Aunque es de suponer que Alois creció bien atendido en casa de su tío, a los trece años salió de casa y marchó a Viena para hacer de aprendiz de zapatero en Viena. Pero al joven Alois no le atraía ese oficio y a los dieciocho años ingresó en el Servicio Imperial de Aduanas. A los veinticuatro años fue ascendido al rango de supervisor, un honor excepcional para un muchacho que había llegado del Waldviertel. Alois fue ascendiendo normalmente como oficial al servicio del Estado; aunque nunca pasaría de ser un funcionario de categoría menor debido a su falta de titulación, había logrado escalar varios peldaños desde su humilde origen campesino gracias a su amor propio, inteligencia y afán de prosperar.
Alois poseía una personalidad dominante, que se afanaba con impaciencia y sin darse el menor respiro en conseguir sus objetivos. Tenía la capacidad de dominar de forma fría y calculadora a quienes le rodeaban, sabiendo impresionarles y convencerles, unos rasgos que heredaría su hijo Adolf. Así, Alois se mostraba excesivamente escrupuloso en el cumplimiento de sus obligaciones. Un compañero de la oficina de aduanas de principios de la década de 1880 lo describió como «antipático para todos nosotros. Era muy estricto, detallista y hasta pedante en el trabajo y muy poco accesible como persona».
La casa natal de Hitler en Braunau. Abajo, a la derecha, se puede ver la piedra de Mauthausen que recuerda a sus víctimas.
En las fotos, Alois Hitler aparece con cabello corto estilo militar, cejas pobladas, un rígido bigote y unas grandes patillas que le enmarcan el rostro pulcramente afeitado. Vistiendo su uniforme de aduanero, debía mostrar un aire imponente y respetable. Sin embargo, su vida personal no gozaba de la estabilidad inherente a su empleo.
Al parecer, en la década de 1860 ya había tenido una hija ilegítima, aunque nada de cierto se sabe de ello. En 1873, Alois se casó con Anna Glass, que tenía entonces cincuenta años, catorce años más que él, estableciéndose en Braunau en 1875. Anna era la hija adoptiva del inspector del monopolio imperial de tabacos, lo que hace pensar que el matrimonio tuvo una motivación material. Anna enfermó al poco tiempo; además, no tuvieron hijos, algo que era de prever teniendo en cuenta su edad madura. Alois, por su parte, mantenía mientras tanto relaciones con Franziska (Fanni) Matzelberger, una jovencísima cocinera de la fonda donde entonces residían los Hitler. Además, Alois había conseguido que Klara Pölzl, nieta de su tío Johann Nepomuk, dejase Spital y se trasladase a Braunau para ayudar a Anna en las tareas del hogar. Klara, que contaba con dieciséis años, era esbelta, con una abundante cabellera castaña y facciones delicadas. La turbadora presencia en la casa de ambas jovencitas, unida al espíritu fogoso de Alois, debió acabar con la paciencia de Anna, que en 1880 solicitó la separación legal.
Fanni, con diecinueve años, pasó a instalarse en el hogar de Alois como esposa de facto. Es significativo que una de las primeras medidas de la nueva dueña del hogar fuera conseguir que Klara abandonase la casa, para evitar tentaciones al veleidoso Alois. En 1882, Fanni dio a luz un hijo, que recibiría el mismo nombre que su padre, Alois. La muerte de Anna en 1883 despejó el camino para que Alois y Fanni se casaran, lo que harían apenas seis semanas después de la defunción. Según un desagradable rumor que corrió por el pueblo, Alois había comprado un ataúd para su esposa mientras aún estaba viva. Para entonces, Fanni ya estaba en avanzado estado de gestación; a los dos meses de la boda nació una niña, Angela.
Parecía que la vida de Alois se estabilizaba tras constituir su nueva familia, pero al año siguiente Fanni cayó enferma de tuberculosis. Para respirar aire fresco, fue trasladada a una casa en el campo. Alois recurrió entonces de nuevo a Klara para que se hiciera cargo del cuidado de los dos pequeños. La futura madre de Hitler poseía un gran corazón, como lo demuestra el que hiciese todo lo posible por ayudar a Fanni a recuperar la salud, visitándola con frecuencia, a pesar de que anteriormente había forzado su expulsión de la casa. La esposa de Alois aceptó de buen grado las atenciones de Klara, a pesar de que debía ser consciente de que su papel no se limitaba al de criada y niñera. Los temores de Fanni no iban desencaminados, ya que Klara quedó embarazada, pero poco podía hacer ella para defender su posición, ya que estaba muriéndose.
En cuanto Fanni falleció, en el verano de 1884, Alois comenzó a hacer los preparativos para su boda con Klara. Tal como se ha apuntado, la que iba a ser su tercera mujer, veintitrés años más joven que él (curiosamente la misma diferencia de edad que tendrían Hitler y Eva Braun), era hija de la prima de Alois y nieta de Johann Nepomuk Hiedler, en cuya casa se había criado Alois como si fuera su hijo. Fue necesario obtener una dispensa especial de la Iglesia católica, por tratarse prácticamente de tío y sobrina; de hecho, Klara llamaba «tío» a Alois. Al serles negada la autorización por el obispo de Linz a causa de su parentesco próximo, tuvieron que recurrir a las autoridades vaticanas para poder contraer matrimonio. Probablemente, el hecho de que Klara ya estuviera embarazada aceleró el proceso, llegando la conformidad del Vaticano en menos de un mes.
Finalmente, el 7 de enero de 1885, Alois Hitler lograba casarse con Klara en Braunau, en la posada regentada por la familia Dafner. La ceremonia se celebró a las seis de la mañana para que Alois pudiera acudir después a su trabajo en el puesto aduanero, pese a ser domingo. Estuvieron presentes los dos hijos del novio, Alois y Angela, y tres testigos: la hermana menor de Klara, Johanna, y dos aduaneros. De la sencilla ceremonia, lo que más recordaban los invitados fue que la estancia en la que se celebró estaba demasiado caldeada, lo que provocó un comentario jocoso de Alois hacia Klara, a quien hizo responsable. Después de un almuerzo sencillo, Alois regresó al puesto de aduana. Como recordaría Klara tiempo después, «al mediodía, mi marido ya estaba otra vez de servicio».
Partida de bautismo de Hitler, que fue inscrito como «Adolfus».
Klara era un ama de casa modelo. A Alois hijo y a Angela los trataba como si fueran sus propios vástagos. El 17 de mayo de 1885 nació en Braunau el primer hijo el matrimonio, Gustav. En septiembre de 1886 nació una niña, Ida, y un año después Otto, que murió a los pocos días de nacer. Pero esa desgracia no sería más que el preludio de una tragedia mucho mayor; en diciembre de 1887, Gustav falleció a consecuencia de la difteria, una enfermedad que se llevaría la vida de la pequeña Ida tan sólo unas semanas después.
En apenas unos meses, Klara había pasado de tener tres hijos a no tener ninguno. Aunque en aquella época la mortalidad infantil era alta, el dolor que tuvo que sentir Klara por ese triple golpe tuvo que ser terrible. Tal vez el trauma debió afectar a su capacidad de concebir, ya que no sería hasta el verano siguiente cuando Klara volvió a quedar embarazada.
El 20 de abril de 1889, un Sábado de Pascua frío y nublado, Klara daba a luz en la posada Dafner de Braunau a su cuarto hijo, Adolf[2]. El Lunes de Pascua, el recién nacido fue bautizado en la iglesia de San Esteban de Braunau, quedando inscrito, tal como era costumbre entonces, con su nombre en latín: Adolfus[3].
El hecho de nacer en la frontera entre Austria y Alemania fue para Hitler un «capricho del destino», tal como dejaría escrito en su libro autobiográfico Mein Kampf. El que dedicase las primeras líneas de su obra a señalar esta circunstancia geográfica, sin ni siquiera indicar la fecha de su nacimiento, denota la gran importancia que tenía para él; la unión de ambos países en un gran Reich alemán se convertiría en una de las grandes empresas de su vida.
El pequeño Adolf, con un año de edad.