Introducción

Corría 1938, el III Año triunfal según la terminología propia de los que serían vencedores de la guerra civil, cuando apareció en San Sebastián un libro que a aquellas alturas del conflicto pretendía ya extraer del mismo una serie de lecciones militares. La obra se debía al general francés Duval y contaba con un prólogo y una traducción de otros dos generales, Weygand y Despujol, respectivamente. Desprovista en buena medida de inclinación ideológica —aunque obviamente favorable a los alzados en cuya zona se publicaba— con la misma se inauguraba el ciclo de las monografías de la guerra civil española que tendrían fundamentalmente un carácter militar. Obviamente la de Duval tenía un defecto claro y era que se había publicado antes de que la guerra hubiera terminado.

Nada más concluir el conflicto, aparecieron otras dos obras también de carácter militar sobre el mismo que se debían a la labor de Manuel Aznar y de Luis María de Lojendio. Pese a tratarse de dos clásicos que aún hoy día resultan de lectura obligatoria, ambos estudios adolecían de varios defectos de no escasa envergadura. En primer lugar, se hallaba su carácter favorable a los vencedores y la práctica ausencia a referencias documentales sobre los vencidos. Además quedaban muy orilladas en ambas obras cuestiones de enorme importancia como la de la intervención extranjera en el conflicto o la del contexto internacional del mismo. Durante el resto de la década, el aspecto militar sería de nuevo tratado ocasionalmente, pero, pese al interés de las diferentes obras, generalmente se repetiría el trinomio parcialidad, análisis incompleto y tendenciosidad ideológica. Dos ejemplos de ello serían los Cuadernos de guerra del general Kindelán que no podrían ser publicados sin censura hasta la década de los 80, ya tras la muerte de Franco, y la Guerra de liberación española (Madrid, 1949) del teniente general García Valiño Marcen que, como su subtítulo indicaba, sólo cubría el estudio de las campañas de Aragón y Maestrazgo, la batalla de Teruel y la batalla del Ebro.

En cuanto al bando derrotado, ya en 1940 apareció en París la Historia de la guerra de España del socialista J. Zugazagoitia, pero en la misma predominaba el acercamiento político no menos parcial que en el caso de los vencedores. Las mismas Memorias de Azaña, a pesar de su apariencia crítica, mantendrían esa parcialidad unida a una auto-complacencia exagerada y a silencios especialmente elocuentes. El tono apologético sería más evidente —pero no más acentuado— en otros autores como Julián Gorkín o Abad de Santillán.

La década de los sesenta fue testigo de la aparición de las primeras obras que trataron la guerra civil española con un deseo de proporcionar una versión global. Así en 1961 aparecieron los libros de P. Broué y E. Témine, de H. Thomas y de B. Bolloten. El primero era una obra de síntesis escrita desde una visión acentuadamente izquierdista por lo que en él abundaban los tópicos políticos y no menos los errores de hecho. Mucho mejor era la obra de Thomas, pero se hallaba construida sobre fuentes secundarias en su práctica totalidad y tuvieron que pasar las ediciones para que el texto se viera libre de algunos de sus errores más acusados. A diferencia de las anteriores, la obra de Bolloten sí arrancaba de un análisis de las fuentes primarias y permitía acercarse a algunas cuestiones verdaderamente esenciales para entender el conflicto como el ascenso del PCE en la España del Frente popular durante los primeros tiempos de la guerra. Bolloten acabaría consumando algunos años después una de las obras verdaderamente esenciales para estudiar la guerra civil española. Cuatro años después fue publicado asimismo otro clásico, esta vez debido a Gabriel Jackson. Con el paso del tiempo, no resulta difícil contemplar los numerosos errores y defectos de la obra de Jackson —errores y defectos que, dada su escoración política, pasarían a otras obras posteriores de manera acrítica— que aún hoy puede leerse como compendio de tópicos de la izquierda sobre no sólo la guerra sino también el régimen que feneció en ella.

En esta década comenzada con el deseo de síntesis general empezaron asimismo a aparecer las monografías del Servicio Histórico militar español, relacionadas ya para siempre con el nombre de Martínez Bande. Sus textos marcan un verdadero hito en la historiografía de la guerra civil española ya que recuperaron el análisis de los aspectos militares, algo, dicho sea de paso, que debería ser obvio en el estudio de un conflicto armado. Martínez Bande iba a ser, en buena medida, el precursor de otros autores que comprendieron la importancia de analizar fundamentalmente los aspectos militares y además de hacerlo partiendo de las mismas fuentes primarias. Fueron así apareciendo las obras clásicas de los hermanos Salas Larrazábal, que, a día de hoy y a pesar de que puedan actualizarse, resultan en buena medida insuperadas y de consulta obligatoria.

Como ha señalado magníficamente Stanley Payne, la llegada al poder del PSOE a inicios de los años ochenta provocó la entrada de lo políticamente correcto en los estudios de la guerra civil. De esa manera, algunos de los estudiosos en lugar de dedicarse a su labor profesional, han preferido convertirse en «guardianes de la llama de lo políticamente correcto». La excepción a esa conducta científicamente dañina ha sido la obra de historiadores como, entre otros, Ricardo de la Cierva, A. Bullón, Luis Togores o Pío Moa, y, en el terreno de la historia militar de publicaciones como la Revista Española de Historia Militar (REM) y de historiadores militares jóvenes como, entre otros, Lucas Molina.

A pesar de la calidad de estos aportes —algunos verdaderamente extraordinarios— se sigue apreciando la necesidad de una obra de conjunto, en un solo tomo, que de manera sintética, breve, objetiva y científica aborde la totalidad del conflicto desde la perspectiva fundamental de sus aspectos militares. Ésa es precisamente la finalidad que persigue el presente estudio, un estudio que me ha ocupado durante los últimos doce años.

En el mismo se han suprimido en muy buena medida las referencias a los aspectos políticos de la guerra para centrarse en la descripción de las operaciones militares, las razones de las mismas y el resultado que de ellas derivó. He considerado indispensable dedicar sus primeras páginas a señalar las guerras civiles inmediatamente previas a la española. De la misma manera, me ha parecido indispensable indicar los paralelos entre esas experiencias —fundamentalmente la rusa, la finlandesa y la mexicana— y las experimentadas por España. Por supuesto, el lector puede saltar esos capítulos introductorios y sumergirse directamente en la descripción de los aspectos militares de la guerra.

Aunque el cuerpo principal de esta obra pretende enfocar el tema de la manera más globalizada y, a la vez, sintética posible, he juzgado de importancia añadir apéndices donde se recojan no sólo cuadros relacionados con la intervención extranjera en la guerra o a la situación de la flota en julio de 1936 por citar sólo dos ejemplos, sino también las referencias completas a los aviones y blindados que participaron en el conflicto o las biografías de sus principales protagonistas. Por supuesto, el libro es completado asimismo con los índices de rigor, una cronología y una bibliografía que contiene los títulos a juicio del autor más interesantes hasta mediados de 2006. A pesar de todo, espero haber logrado redactar una obra legible para el gran público.

Han sido varias las organizaciones y personas que me fueron de ayuda en mi investigación de estos años. Fue el caso del coronel José Ignacio Vázquez Montón, del Archivo Histórico Militar de Segovia; de Silvia López, del Archivo Museo Alvaro Bazán de la Armada; del coronel Rafael Rodríguez González, del Archivo Histórico del Aire; Gemeinschaft Ehemaliger Republikanischer Spanienkampfer, de Alemania; la Asociación de voluntarios austríacos (de las BI); la AAVBIER, de Bélgica; el Bataillon Mac Kenzie-Papineau, de Mississauga, Canadá; la Asociación de ex interbrigadistas canadienses, de Winnipeg, Manitoba, Canadá; la Agrupación de internacionalistas cubanos en España, La Habana, Cuba; la Danske Spaniens Frivileges Foreni, de Dinamarca; el VALB (Veterans of the Abraham Lincoln Brigade), de Estados Unidos; la AVER, de Francia; la International Brigades Association, de Gran Bretaña; la Federación de resistentes y antifascistas húngaros; la AICVAS, de Italia; el Irish Group of International Brigades; la Asociación de voluntarios soviéticos en España; la Svenska Spanienfrivilligas Kamratfñrening, de Suecia; la Asociatia Fostilor Voluntari Romani Din Armata Republicana Spaniola, de Rumania; la Udruzenje jugoslevenskih drobrovoljaca spanske republikanske vojske 19361939 y la Asociación de amigos de las BI, de España.

En el terreno de los archivos resultaron en aquel entonces de especial utilidad los fondos que se custodian en el Archivo Histórico Militar de Segovia; en el Archivo Museo Álvaro de Bazán de la Armada; en el Archivo Histórico del Aire; Archivo Histórico Nacional; la Fundación Pablo Iglesias; la Fundación Largo Caballero; la Hoover Institution On War, Revolution and Peace y Chadwyck-Healy Ltd.; el Rossiyskiy Tsentr Chraneniya i Izveniya Dockumentov Noveiei Istorii, el Gosudarsveniy Arjiv Rossiyskoy Federatsii y el Institut Vseobej Istorii RAN.

De utilidad me fueron también las consultas con miembros de la Hermandad de alféreces provisionales de Zaragoza; de la Amicale de Mauthausen; de la LMIGE (Liga de mutilados e inválidos de la guerra de España) de Madrid y Zaragoza; del CIERE (Centro de investigaciones y estudios de la República). Entre las personas que me prestaron una ayuda valiosa y desinteresada debo destacar a Juan Rey, de la AABI, muy valioso a la hora de establecer contacto con antiguos interbrigadistas; a Jorge Azpizua, que me ayudó en la búsqueda y consulta de materiales relacionados con el general Rojo en el Archivo Histórico Nacional; a Luis Fernando Pérez, compañero habitual en la visita a personas y lugares relacionados con la guerra civil; a José Antonio Arbizu y Pilar Cebrián, que me ayudaron en los problemas típicos de la elaboración informática de los mapas; a Joaquín Gálvez, que me abrió la posibilidad de consultar interesantes materiales sobre la guerra del Norte; a Pedro Layant, que puso a mi disposición su amplio saber bibliográfico y sus conocimientos técnicos en informática en el mencionado Koldo Mitxelena; a Milt Felsen, antiguo miembro del Batallón Lincoln que me donó en su agradable hogar de Sarasota, Florida, Estados Unidos, un valiosísimo elenco de materiales bibliográficos pertenecientes a las BI; a Len Crome, de la International Brigade Association; a Eugenius Szyr, de Polonia; a Trudy Van Reemst de Vries, de Holanda; a Adolf Vodidka, de la República Checa; y a Elio Escofet, que en épocas floridenses suele ser un excelente amigo y conversador. Mención especial, last but not least, merece Lucas Molina, uno de los historiadores militares más distinguidos en la actualidad en España. Molina leyó algunos de los capítulos de este libro y me aportó comentarios sobre armamento especialmente valiosos.

Por supuesto, las opiniones y conclusiones vertidas en esta obra son sólo debidas al autor y a él deben imputársele en exclusividad los posibles defectos o errores contenidos en la misma.

Madrid, primavera de 2006