La noche en que vieron por primera vez Rienzi, el último tribuno, de Wagner, sucedió un hecho también revelador de la personalidad del joven Hitler. La ópera trataba de la vida de Cola di Rienzi, un líder populista que vivía en la Italia medieval, que conseguía derrotar a las clases nobles de Roma, dándole el poder al pueblo; con el tiempo, la opinión popular cambiaba y se ponía en su contra. Al final de la ópera, el pueblo quemaba el Capitolio, en el que Rienzi y unos pocos seguidores se enfrentaban a su trágico destino.
Según Kubizek, al salir de la ópera, su amigo se mostró más pálido de lo normal, silencioso, con «una mirada extraña, casi hostil». Hitler guió a su amigo hasta la cima del Freinberg, una montaña de las afueras de Linz. Era una fría noche de noviembre, en la que Hitler llevaba el cuello de su abrigo levantado, lo que le daba un aire «casi siniestro». Allí arriba, de pronto, aferró con fuerza las manos de Gustl y con los ojos «febriles de entusiasmo», empezó a hablar con voz ronca y áspera. A Kubizek le pareció que Adolf se hallaba en «un estado de éxtasis y arrebato absolutos en el cual él trasladó el carácter de Rienzi, con fuerza visionaria, al plano de sus propias ambiciones».
En la cima de la colina, Adolf desvariaba acerca de «una misión especial que un día le sería encomendada» y hablaba de que el pueblo le llamaría «para que lo condujese a la libertad». Ambos regresaron a la ciudad hacia las tres de la madrugada pero, después de dejar a Gustl en su casa, Adolf se encaminó de nuevo hacia el mismo lugar, asegurando que quería estar solo.
Esa dramática escena en la cumbre de la colina pudo ser, no obstante, reelaborada por la imaginación de Kubizek. Al parecer, Hitler gustaba de relatar ese hecho, alardeando de sus «cualidades proféticas» y concluyendo que «entonces empezó todo», y tal vez la memoria de Kubizek se amoldó a ese recuerdo de su amigo. Lo que sí es cierto es que, a partir de ese episodio, se advirtió un cambio en Hitler. Según su hermana Paula, Adolf «nos daba conferencias sobre temas históricos y políticos a mi madre y a mí, en un tono muy retórico». Aunque por aquel entonces la idea de Hitler era convertirse en artista, los testimonios de Kubizek y de su hermana indican que su vocación política comenzaba a manifestarse, aunque fuera de forma embrionaria.