Esos Huesos
Saltaron desde un día nuboso a la sonrosada luz artificial de la zona de carga de la Aguja, y de ahí a la cabina de la tripulación, donde la pantalla mostraba la vista del Borde pasando lentamente, bajo la dura iluminación del vacío.
Bram llegó el último. Apoyó su escultura orquestal en el rincón donde Luis había arrojado su traje de vacío, y se fue derecho a la pared de la cocina.
—Actualiza los datos de la sonda, Inferior. ¿Cuánto tiempo hará falta para atracar?
El Ser Último cantó unos acordes. Las ecuaciones aparecieron en Intermundial, flotando en el aire.
—Podemos comenzar la deceleración ahora a dos g, y atracar en quince horas y media.
—¿No me has dicho que la sonda entrega diez g?
—Prefiero considerar cierto margen de error.
—Inferior, el impulsor de la sonda es una poderosa fuente de rayos X; como es muy evidente, debemos darle al enemigo el menor tiempo posible para detectarla. Espera lo que haga falta, y luego decelera a diez g.
—Pero si la pongo a plena potencia, la fuente de fusión será más brillante, y por ello más evidente…
Bram se limitó a mirarlo.
—Esperar, muy bien. La deceleración a diez gravedades comenzará en seis horas. Atracará en poco más de nueve. ¿Puedo ir a mi cabina para comer, asearme, bailar y dormir?
El protector sorbía de un bulbo de oprimir. La nariz del kzin se arrugó, aunque Luis no pudo oler nada.
—Puedes hacer todas esas cosas aquí —respondió el nudoso.
—Bram, de todas formas deberé entrar a mi cabina cuando llegue el momento de decelerar la sonda. Déjame ir ahora.
—Muéstrame tu cabina.
El Ser último silbó y chirrió. La panorámica del Muro cambió, y todos vieron la cabina del Inferior.
La iluminación era amarilla virando hacia el naranja, pero la decoración lucía los innumerables verdes de un bosque de zonas frías. No había esquinas ni bordes. Piso y pared, panel y zona de almacenaje, era todo una suave curva.
—Déjalo así —lo instruyó Bram—. Aséate y duerme. Pero si bailas, hazlo solo.
El titerote bufó como una sección de vientos completa… y airada.
—Si veo un holograma en lugar de verte a ti, deberé actuar. Quieres que me sienta libre de peligros, ¿no es verdad?
Bram se encorvó sobre el bloque de granito y lo alzó, poniéndolo a un costado.
Debí haberme dado cuenta de ello, pensó Luis.
El titerote se paró donde estaba el cubo de piedra, y apareció del otro lado del muro.
Los contornos de la cabina cambiaban a medida que se movía. Una oquedad se formó en el piso y se tiñó de tonalidad durazno. El titerote se paró elegantemente en ella. La cavidad creció como una flor hasta que casi se cerró arriba: una bañadera de paredes altas, muy parecida a las usadas en las ciudades de Luna.
Bram debió haber notado la mirada absorta de Luis.
—¿Qué te llama la atención, Luis?
Lo que le preocupaba era que era evidente que el titerote no iba a ser de mucha ayuda a Luis Wu. Bram había tenido suficiente tiempo para intimidarlo. En lugar de eso, dijo:
—Tengo una impresión interna. ¿A qué se parece la cabina del Inferior?
—A un útero, quizás.
—¿O al interior de un animal?
—¿Es algún juego de palabras?
—Hay una diferencia. Debe ser importante. Las hembras de los titerotes no tienen un útero. Son un… animal de presa, evolucionado como simbionte durante tanto tiempo que piensan en ellas como hembras titerotes, pero no lo son. Nessus tenía un ovopositor. Bram, ingresa en los registros del Inferior y busca algún archivo sobre avispas león.
—Avispas león, de acuerdo —dijo el protector—. Tenemos nueve horas para pasar. Ibas a comentarme acerca de los protectores.
—¿Podemos ir a ver los huesos?
—Habla —dijo Bram.
—Nuestro ancestro fue el protector de Pak. Evolucionó en un planeta cercano al núcleo galáctico, digamos a unos ciento treinta mil falans de aquí, a la velocidad de la luz —algo más de treinta mil años luz—. Algunos de ellos intentaron establecer una colonia en mi planeta, la Tierra, mucho tiempo atrás, pero no había suficiente talio en el suelo como para mantener al virus que crece en las raíces amarillas, y eso es lo que convierte en protector a un criador de Pak.
»Los protectores murieron, pero antes eliminaron algunos predadores para permitirles a los criadores expandirse. Los Pak inmaduros, los criadores, evolucionaron por su propia cuenta, de la misma manera que aquí en el Anillo. Se dispersaron por el planeta desde las zonas de aterrizaje en Asia y África.
—¿Estás especulando?
—Se han hallado huesos de criadores de Pak en Olduvai Gorge y otros sitios. Hay un protector momificado en el Museo del Smithsoniano —dijo Luis—. Lo desenterraron de un desierto en Marte. Nunca lo vi personalmente… aún a mi edad, no puedes hacer todo…, pero he visto un holograma del sujeto en un curso de biología general.
—¿Cómo han conseguido el cuerpo?
—Vino en rescate de la vieja colonia. Hay testimonios grabados de un tal Brennan, un habitante del Cinturón de asteroides que comió las raíces que el protector había traído. Probablemente el titerote los tenga en archivo. Los componentes de la nave, la grabación de Brennan, la momia disecada, la química…
—No molestemos ahora al Inferior. ¿Has estudiado esa momia?
—Sí.
—Vamos a ver los huesos.
La mano del hombre nudoso se sentía como una cadena de nueces, y su tracción en la muñeca de Luis era irresistible. Acólito los siguió sin traje; los kzinti no tenían nada que temer del olor al Árbol de la vida. Caminaron rápidamente hacia el esqueleto, escasamente iluminado por la amplificada luz de las estrellas que producía la gran pantalla.
Bram lo llevó a encararse con el esqueleto, dio un paso atrás y dijo:
—Reacciona.
Acólito dio una vuelta alrededor del fósil.
—Ha muerto en combate —murmuró.
Olfateó el aire, y luego siguió a su nariz hacia los avíos de herramientas y ropas de Cronos.
Luis pasó los dedos por los bordes erosionados donde los huesos se habían roto. ¿Adivinaría Bram que él había estado aquí antes?
—Bien, parece haber muerto hace miles de falans…
—Cerca de siete mil —confirmó Bram.
—Herido de muerte por la lucha. ¿Has sido tú?
—Anne y yo lo hicimos.
Acólito giró la cabeza, los oídos atentos.
—Cuéntanos la historia. ¿Te retó aquí?
—No, ocultamos nuestra existencia.
—¿Cómo disteis con él? ¿Cuál fue el cebo?
—Él tenía que venir, tarde o temprano. Lo esperamos.
El kzin esperó, pero Bram no habló de nuevo. Entonces Luis continuó:
—Podría ser un protector de Pak deformado. La mandíbula es de un rompedor de huesos. El cráneo no tiene un pronunciado arco superciliar. El torso me parece demasiado largo para ser de un protector de Pak. Bram, creo que tienes aquí a un comedor de carroña.
Acólito regresó para ver aquello de lo que Luis hablaba.
—¿En qué te basas? —preguntó Bram.
—Una mandíbula hecha para partir huesos. Si hubiera sido un depredador hubiera tenido dientes afilados, para abrir grandes arterias o un abdomen. El torso largo le proporciona un intestino suficientemente largo como para digerir cualquier dieta difícil. La falta de arco superciliar… Bien, quizá fuera de hábitos nocturnos, o quizá tuviera cejas muy pobladas para proteger los ojos de la luz, pero…
—¿Podría ser un Amo de la Noche? —sugirió Acólito—. El cráneo distorsionado, las articulaciones infladas…
Luis negó con la cabeza.
—He visto a un niño Chacal en la Villa de los Tejedores, una pareja de adultos entre los cazavampiros y otros adultos en la granja de sombras debajo de una ciudad flotante, algún tiempo atrás, y podría jurar que todos eran de la misma especie. Pero éste no lo es.
»Los Chacales de la granja de sombras eran algo más altos que yo; éste es diez centímetros más bajo. La dentadura vaya y pase, de acuerdo, pero mirad las manos. Las de los Chacales son más grandes y gruesas; pueden desgarrar con facilidad. Y más a mi favor, Acólito: la especie actual es la misma a lo largo de trescientos millones de kilómetros, que es la distancia que separa a aquélla ciudad flotante de la Villa de los Tejedores.
Acólito miraba, sin decir palabra. Era raro ver a un kzin tan calmado.
—Pero es obvio —dijo Bram entonces—; éste es el antecesor, la especie de la cual provienen los actuales Amos de la Noche.
—¿Cronos?
—¿Quién? ¿Te refieres al dios de los antiguos griegos?
Luis se sorprendió, y lo demostró.
—Has estado estudiando, por lo que veo…
¡Nej, así es como había aprendido esa música!
—Son entrometidos, ¿no crees? Me refiero a los titerotes —dijo Bram—. El Inferior tiene en archivo cientos de generaciones de literatura humana, historia oral kzinti, secuencias de escultura táctil kdatlyna, e incluso unos cuantos relatos de vindicación trinoc. He visto filmes del siglo veinte de tu historia basadas en la obra Drácula, de Bram Stoker, y otros de Fred Saberhagen y Anne Rice. Pero… ¿porqué no ponerle Cronos a éste? Porque no pudo ser el primero, Luis. Te haré una breve argumentación, me temo que algo borrosa.
»Hace ochenta mil falans, hubo un protector de Pak muerto. Debió de haber vivido cientos de falans, de todas maneras. Por todo lo que sabemos, debe de haber sido uno de los que ayudaron a construir el Arco. A ése sí puedes llamarlo Cronos, si quieres. Los Chacales arcaicos vinieron y comieron de su cuerpo. Si la carne del protector no les sirvió para el cambio, quizá comieron también de algunas de las raíces que portaba, influenciados por el olor. Se volvieron protectores, y si eran varios, pronto no quedó más que uno.
Luis palmeó el hombro del esqueleto, levantando un remolino de polvo.
—Bram, éste es el protector más antiguo de que tengamos noticia. Tal vez hubiera dioses más antiguos que Cronos, de los que los griegos no supieran nada…
—Bien, como te parezca —concedió Bram—. Cronos.
—Gracias. La especie de Cronos debe haber comido carroña por miles de años después de algo como el impacto del Puño-de-Dios…
—¿Tienes que mencionar cada detalle trivial? Ah, es cierto, tienes un aprendiz. Acólito, ¿alcanzas a ver el punto de Luis?
—A decir verdad, creo entenderlo —contestó éste—. El número sería ridículo a menos que algo atrajera a los Chacales en la misma dirección desde muy grandes distancias. Un imperio. Los Chacales deben ser de la misma especie a lo largo de trescientos millones de kilómetros; quizá a todo lo largo del Anillo.
—¡Sí! Era Cronos, guiando a su especie como un pastor. ¿Qué me dices, Bram? ¿No intentaría un protector preservar su patrón genético?
El kzin cayó plenamente en la cuenta.
—¡Por supuesto! Pero ¿cómo podría Cronos guiar a sus descendientes? Aún un cambio para bien puede oler mal. Un momento… ¿Qué pasaría si eligiera a otra especie, algún símil carroñero? No, él debería guiar a su propia gente…
Acólito estaba aprendiendo cómo resolver rompecabezas.
—Él era un Amo de la Noche —dijo Bram—. El sentido de olfato de un carroñero es alterado por la evolución. A qué aproximarse, qué tocar, qué llevarse a la boca, cada una de esas cosas es una elección consciente. Un Nocturno debe ser más libre que otros protectores. Podría guiar a su clase a través de lo que entendiera como perfección.
Miraron al viejo esqueleto.
Él tenía que venir, había dicho Bram. Casi siete mil falans, había dicho. Mil setecientos años. Y si la sospecha que había nacido en Luis tenía algún apoyo real, sería mejor que no preguntara directamente, sino dando un largo rodeo.
—¿Está tu pareja por aquí aún?
—Anne debe estar muerta. Cuando nos dimos cuenta de que el Arco era inestable en su plano, y que debían montarse los motores en el borde, Anne fue a solucionarlo. Me fue posible seguirle el rastro por un tiempo; esos otros ahora a cargo del borde deben haberla matado.
—Bram, ella puede haber tenido que hacer a esos otros protectores.
—Anne no sentía urgencia cuando me dejó para ir allí. Habría trabajado sola. Ese floreciente grupo debe ser el trabajo del más reciente, el protector del Pueblo de la Esfera…
—Teela.
—Teela Brown, tu pareja —dijo Bram—. El Inferior tiene grabaciones de ella también.
—¿Estabas aquí cuando ella llegó?
—Sí. Fue más difícil esconderme de ella que del titerote. La vi aprender a usar la defensa contra meteoros. Estaba seguro de que ella intentaba hacer lo que cualquier protector haría: salvar el Arco del impacto contra el sol. ¿Cuál era su verdadera intención, Luis?
—Teela era un protector. No puedo leer la mente de un protector.
—Ella era de tu gente. Si no la entiendes tú, ¿quién podría?
—Has visto los registros. Ella era extraña —comentó Luis.
—Vinieron dos al Centro de Reparaciones —dijo el nudoso—. Comieron de la raíz. Uno de ellos murió; el otro cayó en el coma que conduce al estado de protector. Tuve tiempo de ocultar mi presencia y preparar medios para observarlo.
»Esa Teela vagó por el Centro de Reparaciones, y fue un placer observarla. Descubrió cosas que yo nunca había encontrado, y al fin llegó aquí. Entonces aprendió el sistema de defensa y el uso del telescopio.
»Luego se fue. Pude rastrearla un tiempo mientras se movía hacia el Muro. Usó el sistema de transporte magnético del Borde, que es mucho más rápido que lo que usamos nosotros, pero ella tenía un traje de presión avanzado.
—¿Estaba apurada?
—Algún objeto extrasolar impactó al sol hace veintidós falans; una tormenta de partículas subatómicas empujó al arco fuera del balance. Luis, Teela estaba en grandes apuros.
Veintidós falans: el Mundo Anillo se desbalanceó cinco años antes de que la Aguja Candente de la Cuestión llegara.
—Ella estaba educada en la Tierra —dijo Luis—. Con una mente de protector y las clases básicas de física, debe haber calibrado la situación muy rápido. Fue a reparar el sistema de posición. ¿Se encontraría con Anne, quizá?
—Anne se escondería —aseguró Bram—. Vigilaría a Teela. A la primera señal de incompetencia, la mataría.
—Hum.
—Tú la conocías, Luis…
—La conocí como mujer. Pero aún así, Bram, nadie conocía a Teela. Ella era una anomalía estadística, una mujer que había tenido suerte a cada paso de su vida, de tal manera que Nessus la seleccionó por ello para la tripulación de la primera expedición al Anillo. La vida normal estaba fuera de su alcance.
—Mi padre menciona a Teela a veces —comentó Acólito—. Nunca supo qué hacer frente a ella. Para los titerotes, era parte de un programa de procreación: conseguir seres afortunados. Chmeee cree que tuvieron éxito.
—No fue así —dijo Bram.
—Ella está muerta, Bram; ya no es una amenaza —dijo Luis.
—Pero ¿qué debe dejar de lado un protector para lograr el futuro que desea? Nosotros planeamos a largo plazo, Luis. ¿Has visto todo lo que necesitabas ver?
—Sí.
Bram apareció nuevamente en último lugar, gritando:
—Inferior, ¡despierta!
Pero el Ser Último estaba ya despierto y bailando en la cabina… con tres fantasmas, tres titerotes demasiado transparentes para ocultarlo.
—Bram, he pensado en algo más. Moví la sonda hace una hora para ocultarla detrás del borde, fuera de vista de alguna nave invasora.
—¿Cuáles son los números?
El Inferior silbó. Las ecuaciones se mostraron en varios colores.
Bram las estudió. Era la primera vez que Luis lo veía tan ensimismado, pero las ecuaciones parecían complejas, de hecho más allá de sus propios conocimientos. Luego el protector dijo:
—Bien. Comienza la deceleración.
El Inferior trinó ahora. Una pantalla se abrió detrás de él, mostrando el Borde.
—¿Así esta bien?
—Sí, mientras no te oculte de mí —dijo Bram.
El Muro se movía borrosamente; su borde muy arriba, las cimas de las montañas derramadas muy abajo. La sonda debía estar a unos cuatrocientos a quinientos kilómetros de altura, calculó Luis.
Otro silbido. Luis miró para ver qué cambiaba, pero aún no… había que esperar un poco. Ahora. En la zona de oscuridad nocturna, el Muro se iluminó de repente con un reflejo azulado: un motor de fusión pequeño. Las ecuaciones flotantes lo expresaban mejor; algunos de los números comenzaron a decrecer.
Los tres fantasmas aún bailaban con el Inferior, y Luis de pronto los reconoció: los estilos de peinado diferían, pero los tres eran Nessus.
Acólito estaba clavando los dientes en algo que escurría un líquido rojo. No era una visión agradable, pero de repente Luis se sintió hambriento. Tipeó en la cocina mientras miraba de reojo las imágenes.
—Inferior —dijo Bram—, ¿qué sabes de Teela Brown?
El titerote repicó como una campana de bronce. Un tercer holograma se abrió detrás de él: una tabla de contenidos, según pudo apreciar Luis. La cabina estaba llena de imágenes ahora.
Bram destelló de ira.
—Ven aquí. ¡De inmediato!
El titerote no dudó: en un segundo estuvo a su lado.
—He intentado no perjudicar…
—Te prefiero aquí. Escuchad los tres: estoy intentando hacerme una idea de un protector en mi mente. Tengo mi lóbrega vista de Cronos y he conocido íntimamente a Anne, pero Teela Brown es un protector alienígena. Pronto debemos enfrentar a otros extraños. ¿Qué me estás mostrando ahí, Inferior?
—Son los registros del proyecto Humano Afortunado. Mi administración entendió que los humanos podían ser buenos aliados. Los humanos tienen buena suerte. Los haríamos más efectivos al hacerlos más afortunados aún. El experimento fue local, afectando a un solo planeta: la Tierra. Procuramos que se agregara un sorteo a las calificaciones formales que otorgan derechos de nacimiento. Mantuvimos registros de los seres nacidos gracias a la fortuna. Financiamos un programa social para que esos seres se conocieran entre ellos y procrearan.
—¿Era ella afortunada?
Luis no escuchaba. Definitivamente, no escuchaba. Cuando él se liberó aquella vez del Mundo Anillo, Teela se quedó por propia elección. Luis había tenido cuarenta años para evitar el pensar en Teela Brown.
—Ella era una ganadora del sorteo en sexta generación, pero Teela no fue afortunada para nosotros, sus asociados titerotes. No puedo saber si ella fue afortunada para sí. Toda criatura busca la homeostasis, el equilibrio. Teela perdió su pareja, luego su identidad, género y forma, luego su vida. Parece no haber sido afortunada, pero la suerte es una cosa de difícil interpretación.
Acólito preguntó:
—¿Qué dices si ella buscaba un motivo, una causa por la que valiera la pena morir? —Luis se quedó con la boca abierta—. O tal vez ella sólo quisiera ser más inteligente. Como mi padre. Como yo, ahora. La suerte le proporcionó esas cosas.
—¿Qué dices, Luis?
—Puede ser. Interesante interpretación.
¡Cuarenta años, y él nunca había visto lo que había sido obvio para ese gato apenas adolescente!
—¿Algo más?
Luis cerró los ojos. Aún podía verla, tocarla.
—Un accidente tonto la separó de nosotros por un breve tiempo. La suerte, supongo. Cuando volvimos a encontrarla, ella ya estaba con el Caminante. Grande, del tipo del fornido explorador, un guía perfecto para un mundo tan inmenso. Y supongo que ella se había enamorado de él, también…
—¿Era tu pareja o la de él?
—Poligamia serial… Olvídalo.
—¿Ella te dejó por él?
—No fue sólo por el Caminante. Bram, ella había hallado este gigantesco… «juguete», por así llamarlo. Nunca se le hubiera ocurrido a Teela que esto estaba por encima de ella, que era demasiado grande para jugar con él. Esta… «cosa», estaba más allá de ella.
—¿Quería jugar con el Arco? Sin destruirlo, por supuesto… Y sólo un protector puede hacer eso.
Luis se frotó los ojos en silencio.
—Entonces la dejasteis aquí en el Anillo —continuó Bram—. ¿Y luego?
—El Caminante la debe haber guiado hasta el mapa de Marte, o contado lo suficiente como para que ella pudiera hacer sus conjeturas. Sabía que yendo hacia allí entraría a un lugar extraño, plagado de secretos.
»Ella… veamos… se despierta como protector. El Caminante ha muerto. Teela es un protector en el Centro de Reparaciones. Curiosea alrededor. Luego encuentra cómo influir en el sol y generar el láser supratérmico. ¿Hizo estallar algunos cometas?
—Sí, lo hizo —admitió Bram.
—Ella aprende cómo usar el telescopio del cuarto de defensa. Se da cuenta de que el Anillo sufre un balanceo. Encuentra motores de posición en el Muro, pero la mayoría de ellos faltan. Cualquier protector podría predecir el resultado que sigue.
»Entonces fue hacia el Muro. Bram, ¿se llevó raíces consigo?
—Raíces, una planta en floración y óxido de talio.
—En el espaciopuerto del Muro encuentra los motores faltantes; los Ingenieros de las Ciudades los usaron para motorizar sus naves. Anne quizá ya había repuesto algunos de ellos… Claro, ¡por supuesto! Eso es lo que Anne había estado haciendo: interceptar a toda nave que regresara, quitarles los estatorreactores Bussard y recolocarlos en el Borde. Ésa es otra de las cosas que Halrloprillalar jamás me comentó. Ella y su tripulación deben haber sido desalojados de su nave y enviados a través de la pared del Anillo por un enojado protector…
Bram esperó.
—Nej, pobre Prill. Eso bastaría para enloquecer a cualquiera…
Bram siguió esperando.
—Bien, entonces hay unos reactores vueltos a poner en su sitio, pero lo que Teela supone es que simplemente los constructores de naves aún no los han retirado a todos. Retoma el trabajo de Anne. Es urgente. Busca algunos criadores y los vuelve protectores. Nos comentó acerca de ellos: uno de las montañas derramadas, un vampiro, un Amo de la Noche. Todos ellos comienzan a quitar los motores de las naves y los vuelven a montar en sus alojamientos del Muro.
»Tenía veinte instalados y ya no había más naves a la vista, y los motores no alcanzaban a entregar la potencia necesaria para la corrección por sí solos. Entonces volvió al mapa de Marte, sabiendo lo que tenía que hacer a continuación. No se percató de que la Aguja Candente de la Cuestión se aproximaba hacia ella hasta que estuvo en el telescopio del Centro de Reparaciones.
—Deben haber tenido telescopios en el Muro, Luis —acotó el kzin.
—Seguro, y deben ser lo suficientemente potentes para detectar las naves de los Ingenieros que llegan. Pero la Aguja es mucho más pequeña.
—¿Reconocería ella esta nave como de la Esfera?
—Seguro. Es un fuselaje número tres de Productos Generales.
Bram retomó el hilo.
—¿Cómo podría la Aguja afectar sus planes?
—Ya te he dicho que no sé como piensa un protector, Bram.
—Pero debes intentarlo.
Luis no quería intentarlo.
—Esto es lo que Teela me contó: ella simplemente no podía matar a un billón de personas para salvar a treinta billones. Tenía la inteligencia de un protector, pero conservaba la empatía de la vieja Teela: podía sentir sus muertes. Sabía que debía hacerse, y también que nosotros… me refiero al Inferior, Chmeee y yo, podríamos llegar a la misma conclusión. Pero también supo que no podría permitirnos que lo hagamos. Estaba invitándonos a que la matáramos, Bram.
—La vi luchar contra ustedes. Yo hubiera luchado mejor aún estando moribundo.
—Sí. Fue la más terrible lucha de mi vida, pero nadie vence en la lucha a un protector.
—Si sabía que no podría guiar un chorro de plasma a lo largo del Muro, ¿porqué volvió al Centro de Reparaciones? —era una pregunta tonta, y Bram no esperó respuesta—. ¿Qué buscaba ella realmente?
Luis meneó la cabeza.
—¿Qué busca un protector? Eso es algo que hemos aprendido de ti. Tus motivos son muy fuertes: proteger tu línea genética. Cuando tu progenie desaparece, dejas de comer y te mueres. Teela no tenía descendientes en Mundo Anillo, pero había homínidos. Parentela, si haces la vista gorda. Ella tenía que salvarlos. ¿Porqué esperar? Con el Anillo desbalanceado…
Bram despreció la explicación con un gesto.
—Ella esperó que llegara la Aguja para aprovechar los programas de computación derivados de los titerotes. Miré al Inferior mientras los usaba y me alegro de no haber interferido.
Oh.
—Pero en ese caso, ¿porqué no decírnoslo? —preguntó Luis—. Nej, ¿qué necesidad había de luchar? Espera… Bram, ¿Anne se fue enseguida después de que vosotros vencierais a Cronos?
—Se tomó algunos días en la preparación.
—Y eso fue hace casi siete mil falans atrás…
—Sí.
—En mi calendario, eso sería por el año mil doscientos después de Cristo… ¿Se llevó raíces con ella? ¿Tuvo que volver por más luego?
—Anne llevó raíces, una planta en flor y óxido de talio. Plantó el Árbol de la Vida pero la cosecha se malogró después de un tiempo y hubo de volver, hace unos cinco mil falans. No se quedó mucho tiempo conmigo. Desde entonces no volví a verla. O ha logrado mantener su jardín, o ha muerto.
—Hum. Teela hizo idéntica lista: raíces, una planta en flor y talio. Si hay allí un buen lugar donde plantar todo eso, entonces el jardín de Anne debe estar ahí. Teela sabría que eso debía ser así.
—Anne lo escondería adecuadamente.
—No puedes esconder las plantas de la luz del sol. Tampoco donde cualquier homínido pudiera sentir su aroma. Hubiera querido tenerlas al alcance, en alguna montaña derramada, en un lugar al que ni los globos de aire caliente pudieran llegar. Una fisura, un valle cortado a pico, tal vez. Y ahora tenemos que averiguar si Teela lo encontró.
—¿Y qué si lo hizo?
Luis suspiró.
—Bram, ¿qué has conseguido respecto a los protectores vivos?
—Inferior, muéstrale. Me daré un baño.