Quiero manifestar mi profunda gratitud a Puri Plaza, mi editora, su confianza en mi trabajo, su paciencia y su capacidad de comprensión me proporcionan el equilibrio necesario para sobrevivir con dignidad en esta aventura. Del mismo modo agradezco a Ángeles Aguilera, a Carmen Ramírez y a toda la gente que trabaja en la Editorial Planeta su esfuerzo y su buen hacer; nada de esto sería posible sin su trabajo conjunto.
A Montse Yáñez, mi agente literario, le debo estar donde estoy en el mundo editorial, y siempre le estaré agradecida.
Gracias a Eva García Perea por aceptar convertirse en sufrida lectora del primer borrador con el entusiasmo que únicamente puede otorgar la verdadera amistad.
Mi gratitud a Mayte Alba y Olga Álvarez, ellas me guían por los, para mí, angostos y oscuros caminos de las redes sociales, con un tesón y una paciencia, a veces, digna de admiración.
La música representa el lenguaje universal al que todos tenemos acceso, un idioma que puede disfrutar cualquiera, con el que estremecerse y alcanzar la máxima emoción tan solo con escuchar, convirtiéndose en la forma de expresión más ecuménica. Yo soy de las que siento la música ignorando casi todo sobre ella. Por eso tengo que agradecer a Carmen Luque y a Pedro Ramos sus explicaciones de lo que sienten cuando sus manos se deslizan por el piano; con su conversación pude acercarme un poco más a este extraño milagro que obra la música. Asimismo agradecer a Fernando Turina, director de la Escuela Superior de Canto de Madrid, a Julio Alexis Muñoz, María José Zamora y las personas que nos atendieron en el antiguo palacio de los Bauer (antiguo Conservatorio Oficial de Madrid, situado en la calle San Bernardo), la amabilidad y el tiempo que me dedicaron dice mucho de su sensibilidad hacia la música y lo que ella representa en sus vidas. A todos ellos les debo la capacidad de entender un poco mejor lo que siente el músico al interpretar una composición, además de hacerme consciente del arduo trabajo, el sacrificio y el tiempo que es necesario invertir para llegar a ser un virtuoso de la música.
A mis hijos, Manuel y Javier, y a Luisa, mi nuera, en su existencia he descubierto proyectada mi propia inmortalidad.
Y siempre mi profunda gratitud a Manuel de Jorge, mi compañero de vida, gracias a su generosidad, a su fortaleza, a su confianza, pero sobre todo, gracias al amor que de él recibo cada día he conseguido llegar hasta este punto.
Marbella, veintiuno de enero de 2014