Otra vez sobre el libro azul que baña

la luz naciente en oro ensangrentado,

el dedo del Señor ha decretado

un destino de estrellas para España.

Se han llenado de flores

y claridad de día,

todas las tumbas de los soñadores

que soñaron en son de profecía

esto que llega: Herrera, el que decía

versos de guerras y de emperadores,

Don Marcelino, el del florido canto:

cítara de la España en cautiverio,

don Juan el de Lepanto

y el viejo Alfonso (…)

JOSÉ MARÍA PEMÁN, «España»

Venís desde muy lejos… Mas esta lejanía,

¿qué es para vuestra sangre, que canta sin fronteras?

La necesaria muerte os nombra cada día,

no importa en qué ciudades, campos o carreteras.

De este país, del otro, del grande, del pequeño,

del que apenas si al mapa da un color desvaído,

con las mismas raíces que tiene un mismo sueño,

sencillamente anónimos y hablando habéis venido.

No conocéis siquiera el color de los muros

que vuestro infranqueable compromiso amuralla.

La tierra que os entierra la defendéis, seguros,

a tiros con la muerte vestida de batalla.

Quedad, que así lo quieren los árboles, los llanos,

las mínimas partículas de la luz que reanima

un solo sentimiento que el mar sacude: ¡Hermanos!

Madrid con vuestro nombre se agranda y se ilumina.

RAFAEL ALBERTI, «A las Brigadas internacionales»