en un frente de unos 70 kilómetros. Aquello significaba que cada batallón debía guarnecer una extensión de más de cinco kilómetros lo que era, prácticamente, imposible.
La maniobra del Alfambra, ideada por el Mando nacional, consistía en que el Cuerpo de Ejército de Galicia (Aranda) golpeara al Sur (derecha) con cinco Divisiones[11] y 56 baterías de artillería, mientras al Norte (izquierda) hacía lo mismo el Cuerpo de Ejército marroquí (Yagüe) con otras cinco Divisiones,[12] y 42 baterías. Al verse castigados los muy poco sólidos extremos de la División 42 por diez divisiones se esperaba que se quebraría su dispositivo. Cuando se produjera tal eventualidad, se lanzaría sobre el centro de la fragmentada unidad republicana la V de Navarra que debía abrir paso a la explotación del éxito por la 1 División de Caballería. La concentración de fuerzas —uno de los principios elementales de la estrategia— lograda por Franco era extraordinaria y, en términos materiales, significaba que cada soldado del Ejército popular debería enfrentarse con cuatro de las fuerzas nacionales y que la desproporción artillera aún resultaría mayor.
El 5 de febrero se produjo el ataque. Por el Norte, fuerzas[13] del Cuerpo de Ejército marroquí (Pague) desbordaron a la LXI Brigada del Ejército popular en su flanco derecho. Por el Sur, el Cuerpo de Ejército de Galicia inundó con las Divisiones 83 y 84 las posiciones de la 59 Brigada Mixta. Por su parte, en el centro, la V envolvió el flanco izquierdo de la 61 Brigada del Ejército popular. Algunas posiciones republicanas de vanguardia prolongaron ferozmente su resistencia, pero se trataba de una actitud inútil. Las unidades nacionales habían anegado el frente y la reacción del Ejército popular ordenando entrar en línea a la 27 División y a la Brigada 22 difícilmente podía equilibrar la situación.
El día 6, las fuerzas nacionales continuaron su penetración con la finalidad de cerrar una enorme bolsa sobre el río Alfambra. Fue en este marco cuando se produjo la gran carga de Caballería del Alfambra. La División de Caballería, aprovechando la ruptura lograda en el centro por la 5 División, descargó sus golpes sobre las Brigadas 74 (27 División) y 22 (39 División) que habían sido enviadas por el Mando del Ejército popular para taponar la brecha. El impacto de más de tres mil jinetes cargando sobre los llanos de Argente, Lisiedo y Lidón fue terrible sobre aquellas unidades del Frente popular.
El 7 de febrero concluyó la maniobra llevada a cabo por las tropas de Franco. En sus manos había caído un importante número de prisioneros procedentes de las Brigadas Mixtas 22, 59, 61, 82, 151 y 124. Pero además se había producido un hecho que tendría una enorme importancia posterior y era que la 4.a Bandera de la Legión había conquistado una pequeña cabeza de puente en la orilla izquierda del Alfambra. Se trataba de unas alturas no muy elevadas que, presumiblemente, podían facilitar el paso del río a las fuerzas nacionales a la altura de Villalba Baja, un enclave situado a escasos kilómetros al norte de Teruel, frente a las Celadas y el Muletón.
El revés del Alfambra convenció claramente al Mando del Ejército popular de que Franco tenía un firme propósito de recuperar Teruel. Sin embargo, no resultaba obvia la dirección que, supuestamente, iba a tener el ataque y se pensó que las fuerzas que habían realizado la maniobra del Alfambra intentarían envolver Teruel por el Norte trazando un arco de considerable magnitud. Para enfrentarse con esa eventualidad, el Mando republicano decidió lanzar al Ejército de Maniobra contra las fuerzas atacantes. La misión asignada consistía en impedir la previsible maniobra de envolvimiento. Las tropas que se utilizarían consistirían en primera línea en el XXI Cuerpo de Ejército (Divisiones 70 y 72) y en el XII (Divisiones 39, 19 y 25). La reserva estaría constituida por el V Cuerpo de Ejército (Divisiones 35 y 47).
La defensa de Teruel y sus alrededores recayó, por el Norte, en el XX Cuerpo de Ejército cubriendo el Alfambra y la ciudad, y por el Sur, el XIX que cubría la antigua línea en dirección al Oeste. Semejante disposición de fuerzas implicaba realmente desguarnecer la ciudad. La capital tenía que ser defendida por la División 46 (el Campesino) que había experimentado pérdidas considerables al intentar semanas antes recuperar las Celadas y que debía extenderse sobre un frente de ocho kilómetros. En cuanto, al XX Cuerpo de Ejército iba a valerse de tres divisiones para defender un frente que había exigido previamente la utilización de tres Cuerpos de Ejército. Sus posibilidades frente a la masa ofensiva puesta en funcionamiento por Franco eran realmente escasas.
El ataque sobre Teruel discurrió en una maniobra muy sencilla y, quizá por eso, inesperada para el Ejército popular. De acuerdo a la Instrucción general número 24 de 10 de febrero de 1938 se ordenó realizar el envolvimiento de Teruel con un radio de acción corto. El Cuerpo de Ejército marroquí (al Norte) y Castilla (al Sur) tenían como misión fijar al enemigo mediante una extraordinaria profusión de fuego, mientras el Cuerpo de Ejército a las órdenes del general Aranda atacaba por el centro aprovechando la cabeza de puente conquistada por la 4 Bandera de la Legión en Villalba Baja. El enlace entre las tropas de Aranda y el Cuerpo de Ejército de Castilla iba a ejecutarlo la I de Navarra.
Aranda decidió dividir sus fuerzas en tres grupos. Por la izquierda, la División 13 debía infiltrarse por la cabeza de puente de Villalba Baja por sorpresa. A continuación, la División 84 aprovecharía para penetrar por el mismo lugar y la 13 se establecería a la izquierda para impedir un contraataque republicano desde el Norte. Por la derecha, las Divisiones 83 y 150, cubiertas por 67 baterías de artillería de las que 19 eran de un calibre superior al 155, debían atravesar el río Alfambra para dislocar totalmente a la División 67 republicana y envolver la ciudad de Teruel. Por último, la I de Navarra debería enfrentarse con la División 46 (el Campesino) en el cementerio de Teruel.
La superioridad que habían logrado las fuerzas nacionales era extraordinariamente abrumadora. De hecho, como hemos visto, la División 67 del Ejército popular iba a recibir el embate del Cuerpo de Ejército gallego —cinco divisiones[14] y una brigada de Caballería— que disfrutaba además del apoyo artillero de 67 baterías. Cada soldado republicano —en no pocas ocasiones bisoño— iba a enfrentarse con seis de las tropas nacionales. En cuanto a armamento la desproporción era todavía mayor.
Como estaba planeado, el 17 de febrero se inició el ataque. Por la izquierda, la División 13 logró infiltrarse por sorpresa y la 84 alcanzó la zona de los servicios de vanguardia. Por la derecha, la 83 y la 150 fueron tomando una tras otra las alturas que dominaban la orilla izquierda de la desembocadura del Alfambra. En el cementerio de la ciudad de Teruel, las mermadas fuerzas de El Campesino opusieron una resistencia encarnizada. Se trataba de un esfuerzo denodado, pero inútil ya que las carreteras estaban ya controladas por las fuerzas de Aranda.
El día 21 de febrero, las fuerzas republicanas de Teruel comenzaron a retirarse de la ciudad para no verse cercadas. Previamente, el Campesino en persona había penetrado en la ciudad a bordo de un blindado para colaborar en la retirada de los soldados que corrían un riesgo real de verse cercados en la plaza del Torico.[15] La acción —arriesgada y heroica a la vez— permitió salvar la vida a buen número de heridos que pudieron ser evacuados durante la noche. El 22 de febrero, Teruel era recuperado por las tropas de Franco. Lo que había sido una ofensiva de enorme éxito inicial para el Ejército popular de la República había concluido, al fin y a la postre, con una clamorosa derrota. Se repetía una vez más la sucesión de ofensiva del Ejército popular, resistencia nacional en inferioridad de condiciones y contraofensiva nacional victoriosa. En este caso, por añadidura, aún quedaba por llegar lo peor para el Frente popular.