Choque con la policía

Ya entrada la mañana, Ludendorff propuso a Hitler marchar hacia el cuartel que seguía en poder de Röhm, atravesando el centro de la ciudad. La idea fue aceptada, a pesar de que el objetivo era confuso. Se esperaba que la manifestación avivase el entusiasmo popular por la revolución y que el ejército cambiase de bando al contemplar a Ludendorff en las filas golpistas. Así, a las once de la mañana del 9 de noviembre la comitiva se puso en marcha, con Hitler, Ludendorff y los demás dirigentes del partido en primera línea, bien pertrechados de fusiles y pistolas.

La columna golpista avanzaba enarbolando los estandartes nazis y entonando canciones de marcha. Aunque en el puente sobre el río Isar les esperaba un primer cordón policial, los policías bajaron sus armas cuando vieron al mariscal Ludendorff. Animados por ese primer triunfo y empujados por los seguidores que comenzaban a aclamarles desde las aceras, Hitler y sus hombres avanzaron decididos en dirección a la céntrica Odeonsplatz, sabiendo que estaba protegida por un segundo cordón policial, bastante mayor. No obstante, la expresión de los integrantes de la columna era grave, al ser conscientes de que la causa estaba perdida; uno de ellos comentó que era como una procesión fúnebre.

El choque con las fuerzas policiales que cerraban el paso a la Odeonsplatz era inevitable. Los nazis marchaban por la estrecha Residenzstrasse en dirección al Feldherrnhalle, una monumental galería que preside la Odeonplatz, mientras la policía les esperaba al final de la calle con las carabinas en posición de fuego. Desde las primeras filas de la comitiva gritaban: «¡No disparéis, el mariscal Ludendorff está aquí!».

La policía comenzó a avanzar por la angosta callejuela, pero los golpistas no retrocedieron y esperaron al enemigo con las bayonetas caladas y apuntándoles con las pistolas. Cuando policías y golpistas entraron en contacto, junto al Feldherrnhalle, de repente sonó un disparo, sin que se haya podido establecer qué bando lo efectuó. En ese momento, las fuerzas del orden comenzaron a disparar. Aunque los golpistas devolvieron el fuego, el pánico cundió entre las filas nazis.

En ese instante pudo haber cambiado la historia de Alemania y del mundo. El citado guardaespaldas de Hitler, Ulrich Graf, se adelantó cubriéndole con su cuerpo, recibiendo media docena de disparos que iban dirigidos a él. El otro hombre que iba cogido del brazo de Hitler, Erwin von Scheubner-Richter, se desplomó al resultar herido, tirando violentamente de él hacia abajo y dislocándole el brazo izquierdo pero, probablemente, salvándole la vida. Hitler, manchado por la sangre de sus hombres, pensó que estaba herido. Pero, en aquella confusión, en la que murieron catorce de sus seguidores[14], Hitler logró levantarse y huir, alejándose despacio del lugar de la refriega, acompañado de un médico de las SA.

En la Max Joseph Platz, subieron a Hitler a su automóvil. Hitler ordenó que lo llevaran a la Bürgerbräukeller, donde había quedado el puesto de mando, para tratar de reunir allí a sus hombres, pero comprobaron que todos los accesos estaban ya tomados por la policía. De todos modos, el retén que había permanecido allí ya había sido detenido. Hitler se dirigió entonces a la residencia de los Hanfstaengl, en Uffing, al sur de Múnich.


Las SA se encargaban de mantener el orden en los mítines del partido. Su líder era Ernst Röhm, aquí en una imagen posterior de 1933. Al igual que los otros dirigentes nazis, fue detenido tras participar en el fallido Putsch de la cervecería.