El Trono de Mundo Anillo
Aparecieron en la penumbra del cuarto de defensa contra meteoros, y de pronto Luis se encontró volando, arrojado lejos.
Intentó rodar al aterrizar, para disminuir el golpe. Atisbó a Bram desapareciendo, bajo un loco sonido de flauta y oboe. Algo monstruoso y oscuro se acercó de un salto hasta Luis, y otra cosa mucho más rápida corrió hacia ellos.
Luis aterrizó sobre su hombro derecho, allí donde el protector vampiro había clavado su sucia garra. Aulló de dolor y siguió rodando, y el primer atacante aterrizó a su lado. El segundo se defendió de una patada lanzada por una pierna anaranjada y peluda, y retrocedió hacia el disco pedestre. Tocó una tonada y se fue.
El primer atacante lo levantó y rodó con él tres metros hacia la sombra.
—¿Luis?
El hombro de Luis era un solo alarido. Tomó grandes bocanadas de aire; su nariz se llenó de olor a kzin.
—Acólito… —dijo.
—Intenté matar a Bram —respondió el kzin.
—Puede estar muerto ahora, de todas maneras… —el olor a kzin no era lo único. ¿A qué olía?—. ¿Aquel otro intentó matarte? Se suponía que tenías que morir como distracción para Bram. Igual que yo, supongo.
—No pude olerlo hasta que saltó. Debe haberme juzgado inofensivo.
—¿Te sientes ofendido?
—Luis, ¿dónde está Bram?
—Quién sabe. Controla los discos pedestres; debe haber veinte o más distribuidos por todo el Centro de Reparaciones.
—Sí. Él lo preparó con un silbido, pero el otro pasó a través antes de que Bram pudiera cambiarlo, ¿no crees?
—Lo que me parece —dijo Luis— es que fue Bram quien saltó primero y luego cambió el destino del disco al monte Olimpo, o al Borde, o al infierno. Luego el otro copió la orden silbada de Bram y volvió atrás el cambio.
—Entonces nos hemos perdido una linda batalla…
¿Qué era lo que estaba oliendo? Olía a flores, a algún perfume; se clavaba en la cabeza de Luis y le hacía difícil pensar. El tufo a kzin era mucho más fuerte, y su pelaje tenía bultos duros adosados… Recordó de pronto las armas de Cronos: el cuchillo arrojadizo, la alabarda de metal con doble filo…
—Difícilmente puedas matar a Bram. ¿No te lo ha demostrado?
—Luis, ¿no debería matar a mi maestro?
—¿Eh? Caramba… Lo tendré en mente.
—No, Luis, ¡no a ti! Yo vine aquí por tu sabiduría, pero Bram me ha hecho su sirviente. Aprendí escuchando a Bram, hasta que estuve listo para liberarme. Mira, conseguí éstas.
Las armas de Cronos.
—Parecen apropiadas, pero Bram…
Bram cayó del techo. Había diez metros de altura, y golpeó pesadamente, rodó, y se levantó con el cuchillo variable extendido a medio metro de longitud. Intentó protegerse con él cuando otra sombra homínida cayó, y se deslizó hacia donde estaba.
Los brazos del otro se lanzaron hacia delante. Bram saltó cuando unos objetos afilados golpearon el suelo cerca de él. ¿Shuriken? El cuchillo variable restalló; el enemigo se encogió brutalmente, rodó y se paró sobre sus pies. Parecía todo hecho de nudos… Era más alto que Bram; tenía un brazo apretado contra su pecho y un metal afilado en el otro.
La mente de Luis aún luchaba por entender.
Bram debía haber instalado un disco pedestre en el techo de la habitación, en forma invertida. ¿Copiando a los marcianos? Ahora el protector vampiro tenía a su alcance el disco pedestre del suelo, mientras que su enemigo estaba bastante más lejos. Entonces, Acólito surgió de su escondite, lanzando la vara de metal hacia las costillas de Bram.
Éste no se volvió. Sólo se detuvo por un instante. La vara pasó por delante de su vientre, y Bram sujetó el extremo. Tiró y retorció, la lanza se dobló, y el otro extremo dio de lleno a Acólito en la frente.
Pero eso detuvo a Bram lo suficiente. El otro lo alcanzó. Rebanó la muñeca de Bram, el pie que lanzó hacia su cara, luego el codo, el otro pie, el otro brazo.
Bram cayó al suelo tambaleándose, con huesos y tendones rotos en todas las extremidades.
El atacante se desvaneció en el aire. Pero entonces habló en la lengua del comercio de la villa de los Tejedores, distorsionada por el usual impedimento silbante. El traductor de Luis lo siguió apenas un momento después.
—Hombre peludo, deberás quedarte quieto por un rato. Seréis satisfecho luego, pero éste parece ser buen momento para hablar.
Acólito se sentó, atontado.
—¿Luis?
Si el otro protector aún temía a Bram, Luis no le iba en zaga. No podía ver la manera de llevar a Acólito a cubierto. Su propio escondite era precario, pero se quedó donde estaba.
—Quédate atrás, Acólito. Yo lo traje aquí.
—Sí —dijo el atacante de Bram; las paredes reflejaban su voz, ocultando el origen—. Luis Wu, ¿por qué has hecho esto?
Bram se enderezó en medio de un charco de sangre. Había intentado aplicarse unos torniquetes, pero no había podido. Dejó caer sus armas. Luis se dio cuenta de que más allá de lo que se pudiera hacer por él, Bram dejaría de comer y moriría pronto. Los protectores hacían tal cosa cuando perdían su razón para vivir.
Luis habló a las tinieblas.
—Tú eres Oboe, ¿verdad?
—Y tú eres Luis Wu, el que evaporó un océano. ¿Porqué me has convertido en esto que soy ahora?
Bram interrumpió:
—Mi tiempo se acaba. ¿Puedo abusar del vuestro? Os aseguro que no os haré daño. Luis, Oboe ha respondido a mi pregunta. ¿Porqué has abierto un disco pedestre a un Chacal que nunca habías visto?
—Perdóname —dijo Luis.
Tenía problemas para concentrarse. ¡Ese aroma perfumado! Luego recordó dónde estaba, tirado en el piso, sujetándose el hombro que le escocía.
—Bram… —dijo al fin—. Tú sabes porqué he juzgado que tú y Anne no eran competentes para gobernar el Centro de Reparaciones. No te he escuchado decir que yo estuviera equivocado. Podemos discutirlo ante Oboe, y dejarlo decidir a él. ¿Qué dices?
Silencio.
—Oboe, ¿has visto el esqueleto?
—Sí.
—He llamado Cronos a ese personaje. Cronos fue tu ancestro. Creo que aún Bram puede entender lo que ello implica. Cronos ha tenido ocho mil falans para modificar su línea genética hacia los rasgos que buscaba. Construyó un imperio cuyas comunicaciones alcanzaban todo lo que hay bajo el Arco…
—Anillo. Es un Anillo —dijo Oboe.
—Cronos extendió su programa de procreación diseminándolo por un área demasiado vasta para ser descrita. Los Amos de la Noche debéis ser decenas de miles de millones. Y todos de una misma especie, mientras que los vampiros no lo son. Él os formó para que fuerais protectores ideales.
—Imagino algunas mejoras posibles —dijo Oboe.
—Seguramente. Bram es un protector de la especie los vampiros. Tenemos grabaciones de Bram en mejor estado, ya las verás. Tú eres claramente superior. Tu cerebro es más grande. Más versátil. Menos reflejos, más alternativas. ¿Qué opinas, Bram?
—Él me ha vencido —dijo el vampiro—. Ya era inteligente como criador, por ello es más inteligente ahora. Pero Luis, él no sabe nada. Estamos amenazados por las invasiones. ¡Estáis obligados a entrenarle!
—Lo sé, Bram…
—Hayáis o no violado el contrato, habéis de entrenarle. Oboe, confía en su intención, pero duda de su juicio. Aprende del Morador de la Red, pero no confíes en él hasta que cierre contigo un contrato.
—¿Es mi turno, ahora? —preguntó Luis.
—Habla.
—Oboe, los protectores producen inmensos daños cuando luchan entre sí. Bram y su pareja solucionaron un problema, y hoy por hoy, los protectores a cargo del Borde del Anillo son de una especie local de las montañas derramadas. Los necesitamos allí. Te mostraré el porqué cuando podamos —ese aroma…— volver a la nave —es del Árbol de la Vida…—. Sácame de aquí ahora, Oboe. ¡No puedo quedarme aquí!
—Luis Wu, tú eres muy joven para responder al aroma de las raíces. Incluso aquí es apenas…
—¡Soy demasiado viejo! ¡La raíz me mataría! —Luis rodó sobre sus rodillas; no podía mover su brazo derecho—. La última vez que olí esto pude a duras penas mantenerme cuerdo…
Con ayuda de Acólito se puso de pie, trastabillando hacia el disco pedestre.
Había vencido la adicción al cable una vez. El Árbol de la Vida había abrumado su mente por un momento, pero lo había vencido también. Sin embargo, debió haber sido mucho más fuerte diez años antes. Sólo un cableta en vías de curación podría haber superado eso.
Una mano como una bolsa de nueces lo tomó por la muñeca.
—Luis Wu, lo escuché lanzar tres acordes, y lo seguí cada vez. Uno lleva a unas trampas y a un escondrijo con armas, otro a una caída desde el techo, y el tercero nos llevó a un lugar donde peleamos. Había allí una gran plantación de Árbol de la Vida, y un sol artificial…
Luis comenzó a reír en forma histérica. El olor del Árbol de la Vida estaba incrustado en su mente, y el único camino de salida llevaba al sitio donde habían peleado con Teela Brown…
Oboe lo miró.
—Eres viejo, pero algo te ha sido hecho.
Bram también intentó reír, pero sonó horrible.
—Vi los archivos. Nanotecnología. Un experimento robado a la Tierra, luego robado otra vez, y vendido por un ladrón a Productos Generales, en un planeta llamado Fafnir[10]. Eso es el autodoc del titerote, Luis —su garganta no estaba preparada para ello, y sus pulmones colapsaban, pero estaba riendo—. Tienes ochenta falans, Luis, noventa a lo sumo. Nada más. Recuerda lo que te digo.
Oboe y Acólito miraban a Luis.
El olor estaba en su nariz, pero no lo jalaba con suficiente fuerza. Su mente aún le pertenecía. Pero eso significaba…
—Yo estaba en muy mala condición —les dijo—. El autodoc debe haberme curado a conciencia. Quizá haya cambiado todo. Cada célula…
Bram tenía razón. Veinte años, veinticinco como mucho.
—Puedes hacerte protector —dijo Oboe.
—Es una posibilidad —respondió Luis.
Bram había muerto. Tal vez un protector podía hacer detener su propio corazón. Sus últimas palabras habían sido sospechosamente apropiadas.
—Es sólo una posibilidad —repitió. Sus fuerzas desfallecían.
—Estás enfermo —dijo Oboe.
El kzin lo ayudó a acostarse en el suelo. Las manos nudosas de Oboe lo tantearon. El botiquín portable no había solucionado gran cosa. Algunos músculos, el mesenterio, el tendón de la corva. Su hombro estaba inflamado, y las cinco heridas sangraban levemente. El brazo izquierdo de Oboe estaba peor, totalmente hinchado y colgando inmóvil, pero el protector hizo caso omiso.
—No conozco tu especie. No creo que puedas caminar, y muy pronto tendrás fiebre. ¿Cómo te curas normalmente, Luis?
—Regrésame a la nave… dentro del autodoc. Cura lo que sea.
Oboe se fue, llevándose al kzin con él. Volvieron al poco rato; alzaron a Luis y lo depositaron sobre algo plano. Luego sintió que lo separaban del suelo.
¿El protector Chacal había inventado la camilla? No, había ido en busca de una plataforma de carga, y cuerdas para tirar de ella.
—Esto te llevará. Abre la puerta mágica.
—Yo no puedo silbar en el lenguaje de las puertas…
—¿Estamos atrapados aquí?
—No necesariamente…
Lo hicieron descender.
—Luis —dijo Oboe—, ¿qué debo hacer para hallar a mi hijo?
—Oh, nej… Había olvidado a Flarpa completamente. ¿Podrá quedarse con los Tejedores? ¿Tiene parientes en el área?
—Había otros Nocturnos con nosotros cuando yo pasé a través de la puerta mágica; quizá lo hayan llevado con su madre. Pero mi temor es que tal vez me haya seguido…
—Oh, no… No, espera: lo hubieras olido al llegar. Conocer por el aroma a tu línea genética está construido en tu cerebro. Oboe, él me conoce. Envíame a él en tu lugar. No vayas tú.
—Lo aterrorizaría. Luis, ¿puedo intentar buscar la combinación de sonidos?
—¿Y cómo la probarás? Bram ha puesto trampas. Oboe, no necesitamos los discos pedestres. Hube de guiarnos a la Aguja antes, a pie, sin la ayuda del Inferior. Incluso hube de cavar un túnel, que está allí todavía.
—¿Cuánto nos llevará llegar?
—Algunos días. Tendréis que remolcarme. Necesitaremos comida y agua…
—Hay agua en la plantación del Árbol de la Vida —dijo Oboe—. En cuanto a comida… —ambos se movieron hacia el cadáver de Bram—. Me enseñaron que nadie querría verme comer…
—Aún no es carroña —dijo Acólito.
—Mi amigo, pocos hay que discutan la comida de los Amos de la Noche, pero veo que estás interesado. Podemos comer a los muertos recientes, e incluso a veces los preferimos, pero algunos son muy duros al principio, y éste era un protector… Podemos cargarlo en otro plato, y arrastrarlo detrás de Luis, si conseguimos una cuerda más larga.
—Estoy hambriento ahora, Oboe. Espero no ofenderte si como en tu presencia.
—Toma lo que necesites.
Luis prefirió no mirar lo que venía ahora, pero no pudo evitar sonreír. Los sonidos le contaron lo que no veía. Un cachorro kzin debe pelear por su comida. Ahora Acólito intentaba retorcer y desgarrar su porción duramente ganada. Pronto utilizó su wtzai —¡chak! ¡chak!— y se retiró con lo que hubo conseguido.
Oboe se acercó, sentándose con las piernas cruzadas frente a Luis.
—Los hábitos de los jóvenes son difíciles de quebrar. ¿Me escuchará Acólito después de esto?
—Es un buen comienzo.
—Hay comida para ti también, Luis. No veo riesgos en que comas las raíces hervidas del árbol de la Vida.
El pensamiento lo sobresaltó, pero lo pensó mejor.
—Son parecidas a las batatas y los ñames. Las asaremos.
—¿Qué significa eso?
—Harás un fuego, y cuando hayan terminado las llamas y ya no estén tan calientes las brasas pondrás las raíces sobre ellas.
—Encontraremos algo para hacer fuego en la plantación —Oboe alzó la voz, para hacerse oír entre los sonidos de dientes raspando y los gruñidos de rabia del kzin, que aún intentaba conseguir algo de la presa tomada al protector—. Acólito, hay presas en la granja. Animales pequeños y rápidos. No creo que nadie excepto un protector del Pueblo de la Noche pueda comerse a Bram, y ni siquiera hoy.
—¡Bien, déjame cazar, entonces!
—Me necesitarás para regresar.
Oboe hizo sonar el código en la flauta de Bram, y ambos se fueron.
El Chacal regresó con los brazos llenos de raíces amarillentas.
—Acólito se quedó cazando. Preparé el disco para que pudiera regresar cuando quisiera —colocó las raíces entre las brasas—. ¿Cómo quieres tu agua?
—Limpia. No importa mucho la temperatura.
—¿Puede ser fría?
—Seguro.
Oboe volvió, esta vez con un bloque de hielo.
—Es más sencillo que estar buscando un recipiente.
—¿Dónde has conseguido eso?
—Varios kilómetros por arriba de nosotros, donde el aire es tenue y frío —mojó un trapo con el agua que chorreaba del hielo y lo puso alrededor del cuello de Luis—. ¿Cuánto tiempo he de dejar aquello en las brasas?
—Una hora —dijo Luis, y le enseñó el cronómetro insertado en la piel del dorso de su mano—. Entrega el horario de las mareas, también, aunque no es de mucho uso aquí. Eso lo convierte en calculadora. Eso es un juego; has de mover los números alrededor como… Nej, eres rápido.
Acólito regresó, las fauces sangrantes, llevando en su mano algo que chorreaba rojo. Se puso a trabajar con el wtsai.
—Estuve buscando alguna presa conocida del mapa de la Tierra. Ninguna era exactamente igual, pero ésta es bastante parecida a un conejo, ¿no crees? —limpió la bestezuela, la despellejó y la abrió a la rana. Luego la perchó con la lanza sobre las brasas.
—Lo has pasado bien, ¿verdad? —dijo Luis.
Acólito lo consideró.
—Sí. Pero no he sido herido, lamentablemente.
La frente de Acólito estaba hinchada por el golpe de Bram, y la pelambre anaranjada empapada de sangre.
—Todos hemos sido heridos, pero los vencedores no han de prestar atención a eso. Acólito, cuéntanos una historia.
—Tú primero. Has luchado contra el protector afortunado, Teela Brown.
—No estoy muy orgulloso de eso. Déjame narrarte cómo cociné un mar.
Lo hizo. Luego Acólito narró la historia de su padre: el arribo al mapa de la Tierra con un bote de asalto kzinti y herramientas de los titerotes. La guerra. Aliados y enemigos, las muertes, los aparejamientos arreglados para crear alianzas. La educación de las mujeres en el habla kzinti.
Chmeee había engendrado tres hijos durante su corta permanencia en el mapa de Kzin. Kathakt, un señor local, había accedido a criarlos. Apenas pudo, Chmeee rescató a su hijo mayor del dominio de Kathakt —en forma amigable— y lo llevó al mapa de la Tierra. Acólito conoció a los humanos a la edad de doce falans.
El hijo mayor y heredero de un Señor kzinti ha de entrenar duro. Aliados y enemigos, a quién vigilar, en quién confiar, cómo dirigirse a las posibles parejas… Nunca hablar con embajadoras hembras; ellas pueden sacarte los secretos más…
—Parece muy aburrido —dijo Oboe.
—Sí, todo me fastidiaba cada vez más —dijo Acólito—, hasta que un día protesté. Reté a mi padre y luché con él. Me batió, pero no me mató. Desde entonces he sido herido, he pasado hambre, he sido esclavizado por un protector… Pero, al menos, toda esa diplomacia del flup ha quedado fuera de mi vida. Ahora cuéntanos algo tú, Oboe.
—Os lo cantaré. Luego dormiremos, y al despertar Luis Wu nos guiará a un lugar seguro.
El Chacal cantó acerca de una cosa mágica envuelta en llamas, que fue abandonada por Luis Wu, el que había evaporado un mar. Cinco Amos de la Noche, enfrentando grandes riesgos, habían desmontado una puerta mágica. No sabían adónde conducía, ni la podían hacer funcionar.
Pero una noche, Campanilla hubo desaparecido.
Los demás prometieron cuidar de Flarpa, y Oboe cruzó solo la puerta mágica para rescatarla. De pronto, un aroma tironeó de él hacia lo que sólo pudo definir como la promesa del Paraíso.
Despertó en el jardín del Árbol de la Vida. La hembra Nocturna yacía muerta en el suelo, a su lado. Campanilla era demasiado vieja para cambiar exitosamente.
Exploró. Encontró el salón de defensa contra los meteoros y el telescopio. Creó una física para explicarse qué era lo que estaba viendo. Lo discutió un rato con Luis, mientras Acólito prestaba oídos. Oboe no sólo había deducido la existencia de mundos y planetas, sino hasta la de los agujeros negros. Incluso había adivinado la existencia y naturaleza de los otros protectores.
—¿Y qué has comido? —preguntó el kzin—. ¿Conejos muertos?
—Bien, me comí a Campanilla, por supuesto, pero no he estado despierto tanto tiempo como para sentir verdadero hambre.
Luis intentó hablar acerca de lo que el protector tenía que saber inmediatamente. Las naves invasoras: era tiempo de hacer prisioneros, para averiguar sus planes. El Patriarca Oculto y su tripulación: tenía que haber Ingenieros de las Ciudades por muchos sitios; debía ser sencillo encontrarlos, y los niños de Harka y Kawa necesitarían pareja dentro de no mucho tiempo. El Morador de la Red…
—Un contrato es una promesa sin ambigüedades, ¿verdad, Luis? Pero ¿cómo puedo conseguir tal cosa del Morador de la Red?
—Mediante el miedo, dado que suele temer con facilidad —acotó el kzin.
—Es más seguro si tú tienes algo que él necesita —propuso Luis—. Oye, ¿qué te parece si le ofreces el motor número cuatrocientos uno?
Su cena ya estaba lista por entonces. Siguió explicando mientras comía. Estatorreactores Bussard, motor de actitud, fusión de hidrógeno. Oboe ya había supuesto la ley de acción y reacción y la inestabilidad intrínseca del Anillo.
—Los montantes son cuatrocientos. Cuando arméis el motor cuatrocientos uno, podremos colocar la Aguja Candente de la cuestión en el eje. Es un fuselaje de Productos Generales; la radiación no puede dañarlo. A velocidad sublumínica, le tomará al Inferior unos mil años alcanzar la Flota de Mundos…
Acólito se alejó ante el tufo a política.
—No creo que el Inferior se moleste por ello —comentó Luis—. Los Conservadores tienen el poder de la Flota de Mundos. Nada habrá cambiado. Incluso puede que deseen su regreso. De todas formas, es algo que puedes ofrecerle.
—Le agradan los juegos de poder, ¿eh?
—Así es.
—Bien, lo dejaremos jugar. Si consigue más poder, le ofreceremos el número doscientos. Es claro que no lo necesitaremos mucho. ¡Acólito! ¿No te has preguntado el porqué sigues vivo?
El kzin regresó. Oboe cantó su hallazgo del esqueleto y las armas de Cronos. Las pistas le condujeron a pensar que había sido desafiado. Eligió su escondite y esperó.
Una forma monstruosa de color naranja apareció, de repente, de ninguna parte. Oboe lo acechó, pero no detectó peligro en él.
—Debe ser porque mi especie no creció intimidada por la tuya. No relacioné tu olor con el peligro.
Acólito reflexionó sobre ello en silencio.
—Pero entonces supe que mi enemigo usaría a otros como cebo. Por eso, cuando dos homínidos aparecieron y uno hizo al otro volar…
El Inferior apareció.
Lanzó un alarido como un piano de cola al romperse de un mazazo, y se fue al instante, pero Oboe fue más rápido. Pasó a través del disco con Acólito pisándole los talones, mientras Luis gritaba:
—¡No! ¡Podéis salir en el monte Olimpo…! —consiguió alzarse sobre sus pies, pero ya se habían ido—. ¡Malditos idiotas!
Se arrastró hacia el disco y pasó, de todos modos.
Oboe se plantaba en alguna extraña pose defensiva, ondulando. Acólito se hallaba peligrosamente cerca de él, intentando tranquilizarlo. El protector ignoró al kzin.
—Quiero hablar con vuestro líder —dijo con firmeza.
Miles de criaturas de tres patas y dos cabezas lo observaban tras la pared de proa.
—Su título correcto es Ser Último —dijo uno de ellos—. Yo soy el Ser último.
—Has de enseñarme.
El bloque de granito había sido apartado.
Luis renqueó, poniéndose por delante de ellos. El dolor de su hombro lo hizo hablar con cierta furia:
—Ahora dime, ¿cómo has logrado quitarlo?
—Apoyé mis piernas delanteras contra la pared, y empujé con la trasera. Bram supo en sí mismo lo fuerte que es mi coz; debería haberse dado cuenta de que podría hacerlo.
—Afortunados de nosotros…
—¿Dónde está Bram?
—Ha muerto por nuestras manos. Oboe, las ayudas de aprendizaje de que te he hablado están aquí, a bordo de la Aguja. Especialmente esas imágenes. Han sido tomadas por telarañas de bronce, iguales a las que has visto en el acantilado sobre la villa de los Tejedores.
—Seguiré el consejo de Bram. Morador de la Red, necesito que me adiestres. No confiaré en ti hasta que tengamos un contrato.
—Imprimiré para ti el contrato de servicio estándar de mi especie.
—Sólo para mi diversión, supongo. Luis, mi hijo necesita… —Oboe echó otra mirada—. Tú, métete en el autodoc ahora. ¿Es aquello que está ahí?
Acólito estaba alzándolo en sus brazos.
Ya dentro de la gran caja, Luis vio que Oboe examinaba la pantalla con gesto dudoso.
—¿Cuánto tiempo necesitará? —preguntó.
—Tres días, quizá menos —respondió el titerote.
Luis habló de prisa.
—Nadie firmará nada hasta que yo esté de pie nuevamente, ¿me oís? Inferior, no tengo idea de cómo alimentar a un Nocturno. Prueba con carne de res pasada. También prueba con el queso. Oboe, confío en que no destruirás la última nave de carga de la Brazo, a menos que haga algo muy preocupante.
—¿Quieres conservarla pensando en una posible pareja?
—Nej… no había pensado en ello, pero parece lógico. Bien, ahora los protectores puntoaltinos dominan el Borde, y seguramente estarán aterrorizados. Habla con ellos a través de esa ventana, la que muestra el cielo negro y las grandes instalaciones… Los Amos de la Noche robaron esa cámara de un nido de vampiros, acarreándola por trescientos mil kilómetros a lo largo y más de tres kilómetros hacia lo alto…
—Los espejos nos han hablado de ello —dijo Oboe.
—Diles a los protectores montañeses que están a cargo del Borde. Dales a entender eso.
Acólito ya cerraba la tapa del ataúd. De repente, Luis lanzó una carcajada.
—¿Qué sucede? ¿Has recordado alguna cosa?
Había escuchado la voz de Luis Wu diciéndole a una cara de piel roja y desnuda:
—Nos gustaría hablar con un protector, por favor. Queremos proponerle un contrato.
La tapa se cerró, y al fin pudo descansar.