Hoy ¡Roma eterna!, vibren de D’Annunzio

las estrofas en bocas abisinias

tu dulce lengua del Renacimiento

hablada por los papas, entre mármoles

resuene en el Tigre, como un milagro.

Milenaria ciudad, leche de loba

tienen los labios que pronuncian firmes

la plenitud católica del Dogma.

Madre de Europa, Iberia que en tu trono

dio un Adriano viajero, y un Trajano

domeñador resuelto del Danubio.

Hoy saludo tu imperio renacido

unido a tu destino y a tu César

contra los mercaderes de Cartago

y el Sanedrín cobarde de Ginebra.

A. DE FOXÁ, «Al Duce»

Nosotros, los «tragacuras»;

vosotros, los tragaperras.

Fijaos si entre los dos

hay menuda diferencia.

Vosotros, con don Irujo,

nosotros, con los muchachos

que manda Cipriano Mera

—la XIV División,

la Brigada de Perea—

conquistando siete pueblos

a las hordas extranjeras.

Fijaos si entre los dos

hay menuda diferencia (…).

A. AGRAZ, «4-2-2»