Un salto adelante

El 31 de marzo, Hitler regresó a Múnich. Ese mismo día, ya fuera por decisión propia o porque así se lo ordenaron, volvió a la condición de civil. Recibió una paga de desmovilización y alquiló una pequeña habitación en la Thierschstrasse. Aunque en teoría estaba totalmente desvinculado del ejército, se cree que pudo seguir recibiendo bajo mano una paga regular.

Hitler podía dedicar ahora todo su tiempo al partido. Casi sin ayuda y entregado a una actividad febril, fue mejorando diversos aspectos de su organización; por ejemplo, consiguió que se le cambiase el nombre original por el de Nationalsozialistische Deutsche Arbeiterpartei (NSDAP), el Partido Nacionalsocialista Alemán de los Trabajadores, una denominación que Hitler consideraba inspiradora e incitante.

Hitler insistió también en que el partido contase con una bandera capaz de competir con el rojo del estandarte comunista. Un dentista de Starnberg propuso una bandera que habían usado en el mitin fundacional de la sección local del partido: una esvástica negra sobre fondo blanco y rojo. Aunque la esvástica o cruz gamada había representado durante siglos la rueda del sol y el ciclo de la vida, el símbolo comenzaba a asociarse a las ideas nacionalistas y racistas, al haber sido utilizado por el ideólogo Lanz von Liebenfels. Hitler debía recordar haberla visto con sus diversas variantes en los panfletos racistas que habían caído en sus manos durante su estancia en Viena. Además, la esvástica ya había sido utilizada por algunas unidades de los Freikorps pintada en los cascos. Hitler acabó de perfilar el impactante y llamativo diseño de la bandera del partido, que unos años después iba a convertirse en la bandera de Alemania.

En los meses siguientes, Hitler se aplicó metódicamente al mejoramiento de los mítines. Fue ideando la combinación de elementos que hiciera de esas reuniones masivas unos actos animados y enardecedores. En contraste con los mítines de los rivales, en los suyos habría una atmósfera distendida y alegre, favorecida por el reparto de cerveza y salchichas a cuenta del partido y la presencia de una orquesta de música típica bávara. Hitler determinó cuál era el mejor momento para hacer su aparición en la sala, el tono con el que debía dirigirse al auditorio y el modo de cerrar el acto para que el entusiasmo alcanzase su punto álgido en ese momento.

Aunque el partido iba creciendo en número de afiliados y las salas en las que tenían lugar sus mítines se llenaban, Hitler creía que había que dar un nuevo paso para que el partido se convirtiese en una fuerza respetada. Así, su siguiente objetivo fue conseguir un periódico propio. Un diario, el Völkischer Beobachter, estaba al borde de la quiebra. Su línea editorial, antimarxista y antisemita, le convertía en un medio que podía acercarle a su público potencial, por lo que Hitler vio en su grave crisis financiera una oportunidad para hacerse con él. Así, el 17 de diciembre de 1920, Hitler y sus colaboradores lograron reunir el dinero necesario para comprarlo. Disponiendo a partir de ese momento de tan potente altavoz, el partido estaba preparado para dar el siguiente salto adelante.

El 22 de enero de 1921 tuvo lugar en Múnich el primer congreso nacional del NSDAP. Aunque se celebró aparentemente en un clima de unidad, estuvo latente el conflicto entre los incondicionales de Hitler y los militantes que desconfiaban de su creciente poder. Hitler no se vio aún lo bastante fuerte para hacerse con el control total del partido, por lo que el inevitable conflicto entre ambas corrientes quedó pospuesto.

El siguiente desafío para el NSDAP tendría como escenario el circo Krone. Hitler decidió afrontar el reto de celebrar allí un mitin; al tener capacidad para más de seis mil personas se arriesgaba a cosechar un fracaso, algo que no se podía permitir. Por tanto, el partido echó el resto en el envite, que iba a tener lugar el 2 de febrero; alquiló dos camiones de propaganda desde los que se arrojarían panfletos, lo que constituía entonces una novedad, y las paredes de la ciudad quedaron inundadas de carteles. La tarde en la que se iba a celebrar el mitin, un nervioso Hitler era informado cada pocos minutos de la asistencia que presentaba el enorme local. Aunque al principio las noticias eran desalentadoras, con el paso de los minutos el circo se llenó por completo, incluyendo la pista circular.

Hitler estaría ese día en el Krone especialmente inspirado, logrando captar la atención del público desde el primer instante; según un testigo, «apenas se oía algo más que la respiración de esa gigantesca multitud». Cuando Hitler pronunció la última palabra, «rugieron los aplausos, para finalizar con la canción Deutschland, entonada con el mayor fervor».

Hitler se la había jugado con el mitin del circo Krone y había ganado. La prensa de Múnich dedicó tanto burlas como elogios a su actuación, pero lo importante era que todos hablaban de él y de su partido. Ese acto le proporcionaría el reconocimiento oficial del gobierno bávaro; su presidente le recibió, juntamente con otros dirigentes del partido. Gracias a su audacia y determinación, Hitler había logrado que el partido hubiera dejado de ser un mero grupo de discusión para convertirse en una fuerza política a tener en cuenta.