El principio del fin

En los primeros meses de 1944, el imperio de Hitler se encontraba ya a la defensiva. Las fuerzas aliadas se hallaban firmemente establecidas en la península italiana desde el mes de septiembre de 1943 y los soviéticos hacían retroceder a la Wehrmacht en el frente oriental. Además, la invasión del continente a través del canal de la Mancha, para la que se estaba acumulando hombres y material en la costa inglesa, era ya sólo cuestión de tiempo.

Finalmente, al amanecer del 6 de junio de 1944 tuvo lugar el asalto a la fortaleza europea de Hitler; las playas de Normandía fueron el escenario del mayor desembarco de la historia. Las primeras veinticuatro horas eran decisivas para la suerte de la batalla, pero cuando llegó al Berghof la noticia de que parecía haberse desatado ya la esperada invasión, nadie se atrevió a despertar a Hitler, quien no alteró su costumbre de levantarse tarde. Al tener conocimiento de lo que allí acontecía, se mostró convencido de que el desembarco en Normandía era un señuelo y que la auténtica invasión se produciría en el paso de Calais, por lo que decidió retener allí a las mejores divisiones. Cuando, con el paso de los días, Hitler se convenció de que no iba a haber otra invasión, ya era tarde; los Aliados se encontraban firmemente asentados en la costa normanda y con la vista puesta en la liberación de París, a donde llegarían el 25 de agosto.

Los soviéticos, por su parte, lanzaron el 22 de junio una gigantesca ofensiva, la Operación Bagration. Este colosal ataque permitiría al Ejército Rojo expulsar a los alemanes de territorio ruso e incluso rebasar la frontera alemana en Prusia Oriental. Las noticias de saqueos y violaciones perpetrados por los soldados rusos provocaron el éxodo de la población hacia el interior del país. El Reich de Hitler comenzaba a luchar por su propia supervivencia.