REY DE CORAZONES

Cuando continuamos el viaje hacia el norte, éramos ya cuatro personas en el coche, dos más que cuando nos dirigíamos al sur. No me pareció una mala baza, pero echaba en falta a Rey de Corazones.

De nuevo pasamos por la pequeña gasolinera que sólo tenía un surtidor, y creo que mi viejo sentía enormes deseos de volver a ver al enano misterioso. Pero no apareció por ninguna parte. A mí no me sorprendió, pero él estaba furioso.

Hicimos algunas averiguaciones en la vecindad, pero sólo nos dijeron que la gasolinera estaba cerrada desde la crisis del petróleo, en los años setenta.

Así terminó el gran viaje al país de los filósofos. Habíamos encontrado a mamá en Atenas, y a mi abuelo en el pueblo de los Alpes. Pero yo también había recibido una herida en el alma, y me pareció que esa herida tenía sus raíces en la vieja historia de Europa.

Mucho tiempo después de nuestra vuelta a Noruega, la abuela me confesó que Ludwig había tenido tiempo de hacer testamento y me había dejado todo lo que tenía. También me dijo que había estado bromeando con que yo un día me quedaría con la pequeña panadería.

Han pasado algunos años desde que mi viejo y yo tuvimos que ir de Arendal a Atenas en busca de mamá, que se había perdido en el cuento de la moda.

Recuerdo como si fuera ayer, cuando iba sentado en el asiento de atrás del viejo Fiat. Estoy totalmente seguro de que, en la frontera con Suiza, un enano me dio una pequeña lupa. Todavía la conservo, y también mi viejo puede corroborar que me la dio el enano de la gasolinera.

Puedo jurar que el abuelo tenía un pececillo de colores en su panadería de Dorf; todos lo vimos. Además, mi viejo y yo nos acordamos de las piedras blancas que vimos en el bosque de Dorf. El tiempo que ha transcurrido no ha conseguido borrar el hecho de que el viejo panadero me regalara una bolsa con cuatro panecillos. El sabor a refresco de pera aún sigue en mi cuerpo, y nunca olvidaré que el abuelo me habló de una bebida que era aún mejor.

¿Pero hubo realmente un minúsculo libro en uno de los panecillos? ¿Iba sentado en el asiento de atrás leyendo la historia sobre la bebida púrpura y la isla mágica? ¿O estaba, simplemente, imaginándomela?

Cuando el tiempo transcurre, y los recuerdos se alejan cada vez más del instante que los creó, la duda de la memoria siempre nos acecha sigilosamente.

Ya que Comodín nos robó el libro del panecillo, he tenido que escribir la historia de memoria. Si lo he anotado todo correctamente, o si alguna vez me he inventado algo, sólo puede saberlo el oráculo de Delfos.

Tuvo que haber sido la vieja profecía de la isla mágica la que hizo que yo comprendiera que el panadero que conocí en Dorf era mi abuelo. Pues no lo supe hasta después de haber encontrado a mamá en Atenas. ¿Pero cómo lo supo él?

Sólo tengo una respuesta: fue el abuelo el que escribió el libro del panecillo. Conocía la vieja profecía desde los tiempos de la Gran Guerra.

Quizá el misterio más grande fuera que nos encontráramos en la pequeña panadería de un pueblo de montaña en Suiza. Pero ¿cómo llegamos allí? Porque nos engañó un enano de manos frías.

¿O el misterio más grande fue que nos encontráramos con la abuela en ese mismo pueblo, en el camino de vuelta?

Puede que el enigma más grande de todos fuera que lográramos librar a mamá del cuento de la moda. Porque lo más grande de todo es el amor, que es capaz de hacer palidecer el tiempo, con la misma facilidad que el tiempo borra los viejos recuerdos.

Ahora vivimos los cuatro felices en Hisoy. Digo cuatro, porque he tenido una hermanita. Es la que paseaba entre las hojas y castañas caídas en la carretera. Se llama Tone Angelika, tiene casi cinco años y habla por los codos todo el día. Quizá ella sea el filósofo más grande.

El tiempo hace que nos hagamos mayores. El tiempo también hace que se derrumben los viejos templos y que islas aún más viejas se hundan en el mar.

¿Encontré realmente un libro dentro del panecillo más grande de los cuatro que había en la bolsa? No hay ninguna pregunta que me venga más a menudo a la mente. Podría decir como Sócrates: sólo sé que no sé nada.

Pero estoy completamente seguro de que, por algún lugar bajo el cielo, aún sigue viajando un comodín. Él se ocupará de que el mundo jamás se quede tranquilo. En cualquier momento, y en cualquier lugar, puede salir disparado un pequeño bufón con largas orejas de burro y cascabeles tintineantes. Nos mira fijamente a los ojos y pregunta: ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos?