El NSDAP se hallaba preparado para iniciar la última fase de la escalada, ahora que la cima del poder se encontraba a la vista. A finales de ese año, el partido contaba con una masa de más de cuatrocientos mil afiliados y los diputados nazis, vistiendo sus uniformes pardos, habían demostrado su fuerza en el Reichstag, provocando desórdenes tales que con frecuencia habían tenido que suspenderse las sesiones. Brüning se vio obligado a gobernar a golpe de decreto firmado por el presidente Hindenburg.
El año 1931 comenzó con los mejores augurios; se inauguró en Múnich la nueva sede del partido, la llamada Casa Parda, en donde Hitler dispondría de un amplio y lujoso despacho, aunque apenas trabajaría en él. Además, las ventas de Mein Kampf habían experimentado una subida espectacular, proporcionando a Hitler unos respetables ingresos personales. Pero no todo eran buenas noticias; en febrero estalló una fuerte crisis en las SA. Además de estar descontentos con sus pagas, sus miembros se negaban a ser un mero servicio de orden en los mítines. Tras restaurar su autoridad, Hitler destituyó a Von Salomon y después de nombrarse él mismo Jefe Supremo de las SA repescó a Ernst Röhm, que se encontraba entonces prestando servicios como oficial en el ejército boliviano, para que se hiciera cargo de la organización de las SA, como jefe de Estado Mayor.
Hitler pasó el verano de 1931 dedicado a consolidar el partido, que se hallaba sometido a tensiones debido al enorme crecimiento de su masa de afiliados, pero a mediados de septiembre le esperaba un acontecimiento trágico que marcaría su vida. Hitler mantenía por entonces una ambigua relación con Geli Raubal, la hija de su medio hermana Angela. La joven no poseía una belleza espectacular pero era, según todos los testimonios, una muchacha vivaz y simpática, a quien le gustaba coquetear con todo el mundo. Geli había despertado en Berchtesgaden el interés de Hitler, quien en septiembre de 1928 se la había llevado a su nuevo piso de nueve habitaciones de Múnich, situado en la Prinzregentenplatz, supuestamente para que pudiera estudiar en la capital bávara. Ambos solían acudir juntos al teatro o a restaurantes. Hitler le daba todo lo que quería, pero restringía mucho su vida social; cuando no iba con él, siempre debía acompañarla alguien de su confianza, incluso cuando iba a tomar sus lecciones de canto. Para alguien tan alegre y vital como ella, esa situación le hacía sentirse desdichada.
La naturaleza de esa relación tío-sobrina ha dado lugar a muchas especulaciones. Los enemigos políticos de Hitler llegarían a extender rumores sensacionalistas acerca de sus supuestas relaciones sexuales perversas. El que ella explicase en alguna ocasión que «mi tío es un monstruo, nadie puede imaginar lo que exige de mí» parece apuntar a este extremo. La existencia de unos dibujos de Hitler en los que Geli le sirvió de modelo, en los que ella aparece desnuda, llevan a pensar que la relación no fue la que se espera que mantengan un tío con su sobrina, aunque tampoco prueban nada. No obstante, al estar basadas las diferentes versiones en la conjetura y el rumor, es imposible conocer hasta dónde llegó esa relación. Lo que está claro es que la conducta de Hitler con su sobrina tenía todos los rasgos de una dependencia sexual fuerte, ya fuera física o latente, lo que se manifestaría con muestras extremas de celos y una posesividad dominante. Cuando Hitler descubrió un escarceo amoroso de Geli con Emil Maurice, su leal chófer y guardaespaldas, sacó su arma y apuntó a la cabeza de Maurice, totalmente fuera de sí.
El 17 de septiembre de 1931, Hitler, tras una acalorada discusión con Geli, emprendió un viaje por carretera a Núremberg. A la mañana siguiente, mientras Hitler y su séquito salían de Núremberg rumbo a Hamburgo, su coche fue alcanzado por un mensajero, requiriéndole que regresase de inmediato al hotel, ya que Hess estaba al teléfono para darle una terrible noticia. Allí, Hitler se enteró de que su sobrina se había suicidado, disparándose una bala en el corazón. Hitler se sintió muy deprimido y esa noche se temió incluso que se pudiera quitar la vida. El motivo del suicidio también ha sido objeto de varias especulaciones, desde que Geli encontró en una chaqueta de Hitler una nota escrita por Eva Braun, con quien unos meses antes había retomado su relación, a que estaba enamorada de un violinista de Linz a quien no se le permitía ver. Incluso se habló de que estaba esperando un hijo de un artista judío de Viena. Lo que es seguro es que Geli no había podido soportar la intensa presión psicológica a la que le había sometido su posesivo tío.
La sobrina de Hitler, Geli Raubal, con quien mantenía una ambigua relación cuya naturaleza no se ha logrado determinar. Acabaría suicidándose ante la presión a la que le sometía su tío.
El entierro se celebró en Viena; Hitler, visiblemente afectado, acudió allí de incógnito. Pero, una vez más, tras un duro golpe personal, Hitler resurgiría con ánimos renovados: «Ahora, que empiece la lucha. La lucha que debe verse y se verá coronada por el éxito», aseguró durante el viaje de regreso.
Aunque el trauma por la muerte de su sobrina Geli le acompañaría el resto de su vida, como lo demuestra el que ordenase que su habitación permaneciese intacta como si de un santuario se tratase, Hitler se recuperó rápidamente para batirse en las nuevas batallas políticas que se avecinaban. Tras una larga travesía desde el fracaso del Putsch de 1923, el partido nazi se hallaba dispuesto para iniciar el asalto definitivo al poder.