Eran las cinco y me iba ya para casa cuando vi una rubia que paraba su Mini en la acera, debajo de la prohibición de estacionarse. La reconocí en seguida, porque soy rencoroso como un mal bicho. Era la puta que me había plantado después de habérseme insinuado y a la que había estado siguiendo para nada. Me quedé pasmado de volver a verla. París está lleno de calles y hace falta mucha casualidad para encontrar a alguien allí dentro. No me vio. Yo estaba en la otra acera y crucé a toda velocidad para ser reconocido. Pero ella tenía prisa o quizá ya no se acordaba porque habían pasado dos horas. Entró en el número 39, un interior que daba a un patio con otra casa. Ni siquiera tuve tiempo de hacerme ver. Llevaba un abrigo de piel de camello y un pantalón y mucho pelo rubio en la cabeza. Dejaba atrás por lo menos cinco metros de perfume. No había cerrado el coche con llave y pensé en mangarle algo para que se acordara de mí, pero estaba muy alicaído con lo del cumpleaños y también extrañado de tener sitio dentro de mí para tantas cosas. Había demasiada gente para mí solo. Pensé que no valía la pena, pues ni siquiera sabría que había sido yo. Quería que me viera, pero no vayan ustedes a creer que estaba buscando una familia. La señora Rosa todavía podía durar una temporada, con un poco de suerte. Moisés había encontrado colocación y hasta Banania estaba en tratos. No tenía que preocuparme. No padecía enfermedades conocidas ni era inadaptado, que es lo primero que mira la gente cuando elige. Y se comprende porque los hay que se encuentran con un crío que ha tenido alcohólicos y es un retrasado, mientras que otros que son excelentes no encuentran a nadie. Yo también, de haber podido elegir hubiera cogido lo mejor, no una vieja judía que ya no podía más y que me daba pena y ganas de reventar cuando la veía en aquel estado. Si la señora Rosa hubiera sido perro la habrían aviado hacía tiempo, pero la gente es más buena con los perros que con las personas humanas, a las que no está permitido hacer morir sin que sufran. Les digo esto para que no crean que seguía a la señorita Nadine, como después supe que se llamaba, para que la señora Rosa pudiera morir tranquila.